sábado, 2 de marzo de 2024

Lo que trajo la marea...



Las malcriadas... 

Alfredo González Campos


Es demasiado complejo el libro, por eso empiezo con los ES.


Es un libro que me impresionó, cosa que, después de tanto cuestionamiento sobre porqué, siendo afro descendiente, concepto con el que no estoy de acuerdo, porque establece que ni español hablo, por tanto, no tengo comprensión lectora de lo que escribe el resto de la población, la blanca por supuesto, es muy poco habitual en mí.  


Es un libro que cuesta dejar; merece muchas lecturas, desde distintos puntos de vista, y es que, tal como el autor, yo tambien entiendo que existe un MUNDO más allá de la mirada qué nos mantiene alertas, y preguntando ¿Cómo fue el ayer, no el pasado, de personas de las que todo el mundo habla?, y ellas, ¿Porqué nacieron y fueron en un país qué siempre pensó lo peor de ellas?...


Cierro ahí con lo ES, porque ahora pienso que la San José, así en femenino, ausente y presente en el libro, una malcriada y malamansada que también se salió del canasto, fue una parte fundamental para que las nueve, pongámoslo así como un orbe magico, mujeres, algunas conocidas, otras mencionadas en conversaciones perdidas ahí, ya lo dije antes, otras totalmente olvidadas y/o, desconocidas, pero todas referentes de una ciudad con olor a sepia, yerbabuena, y jalea de memorias embadurnando lentamente las paginas en las que ellas, construyeron el mundo que hoy no envuelve…


La ciudad fue pendeja, ellas no. 

Por eso No considero el libro como una biografía, sino lo que dentro de algún tiempo se pondrá de moda: un libro constructo; y es que todos sabemos algo de alguien, pero ¿cómo hablarlo sin crear susceptibilidades?


Digamos entonces que parece que escribir (el arte más difícil que conozco, pero del que muchos académicos piensan que un arte de contemplación autoerótica alabada por los amigos) un libro así; después de todo es solo la recolección de un montón, a lo tico, de cuentos, chismes populares que se dicen por ahí de distintas personas, en este caso mujeres de las que en general, la sociedad nunca tiene nada bueno que decir; sin embargo, la narrativa memorial de este tipo de libro en particular, no corresponde al régimen común y silvestre de la literatura común costarricense, nononono, sino por el contrario sino que semejante a uno de esos laberintos artísticos que se hacen con clavos e hilo se construye un relato que va de adentro hacia afuera con un color distinto de hilo cada vez, cuyas orillas son inclusiones una fuente interminable de referencias vividas que nos dicen, sin mayor ni menor medida, el aporte social, laboral, pero sobre todo personal que, ya fuera cantando, el caso de Chavela Vargas, poetizando, Eulalia Bernard, Yolanda Oreamuno, Eunice Odio, Virginia Grütter, de la que sigo sin saber su segundo apellido o, enfrentándose a los regímenes-patrones patriarcales y religiosos, como Viviana Gallardo, Yvonne Clays, y Ofelia Corrales, con aportes muy puntuales que, con gallardía abrieron sobre la piel de las demás el sello de la cimarronia, rebeldía, que nació y murió con ellas, porque en ese entonces en que vivieron, era más fácil abrazar, escuchar su música, y ver sus matices del mismo modo que se repara un cable roto, o algo fuera de lugar, porque siempre supieron que las 

ciudades son redondas, y lo que hacemos casi siempre vuelve a nosotros de alguna forma. 


Obviamente, en este caso, 
el autor se convierte en un paisajista que nos muestra un mundo de memorias hábilmente desglosado...


Buen texto.

Recomendado para quienes saben que el escritor lo es a partir de la 
forma natural de entregar a otros su conocimiento y no, a partir de las referencias dadas por otros…

.:

Para La Coleccionista de espejos: 

          Dlia McDonald Woolery

 

viernes, 1 de marzo de 2024

Las Malcriadas....

  Historias de mujeres que se salieron del canasto...

Inés Revuelta Sánchez 

Buenas tardes,

                      un saludo afectuoso para quienes nos hemos reunido a celebrar a ¨Las Malcriadas” y a su autor, mi querido Alfredo, quien ha depositado en mí el inmenso honor y absoluto placer de presentar un libro extraordinario y único, un testimonio histórico pero a la vez personal, respetuoso y amoroso, el cual considero es alimento emocional e intelectual, así como una fuente de inspiración, conocimiento y esperanza ante tantas cosas que estamos viviendo en la actualidad. 

He querido iniciar estas palabras con fuerza, caracterizando a este hermoso libro desde el inicio, porque me corresponde presentar una breve sinopsis del mismo y no puedo desperdiciar en modo alguno ni uno sólo de los minutos que se me han asignado para presentarlo; y por lo tanto, también me voy a mantener dentro del texto que he escrito con motivo de la feliz ocasión que nos congrega.

 Empiezo por contarles que estuve enamorada de este libro desde antes de leerlo, porque fui testigo de primera mano, de la pasión y dedicación, impecable atención a cada detalle y faceta del proceso de investigación y escritura que Alfredo puso en su creación; pero además de eso, del inmenso amor que le tiene a cada una de las mujeres del libro, lo cual deriva de su respeto por la historia y por ellas como personas y hace que cada página sea fuente de asombro, interés, valoración, desasosiego a ratos y paz en otros… esa paz que nos genera tener un libro como este en nuestras manos, que se transforma en compañía y amigo mientras lo leemos. Debo resaltar el proceso de investigación que hizo Alfredo, (con todo lo que esto implica y el cual fue considerable y exhaustivo con un tratamiento respetuoso, humano y tremendamente veraz, ordenado y claro), pasando por la búsqueda de imágenes tanto fotográficas como aquellas otras que creamos en nuestra mente cuando leemos el texto, además de los esfuerzos que hizo para que viera la luz y tanto más… lo resumo en una frase que he escuchado a Alfredo decir varias veces: que este es “el proyecto de su vida”…y aunque ciertamente no es la primera vez que Alfredo escribe, en esta ocasión lo ha hecho con la rigurosidad y esfuerzo de una primera, segunda, tercera, cuarta y quinta vez, todas juntas y por tanto, “estas malcriadas que ciertamente se salieron del canasto”, también le han salido de lo más profundo de su corazón …requisito elemental para poder derramar palabras y materializar sensaciones en un texto que provoque interés y emoción en quien lo lea.

 Confío en que habrán muchas más obras de Alfredo que pasen “por la puerta” que está abriendo con esta obra, entendiendo que se empeñó en crear algo diferente que ¡para empezar!, caracteriza a la “malacrianza” como sinónimo de virtud, de atrevimiento, legitimidad, autenticidad, libertad, romper barreras y derribar muros para ser felices y trascender, algo a lo que tenemos el mismo derecho todas las personas. Queda claro también, por la forma en que Alfredo lo plasma en su libro, que para la “malacrianza” no hay edad, como tampoco hay restricciones en la diversidad de lugares y espacios dónde se puede manifestar: en el Teatro Nacional, el Zanzíbar, el Sesteo, La Soledad, Puntarenas, México, Guatemala, El Salvador, Limón, la Universidad de Costa Rica, el Repertorio Americano, La Editorial Costa Rica, Cuba, Santo Domingo de Heredia, Barrio Otoya, el Club Unión pero también en el Mercado Central con su sopa de mondongo, entre tantos otros lugares que aparecen en el libro…todos espacios propicios para atreverse a la malacrianza por igual. 

Veamos la foto de la portada y contraportada: ¡Es hermosa!… y la forma en que la foto encuentra el libro y lo abraza, es preciosa. 

En lo personal, recuerdo que cuando la vi por primera vez, se me humedecieron los ojos: de pronto percibí como unas niñas de otro siglo, se encontraron de frente con una cámara fotográfica y a la vez con una foto, que décadas después se encuentra con un libro que abraza a las mujeres que vienen en su interior. Las niñas encuentran la foto que encuentra el libro que se encuentra a las mujeres y desde las manos, mente y corazón del autor, se encuentra con nosotros para proyectarse al infinito. Y es así como las niñas, el libro, las malcriadas y el autor se unen en un mismo espacio que quedará como testimonio documental para la historia y al que espero que muchas personas accedan, porque nadie debe quedar fuera de esta mágica ecuación.

 En el libro nos encontramos imaginariamente con un canasto volcado, aunque no vacío por la esencia que han dejado allí las 9 mujeres que se han salido de él. Y se han salido, porque no tenían otra manera de asumir y vivir sus vidas: con sus alegrías, tristezas, furias, pasiones, caracteres, ideales, principios, terquedades, iluminaciones, talento , irreverencia, belleza, encanto y desencanto, resistencia y persistencia…En otras partes del mundo dirían que rompieron los moldes, pero en nuestra Patria, a eso le llamamos “salirse del canasto”, una frase metafórica que en este caso se refiere a esas puertas a las que alude Alfredo desde el Prefacio del libro, que deben ser abiertas a pesar y con el pesar muchas veces, de quienes empujan para mantenerlas cerradas o dificultar su paso…y estas mujeres las abrieron con singular fuerza…entiéndase, malacrianza. Y es así como en cada capítulo nos vamos encontrando con ellas, una por una, de una manera interesantísima por la prosa que utiliza Alfredo para contarnos la historia y envolvernos en ella: Primero, nos encontramos con una Virginia Grutter más fuerte que el dolor, el cual amarra con poesía…la historia de una mujer que fue capaz de movilizarlo todo, de asumir la realidad tal cual y que buscaba el veritas serum, el serum de la verdad…pero que ante todo era en su esencia “Rebeldía femenina que buscaba construir un mundo mejor.” De seguido, se materializa Ofelia Corrales: Más allá del bien y el mal; médium, desentrañadora de misterios, vidente del futuro, que predecía a diario los hechos culminantes de la vida de otros (muchas veces a expensas de los suyos)… y que en ese tiempo y en sus diferentes espacios, “supo conciliar el mundo de los vivos con el de los muertos”. De seguido nos aparece Isola Gómez:…entre puertas, que a pesar del “verde”, vivió encerrada en la colmena con sus “pensamientos” y tristemente su vida se explica a partir de la de su Papaíto…la aguarda en el infinito “el zumo de su taza”. 

 A continuación nos encontramos con Viviana Gallardo Camacho: Chineada y despierta… y para quien y según sus palabras, “decidirse a luchar es parte de la honestidad con que se quiere vivir; porque no es posible dormir y querer, en un mundo con las tres cuartas partes que se mueren de hambre, sin siquiera inmutarse… el que lo haga está traicionando su humanidad.” Un poco más allá en el libro, se presenta Eunice Odio: hija de sí misma, mujer y poeta con esmeraldas en sus ojos, con sus Excursiones de libertad y la búsqueda de la armonía entre luz y estética; caminando en el Territorio del alba, con su carácter fuerte y la luz de su genio, una perenne centinela en marcha, en su tránsito de fuego y su inmensa tarea.

 De seguido, Ivonne Clays se presenta poseedora de una cultura cosmopolita, políglota, conocedora del arte, enérgica, con una sonrisa siempre presente… pero al mismo tiempo poseedora de un carácter reservado y hermético cuando era necesario. Con condiciones intelectuales, un aire de dignidad e inteligencia… una página borrada pero que en este libro, sigue siendo una mujer presente y con innegables contribuciones a la Patria que hizo suya. 

¿Y qué decir de Eulalia Bernard Little? Creía en la importancia del ser, sentada en su árbol de la infancia, el cual ella denominó “mi trono de guanábana” y desde el cual proclamó “que sería un soldado con la palabra desenvainada en la mano.” Quería ser un “important person”, y a partir del reconocimiento del camino por recorrer, también determinó que a la mujer le faltaba algo esencial: saberse creación y creadora. Y a eso se abocó para proclamar con el ejemplo de su vida, de manera incansable y sin detenerse ante nada.   

A continuación, aparece Isabel María Anita Carmen de Jesús Vargas Lizano, mejor conocida como Chavela Vargas, nacida en un mundo raro, hipnotizada por el misterio y la belleza de la luna a la cual convocaba con su fresca voz, potente y andrógina, para que alumbrara los techados. Fue sometida a intrigas de clase social entre otros sinsabores, lo cual significó un gran impulso para determinar ser alguien… y lo consiguió. Vivió más allá del bien y el mal, retándolo todo y desgajando su voz, según sus códigos, con sus demonios, sin miedo a la vida y con todavía menos miedo a la muerte; Chavela la de la Macorina, dejó en herencia su libertad proclamando que “nunca se dice adiós, se dice te amo”

Cierra el libro Yolanda Oreamuno Unger; sus sueños siempre fueron más grandes que sus realidades y a pesar de su belleza (por la cual fue demeritada la genialidad de su escritura, “premiándosele” muchas veces con la soledad), su verdadera arma fue la palabra. La bella peligrosa, plasmó sus pensamientos, aquellos que la llenaban por dentro como una tinaja con su agua, enseñando a los costarricenses a pensar, sentir y escribir de una forma diferente. Con La Ruta de su Evasión, el talento de la escritora se atrevió a transgredir barreras y propinar un golpe a propios y extraños, derribando estereotipos y con sobrados méritos artísticos. Sus obras siempre estuvieron adelantadas a su tiempo… igual que ella. Este es un libro para leer, releer, disfrutar, reflexionar, motivar, aprender, emocionarse y reconocer, tanto para mujeres como para hombres…y me atrevo a ir más allá: para personas lectoras de todas las edades. Si el Ministerio de Educación volviera a darle a la lectura, la importancia que tiene desde edades muy tempranas y se atreviera a volver a instaurar los textos de lectura obligatoria, Las Malcriadas debería estar en la lista. Ya me imagino lo empoderador que sería para muchas niñas, niños y jóvenes, leer en la Dedicatoria de este libro que “Nunca se debe olvidar la importancia de luchar por lo que se quiere y defiende.” 

Ciertamente este sería un libro de lectura maravillosamente obligatoria, que los sacaría del esquema de memorizar para trasladarlos al majestuoso universo de leer y por tanto de pensar, sentir y valorar… En resumen y a partir de lo certeramente escribe el autor en el Prefacio: Las Malcriadas es el testimonio de nueve mujeres en su búsqueda de la felicidad de un modo muy particular: asumiendo plena conciencia de sus aspiraciones e ideales y defendiendo sus propias convicciones ante todo lo que las contrariaba. 

Es un libro que nos llama a pensar que es posible nadar contracorriente y ser recordado por ello (entre otras cosas); que es necesario defender nuestros ideales y aportar en la construcción continua del rompecabezas de la Patria, desde el lugar y tiempo que nos toca vivir. Por lo tanto, este es un libro en el presente, que reconoce vidas pasadas y brinda esperanza para el futuro. Es además un libro multipropósito…dependiendo desde dónde nos ubiquemos al leerlo: es histórico, educativo, emocional, sicológico, manifiesto político, encuentro personal, reivindicador y profundamente hermoso. Pero ciertamente su propósito vital es como muy bien lo escribe Alfredo: “busca promover la justicia, historia y liderazgo femenino”…y yo agregaría que lo consigue, y por mucho. Lo cierto es que esta joya, que tiene vida propia y en la que a primera vista unas niñas encontraron una foto, que encontró un libro, que abraza las vidas de mujeres extraordinarias y encuentra hoy por fin nuestras manos, es motivo de júbilo y espero que también sea de mucho reconocimiento…porque se lo merecen tanto las malcriadas, como el libro y su autor. Te felicito Alfredo y te auguro los mayores éxitos y bendiciones con esta puerta que has abierto para permitirnos pasar por ella, caminar más allá del canasto y encontrarnos con las malcriadas y también con nosotros mismos. 

¡Bravo! Muchas gracias. 

Inés Revuelta Sánchez         San José, 24 de febrero del 2024


Sobre Inés Revuelta Sánchez: 

______________________________________

Académica de la Universidad Nacional de Costa Rica Ex Directora General del Teatro Nacional Ex Directora Ejecutiva del Teatro Popular Melico Salazar Foro de Mujeres Políticas por Costa Rica Administración, Gestión Cultural, Educación y Arte inesrevuelta@gmail.com

viernes, 1 de diciembre de 2023

Registro de una Conquista


 Yadira Calvo Fajardo

No mucho tiempo después de fundada la ACE, celebramos un congreso, o encuentro, que se llevó a cabo en el Museo Calderón Guardia. Allí se escuchó una de esas preguntas que una creía innecesario contestar, porque la respuesta es de cajón. La pregunta era para qué una Asociación de autoras cuando ya había una Asociación de autores. Necesitamos una Asociación de Autoras porque estamos subrepresentadas en todas las áreas en que participamos. Para notarlo, basta observar las historias literarias, las antologías, las secciones de crítica de revistas y periódicos, los libros de texto, las listas, las lecturas recomendadas por el Ministerio de Educación.

En estos días he buscado tres listas de nombres de las 100 mejores obras literarias de la historia, confeccionadas en los últimos 10 años: una, publicada por el blog Las lecturas de Mr. Davidmore; otra, por ABC Cultural y una tercera, procedente del Club del Libro de Noruega.

La de ABC Cultural se llama “Los 100 mejores libros de la literatura universal de todos los tiempos”, y fue hecha por “cincuenta escritores, críticos y personalidades del mundo de la cultura”. Entre los 100 mejores libros solo hay 14 escritos por mujeres. Dos de ellos de Jane Austen, 3 de ellos de Virginia Woolf, de modo que, si nos orientamos por la lita, solo 11 libros de mujeres, frente a 89 de hombres pertenecen a la literatura universal de todos los tiempos”. De hecho, también de las 50 grandes personalidades que hicieron la selección, solo 11 son mujeres. Pero en esto de los jurados se suele olvidar que “Una zorra no debe pertenecer al jurado que condena a un ganso”

La lista de “imprescindibles” del blog Las lecturas de Mr. Davidmore nos ofrece llevarnos “de viaje a los lugares más espectaculares”. Esta lista se llevó a cabo a partir de otras listas de 8 medios especializados y periódicos. Intentando ver qué libros nos ofrecen esos viajes maravillosos, me encuentro con que solo 20 son escritos por mujeres. Y si me fijo en las autoras, noto que 5 de esos libros pertenecen a J.K. Rowling y 2 a Jane Austin, de modo que si quiero hacerme una idea de las autoras imprescindibles de toda la literatura universal, solo encuentro 15, y de esas 15. Un detallito interesante: 14 de ellas son de habla inglesa. Y la mayor parte de los viajes maravillosos que nos ofrecen son las aventuras de Harry Potter. Tratando de ser optimista, pienso que al menos nos queda una. Solo que cuando nos enteramos de su nombre, sentimos que nos agujerean el globo: esa única no es Sor Juana o Idea Vilariño, o Rosario Castellanos. Es Isabel Allende.

La lista del Club del Libro de Noruega fue elaborada por 100 escritores de 54 países diferentes, recopiladas y organizadas en el año 2002 y “trata de reflejar la literatura mundial, con los libros de todos los países, culturas y períodos de tiempo”. Esta lista incluye 11 libros de mujeres, dos de ellos escritos por Virginia Woolf. De modo que en cuanto a autoras, solo incluye 10, ni una sola de habla hispánica. De modo que las escritoras hispanohablantes no están en los países, ni en las culturas ni en ningún período de tiempo. Tal vez estén en alguno de los universos paralelos.

Yo creo que la única lista en que se puede encontrar paridad entre hombres y mujeres es la que se publica cada 2 de noviembre con los fallecimientos anuales. . Y aun ahí, con dudas.

De un modo inquietante, nuestros nombres tienen a perderse en las historias, las antologías, los cursos de literatura. Y más inquietante aún ver cómo se pierden igual y en las mismas proporciones, a la hora de los premios y los reconocimientos. Puesto que los números aclaran mucho las cosas, echemos un vistazo al tema de los premios en el campo literario. El Nobel premia “investigaciones, descubrimientos o contribuciones notables a la humanidad, en el año anterior o en el transcurso de sus actividades. Solo lo han recibido un 12,5% de escritoras. El Miguel de Cervantes reconoce obras que hayan contribuido a enriquecer de forma notable el patrimonio literario en lengua española. Solo lo han recibido un 12,5 % de escritoras. El Princesa de Asturias, que se propone exaltar y promover “cuantos valores científicos, culturales y humanísticos son patrimonio universal”, solo ha exaltado y promovido a un 11% de escritoras. El Reina Sofía de Poesía Hispanoamericana con el que se reconoce “una aportación relevante al patrimonio cultural compartido por la comunidad iberoamericana, solo ha reconocido a un 28% de autoras.

            En 1945, Carmen Laforet, con 23 años, fue la primera persona en ganar el entonces recién fundado Premio Nadal. El patriarcado literario se asustó. Le siguieron, como es lo usual, 5 hombres y contra lo usual, otra mujer, y luego un hombre, y luego dos mujeres y tres hombres y una mujer y un hombre y una mujer. Y hasta ahí de mujeres hasta 1981. Pero ya al patriarcado le estaban pareciendo muchas. Eran 6, entre 17 hombres; es decir, un 35%. Esto superaba en mucho el porcentaje establecido para las escritoras. La burla es una buena arma para desacreditar a las mujeres, y no se desaprovechó. Una revista cómica de la época, La Codorniz, bautizó al Premio Nadal, Premio Dedal. Años más tarde, en 1997, Francisco Umbral se hizo eco de esta burla, en su Diccionario de literatura. Ahí explica que lo de Dedal, de La Codorniz, se debió a que a que a partir de haberlo ganado Carmen Laforet, “todas las mujeres de entonces ..., las maestras de pueblo, todas las licenciadas sin empleo, todas las estudiantes de la generación de la Laforet, “rompieron a escribir novelas”.  Como dice Ernst Jünger, “el homicida mata con el cuchillo, a difamación mata con la uña, y sin riesgo, como el escorpión”. En los años siguientes, el porcentaje volvió a lo establecido para todos los premios. El Nadal, hasta ahora, mantiene para ellas la cuota del 20%. Está en 20.7.

Si revisamos los Premios Nacionales, nos encontramos con que las autoras han ganado el 23% de los premio de ensayo, el 26,9 de cuento, el 29% en novela, el 29% en poesía. La convención tácita es que nunca lleguen al 30. Y esto es grave no solo para las autoras. Como dice Roxana Pinto, “cuando la literatura escrita por mujeres no entra en escena, algo falta en nuestra historia social”.

Pero no solo es la literatura lo que no está entrando en escena. Son las contribuciones de mujeres en todos los campos. Esto se puede notar en los Premios Magón, que reconoce la labor de toda una vida en el campo de la cultura. Si usted revisa las cifras, se va a encontrar con que solo un 20,6% de mujeres han contribuido a nuestra cultura. Aquí vale la pena señalar el caso del Magón 2019. Isabel Campabadal era la mujer número 12 entre 47 hombres que lo habían obtenido hasta esa fecha. Se elevaron muchas voces y lamentaciones de que se eligiera con el máximo galardón a una chef. Un destacado filósofo costarricense dijo que eso era como confundir al Quijote con el directorio telefónico o comparar un poema de Jorge Debravo con una receta de cocina.

Independientemente del valor cultural que tenga la obra de doña Isabel, sí resulta casi cuando menos rechinante que entre los razonamientos del jurado para concederle el premio se dijera que ella había “contribuido a dignificar la cocina tradicional doméstica femenina”. Y lo que rechina es que entre tanta posible contribución de las costarricenses al enriquecimiento de la cultura, se haya elegido a una de las hasta entonces únicas 12 premiadas, apelando a la asociación estereotipada de las mujeres con las ollas. Y es que, como dijo Einstein, “”es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”.

Tan difícil, que en 1961, cuando Alice Munro llevaba treinta años de escribir y publicar sus cuentos que le merecieron el Nobel, The Vancouver Sun le dedicó un reportaje, titulado Ama de casa encuentra tiempo para escribir relatos. Tal vez pudo haberse titulado: “Escritora encuentro tiempo para lavar platos”. En el otoño de 1964, apareció en el periódico inglés Daly Mail el siguiente titular: “Ama de casa gana el Nobel”.  Lo primero que se nos ocurre es que una buena señora inventó un nuevo modo de barrer el patiecito o algo así. Pero no. Se trataba de Dorothy Crowfoot y el Nobel que ganó fue en Química, y la causa por la que lo ganó, fue por las investigaciones sobre la insulina, la penicilina y la vitamina B12, lo que suponía, apuntó otro científico, “el logro más importante conseguido mediante análisis con rayos X en el campo de los productos químicos naturales”. Nadie, que yo sepa,  anunció el premio de Jonh Steinbeck ni el de José Saramago como “Obrero gana el Nobel”.

Esta imagen de la mujer con escoba y delantal de vuelitos, se ha vuelto tan poderosa, que no permite ver a una escritora como escritora o a una científica como científica, y esa es la lucha que las mujeres estamos dando. No porque escribir recetas de cocina sea malo, no porque barrer el piso sea malo, sino porque los prejuicios y los estereotipos impiden ver la realidad y cuando no se ve la realidad, se cometen injusticias.

Por ejemplo, hasta el 2020 solo había 4 beneméritas: Ángela Acuña Braun, Carmen Lyra, Emilia Solórzano y Emma Gamboa. De pronto, en 2021, alguien se dio cuenta de que incluir a solo 4 mujeres en la lista de Beneméritos de la Patria sumaba apenas un 5,3% y eso estaba muy por debajo de lo debajo que ya estaba la cuota tácita para mujeres. En consecuencia, entre 2021 y 2022, nombraron a 18 más, con lo cual el número ascendió a 22 y por supuesto, el reconocimiento perdió entidad, porque no es lo mismo un honor individual que un honor grupal. Pero además en esos dos años sumaron a 9 señores para compensar el exceso, no fuera a ser que la tortilla se diera vuelta. Ahora tenemos 24 señoras beneméritas junto a 79 beneméritos, lo que representa un 30%, límite máximo a que pueden aspirar las mujeres en nuestra cultura.

Por supuesto, la exclusión y la invisibilidad no son-o al menos esperamos que no lo sean- actitudes deliberadas, expresa y maliciosamente planeadas. Es más bien una convención social muy antigua. Cuando en 1900 Moebius afirmó que “la deficiencia mental de las mujeres” no solo existía sino que era muy necesaria, no hacía sino retomar y resumir en nombre de la ciencia, un discurso que ya venía como un alud, rodando y fortaleciéndose durante siglos.  Por supuesto que la deficiencia mental de las mujeres era muy necesaria como argumento para justificar todas las exclusiones a que se las sometía.

Si bien hoy a Moebius lo podemos coger con pinzas y ponerlo en un frasco de formol, la ideología que él representa sigue influenciando actitudes, creencias, percepciones y opiniones, y sigue manteniendo las bazas del predominio masculino. Afiliadas, muchas de nosotras, a la Asociación de Escritores Costarricenses, pudimos darnos cuenta de que como autoras necesitábamos otra cosa porque nuestra historia es diferente y nuestro presente también.

Esto explica por qué en el año 2000 hallamos necesario fundar una Asociación de Escritoras y por qué, veinte años más tarde Marta Rojas Porras y María Pérez-Iglesias hallaron necesario hacer este Registro de una conquista. “Intencionalmente -dicen Marta y María- hemos presentado una mirada amorosa y de esperanza, porque queremos que la ACE se levante, se fortalezca y continúe construyendo su casa y aportando al quehacer literario nacional, regional y mundial”. Ellas creen que la equidad y el respeto como artistas de la palabra es “una utopía alcanzable”.

Esto nos lleva, ya para terminar, a Eduardo Galeano, quien cuenta que al director de cine argentino Fernando Aguirre, le preguntaron para qué sirve la utopía. Y Aguirre contestó: “La utopía está en el horizonte. Yo sé muy bien que nunca la alcanzaré. Que si yo camino diez pasos ella se alejará diez pasos. Cuanto más la busque menos la encontraré, porque ella se va alejando a medida que yo me acerco. Y entonces, ¿para qué sirve la utopía? Pues la utopía sirve para eso, para caminar”.

Podríamos decir que las actuales integrantes de la ACE han venido caminando, están caminando y seguirán caminando gracias a su sueño de que la utopía es alcanzable. Y si esto no les sirviera para alcanzar la utopía, al menos les puede servir para recordar, con Rosa Luxemburgo, que “quienes no se mueven no notan sus cadenas”.

