viernes, 12 de febrero de 2016

Quién fue y que hizo...

Rubén Darío
A pocos días de cumplirse cien años de su muerte, hemos decidido hace una nota sobre uno de los más importantes poetas centroamericanos, quien por su labor y difusión cultural fue conocido como El príncipe de las letras castellanas, o padre del Modernismo…
Se llamó Félix Rubén García Sarmiento, conocido como Rubén Darío,  nació en Metapa, Matagalpa, hoy Ciudad Darío, antiguamente San Pedro de Metapa o simplemente Metapa, ciudad y municipio del departamento de Matagalpa, Nicaragua, el 18 de enero de 1867; y su vida, y visión de mundo, forman una novela que por difícil que parezca fue, real y supera en mucho las grandes producciones hollywoodenses, o mejor aún de García Márquez.
En principio debemos saber que fue el primogénito
de Manuel García y Rosa Sarmiento, quienes tras lograr las dispensas eclesiásticas necesarias, pues eran primos segundos, se casan en León, Nicaragua, en 1866.  Un dato interesante es que su vida empieza, y se desarrolla siempre en enero y en León, donde inclusive está enterrado, que aunque según su fe de bautismo el primer apellido de Rubén era García, la familia paterna era conocida desde generaciones por el mote-apellido Darío; según lo explica él mismo en su autobiografía:
Según lo que algunos ancianos de aquella ciudad de mi infancia me han referido, uno de mis tatarabuelos tenía por nombre Darío. En la pequeña población conocíale todo el mundo por don Darío; a sus hijos e hijas, por los Daríos, las Daríos. Fue así desapareciendo el primer apellido, a punto de que mi bisabuela paterna firmaba ya Rita Darío; y ello, convertido en patronímico, llegó a adquirir valor legal; pues mi padre, que era comerciante, realizó todos sus negocios ya con el nombre de Manuel Darío [...]
AKM
   Y exactamente igual al del personaje principal del amor en tiempos del cólera, Manuel García, era comerciante, aficionado en exceso al alcohol y a las prostitutas, lo que hizo que Rosa, ya embarazada, tomara la decisión de abandonar el hogar conyugal y refugiarse en la ciudad de Metapa, en la que dio a luz a su hijo, Félix Rubén.  Claro que se reconciliaron, e incluso tendrían otra hija, Cándida Rosa, ¿sería premonitorio el nombre?, quien murió a los pocos días. La relación se volvió a deteriorar y Rosa abandonó a su marido para volver con Bernarda Sarmiento, la tía que la había acogido en primer lugar pero ahí no duraría mucho: pocos meses después, conoció a otro hombre en su vida, y abandonando hijo y todo estableció con él su residencia en San Marcos de Colón, Choluteca, Honduras.
Criado como hijo de sus tíos abuelos Félix y Bernarda Sarmiento de Ramírez, la niñez de Rubén Darío transcurrió en la ciudad de León, (de hecho, durante sus primeros años firmaba sus trabajos escolares como Félix Rubén Ramírez), porque de su madre apenas supo que residía en Honduras, y a su padre, lo llamó tío Manuel, hasta el día de su muerte.
A la muerte del Coronel Félix Ramírez, en  1871, la familia pasó apuros económicos, e incluso se pensó en colocar al joven Rubén como aprendiz de sastre; pero entrar a estudiar con los Jesuitas, cambió su destino.  Lector precoz, pues se dice que ya a los 3 años leía con perfección, el Quijote, las obras de Moratín, Las mil una noches, los Oficios de Cicerón, y la Corina (Corinne) de Madame de Staël, no extrañe que empezara a escribir sus primeros versos siendo muy niño: a los nueve años, su tía madre, en eso fue muy cuidadosa y guardó su primer soneto, escrito en 1879, poco después de cumplir los trece años publicaría en el diario El Termómetro, Rivas, 26 de julio, 1880, Una lágrima, elegía con la que alcanzó fama de poeta niño, desde entonces, colaboraría habitualmente en la Revista Literaria El Ensayo, León, Nicaragua. Gaby Sol
 Eminentemente, pese a ser educado por jesuitas, era un pensador de corte liberal porque estaba influenciado predominantemente por poetas españoles de la época Zorrilla, Campoamor, Núñez de Arce y Ventura de la Vega; y al ir evolucionando Víctor Hugo, entraría a tener una influencia determinante en su labor poética, por lo que desarrolló una actitud política, cuya base más destacada fue la del ecuatoriano Juan Montalvo, a quien imitó deliberadamente en sus primeros artículos periodísticos: sus primeros ensayos muestran la impronta hostil a la excesiva influencia de la Iglesia Católica, como queda claro en 1881, con El jesuita, contaba entonces con solo 14 años; misma edad en que ya tenía listo para publicación su  primer libro, Poesías y artículos en prosa, que no vería la luz hasta el cincuentenario de su muerte.

En una escalada de saber cultural, pues gozaba de una superdotada memoria, una creatividad y retentiva genial, y era invitado con frecuencia a recitar poesía en reuniones sociales y actos públicos; en diciembre de ese mismo año, 1881, se trasladó a Managua, a instancias de algunos políticos liberales que habían concebido la idea de que, dadas sus dotes poéticas, debería educarse en Europa, a costa del erario público. No obstante, el tono irreverente y anticlerical de sus versos no convenció al conservador Pedro Joaquín Chamorro y Alfaro, presidente del Congreso, y se resolvió que estudiaría en la ciudad nicaragüense de Granada, pero el niño Rubén, prefirió quedarse en Managua, donde continuó su actividad periodística, colaborando con los diarios El Ferrocarril y El Porvenir de Nicaragua. Ron Ramón
A los quince años, y todo un hombre literariamente hablando, sale del puerto de Corintio, rumbo a El Salvador, dónde fue acogido bajo el ala protectora de Rafael Zaldívar, presidente de la república salvadoreña. Permanencia esta decisiva, porque llegó a conocer a Francisco Gavidia, gran conocedor de la poesía francesa; bajo cuyos auspicios, Darío dio forma por primera vez, a su estilo que se convertiría después en un rasgo distintivo no sólo de su obra, sino de toda la poesía modernista, al adaptar el verso alejandrino francés a la métrica castellana.
 El tiempo salvadoreño, fue breve pese a la celebridad y a intensa vida social, dados por los festejos del centenario de Bolívar, pero andando el tiempo, pasó penalidades económicas y enfermó de viruela, y en octubre de 1883, convaleciente todavía, regresó a su país natal.
Tras su regreso, residió brevemente en León y después en Granada, pero finalmente se trasladó de nuevo a Managua, donde encontró trabajo en la Biblioteca Nacional, y reanudó sus amoríos con Rosario Murillo. No se sabe si por bibliotecario o por sus amoríos, parece que su espíritu encontró algo de las andanzas del padre y en mayo de 1884, fue condenado por vagancia a la pena de ocho días de obra pública…  
Su segundo libro, producto de su continua experimentación con nuevas formas poéticas, iba a titularse Epístolas y poemas, pero habría de esperar hasta 1888, en que fue publicado bajo el título de Primeras notas. También ha de decirse que escribió teatro con un acentuado gusto y que llegó a estrenar una obra, titulada Cada oveja..., que pese al éxito que tuvo hoy se ha perdido. JDR.
Insatisfecho con la vida managüense, partió a Chile el 5 de junio de 1886. Allá viviría en condiciones muy precarias, y tuvo además que soportar continuas humillaciones por parte de la aristocracia del país, que lo despreciaba por su escaso refinamiento, pues para ellos era poco más que un palurdo. No obstante, llegó a hacer algunas amistades, como el hijo del entonces presidente de la República, el poeta Pedro Balmaceda Toro. Gracias al apoyo de éste y de otro amigo, Manuel Rodríguez Mendoza, a quien el libro está dedicado, logró publicar su primer libro de poemas, Abrojos, que apareció en marzo de 1887.
