La cofradía Cimarrona, El cantante cimarrón de Delia McDonald: Presentación de una novela inquietantemente compleja
Para referirme
a la obra de Delia, se me hace necesario tomar en cuenta el movimiento
literario denominado Afrorrealismo por el escritor Quince Duncan, quien propone
la existencia de una corriente literaria diferente a la del “main stream.” Al
igual que explica Duncan, la obra Cofradía Cimarrona: El Cantante cimarrón, “No
evoca al mito griego, ni al folklorismo. No es literatura negrista ni sigue la
corriente de negritud. No es realismo mágico. Es una nueva expresión, que
realiza una subversión africanizante del idioma, recurriendo a referentes
míticos inéditos o hasta ahora marginales.” En la obra de McDonald esa
evocación africanizante del idioma así como los referentes míticos se manifiestan primeramente mediante los Greots,
los Ledbacks, las Samedies, el Neguies y los Piambos, entre otros a los que el
texto alude. Es decir, en esta novela; la narrativa; la historia contada; pero
sobre todo su propio estilo; no se centran en los referentes estéticos
tradicionales de la literatura española o latinoamericana canónica. En su
lugar, las tenciones interétnicas, los amores prohibidos, la subversión
religiosa, los personajes controversiales y los diversos conflictos están
trazados y unidos por un Afro realismo que evoca esa particular herencia
africana de la que Duncan habla. Estos elementos de ficción desarrollados en la
obra de Delia, forman parte de una retórica muy diferente, que junto con el uso
de un alto vocabulario de origen no hispánico -contenido por la misma autora en
un glosario al final de su obra- son más que aspectos decorativos, son parte de
una construcción estética afrorrealista esencial para la comunicación entre los
personajes, pero también parte de un esfuerzo de la autora por acercar y
establecer un dialogo más fluido con los lectores de su obra.
En términos
lingüísticos, palabras como “almoneda, Ayaká, Abanitzá, biotumbos, esquirfación, gungú,
Jujus, Mocambero, Knéé y Shegúl” enuncian esa particular conexión con una
lengua Afro ancestral; y con esto la reivindicación socio histórica de una
identidad marginalizada, esa que en la obra, cobra vida para reposicionarse en
un mundo agonizante, en un mundo que ha estado sucumbido ante la indiferencia
al maltrato, la exclusión y la brutalidad. Esas palabras reclaman el dolor de
la esclavitud pero también del olvido y reclaman la presencia de quienes han
hecho visible esa indolencia que narradores y personajes describen a continuación:
“para que trajeras a Nicolás, te
mostraron el error, te arrepentiste con la fría indiferencia de El Moro, frente
al cuerpo desnudo e inerte de este Yunas Morgan tendido en el suelo, acunado
por los brazos de Sorias... El Moro decretó tu sentencia, ¿RECUERDAS SUS
PALABRAS, IGNACIO? Un conjuro como el tuyo, solo ha de ser pronunciado una vez,
mi señor... —…y desde ese día Morgan vive en mi cabeza, mi pelo, mis ojos
y, todo de mí, que fue su propiedad por años y me dice las cosas que he de hacer...—Hasta siempre, Ignacio...¾La finca estaba
vacía de personas, pero los fantasmas permanecían próximos a pesar del fuego y
de las moscas emanando del cuerpo de El Rojo
En un lejano sueño,
la Cimona recordó los primeros años de cautiverio en esta tierra el verde se
había comido para siempre los dorados contornos del palacio en Abisinia donde
nació
y. Pensó en
Agná, en su cuello dulce y amado y en la maravilla de aquella estatua que era
idéntica en cada detalle a él, y en la humillación de ser vendida como una
esclava más…” (231)
Este pasaje es uno de los múltiples esfuerzos
narrativos por restituir la voz afro por medio del uso de personajes como EL Moro, Yunas Morgan, Nicolas, Sorias quienes
a su vez re-construyen una memoria simbólica Afrodescendiente. Por supuesto que
esto es un acto discursivo y estético bien informado y comprometido con la
diáspora africana. No hay elementos al azar. La narrativa es fruto de la
indagación que como autora, McDonald ha desarrollado apropiándose también de
una autocrítica intra étnica.
El
juego de palabras es otra estrategia discusiva comprometida para dar voz a la
memoria olvidada. El uso de la metáfora es quizás uno de los elementos más
fuertes del estilo literario que caracteriza a esta obra. Veamos el título a
modo de ejemplo. El termino cofradía
es tradicionalmente de connotación católica la cual refiere a la unión de un
grupo de personas con un mismo interés (usualmente se pretendía que fuera con
propósitos piadosos). La autora se apropia de esta palabra resignificando el
valor de unión entre un grupo cimarrón. “La cofradía cimarrona” podría entonces
interpretarse como una metáfora de unión espiritual con los ancestros Afro y
“el cantante cimarrón” como ese griot, historiador oral que se encarga de
transmitir esa memoria de generación en generación. Resulta muy interesante,
que la obra exalte precisamente esa oralidad como la forma central para contar,
una metáfora más de la importancia de la tradición oral en la diáspora
afrodescendiente.
En términos estéticos de estilo, la obra exige
mucho del lector. Podría decirse que lo reta poniendo aprueba su pericia. Lo
obliga a realizar una lectura diferente no solo por la temática rebelada atrás
de personajes complejos, sino que también porque la voz que cada uno de
ellos(as) ejerce en la obra está en constante movimiento; es una narración
dinámica en donde la interversión, interrupción, aclaración y cuestionamiento
entre personajes y narradores es marcada por un estilo de escritura diferente:
a veces una letra más grande representa un personaje, otras una más pequeña, en
algunos casos palabras en negrita o cursiva. Sin duda alguna, esta nueva forma
de contar historia introduce una muy compleja elaboración de la narración que
para algunos lectores podría gustar y para otros sería un reto áspero. Así, la
obra demanda del lector una atención comprometida especialmente con un estilo
poco tradicional. Para entender e interpretar la temática discursiva, hay que
primeramente entender e interpretar su estilo y comprometerse con esa
construcción estética.
En
consecuencia, hoy, Delia incursiona en la subversión narrativa, con un estilo
de escritura que abre el camino para un enfoque de lectura diferente al que
demanda la literatura tradicional. Sin
duda alguna, esta obra forma parte de una generación de autores afro latinos
diferente que irrumpe el estilo retórico canónico para transfórmalo en una
osada forma de expresión literaria que, como ya es sabido en Delia, aborda el
tema de la herencia afrodescendiente, pero hoy de una forma artísticamente muy
compleja. Pero es en esa complejidad que narración, personajes, y estilo se
vuelven metáfora de una cofradía.
Desde mi interpretación, esta obra por su estilo y
temáticas, se caracteriza por tener una construcción collage y quilting a la
vez, cada personaje y discurso como una pieza con su propia historia, patrón y
lógica de estilo. Algo que a su vez logro asociar con una gran tela de araña,
en donde múltiples voces y estilos estéticos se encuentran y desencuentran, se
entretejen en hilos de conciencias étnicas símiles o diferentes entre sí pero
que al final tratan de co-existir. Una gran tela de araña o quilt que entreteje
esa memoria y herencia afro en el mundo contemporáneo y pos moderno de hoy.
Por Karla
Araya Araya
2 de setiembre, 2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario