Hace tiempo en La Coleccionista de Espejos, estamos ejerciendo presión para que Dell, nuestro fantasma visible, publique su novela La Cofradía Cimarrona, pero ya no más: A riesgo de amanecer almacenados en algún rincón de la memoria temporal de respuesta de nuestra amiga, y nos castigue con el frío ácido de su silencio Y SI ES MUY CAPAZ, de paso para que sepa que ella tendrá los originales pero nosotros partes que nos gustan mucho...
y. Antes de seguir, mi señor, primero es necesario descifrar el Motuola del Abanitzá de vuestro pasado...¾¿Es necesario?... Nadie ve al El Eleoshum si no ve primero a La Cirinea…¾Le temo a la soledad... Sólo y en soledad no son lo mismo, mi señor...¾¿Es necesario?... Mi señor, ha empuñado el agua de su muerte demasiadas veces sin entender qué es...¾¿Es necesario?... ¿Me preguntáis sabiendo que vuestro fin se deshace por la misma soledad de aquel que es dueña de vuestra perrumbre? ¾Los perros tienen otro tipo y forma de reclamar amor; sus pulgas son el giroscopio de lo que fui, ¿dolerá?... El dolor es casi siempre una mancha de agua en una pared que al secarse dice qué fue y cuál su daño…¾Si son agujas y telas de lo que hablamos, ¿de qué está hecho el Abanitzá? Pensáis como hombre de vuestro tiempo, ¿Habéis escuchado del amor?...¾¿Qué tiene que ver en todo?... Principio y final…¾Entonces dime... Debeis recordar que la luz tiene un corazón sagrado y que quienes la cosechan construyen un marco de vida conocido como Abanitzá: un campo tan solo segado por las que nadie mira de más que, uniendo cada hebra del Eleap creado por La Cirinea forman todos los tipos de la vida...¾¿Existen tantos tipos de amor?... Sí mi señor; existe un amor que damos porque queremos y un amor que no damos porque queremos. Amores de cristal, que se rompen al mirarse de cerca, y uno de colores. Un amor de amor que quiere y otro que nadie puede identificar ni entender, un amor de enamorado que siempre está enamorado de las mismas cosas de las que siempre ha estado enamorado, no ve ni sabe nada de lo que hay a su alrededor y un amor que es verde como una aceituna arrugada y verde, como un guisante, una naranja, el bosque al oscurecer, al medio día, temprano en la mañana como la noche. Verde, pero no hay un verde que sepa de verdes como lo sabe el verde del amor que se espera llegue alguna vez...¾Se llamaba Pedro... Y hay un amor que sabe de caminos y de humedales que es feliz cuando se tiene poco, nada o mucho, como cuando venimos de jugar y nada nos preocupa; amor que se bebe con leche o limón para darle un gusto distinto al agua que siempre bebemos mirándonos las manos sin recordar las palabras que se quieren decir, bronce, aromático, té de hierbas y castañas, bebiéndose con la claridad de una mirada angustiosa y breve, como cuando comemos cosas que nos hacen daño y no hay más remedio que soportar las consecuencias...¾Es lo primero que aprendemos de la vida... Sí, mi señor, un amor que es como el arco iris: múltiple y sensual, que es triste y se sienta a mirar pasar el tiempo sin hacer nada más que despertar con un deber, un hacer algo y nos obliga a seguir, a hacer exactamente lo necesario para sobrevivir, sobregirar y permanecer, perfectamente solos pese a estar inundados de personas alrededor. Y uno que te desconcierta porque lo sabe todo: dónde ir, poner la cara, qué hacer, qué no decir porque nos ha enseñado sin hablar siquiera que esa es su medida, y sin embargo…¾Nunca podemos pronunciarlo cuando le necesitamos... Un amor que es distinto al ayer y por eso amargo-dulce-café-frío, como el amor de los encerrados en su propia verdad: hay un amor de noche y otro nocturno, palabras iguales que no necesariamente son lo mismo porque como los caminos que hayan los fugitivos, los amores secretos que se esconden entre las piernas son como el trovador que grita en silencio la palabra que se detiene justo en el momento de decir algo inadecuado, y cuando flota entre nosotros la ausencia es la daga que nos atraviesa aun peor que el silencio...¾¡Duele recordarlo! Solo pasa sin cambios ni colores... Si, mi señor, un amor que es rosa, rosa, como la rosa más rosa de todas las rosas rosa. Rosa como el ojo redondo y rosa de un conejo, una copa de vino con dos cuerpos distintos. Rosa como la piel que se despega por debajo de la piel que la forma de nuevo en piel, como la voz que llora por alguien que sufre sin que otros lo sepan... —¿Esos son los hilos de las que cosen el destino del hombre?… Texturas que solo depende de la forma en que las usen las Neguies conocen, pues hay un amor que es rojo, rojo, como el rojo gotear de la sangre fluyendo a borbotones por la esquina por donde acaban de despedirse dos. Rojo, como la memoria donde se queda el que llora por el abandono sin explicaciones del amado. Rojo como la cruz pendiendo en alto de lo que sabemos aunque miremos a otro lado. Rojo, como las que suelen quedarse a orillas de una luz tenue en busca la forma de pasar la noche. Rojo, color de resentimiento, del odio que impulsa a estar de tan mal humor como el cristal, transparente y frágil de unos ojos que lo ven todo desde la ventana abierta, frágil cristal que cuando se rompe NUNCA vuelve a la misma forma, ni recuerda lo mismo, Rojo…¾Ludovina, no más...Es como rasgar un trozo de piel con la uña de una pala… No puedo detener el deshilar de lo que pedisteis, y no hay nada tan rojo como llorar por amores idos porque hay un amor que es gris, gris, como la luz que te robas al caminar. Gris y opaco como la mano que no deja que veas más allá, como las cenizas del cigarro que