jueves, 19 de abril de 2018

Con Palabra de Mujer...


Guadalupe Pérez Rey
El nacer, renacer y la partida de una renacentista.

Nery Barrientos Montes


Esta no es ni novela ni película. Es la historia increíble de la Ingeniera Civil Guadalupe Pérez Rey,Lupita”, “Lupe” o “Lupa”.  Es la historia de Lupita, una joven española y su permanente nacer y renacer hasta el punto de transformarse ella misma en una renacentista, literalmente, y en el sentido más filosófico del término. 

Una desconocida, creciente y misteriosa enfermedad pulmonar deja a la niña Lupita con dificultades para respirar a temprana edad. Su vida cambió, su sobrevivencia inquietó. Los médicos recomendaron clima seco. Entonces, sus padres abandonan su bien establecida vida en La Coruña, capital de Galicia y se instalan en Madrid, el corazón de España. Lupita, la niña de seis años renace a la vida. Sin embargo, atrás queda la cómoda infancia. Ahora, sólo recuerdos y nostalgias  en un mundo cambiante y convulsionado. 

El poder económico, los militares y la Iglesia Católica española, se alzan contra el gobierno constitucional. A ellos se une la Alemania de Hitler, que se prepara para incendiar Europa.  La Luftwaffe de la Alemania Nazi experimenta y se entrena bombardeando la España Republicana. A la edad en que una muy hermosa joven piensa en su aspecto y en cómo lucir mejor, Lupita escapa de la muerte por segunda vez, La Coruña natal es arrasada por la insurrección franquista.

Ya no hay lugar seguro, la guerra y los bombardeos de la aviación (Luftwaffe) también llegan a Madrid. Juan Ignacio, su joven hermano adolescente, en lugar de “mejengear” con sus amigos, a los 17 años se hace piloto de guerra nocturno para destruir bombarderos franquistas en las noches frías del agredido cielo español.

La solidaridad internacional pueblo-a-pueblo se hace presente. Miles de extranjeros se organizan en las brigadas de defensa de España ante la agresión. Desde Estados Unidos llega la Brigada Lincoln, desde Chile, Pablo Neruda lucha verso a verso “Con España en el corazón”. La resistencia es heroica hasta que finalmente, también cae Madrid ante la consternación del mundo civilizado. La comunidad de gobiernos observa pasivamente el asalto delictual, sin hacer nada. Este crimen lo permiten la indecisión y los contubernios del mundo occidental, que vergonzosamente, no mueven un dedo para impedir la destrucción de la democracia española. Temían ofender a Hitler, quien posteriormente, les haría el trabajo sucio de exterminar las fuerzas progresistas en cada país ocupado.

En España, Lupita y sus padres, Juan y Lupe, tienen que nuevamente abandonarlo todo para salvar sus vidas. Una larga y penosa travesía hacia Francia conduce a las mujeres, madre e hija, las dos “Lupes”, al campo de concentración en Orleans a dos horas de París, lugar de nacimiento de Juana de Arco. Mientras los hombres, padre e hijo, los dos “Juanes”, son relegados al campo de concentración en Argelés Sur Mer, al pie de los Pirineos. Allí fallece Juan, su padre, congelado en la nieve a los 55 años. Con él muere una parte de la joven Lupita.

Juan Ignacio, su joven hermano piloto de guerra, fué solicitado en 1939 por familiares desde Costa Rica. La joven Lupita con Lupe, su madre, se preparan a exilarse en México. Por fin la libertad. Pero el viaje aborta por el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Europa es un caos de destrucción y muerte. Ellas deben permanecer entre el terror y las miserias hasta 1946, fecha en que salen con destino a Cuba y luego a Costa Rica, a reunirse con sus tíos y primos y Juan Ignacio, su único hermano,  después de siete años de separación. Se inicia una nueva vida, vuelta a renacer, vuelta a empezar todo de nuevo en un medio desconocido.

No pasan dos años de su llegada a la aldeana comarca de San José, cuando se escuchan los disparos y se huele el familiar olor a pólvora a la vuelta de su casa. Una de esas balas terminó con la vida de Jaime de la Fuente Veil, primo hermano de Lupita y Juan Ignacio. Se había enlistado como voluntario en la Cruz Roja para recoger y transportar heridos a los hospitales. Tenía 19 años cuando una bala no respetó su neutralidad y su generoso humanismo. Había estallado la Revolución de 1948 en Costa Rica. Una circunstancia que marcaría profundamente la historia del país, la vida de Lupita y la de su familia. Mientras, su hermano Juan Ignacio, se involucra de inmediato, y colabora como piloto transportando indistintamente heridos calderonistas y figueristas hacia el hospital más cercano.  

