Tuareg, o el arte del tejido de mujer...
Quien me conozca sabe que nací
en este siglo, donde las mujeres, especialmente las que son como Yo, de las que
dejamos atrás lo que nos imponen, y no me quedo callada con nada y menos voy a
lo que no me gusta, y que educada por un maestro literario como lo fue Francisco
Zúñiga, soy muy capaz de conocer lo bueno y lo malo de la literatura, después de mucho tiempo de ausencia, no por
lo del COVID, es lo de menos y lo más reciente, simplemente porque me aburrí de
lo de siempre, de esa gente que cree que por una academia, un PN mal ganado, o
un linaje familiar que lo hace uno escritor, hoy decidí ir a una presentación de
un libro que me llamaba la atención: La
hebra infinita…un proyecto de escritura mágica de Aurelia Trejos Dobles…
Y es que, en secreto, mala
costumbre la mía, leo mucho, porque eso hace un escritor, mientras pone a su atención
a lo que ocurre a su alrededor, FZD. Confieso, que tenia miedo, porque han
pasado tantas cosas con esas mostacillas que se dicen escritoras que… en realidad,
no esperaba mucho, pero al llegar y ver la distribución central de las sillas, entorno
al busto de Calderón Guardia, sentí el calorcillo de las cosas agradables aproximándose;
esa distribución de puntos multicolores, de mujeres multicolores, me hizo
pensar en el hilo que despliegan las arañas en los lugares escondidos, y que no
vemos hasta que les llegué la luz…sin embargo, había un elemento más que no
entendí hasta que mi buen amigo, Carl(os)
Bon(illa), me dio la razón: hilo,
tejido, mujeres, en torno a un hilo conductor de escritura, me hizo ver que
ellas hacían un TUAREG, rito africanizado (presente entre la mayoría de las
participantes por su forma de vestir), que termina siendo un QUILT, lo que en américa termina siendo una narración escrita de una historia comunitaria, casi
siempre femenina, pero que se lleva en silencio, mientras se teje…
En realidad, un hilo de araña
es interminable; porque la araña pasa sus minutos, que son muchas vidas, alimentándose
del polvo, ¿y qué es más interminable que el polvo, y quién puede hilarlo sino
una araña, por lo que aun muerta, sigue hilando, lo sabían? No hace mucho, no recuerdo en dónde lo leí,
una de esas cosas que hago por diversión, supe que cada vez que come, hila un
segmento nuevo, y que en una hora puede cubrir hasta tres kilómetros, sin ni
diferenciar el día de la noche. Un tejido le toma entonces, más allá de la vida,
y siempre deja tras de sí, algo más por decir…
En las regiones sudafricanas,
existe un pueblo llamado imuhars, kel tamasheq, (o amazigh), berebere, según los occidentales,
un pueblo de tradición nómada del desierto del Sáhara, cuya población se
extiende por seis países africanos: Argelia, Libia, Níger, Malí, Mauritania y
Burkina Faso, cuyas mujeres, prioritariamente, tejen un TUAREG,
,en realidad, un
tejido de historias de vida unipersonal que van elaborando con los materiales
del desierto: la inacabable arena, que es como el polvo del que tanto gustan
las arañas, el rocío de las noches y un Dinlk, aparato con el que bordan, más
bien escriben, cada una en su esquina, porque nunca han de mezclarse entre
ellas de no ser por un nacimiento, de no ser por una muerte, de no ser cualquier que sus costumbres de sumisión a la
familia y en especial la atención de lo que sus hombres les permita contar a
los de afuera, que pretenden conocerlas pero jamás ha de ser exhibida de otra
forma que no sea ese hilado que termina siendo, un gran bordado, libro de
conjurantes, que es unido por las ancianas, una triada, que han enviudado viendo
crecer sus historias que, anudando los hilos sueltos, forman una idea central, un
diseño y finalmente, una estructura con los tuaregs que le traen las demás, ¿interesante
en verdad?
Con este libro, Aurelia Dobles, es una
de esas conjurantes, que en la tipología normal podría ser llamada una Shegúl,
quien según la tradición africana guía a las demás como en una aparición, Ana Victoria Garro, que lleva de la
mano el juego de dados, Cecilia Antezana
Rimassa, que elabora las donas, Li
Briceño Jiménez, con el secreto de creación intima que se hace en una tarde
de lluvia, Ana Portocarrero, llamado,
Monique Giustiniani Reyes, y revelación,
Elizabeth Quirós Montealegre, que entrelazan
las efemérides con que la mujer de pelo azul, Peggy Taylor, le cuenta al oído a Mayela, Ileana Pisk K., como un delfín, María Elena Pozuelo, le responde a Zeneida, Guiselle Flores, a Hiit´, Mireya Noboa, que hay algo más allá, del club, Matilde Jenkins R., de la mirada. Un personaje, Paola Fonseca, que finalmente, enlaza
hebra por hebra, una multitud de historias sin final ni principio…
Esto es solo un poco de
lo mucho que se puede encontrar en una sola primera lectura inicial, y hay
mucho más de lo que se ve a simple vista…
Para La Coleccionista de Espejos: Dlia McDonald Woolery
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