Entre febrero y abril de 1888, trabajó para el Diario El Heraldo, y en julio de ese mismo año, publica AZUL, gracias a la ayuda de sus amigos Eduardo Poirier y Eduardo de la Barra: comenzaba así la revolución literaria modernista; pese a que en un inicio el libro no tuvo un éxito inmediato, pero fue muy bien acogido por el influyente novelista y crítico literario español Juan Varela, quien publicó en el diario madrileño El Imparcial, en octubre de 1888, dos cartas dirigidas a Rubén Darío, en las cuales, aunque reprochaba a Darío su galicismo mental francés, reconocía en él a un prosista y un poeta de talento. Fueron estas cartas de Valera, luego divulgadas en la prensa chilena y de otros países, las que consagraron definitivamente la fama de Darío.
Esta fama le permitió obtener el puesto de corresponsal del diario La Nación, de Buenos Aires, en ese tiempo el periódico de mayor difusión de toda Hispanoamérica. Poco después de enviar su primera crónica a La Nación, emprendió el viaje de regreso a Nicaragua. Tras una breve escala en Lima, Perú para conocer a Ricardo Palma, finalmente es agasajado en  la ciudad de León, con un recibimiento triunfal, era el 7 de marzo de 1889.
No obstante, se detuvo poco tiempo en Nicaragua, y enseguida se trasladó a San Salvador, porque había sido nombrado director del diario La Unión, defensor de la unión centroamericana. Poco después, contrajo matrimonio civil con Rafaela Contreras, hija del famoso orador hondureño Álvaro Contreras, el 21 de junio 1890. Al día siguiente de la boda, se produjo un golpe de estado promovido por uno de los invitados principales a la boda de Darío, el General Ezeta, contra Francisco Menéndez, entonces presidente salvadoreño, y aunque el nuevo timón del gobierno salvadoreño le cargos de responsabilidad, Darío prefirió irse del país; pese a la negativa de la recién casada: llegaron a un acuerdo y mientras él se trasladó a Guatemala ella permaneció en El Salvador. En diciembre de ese mismo año, 1890, asume la dirección de un periódico de nueva creación, El Correo de la Tarde, publica en Guatemala la 2da edición corregida y ampliada sustancialmente y llevando como prólogo las dos cartas de Juan Valera que habían supuesto su consagración literaria, de Azul.   En enero del año siguiente, su esposa, Rafaela Contreras, se reunió con él en Guatemala, y el 11 de febrero contrajeron matrimonio religioso en la Catedral de Guatemala. Seis meses después, en junio, El Correo de la Tarde, dejó de percibir la subvención gubernamental, y tuvo que cerrar. Darío optó por probar suerte en Costa Rica, y se instaló en agosto de ese año en la capital del país, San José, donde apenas era capaz de sacar adelante a su familia, agobiado por las deudas a pesar de algunos empleos eventuales, nació su primer hijo, Rubén Darío Contreras, el 12 de noviembre de 1891; quien fue uno de los primeros y más importantes médicos que diera Centroamérica a los Estados Unidos.
Al año siguiente, dejando a su familia en Costa Rica, marchó a Guatemala, y luego a Nicaragua, en busca de mejor suerte. Inesperadamente, el gobierno nicaragüense lo nombró miembro de la delegación que ese país iba a enviar a Madrid, con motivo del cuarto centenario del descubrimiento de América, lo que para Darío suponía ver realizado su sueño de viajar a Europa. A su regreso de Europa, regresó de nuevo a Nicaragua, donde recibió un telegrama procedente de San Salvador en que se le notificaba la enfermedad de su esposa, que falleció el 23 de enero de 1893: dicen que ocho días estuvo perdido en el alcohol, y que al salir de ahí, cedió la custodia y guarda crianza a los padres de su difunta esposa y a su madre, Rosa Sarmiento, y renovó sus amoríos con Rosario Murillo, cuya familia le obligó a contraer matrimonio con la joven.  Se casó, y en abril viajó a Panamá porque había sido nombrado CONSUL honorifico en Buenos Aires, por su amigo, el presidente Colombiano Miguel Antonio Caro.  Dejó a Rosario en Panamá, y emprendió el viaje hacia la capital argentina. Antes de llegar, pasó brevemente por Nueva York, conoció al ya ilustre poeta cubano José Martí; y realizó su sueño juvenil de viajar a Paris donde tuvo un encuentro decepcionante con su héroe, Paul Verlaine, posiblemente el poeta francés que más influyó en su obra.
