miércoles, 3 de octubre de 2018

Sobre la Cofradía Cimarrona...



La cofradía Cimarrona, El cantante cimarrón de Delia McDonald: Presentación de una novela inquietantemente compleja

  Para referirme a la obra de Delia, se me hace necesario tomar en cuenta el movimiento literario denominado Afrorrealismo por el escritor Quince Duncan, quien propone la existencia de una corriente literaria diferente a la del “main stream.” Al igual que explica Duncan, la obra Cofradía Cimarrona: El Cantante cimarrón, “No evoca al mito griego, ni al folklorismo. No es literatura negrista ni sigue la corriente de negritud. No es realismo mágico. Es una nueva expresión, que realiza una subversión africanizante del idioma, recurriendo a referentes míticos inéditos o hasta ahora marginales.” En la obra de McDonald esa evocación africanizante del idioma así como los referentes míticos  se manifiestan primeramente mediante los Greots, los Ledbacks, las Samedies, el Neguies y los Piambos, entre otros a los que el texto alude. Es decir, en esta novela; la narrativa; la historia contada; pero sobre todo su propio estilo; no se centran en los referentes estéticos tradicionales de la literatura española o latinoamericana canónica. En su lugar, las tenciones interétnicas, los amores prohibidos, la subversión religiosa, los personajes controversiales y los diversos conflictos están trazados y unidos por un Afro realismo que evoca esa particular herencia africana de la que Duncan habla. Estos elementos de ficción desarrollados en la obra de Delia, forman parte de una retórica muy diferente, que junto con el uso de un alto vocabulario de origen no hispánico -contenido por la misma autora en un glosario al final de su obra- son más que aspectos decorativos, son parte de una construcción estética afrorrealista esencial para la comunicación entre los personajes, pero también parte de un esfuerzo de la autora por acercar y establecer un dialogo más fluido con los lectores de su obra.
En términos lingüísticos, palabras como “almoneda, Ayaká,  Abanitzá, biotumbos, esquirfación, gungú, Jujus, Mocambero, Knéé y Shegúl” enuncian esa particular conexión con una lengua Afro ancestral; y con esto la reivindicación socio histórica de una identidad marginalizada, esa que en la obra, cobra vida para reposicionarse en un mundo agonizante, en un mundo que ha estado sucumbido ante la indiferencia al maltrato, la exclusión y la brutalidad. Esas palabras reclaman el dolor de la esclavitud pero también del olvido y reclaman la presencia de quienes han hecho visible esa indolencia que narradores y personajes describen a continuación:    
para que trajeras a Nicolás, te mostraron el error, te arrepentiste con la fría indiferencia de El Moro, frente al cuerpo desnudo e inerte de este Yunas Morgan tendido en el suelo, acunado por los brazos de Sorias... El Moro decretó tu sentencia, ¿RECUERDAS SUS PALABRAS, IGNACIO? Un conjuro como el tuyo, solo ha de ser pronunciado una vez, mi señor...…y desde ese día Morgan vive en mi cabeza, mi pelo, mis ojos y, todo de mí, que fue su propiedad por años y me dice las cosas que he de hacer...Hasta siempre, Ignacio...¾La finca estaba vacía de personas, pero los fantasmas permanecían próximos a pesar del fuego y de las moscas emanando del cuerpo de El Rojo
En un lejano sueño, la Cimona recordó los primeros años de cautiverio en esta tierra el verde se había comido para siempre los dorados contornos del palacio en Abisinia donde nació
y. Pensó en Agná, en su cuello dulce y amado y en la maravilla de aquella estatua que era idéntica en cada detalle a él, y en la humillación de ser vendida como una esclava más…” (231)
 Este pasaje es uno de los múltiples esfuerzos narrativos por restituir la voz afro por medio del uso de personajes como EL Moro, Yunas Morgan, Nicolas, Sorias quienes a su vez re-construyen una memoria simbólica Afrodescendiente. Por supuesto que esto es un acto discursivo y estético bien informado y comprometido con la diáspora africana. No hay elementos al azar. La narrativa es fruto de la indagación que como autora, McDonald ha desarrollado apropiándose también de una autocrítica intra étnica.
El juego de palabras es otra estrategia discusiva comprometida para dar voz a la memoria olvidada. El uso de la metáfora es quizás uno de los elementos más fuertes del estilo literario que caracteriza a esta obra. Veamos el título a modo de ejemplo. El termino cofradía es tradicionalmente de connotación católica la cual refiere a la unión de un grupo de personas con un mismo interés (usualmente se pretendía que fuera con propósitos piadosos). La autora se apropia de esta palabra resignificando el valor de unión entre un grupo cimarrón. “La cofradía cimarrona” podría entonces interpretarse como una metáfora de unión espiritual con los ancestros Afro y “el cantante cimarrón” como ese griot, historiador oral que se encarga de transmitir esa memoria de generación en generación. Resulta muy interesante, que la obra exalte precisamente esa oralidad como la forma central para contar, una metáfora más de la importancia de la tradición oral en la diáspora afrodescendiente.    
 En términos estéticos de estilo, la obra exige mucho del lector. Podría decirse que lo reta poniendo aprueba su pericia. Lo obliga a realizar una lectura diferente no solo por la temática rebelada atrás de personajes complejos, sino que también porque la voz que cada uno de ellos(as) ejerce en la obra está en constante movimiento; es una narración dinámica en donde la interversión, interrupción, aclaración y cuestionamiento entre personajes y narradores es marcada por un estilo de escritura diferente: a veces una letra más grande representa un personaje, otras una más pequeña, en algunos casos palabras en negrita o cursiva. Sin duda alguna, esta nueva forma de contar historia introduce una muy compleja elaboración de la narración que para algunos lectores podría gustar y para otros sería un reto áspero. Así, la obra demanda del lector una atención comprometida especialmente con un estilo poco tradicional. Para entender e interpretar la temática discursiva, hay que primeramente entender e interpretar su estilo y comprometerse con esa construcción estética.      
 En consecuencia, hoy, Delia incursiona en la subversión narrativa, con un estilo de escritura que abre el camino para un enfoque de lectura diferente al que demanda la literatura tradicional.  Sin duda alguna, esta obra forma parte de una generación de autores afro latinos diferente que irrumpe el estilo retórico canónico para transfórmalo en una osada forma de expresión literaria que, como ya es sabido en Delia, aborda el tema de la herencia afrodescendiente, pero hoy de una forma artísticamente muy compleja. Pero es en esa complejidad que narración, personajes, y estilo se vuelven metáfora de una cofradía.
Desde mi interpretación, esta obra por su estilo y temáticas, se caracteriza por tener una construcción collage y quilting a la vez, cada personaje y discurso como una pieza con su propia historia, patrón y lógica de estilo. Algo que a su vez logro asociar con una gran tela de araña, en donde múltiples voces y estilos estéticos se encuentran y desencuentran, se entretejen en hilos de conciencias étnicas símiles o diferentes entre sí pero que al final tratan de co-existir. Una gran tela de araña o quilt que entreteje esa memoria y herencia afro en el mundo contemporáneo y pos moderno de hoy.

Por Karla Araya Araya
2 de setiembre, 2018

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