El Farolito, noviembre, 2023

 

sábado, 30 de septiembre de 2023

La voz de Queen Nzinga

Original en: https://www.htiopenplaza.org/content/pura-vida-la-voz-de-queen-nzinga

Imagen principal de la página web de la poeta, artista y activista costarricense-jamaiquina Queen Nzinga

NOTA EDITORIAL

En honor al Mes de la Historia de los Pueblos Afrodescendientes en Costa Rica, HTI Open Plaza concluye el mes de agosto 2023 con un escrito de la poeta y ensayista costarricense-panameña Dlia McDonald Woolery. Celebra la literatura afro escrita por mujeres y, a su difunta compatriota: la poeta, artista y activista Queen Nzinga Maxwell Edwards. De padres de ascendencia jamaiquina pero también costarricenses, nació en San José, Costa Rica y se crió en la Comunidad de Puerto Limón, aunque vivió una gran parte de su vida en la capital.

En este artículo, considero en lo que es la literatura afro escrita por mujeres, independientemente de norteamericanas; incluyo características, el qué es, y su comportamiento dentro de la sociedad funcional en que se desarrolla.

En primera, el término “afro” hace alusión a los seres humanos derivados del tronco común de las sociedades africanas y afroamericanas. En segundo lugar, hemos de saber que la literatura afro (denominada la LIAF) es una de las más antiguas del mundo, que probablemente nace con la Biblioteca de Alejandría. Durante muchos años, fue solo escrita por hombres nativos del África Subsahariana que no permitían a las mujeres tener acceso a la educación, a la lectura, y mucho menos a la escritura por el empoderamiento que eso representaba. Pues, como es bien sabido, sociedades como la africana y la americana —salvando sus diferencias culturales—históricamente conocidas por ser patriarcales, tradicionales, sexistas, machistas y creadoras de falsos estereotipos, quienes le impusieron a las mujeres los roles exclusivos de esposas y madres oprimidas, discriminadas y sin libertad de expresión. Por tanto, hasta hace pocos años—hay que decirlo—lo que sea que han escrito ha sido primero y mayormente escrito por hombres que hablaban en el nombre de las mujeres, bajo el argumento de su supuesta incapacidad de valerse por sí mismas.  

A ese proceso debemos agregar el poder que tuvo la diáspora africana, pero sobre todo la esclavitud, sobre mujeres cuya identidad afro, real y propia, se limitaba hasta entonces a omitir la capacidad de definirse a sí mismas e influir en su entorno, moldearlo y cambiarlo en todos los ámbitos de su vida. Esto dejaba que para ella ser una mujer negra significaba sentarse a la mesa que ellos construyeron para ella y alimentarse de estereotipos y sumisión en lugar de ser auto determinativas, influenciadoras, o simplemente ser distintas a todo lo demás. Desde ese punto de vista, nuestra feminidad literaria y las distintas voces que han resurgido en esta literatura han sustituido la sumisión característica del negro como esclavo y persona de “categoría menor” en el que, sobre todo la mujere, tiene poca–o ninguna–capacidad creativa por las condiciones en que hemos sido creadas, criadas y desarrolladas.

Quiero recomendarles algo de la literatura afro escrita por mujeres (conocida como LIAFM), obras que, de mejor forma, fueron marcando paulatinamente esa evolución de la que hablo. 

Queen Nzinga Mbande (Anna de Sousa Nzinga), litografía coloreada a mano de la década 1830, artista desconocido. Nzinga Mbande, reina de los Reinos Ambundu de Ndongo y Matamba, también fue conocida como ‘Reina Ginga' en Portugal y luego 'Ana de Sousa' al convertirse al cristianismo. Fuente: National Portrait Gallery of London 

Queen Nzinga Sheps, nacida Wendy Maxwell, artista y activista afrocostarricense de ascendencia jamaicana. Nació en San José, Costa Rica, donde se crió en la Comunidad Garveyita de Puerto Limón. Fotografía: Fernando Montero Caballero

Por Costa Rica, empezamos con la conocida en vida como Queen Nzinga Maxwell Edwards, declarada muerta el 30 de julio de 2023. Con su muerte, hemos perdido también a un gran referente sobre la literatura escrita por mujeres afro, tanto a nivel centroamericano como nacional. 

Su nombre cristiano fue Wendy Patricia, nombre que cambió a Queen Nzinga, lo cual tiene sentido: ella me dijo hace muchos años que descendía de grandes confluencias africanas y que, en su vida anterior, había sido la Reina Nzinga, una gobernante del suroeste de África que gobernó como reina de los Reinos Ambundu de Ndongo (1624-1663) y Matamba (1631-1663), ubicados en el actual norte de Angola. Además, la Reina Nzinga fue conocida por ser una de las primeras cimarronas, es decir, mujer afro educada de forma distinta a las demás de su tribu de la historia moderna. Según la leyenda, con su trasero atrapaba las balas, o lo que usaran para subyugar a su pueblo, para luego devolverlo mediante expulsión rectal.  

Queda claro que esa alineación de ideas es lo que detalla que, en nuestra literatura en general–pero en específico en la que escriben las mujeres–el uso del realismo mágico,  y no la memoria genética (como establecía la escritora Eulalia Bernard), es un punto más que importante: desde ahí somos y escribimos.  Prioritariamente, autoras como Maya Angelou, Toni Morrison, y todas las participantes del Renacimiento Harlemniano (hombres incluidos, pero sin tanta fuerza) desarrollaron en la literatura lo que es conocido como “el fantasma de Pepper,” una técnica cinematográfica de ilusionismo, de ahí su versatilidad, para poder viajar de un punto a otro sin apenas alterar la estructura de ideas que relatan. Se construye no una, sino distintas hebras de una historia y temáticas cotidianas de las mujeres, independientemente de su origen, como si fuera un quilt. La colcha es una forma de arte pictórico que, como ya sabemos, construían las mujeres esclavas como única forma de su adaptabilidad– o mejor dicho, forma de expresión permitida, tanto por sus patrocinios laborales como por sus parejas impuestas por los mismos esclavistas. De paso, dichos manteados hoy en día constituyen fortunas altas, elevadas tanto por su valor artístico como por la historia que hilan pues; se traducen en obras escritas en solitario, utilizando intuitivamente las técnicas de expresión que antiguamente hacían las mujeres esclavizadas de forma grupal, porque igualmente era la forma de unirse para, en cierto modo, defenderse. De muchas formas, utilizaron los quilts no solo para darse aliento y esperanza, sino como novelas gráficas de vida, amores, relaciones sociales y fundamentalmente como mapas del cimarronaje, o bien para relatar una historia concreta de cómo seguir y obtener la libertad.

