Yo no sé mucho de literatura costarricense, y a lo mejor termine como empiezo: no me es fácil que me entren este tipo de textos, sin embargo, aquí voy:
PRECOZ, si se quiere, NEGRA NOCHE EN BLANCO,
es el primer objeto-palabra, eso es finalmente un libro, con que Abril, como el mes que marca el cambio
de vida en el calendario, Gordienko, entra
en el mundo literario costarricense, con palabra y mano de mujer; de paso con una clara
visión de mundo, y es que a escribir, decía Francisco Zúñiga, no se aprende
como ir a la escuela sino jugando…
Sobre el libro
Un escritor es una maquina pensante, siempre lo he dicho, y para él/la, la
correlación entre los sentidos y la inteligencia es muy alta en cualquier fase
del crecimiento de los individuos. En los niños y adolescentes, están
directamente implicados en la comprensión del medio, en la construcción de la
identidad personal y, por supuesto, en la creación: entonces digamos que una
novela, cualquiera que sea, siempre tiene dos tonos de memoria: la visual y la
biográfica que aquí, de la mano, conforman un texto más que sobrio, solo que escrito
desde el intuitivo mundo interior que las mujeres conocen bien, en que todos los sentidos; vista, olfato, tacto,
gusto, audición, están bien alineados con la mente consiente, el sexto sentido que es en todo caso, la que nos convierte en creadores porque no son simples receptores
de estímulos sino re-elaboraciones de todo cuanto nos rodea, y que podemos
desarrollar más allá de lo que vemos porque ningún sentido es mecánico: nacen por y para algo y tratan de formular el sentido de los acontecimientos, de los
conflictos que vivimos, plasmando lo que vivimos sin distancias ni rupturas…
Pero para plasmar esas concreciones necesitamos lo que denominamos herramientas de creación y, eso –de nuevo Zúñiga- no se encuentra en un libro (b/m) hasta el
momento en que tengamos las herramientas necesarias para retro-alimentar los elementos: de todos
los libros que he leído esta temporada para La Coleccionista de Espejos, este
me llamó la atención por su lienzo de color: en blanco y negro, como el
ajedrez, las páginas se desdoblan con un silencio agradable y consecuente, que
tienen casi todos los buenos libros…bueno, eso era lo que decía Francisco
Zúñiga, pero para mí, que dejé de leer literatura de Autores Costarricenses de la nueva época por ciertos
incidentes, este texto representó un reto que no esperaba, y que me dejó
agradablemente sorprendida, máxime porque había perdido la fe en lo que tenían que decir ciertos autora/es
costarricenses…
Ello, la sorpresa, se debe a que con Zúñiga aprendí que los sentidos despiertan
con el llamado correcto, y en eso, Ricardo Martín hizo un muy buen trabajo de taller con ella:
el texto es la creación de posibilidades personales inéditas, que pudieron afinarse
más…
Es una obra que no descuida el continuismo: cada detalle, es como el
ajedrez y recordemos que en ese juego, uno no se mueve sin propósito determinado,
o sin saber hacia dónde nos dirigimos o, porque se está en ese lugar, y en este caso se mueven además los personajes con un delicado trazo psicológico que desglosa un mundo que, no identifico como
necesariamente patriarcal sino como algo que todos hemos vivido…
Sobre el libro
El libro se adapta, o más bien es un
rompecabezas, ordenado y unido por algún tipo
de asociación que por concatenación, deducción o conclusión psicológica cuadra
y une las piezas o fragmentos de la obra y vida de un personaje extraño a sí mismo, que un día
cualquiera; porque el pasado siempre no señala sin importar qué, y casi siempre
lo hace cuando menos estemos preparados, irrumpe desde su propia visión y
memoria, que pasando de ser prepotente, malhumorado, tirano y maniático, ve que solo es un
hilacho que frente al espejo de la muerte se vuelve un ser humano común y corriente, solo pedazos
quedan de una vida vivida más que nada desde el punto de vista de la violencia
de género, en la que, pese a ser el agresor, siempre se es la víctima; justificando
la agresión como un tipo de defensa, es decir que existe una ficción entre lo
escrito y lo que se lee…
Prudente, metódicamente elaborado, la autora
encara sus propias dudas de forma soslayada, denunciando de forma concreta que
ese quien llamamos en la sociedad anterior a la nuestra el proveedor, con su esposa andamio, y el bigote quebrado por su ceño fruncido a
punta de su propia furia interior, que no sabe querer, no pasa de ser aquello que olvidamos fácilmente
para que no nos haga más daño…
Sobre el libro…
Me limito
a ser lectora. Ella a ser escritora.
Por tanto, mi crítica es eso, una lectura que tiene claro que Ricardo Martín y Francisco Zúñiga decían lo mismo: ningún escritor debe tener un Lector amigo, y menos un crítico amigo, y el buen escritor sabiendo eso, por su casa empieza.
Otra cosa que se ha de tener presente es el ritmo interno, que aparece casi sin que nos demos cuenta, un vals que en los no pocos momentos generalmente dolorosos, agobiantes, u oscuras como una película subexpuesta, ilumina las maneras precisas en que los individuos adquieren de repente un vago conocimiento, cierta felicidad, que parece devenir de la caída de una especie de barrera entre la vida y quien la vive. Se trata de una suerte de anulación, aunque sea parcial, del yo, que evoca la que se produce según las filosofías orientales en el momento de la iluminación.
Salvando las distancias, también recuerda al noumeno de Kant, aunque en este caso el fenómeno no está asociado a un pasaje por los sentidos sino más bien por el pensamiento.
Por tanto, mi crítica es eso, una lectura que tiene claro que Ricardo Martín y Francisco Zúñiga decían lo mismo: ningún escritor debe tener un Lector amigo, y menos un crítico amigo, y el buen escritor sabiendo eso, por su casa empieza.
Otra cosa que se ha de tener presente es el ritmo interno, que aparece casi sin que nos demos cuenta, un vals que en los no pocos momentos generalmente dolorosos, agobiantes, u oscuras como una película subexpuesta, ilumina las maneras precisas en que los individuos adquieren de repente un vago conocimiento, cierta felicidad, que parece devenir de la caída de una especie de barrera entre la vida y quien la vive. Se trata de una suerte de anulación, aunque sea parcial, del yo, que evoca la que se produce según las filosofías orientales en el momento de la iluminación.
Salvando las distancias, también recuerda al noumeno de Kant, aunque en este caso el fenómeno no está asociado a un pasaje por los sentidos sino más bien por el pensamiento.
Todo lo que tendría
que decirse está dicho…
A mí, porque siempre me han dicho que no sé de literatura, sobre todo costarricense, no me es fácil que
me entren este tipo de textos, ya lo dije al inicio pero creo que tiene buenas bases para cosas
mayores y mejores.
Mi recomendación para
la autora seria que cuide un poco más la economía de lenguaje, y un poco más de la edición, el libro termina mucho antes pero existen cosas
que no se explican: se entienden con una mirada; porque es ineludiblemente
cierto que muchos son los llamados y pocos los escogidos…
Dlia McDonald Woolery
Escritora y poeta afro/costarricenseCO Taller Literario Don Chico y Asociación Café Cultural Francisco Zúñiga D
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