El 13 de agosto de 1893 llegó a Buenos Aires, ciudad que le causó una honda impresión. Atrás quedó su esposa Rosario, encinta del poeta, y que el 26 de diciembre da a luz un niño, bautizado como Darío Darío, del cual diría su madre: "su parecido con el padre era perfecto". Sin embargo, la criatura morirá a consecuencia del tétano al mes y medio de nacido…PauPau…
En Buenos Aires, Darío fue muy bien recibido por los medios intelectuales. Colaboró con varios periódicos además de La Nación, del que ya era corresponsal, publicó artículos en La PrensaLa Tribuna y El Tiempo, por citar algunos. Su trabajo como cónsul de Colombia le permitía llevar una vida de desenfreno, siempre al borde de sus posibilidades económicas, y sus excesos con el alcohol fueron causa de que tuviera que recibir cuidados médicos en varias ocasiones.
El 3 de mayo de 1895 murió su madre, Rosa Sarmiento, a quien el poeta apenas había conocido, pero cuya muerte le afectó considerablemente. En octubre del mismo año surgió un nuevo contratiempo, ya que el gobierno colombiano suprimió su consulado en Buenos Aires, por lo cual Darío se quedó sin una importante fuente de ingresos. Para remediarlo, obtuvo un empleo como secretario de Carlos Carlés, director general de Correos y Telégrafos, y publicó, en 1896, dos libros cruciales en su obra: Los raros, una colección de artículos sobre los escritores que, por una razón u otra, más le interesaban; y, sobre todo, Prosas profanas y otros poemas, el libro que supuso la consagración definitiva del Modernismo literario en español…
Las peticiones de Darío al gobierno nicaragüense para que le concediese un cargo diplomático no fueron atendidas; sin embargo, el poeta vio una posibilidad de viajar a Europa cuando supo que La Nación necesitaba un corresponsal en España que informase de la situación en el país con motivo de la intervención militar de los Estados Unidos en Cuba: dos años antes que lo hiciera José Enrique Rodé, Rubén Darío acuñó, la oposición metafórica entre ARIEL, personificación de Latinoamérica, y CALIBÁN, el monstruo que representa metafóricamente los Estados Unidos.
Darío llegó a España el 3 de diciembre de 1898, con el compromiso, que cumplió impecablemente, de enviar cuatro crónicas mensuales a La Nación acerca del estado en que se encontraba la nación española tras su derrota frente a los Estados Unidos en la Guerra Hispano-Estadounidense, y la pérdida de sus posesiones coloniales de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam; crónicas que terminarían recopilándose en un libro, que apareció en 1901, titulado España Contemporánea. Crónicas y retratos literarios. En ellas, Rubén manifiesta su profunda simpatía por España, y su confianza en la recuperación de la nación, a pesar del estado de abatimiento en que la encontraba. La Darling
En España, Darío despertó la admiración de un grupo de jóvenes poetas defensores del Modernismo (movimiento que no era en absoluto aceptado por los autores consagrados, especialmente los pertenecientes a la Real Academia Española. Entre estos jóvenes modernistas estaban algunos autores que luego brillarían con luz propia en la historia de la literatura española, como Juan Ramón Jiménez, Ramón María del Valle Inclán, y Jacinto Benavente, entre otros; y pese a que continuaba legalmente casado con Rosario Murillo, conoció, en la Casa del Campo de Madrid, en 1899 a Francisca Sánchez del Pozo, campesina analfabeta, natural de Navalsauz, provincia de Ávila, quien se convertiría en la compañera de sus últimos años. Por encargo de La Nación en abril de 1900 Darío visitó por segunda vez París, para cubrir la Exposición Universal que ese año tuvo lugar en la capital francesa. Sus crónicas sobre este tema serían recogidas posteriormente en el libro Peregrinaciones.  En la Ciudad Luz conoció a quien sería su amigo cercano  hasta la muerte: Amado Nervo.
En los primeros años del siglo XX, Darío fijó su lugar de residencia en la capital de Francia, y alcanzó una cierta estabilidad, no exenta de infortunios. En 1901 publicó en París la segunda edición de Prosas profanas. Ese mismo año Francisca dio a luz a una hija del poeta, Carmen Darío Sánchez, y, tras el parto, viajó a París a reunirse con él, dejando la niña al cuidado de sus abuelos. La niña fallecería de viruela poco después, sin que su padre llegara a conocerla.