Lupita inicia entonces, la gran marcha por su perfeccionamiento personal renacentista, en una nueva tierra. Forzada  a abandonar su país natal, por sí solo es una experiencia traumática. Debe readecuarse a todo. Lupita hace el bachillerato de secundaria, estudia taquigrafía y dactilografía para mejorar sus oportunidades en el mercado laboral. Mientras trabaja en la Caja de Seguro Social, ingresa a la Universidad de Costa Rica (UCR). La joven y talentosa Lupita debe decidir qué ruta seguir. Los profesores se confunden con sus vocaciones  tan marcadas y tan disímiles. Destaca su natural talento e interés por las matemáticas aplicadas, la literatura, las artes escénicas y su interés por lenguas extranjeras y el arte.  La guapísima joven española con dificultades para respirar y caminar en La Coruña, ingresa a la competitiva Escuela de Ingeniería Civil de la UCR. Esto no fue una fiesta, tuvo que romper tabúes y territorios masculinos, no hoy, sino hace 50 años. Esa fue una batalla extra, una dificultad agregada llena de directas y subliminales afrentas y humillaciones.  Lupe no se amilana. No pudieron hacerlo la muerte de su padre, ni los campos de concentración en Francia. Y, sin dejar de trabajar, no pierde ningún curso y se gradúa como la primera mujer ingeniera civil de Costa Rica, un hito nacional e histórico. Ejerce su profesión de ingeniera civil hasta su retiro en 1987. El Colegio de Ingenieros y Arquitectos de Costa Rica la homenajea junto a otros colegas por sus cincuenta años de membresía. Este es el prólogo a su discurso de agradecimiento.

Todo indicaría que eso sería un final feliz de la convulsionada historia de su vida. Al menos lo sería para cualquier persona en cualquier país. No para Lupita. Estudia idiomas, quiere y necesita leer y entender otras lenguas. Aprende francés, italiano, portugués e inglés. Siempre con la misma intensidad y la misma dedicación. Y como si esto fuera poco, toma clases de dibujo y pintura al óleo, nada menos que con el renombrado Maestro José Francisco Alvarado Abella en su prestigiosa Escuela de Arte y Decoración “Esempi”. Paralelamente, obtiene la Licenciatura en Artes Dramáticas  y participa exitosamente en teatro. Si, en teatro. Se transforma en una hermosa actriz que cautiva audiencias y crítica especializada con su trabajo escénico y su distintivo acento extranjero. Pero tampoco esto es todo. Siente la necesidad de escribir sus propias obras de teatro, veinticuatro en total, más otras cuatro producidas en colaboración con su gran amiga Leda Cavallini, distinguida profesional del teatro.

Más de veinte de estas obras fueron representadas en los teatros de San José, recibiendo los más distinguidos premios y reconocimientos.  Y hace sólo días, le solicitan su autorización para montar  su obra El varón de los queche”. Esto, a los 89 años. Esta obra, la única conocida de teatro indígena centroamericano, la escribe para ser presentada como tesis para obtener su Magister en Literatura Latinoamericana en la UCR.  Si, tal como suena, a los 70 años también obtiene una Maestría Académica en Literatura.

La joven Lupita de La Coruña, en España, la destacada ingeniera civil de la UCR, ganó también connotadas distinciones por su fecunda labor teatral en Costa Rica y en 1988, en Venezuela. En 1984, su obra “Ellas en la maquila” obtiene “Mención de Honor de la Universidad Nacional”. En 1988, Leda y Lupita obtienen también el “Primer Premio en el V Concurso Internacional de Obras Teatrales del Tercer Mundo”, con su obra “Pancha Carrasco. Esta distinción la obtuvo entre más de 500 obras en distintos idiomas. Y en 1989, culmina su carrera con la más alta distinción posible en el género teatral, se le otorga el “Premio Nacional Aquileo Echeverría de Costa Rica”, compartido con Leda Cavallini, socia y amiga entrañable en la aventura teatral.

Cualquiera de estas actividades profesionales, una sola, sería suficiente para que cualquier mortal se sintiera justificadamente satisfecho(a) y orgulloso(a) de su vida total. Pero Lupita no para, no puede con la inacción. Actualmente, es Coordinadora en  la Asociación Gerontológica Costarricence (AGECO), estudia computación, no sólo maneja su auto a los 89 años, es una “gata” para llegar de la manera mas eficiente a cualquier remoto destino en el laberíntico San José. Camina, se ejercita y hace todos sus trámites bancarios. Además, cocina, mantiene su casa, no se pierde paseo a la playa y es campeona “olímpica” de Sudoko.

Escribimos este prólogo a sus espaldas, de lo contrario ella no me habría permitido mencionar sus éxitos profesionales en sus 89 años de intensa,  azarosa e increíble vida. Lupita es el tipo de persona que sólo se da de cuando en cuando. Y cuando se da, muchas veces no lo apreciamos. Por esta razón, es loable la iniciativa y la hospitalidad de Manuelita de hacer este merecido reconocimiento a una mujer extraordinaria como su cuñada Lupe Pérez Rey.... Lupita, la joven española de “La Coruña” con serias dificultades respiratorias, Lupita, la ex prisionera de campo de concentración en Europa, la exiliada de por vida, la que perdió a su padre en la nieve del exilio, la tica-española de la “Rotonda del Pino”, la taquígrafa-dactilógrafa, la que habla idiomas extranjeros, la primera ingeniera civil en la historia de Costa Rica, la licenciada en Artes Dramáticas, la Máster en Literatura, la actriz y directora de teatro, la laureada dramaturga, la Premio Nacional Aquileo Echeverría, la tía de sobrinas y sobrinos, la tía-abuela, la amiga de Clarisa y Doris… la dueña de “Yoki”, su  simpático y energético perrito regalón.

Nery Barrientos Montes
(Finca  Cerrillal, Alajuela - Costa Rica, Agosto 14, 2011)

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