The French Collection Part I, #4: Sunflowers Quilting Bee at Arles (1996), quilt de la artista y escritora Faith Ringgold, New Museum of Contemporary Art, Nueva York, 2022. Ringgold es conocida por aportar un poder político contemporáneo a las asociaciones históricas del trabajo femenino y la narración de esta forma de arte. En el quilt están representadas ocho poderosas mujeres afroamericanas del pasado y del presente–ellas mismas mostrando un quilt como símbolo comunitario de sus logros. Desde la parte superior izquierda: Madam CJ Walker, Sojourner Truth, Ida Wells, Fannie Lou Hamer, Harriet Tubman, Rosa Parks, Mary McLeod Bethune y Ella Baker. Una novena figura, en la parte inferior izquierda, es Willia Marie Simone, personaje ficticio creado por la artista. Vincent van Gogh, conocido por sus pinturas de girasoles, aparece a la derecha. Foto: Heidi De Vries

En la literatura, aún más que en otras esferas, la lucha no es tanto contra el machismo institucionalizado, que nosotras mismas nos aplicamos en ocasiones, sino contra las estructuras que buscan “protegernos”, mostrándonos el camino a seguir, asumiendo dictatorialmente el qué y cómo tenemos que decir lo que escribimos. Por lo tanto, no es raro que asuman nuestro papel como escritoras, evidentemente porque, todavía, en pleno siglo XXI, se sigue replicando el escenario común del esclavista que, ya fuese hombre o mujer, asigna el rol de trabajo, tanto para mejorar su estatus económico como social, o por mera necesidad de mostrar poderío. En especial subyugaban a las mujeres, para quienes la única educación y opción no fuese la imposición reproductiva, comportamiento que eliminaba cualquier otra acción que no fuese ocuparse de la cotidianidad de lo que les daban, que no pensaran por ellas mismas. Dentro de eso, la cultura afro sólo era bien vista cuando se trataba de entretenimiento popular como el baile y prioritariamente el canto religioso, los llamados gospels–es decir, crear el mantel que las sujetaba contra la mesa que les había creado para ellas, por las estructuras colonialistas. Es decir, que tales esclavistas buscaban de esa manera cercenar toda capacidad de pensamiento del que sabemos ahora. ¿Qué da como resultado? La poesía o cualquier forma de escritura que convierte a su creadora en una ideóloga cuyo pensamiento siempre va más allá, y llega incluso a la revolución, que siempre ha estado en manos de las mujeres.

Queen Nzinga Maxwell y AfrikReina dedican poema a las víctimas de la violencia de género - Alas Tensas: Revista Feminista Cubana, 2021

La literatura, en general–y es muy mi modo de pensar–subyace dentro de una sociedad panda, los animales más tiernos e incapaces de hacer daño que existe. Por su tamaño y condiciones de vida, biológicamente no deberían de existir por lo que son también la mayor muestra de lo que escapa al entendimiento de la naturaleza humana. ¿Se han fijado que sus cuidadores van desde el cuello hasta la punta de los dedos cubiertos con guantes gruesos?  No existe otra explicación que decir que han sobrevivido al proceso de evolución hasta nuestros días. Si lo ha hecho hasta ahora, es simplemente porque, bajo esa pasividad, el panda es altamente agresivo y sobrevivirá de cualquier manera, ya que un solo arañazo o contacto con su piel puede matar. Pasa igual con la literatura afro:  quien no la conoce no puede siquiera llegar a entenderla. 

En el caso de Queen Nzinga, ella algunas veces utilizaba el apelativo Sheppa Nzinga, pero eso no era tan común; tuvo mucha relación con la construcción de una identidad cultural que perdimos con los procesos de colonización. Al modificar el comportamiento de las mujeres mediante la eliminación de la memoria genética (de nuevo, Bernard), en conjunto con el aprendizaje verbal de los procesos lingüísticos (re)aprendidos– pasando de madres, a padres, o abuelos a hijos–estos procesos de colonización crearon nuevas formas de estructuras comunicativas. Dentro de éstas se inserta el Creole, que mayormente es visto como asunto de mujeres, pues, sigue siendo cierto que las mujeres son sus mayores referentes, el plato fuerte de muchas escritoras. No es, necesariamente, el uso del idioma sino las influencias externas que determinan quienes son, literariamente hablando. Es decir que el medio en que las escritoras afro se desarrollan influye sensiblemente mucho en su visión de mundo y de comunicación.  

Aquí, lo primero que tendríamos que establecer y que saber es que la LIAFM  tiene vida propia. Mantiene lo que podríamos llamar un bajo perfil, pues al ser típicamente considerada lo más débil y amoldable a la instrucción de los hombres, y como tal son, o eran tratadas por lo que las mujeres desarrollaron otro tipo de enfrentamiento con la literatura. Como tal, es una literatura tratada de acuerdo a lo que el machismo, la misoginia, y los intereses sociales establecen necesarios. Es un perfil ampliamente desarrollado desde el África Subsahariana, en que las mujeres escasamente tienen voz, menos el derecho a ser consideradas escritoras–incluso, la historia cuenta las muertes que hubo por simplemente leer cualquier cosa, pues podría despertar en ellas una independencia que les mostrara que el hombre, para ellas, pueda ser sólo reproductivo. Es decir que el silencio no alimenta mentes ociosas, uno de los grandes legados de la diáspora esclavista. Negadas de cualquier otro conocimiento–pero sobre todo, en apariencia privadas de la capacidad y de las estructuras adecuadas de comunicación–casi siempre la obra de escritoras afro es considerada una muestra de folklore que tuvo la suerte de ser descubierta por un vacío académico y no por mérito propio pero por serendipia. 