Poco antes de ser nombrado cónsul de Nicaragua, conoció en la capital francesa a un joven poeta español, Antonio Machado, declarado admirador de su obra.  En 1903 nació su segundo hijo con Francisca, Rubén Darío Sánchez, apodado por su padre "Phocás el campesino".
En 1905, publica en Madrid el tercero de los libros capitales de su obra poética: Cantos de vida y esperanza, los cisnes y otros poemas, editado por Juan Ramón Jiménez. Ese mismo año, 1905, el hijo habido con Francisca Sánchez, "Phocás el campesino", falleció víctima de una bronconeumonía.   Para consolarse inició, una novela, La Isla de Oro, que no llegó a terminar, aunque algunos de sus capítulos aparecieron por entregas en La Nación. Por aquella época, Francisca dio a luz a una niña que falleció al nacer.  En 1907, Rosario Murillo, que se negaba a aceptar el divorcio a menos que se le garantizase una compensación económica que el poeta juzgó desproporcionada, interrumpió su tranquilidad con su llegada a París: no pudo llegar a un acuerdo con su esposa, por lo que decidió regresar a Nicaragua para presentar su caso ante los tribunales. A fines de año nació el cuarto hijo del poeta y Francisca, Rubén Darío Sánchez, apodado por su padre "Güicho", y el único hijo sobreviviente de la pareja.  Después de dos breves escalas en Nueva York y en Panamá, el poeta llegó a Nicaragua, donde se le tributó un recibimiento triunfal, y se le colmó de honores, aunque no tuvo éxito en su demanda de divorcio. Además no se le pagaron los honorarios que se le debían por su cargo de cónsul, por lo que se vio imposibilitado de regresar a Paris. Después de meses de gestiones, consiguió otro nombramiento, esta vez como ministro residente en Madrid del gobierno nicaragüense de José Santos Zelaya. Tuvo problemas, sin embargo, para hacer frente a los gastos de su legación ante lo reducido de su presupuesto, y pasó dificultades económicas durante sus años como embajador, que solo pudo solucionar en parte gracias al sueldo que recibía de La Nación y en parte gracias a la ayuda de su amigo y director de la revista Ateneo, Mariano Miguel de Val, que se ofreció como secretario gratuito de la legación de Nicaragua cuando la situación económica era insostenible y en cuya casa, instaló la sede. Cuando Zelaya fue derrocado, Darío tuvo que renunciar a su puesto diplomático, pero permaneció fiel a Zelaya, a quien había elogiado desmedidamente en su libro Viaje a Nicaragua e Intermezzo tropical, y con el que colaboró en la redacción del libro de este Estados Unidos y la revolución de Nicaragua, en el que acusaba a Estados Unidos y al dictador guatemalteco, Manuel Estrada Cabrera, de haber tramado el derrocamiento de su gobierno. Es al final de este tiempo que se enemistó con su antiguo amigo Alejandro Sawa, quien le había solicitado ayuda económica sin que sus peticiones fueran escuchadas por Darío. La correspondencia entre ambos da a entender que Sawa fue el verdadero autor de algunos de los artículos que Darío había publicado en La Nación. MC
Tras abandonar su puesto al frente de la legación diplomática nicaragüense, Darío se trasladó de nuevo a París, donde se dedicó a preparar Canto a la Argentina, encargado por La Nación. Por entonces, su alcoholismo le causaba frecuentes problemas de salud, y crisis psicológicas, caracterizadas por momentos de exaltación mística y por una fijación obsesiva con la idea de la muerte.  Como miembro de una delegación nicaragüense para conmemorar el centenario de la independencia del país. Sin embargo, el gobierno nicaragüense cambió mientras se encontraba de viaje, y el dictador mexicano Porfirio Díaz, se negó a recibir al escritor. Sin embargo, Darío fue recibido triunfalmente por el pueblo mexicano, que se manifestó a favor del poeta y en contra de su gobierno. Ante el desaire del gobierno mexicano, Darío zarpó hacia La Habana, donde bajo los efectos del alcohol, intentó suicidarse, y en noviembre de 1910, regresó de nuevo a París, donde continuó siendo corresponsal del diario La Nación y desempeñó un trabajo para el Ministerio de Instrucción Pública mexicano que tal vez le había sido ofrecido a modo de compensación por la humillación sufrida.
