Sé que la autora de la columna del Día Histórico
del Periódico La Nación, Marta Castegnaro, digna hija de su padre en este noble
oficio, ya se me adelantó y que le Ministerio de Cultura y Juventud por medio
de doña Elizabeth Fonseca, Alfredo González, Inés Revuelta Sánchez y demás colaboradores recientemente le ha rendido
homenaje a esta ícono del teatro costarricense.
No obstante, es imposible que no le dedique unas notas a doña Ana.
Para mí las dos leyendas del entretenimiento tico han sido Carmen
Granados (qddg), en humor y Ana Poltronieri Maffio, en teatro.
Cuenta
mi hermana afectiva, Ana Isabel Moncada que estando en la escuela de Cinco
Esquinas de Tibás, había dos maestras que montaban teatro en el Salón de Actos
de la escuela: era Ana Poltronieri y una hermana suya que se llamaba Italia, y
que a ella le extrañaba que Italia, no se hubiera hecho actriz también sino que
estudió inglés y luego fue mi profesora de esa lengua en el colegio.
He
visto a esta extraordinaria actriz encarnar a varios personaje de un sin número
de obras, desde obras clásicas universales, pasando por las españolas e
hispanoamericanas, hasta obras autores costarricenses. Para algunos su
actuación máxima fue en La Casa de
Bernarda Alba. A mí, en cambio, me atrapó y así me tiene cautivo hasta hoy
con Ana canta y Cuenta y no se trata
de ninguna pieza extraordinaria. El
título revela el contenido de la obra. Allí ella canta canciones como “He guardado” y
cuenta partes de sus vivencias juveniles, incluyendo los orígenes del Paso la
Vaca, de algunas familias como los De Lev y nos aclara que su segundo apellido
“Maffio” no tiene ninguna relación con la mafia. Su actuación era tan real que a
veces, algunas partes parecían improvisadas.
Años más tarde tendría amistad con una de sus sobrinas, Rocío Escribano,
quien me confió en cierta ocasión, que ella difícilmente podía distinguir entre
Ana la actriz y Ana la tía porque eran prácticamente idénticas.
Como
suele suceder con la mayoría de las personas extraordinarias, Ana siempre ha sido muy accesible. Tuve la gran dicha y el
honor de tenerla en mi salón de clase en dos ocasiones: en el Colegio San Judas
Tadeo e Internacional Canadiense; hablándoles
a mis alumnos de literatura, sobre las obras como literatura y la misma como
puestas en escena…
Fue
extraordinario cómo explicó la
transición entre un personaje “muerto” en papel y uno respirando, caminando y
hablando sobre un escenario, entre un techo,
un piso y tres paredes. Nos dijo, además que ella, aunque no viera el guión, lo
necesitaba en sus manos como apoyo
psicológico hasta el último ensayo; que uno nunca sabía con lo que se iba
encontrar en una taza de té, de café o en un vaso de agua. Que los encargados
charlatanes, bien podían ponerle a uno licor, agua, soda, café o té y que para cada una de estas bebidas las
expresiones faciales van a variar.
Por
medio de Maritere y su madre, alumna mía en el colegio Internacional Canadiense,
(ambas sobrinas de doña Ana) logramos que fuera a conversas con mis alumnos. La
simpatía fue tan mutua que los muchachos la propusieron para Premio Lámpara Dorada de ese año en
artes, que en efecto ganó ese año. Cuando llegó a recoger el reconocimiento se
robó el corazón del público como solamente sabe hacerlo que la ovacionó con
gran entusiasmo
Además de las sobrinas Rocío y Maritere,
también conozco dos hijos de su hermano Antonio: Johnny y Rodolfo Poltronieri
Herrera.
Ana se fue a España a estudiar teatro.
Aprovechó su estadía en la Península para visitar algunos otros países europeos.
Cuando Volvió a Costa Rica su actitud fue
(según afirman algunos de sus amigos) como dijera Fray Luis de León; “decíamos
ayer” es decir continuó su vida más tica que nunca.
Además
de actriz fue educadora en primaria, donde se destacó, según afirma Inés
Revuelta S, como excelente conocedora de la ortografía española y
profesora en la escuela de Artes Dramática de la Universidad de Costa
Rica donde, según un ex alumno suyo, Efraín Valverde, le dio lecciones de
Dicción.
Ambos ex alumnos la recuerdan con mucho
cariño y respeto…
Para
La Coleccionista de Espejos:
Franklin Perry P.
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