En el caso de Queen Nzinga, rompió estructuras convencionales de escritura al introducir el spoken word y el slam poetry. Su proceso fue, en realidad, una fundición de legados históricos que, desde adentro y entre muchas formas distintas de rebelión, fueron el resurgimiento del trabajo de muchas escritoras afro-latinas. Deshilando las telas, como lo hicieron en su momento las cimarronas, estas escritoras canalizaron y desmigajaron las  distintas formas de dominación y sumisión que la cultura hegemónica ejerce sobre sus feudos en cualquier época. Queen desarmó las estructuras sociales convencionales aprendidas desde la infancia, impulsando un resurgimiento literario que abrió una nueva vía de comunicación poética no sólo en Costa Rica sino también en Cuba y Panamá, en donde despertaron nuevos saberes, a los que precisamente vamos.

Iniciativa de artistas urbanos 2005 - 2006, Queen Nzinga con Griots Collective/Colectivo Griots

miércoles, 13 de septiembre de 2023

Quince de Septiembre...

 

I

En un Azul cualquiera,

las montañas, 

platina con una pizca de ocre,

todo lo demás se diluye en las crines agitadas de

sus costas Caribe y Pacífico,

en medio un juego de memorias

que viene y va, como las olas rotas del silencio cantando

                                                           Morena de mi vida

te vengo a cantar mis penas

a recordarte el día

en que vistes el alma mía...


II

Mi país;

es tan pequeño,

          pequeño,

que colgó de la alambrada de los años

la pluma ondeante de mi memoria:

los días tenían un color distinto

de montañas, planicies, cerros,

valles y bosques melancólicos,

en que vivo YO siempre cantando 

Yo no envidio los goces de Europa,
la grandeza que en ella se encierra;
es mil veces más bella mi tierra
con su palma, su brisa y su sol.

 

III

 En mi país

de primero a sexto grado,

los meses cambiaban como el tornasol

de los girasoles que

de junio a setiembre desfilaban lentas

por los costados de mis cuadernos

con su

 

tarde divina
y el contorno se mira sangrar

 

Cuando era niña, los meses tenían un acento y un sabor distintos

pero cuando llegaba setiembre,

cambiaban los colores del día,

tenía uniforme con olor a nuevo,

y las personas gozaban 

un algo distinto en la

elegante y sinuosa sonrisa de la tersura del sol,

cantando

                     marimbas que truenan lejanas

                     y la pampa se vuelve inmortal.


Eran años cortos creciendo con uno

ahora repaso con lenta letra,

el borrón del tropel de las ventanas guindado de banderas,

la curveada congregación de escolares,

y mientras el desfile de faroles que ya nunca volverán para mí,

se pierde en los arreglos finales del acto cívico,

me veo alineada,

                    la última o primera de una fila larga,

  la mirada al frente, y la mano en el pecho,

extendiendo entre mis dedos el susurro famelico de

 

Los hijos del pueblo
levanten la frente
al sol refulgente de la libertad.


IV


Ahora repaso con lenta letra,

el borrón del tropel de las ventanas guindado de banderas,

Los hijos del pueblo
levanten la frente
al sol refulgente de la libertad.


Eran años cortos que crecieron conmigo,

y la patria que comenzaba a entender me entraba completa

como una cruz de oro que colgaba de mis labios:

Costa Rica es mi patria querida,
vergel bello de aromas y flores
cuyo suelo de verdes colores
densos ramos de flores vertió..
.

V

 

Los años ya no vienen como antes venían,

pero mantienen el recuerdo de calles tibias,

bailes folclóricos abanicando el calor de las ventanas,

con su blanco, azul y rojo,

claro-oscuro

de puertas enlutadas

con crespones de colores patrios,

esperando los desfiles aglutinantes de las escuelas llevando el ritmo de…

 

Yo te llevo en el pecho
como una perlita gata
que adoraron los indios
al nacer la luz del alba.

 Ahora los años me vienen de más cerca,

pero no traen calles tibias con los bailes folclóricos,

ni el serial color de la fila bailante de los tambores,

ni el eco suave de la única cosa de la escuela que era mía,

mi sombra:

 Yo era la niña negra que no sabía si tenía patria o no,

  o que era patria,

   porque era única y solitaria en ese mar de azules y blancos

que,  como todos los demás cantaba

 

Salud, noble bandera
de blanco, azul y rojo;
jamás ningún sonrojo
fue mancha a tu esplendor…

 

                                                          VI

En setiembre, el cielo nuevo de la letra clara y tristona

de mi profesor de música escribiendo…

                                                      Noble patria, tu hermosa bandera

expresión de tu

vida nos da;
bajo el límpido azul de tu cielo
blanca y pura descansa la paz.

 

VII

La septiembre que recuerdo

tenía la cursiva y buena letra de las golondrinas,

que visitaban las aulas por las tardes,

estas, no las tienen porque en aquel tiempo mi patria,

era igual a una de esas golondrinas de vuelo libre

con cuyo trinar aprendía, que a este

pequeño país,  

 

La defiendo, la quiero, la adoro,
y por ella mi vida daría,
siempre libre ostentando alegría
de sus hijos será la ilusión...

 

En este país pequeño vivo yo,

y cada día 

pese a todo, 

más la amo como es…



De San José, ciudad imposible de olvidar…

                                                                    Dlia Mc Donald Woolery

Lo que trajo la marea...

Las malcriadas...  Alfredo González Campos Es demasiado complejo el libro, por eso empiezo con los ES. Es un libro que me impresionó, cosa...