En 1912, dirigió las revistas uruguayas Mundial y Elegancias, y fue también por esta época cuando el poeta redactó su autobiografía, que apareció publicada en la revista Caras y caretas, con el título de La vida de Rubén Darío escrita por él mismo; y la obra Historia de mis libros, muy interesante para el conocimiento de su evolución literaria. Un año después regresa a Paris, y viaja a Mallorca, invitado por Joan Sureda alojándose en la Cartuja de Valldemosa, en esta isla, comienza la novela El oro de Mallorca, que es, en realidad, una autobiografía novelada. Se acentuó, sin embargo, el deterioro de su salud mental, debido a su alcoholismo. En diciembre regresó a Barcelona, donde se hospedó en casa del general Zelaya, que había sido su protector mientras fue presidente de Nicaragua. En enero de 1914, instado en Barcelona, publica su última obra poética de importancia, Canto a la Argentina y otros poemas, que incluye el poema laudatorio del país austral que había escrito años atrás por encargo de La Nación. Su salud estaba ya muy deteriorada: sufría de alucinaciones, y estaba patológicamente obsesionado con la idea de la muerte. Sin embargo, al estallar la Primera Guerra Mundial, se integra con la idea de defender el pacifismo para las naciones americanas. Atrás quedó Francisca con sus dos hijos, a quienes el abandono del poeta habría de arrojar poco después a la miseria. Hace un alto en la Universidad de Columbia en Nueva York, y lee su poema Pax, antes de seguir hacia Guatemala, donde bajo la protección de su antiguo enemigo, el dictador Estrada Cabrera, por fin llega a León, la ciudad de su infancia, el 7 de enero de 1916, y falleció menos de un mes después: 6 de febrero de 1916. Las honras fúnebres duraron varios días presididas por el Obispo de León Simeón Pereira y Castellón, y el presidente Adolfo Díaz Recinos.  Se encuentra sepultado en LA Catedral de León el trece de febrero del mismo año, al pie de la Estatua de San Pablo, debajo del león de arena y cal hecho por el escultor granadino Jorge Navas Cordonero. Teacher Ana Lu
Debe quedar claro que muerto Darío, Francisca se casó con José Villacastin, un hombre culto, que gastó toda su fortuna en recoger la obra de Rubén que se encontraba dispersa por todo el mundo y que entregó para su publicación al editor Aguilar, de quien era buen amigo y que el archivo personal de Rubén Darío fue donado por Francisca Sánchez al gobierno de España en 1956 y ahora está en la Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid.
Obra y palabra:
No todos los poemas de Darío fueron recogidos en libros en vida del poeta. Muchos de ellos, aparecidos únicamente en publicaciones periódicas, fueron recopilados después de su muerte. Un ejemplo, representativo de su etapa de madurez literaria, es la poesía titulada Los motivos del lobo, publicada en Mundial Magazine en 1913, tres años antes de la muerte de Darío.
El periodismo fue para Darío su principal fuente de sustento. Trabajó para varios periódicos y revistas, en los que escribió un elevadísimo número de artículos, algunos de los cuales fueron luego recopilados en libros, siguiendo criterios cronológicos o temáticos.
Poesía (primeras ediciones)
·         Abrojos. Santiago de Chile: Imprenta Cervantes, 1887.
·         Rimas. Santiago de Chile: Imprenta Cervantes, 1887.
·         Azul…, Valparaíso: Imprenta Litografía Excelsior, 1888. Segunda edición, ampliada: Guatemala: Imprenta de La Unión, 1890. Tercera edición: Buenos Aires, 1905.
·         Canto épico a las glorias de Chile, Santiago de Chile, 1887.
·         Primeras notas, [Epístolas y poemas, 1885]. Managua: Tipografía Nacional, 1888.
·         Prosas profanas y otros poemas. Buenos Aires, 1896. Segunda edición, ampliada: París, 1901.
·         Cantos de vida y esperanza. Los cisnes y otros poemas. Madrid, Tipografía de Revistas de Archivos y Bibliotecas, 1905.
·         Oda a Mitre. París: Imprimerie A. Eymeoud, 1906.
·         El canto errante. Madrid, Tipografía de Archivos, 1907.
·         Poema del otoño y otros poemas, Madrid: Biblioteca "Ateneo", 1910.
·         Canto a la Argentina y otros poemas. Madrid, Imprenta Clásica Española, 1914.
·         Lira póstuma. Madrid, 1919.
Prosa (primeras ediciones)
·         Los raros. Buenos Aires: Talleres de "La Vasconia", 1896. Segunda edición, aumentada: Madrid: Maucci, 1905.
·         España comtemporanea. París: Librería de la Vda. de Ch. Bouret, 1901.
·         Peregrinaciones. París. Librería de la Vda. de Ch. Bouret, 1901.
·         La caravana pasa. París: Hermanos Garnier, 1902.
·         Tierras solares. Madrid: Tipografía de la Revista de Archivos, 1904.
·         Opiniones. Madrid: Librería de Fernando Fe, 1906.
·         El viaje a Nicaragua e Intermezzo tropical. Madrid: Biblioteca "Ateneo", 1909.
·         Letras (1911).
·         Todo al vuelo. Madrid: Juan Pueyo, 1912.
·         La vida de Rubén Darío escrita por él mismo. Barcelona: Maucci, 1913.
·         La isla de oro (1915) (inconclusa).
·         Historia de mis libros. Madrid, Librería de G. Pueyo, 1916.
·         Prosa dispersa. Madrid, Mundo Latino, 1919.
Obras completas
·         Obras completas. Prólogo de Alberto Ghiraldo. Madrid: Mundo Latino, 1917-1919 (22 volúmenes).
·         Obras completas. Edición de Alberto Ghiraldo y Andrés González Blanco. Madrid: Biblioteca Rubén Darío, 1923-1929 (22 volúmenes).
·         Obras poéticas completas. Madrid: Aguilar, 1932.
·         Obras completas. Edición de M. Sanmiguel Raimúndez y Emilio Gascó Contell. Madrid: Afrodisio Aguado, 1950-1953 (5 volúmenes).
·         Poesías. Edición de Ernesto Mejía Sánchez. Estudio preliminar de Enrique Ardenson Imbert. México: Fondo de Cultura Económica, 1952.
·         Poesías completas. Edición de Alfonso Méndez Plancarte. Madrid: Aguilar, 1952. Edición revisada, por Antonio Oliver Belmás, en 1957.
·         Obras completas. Madrid: Aguilar, 1971 (2 volúmenes).
·         Poesía. Edición de Ernesto Mejía Sánchez. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1977.
·         Obras completas. Madrid: Aguilar, 2003. (A pesar del título, solo contiene sus obras en verso. Reproduce la edición de Poesías completas de 1957).
·         Obras completas. Edición de Julio Ortega con la colaboración de Nicanor Vélez. Barcelona. Está prevista la publicación de tres volúmenes (I Poesía; II Crónicas; III Cuentos, crítica literaria y prosa varia), de los que solo el primero ha aparecido hasta el momento.
Algunas ediciones actuales
·         Autobiografía. Oro de Mallorca. Introducción de Antonio Piedra. Madrid, Mondadori, 1990. 
·          Azul.../ Cantos de vida y esperanza. Edición crítica de José María Martínez. Madrid, Cátedra, 2000. 
·          Páginas escogidas. Edición de Ricardo Gullón. Madrid: Cátedra, 1988. 
·         Prosas profanas. Edición de José Olivio Jiménez. Madrid, Alianza Editorial, 1992. 
·          Prosas profanas y otros poemas. Edición de Ignacio M. Zulueta. Madrid, Castalia (col. "Clásicos Castalia" nº 132), 1992. 
Crónicas
España contemporánea (1901), que recoge sus impresiones de la España inmediatamente posterior al desastre de 1898
Peregrinaciones (1901), y las crónicas de viajes a Francia e Italia

En El viaje a Nicaragua e Intermezzo tropical, 1907.

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