vuelven cada día después de ser consumido, o después de que te has ido, gris, piedra, lacerante golpe que te abre el pecho y la cabeza con la misma facilidad de una uva a la que puedes matar más veces con el solo impulso de la mirada, esos amores lo tienen quienes todo lo compran y existen amores que no son cuestión de dinero, por eso no conocen la felicidad…¾¿Cómo el Rojo y yo?... Vos sabéis todo al respecto, mi señor... HAY amores que nadie entiende, y esos son los letales, porque son una sensación que espera sin curvas a que la despierten, se mueve, inconstante, va y viene, sentado siempre en el mismo sitio, a la misma hora, esperando a que regrese el ausente que no entiende que el amor es libertad y, un amor que es profundo río caudaloso que sin embargo tiene un playón donde se reúnen los amantes que sabemos duermen juntos, pero como nunca se ven al despertar se han ido sin dejar siquiera el recuerdo de su huella entre las piernas. Un amor que nunca ha estado solo, y que nunca ha tenido oportunidad de decir que se está sintiendo de un color que nos une...—¿De qué color, Ludovina?... De cualquier color, mi señor, esos amores son un iris-arco que no es solo de mujer, de hombre; de persona, de nada, nadie, sino de ser humano solo que no son lo mismo que soledad, pues hay también un amor que es de la mujer con sus hijos, del padre con los suyos o, los hijos con sus padres y uno que es esclavo de su propio destino y palabra. Un amor de gato, de perro, de conejo, de caballo, uno que siempre está perdido y duele como la cicatriz que llevamos en la espalda, y sabe a astillas de canela deshaciéndose lentamente en la boca, huele a café, a té, a fresa, a pan recién hecho, a una tentación que va más allá del dolor. Un amor que es tierno-comprensivo-cariño entregando todo lo que tiene porque no es genital, sino un compromiso de gente que se conoce desde siempre y que como la canela, turnando siempre en la boca el aroma de un beso diferente cada vez que respiramos, nos da vida. Un amor de uno que ama lo que hace y por lo ama resiste cada golpe sin templar nunca una lágrima y, no se detiene a pensar que los demás tienen otra mejor suerte y forma de amar, porque simplemente es y no le falta ni le sobra nada...—Dices Ludovina ¿que existe un amor de persona a la que se ama y es amada, dolor y cura, luz y sombra a la vez?... —Sí. Un amor que es de colores y sin sombras, que reúne todas las ies en un solo punto: interracial, interhumano, interior, itónico, ísmico, y uno que es puramente sexual, reproductivo, satisfactorio-gozoso amor que cobija a otro que nos abraza y que en caso de necesidad no rompe el agua...—¿Duelen, esos?... —Sí, Ignacio, duelen... No quiero más… Hay un amor blanco como las nubes, el cielo al amanecer, noche con luna. Blanco como la manta de compras menudas, la esquirfación de la iglesia donde rezan los fieles devotos, blanco delantal de montañas azules pero la llamada del adiós, nunca es blanca y no hay nada que sepa a blanco como el blanco mismo Azul de la memoria. Azul, amorazul, azul, que no es el color de la melancolía sino del recuerdo, como el fondo donde pintamos la historia que nunca concluye porque siempre recordaremos que la distancia que hay de mis dedos a tus ojos, y no hay ninguna bebida que tenga un sabor tan azul, textura azul, intención azul, todo azul, como la libertad... Y hay un amor que es lila, lila como la flor y Lila, la esclava que comparte mi desgracia. Lila, que no es lo mismo que ser morado sino lila, incapaz de hacer más mal que el de llevarte a la tristeza que es triste por sí misma, y un color que gusta mucho porque es el único color que nos hace sentir inmiscible con las lágrimas: ¿Quién sabe que lloramos o estamos tristes, cuando nos vestimos de lila?... No hay un color tan sedoso y lila como el lila trocando en amarillo sol, tibio y hacendoso sobre la piel del recuerdo de la traición, pálida y asustada de madrugadas en que despertamos llorando porque nadie nos escucha, nos comprende, no somos adictos a nada que nos haga olvidar o nos ayude a morir lentamente mientras oímos hablar los silencios y no hay abrazos para celebrar el día, solo el susurro de la pared reclamando tanto fulgor brillante y amarillo de sol-edad. No hay un color tan amarillo como el amarillo ni tan traidor, ni tan dulce ni tan llamativo. Toda traición es amarilla como la ira del amor, violenta pasión que no puede ser otra cosa que morado, morado que no es lo mismo que estar demorado porque faltan cinco minutos para cualquier cosa que; planea, escamotea, se esconde y pone en {des}orden lo que siempre estuvo en desorden; persistente, acosador, constante, codicioso, malvado, no te escucha, amenazador, no te deja huir, hace que te escondas porque quiere el control, calculadoramente ni tan vilmente morado como el morado, y sin embargo, se es feliz, porque no sabes de dónde llega, a dónde va, qué hace sin ti pero vive por ti y tú por él; no te juzga, te conoce, te comparte, ayuda a seguir; no quiere que seas otra cosa de lo que tú ya eres porque ese amor es anaranjado, anaranjado, como la luz de un día bonito escuchándote, no es efímero ni viene de la belleza; porque es un color que no es rojo ni amarillo, sino anaranjado como la felicidad, un catalejo que te ayuda a ver cerca lo que está lejos y sin embargo, queda rezagada en un rincón, solitaria memoria de una esquina olvidando que el otro nunca entendió quien eras tú, y no te quiso de otra manera que no fuera el oscuro sueño olvidado de un color que no existe; no es nada y solo pueden verlo quienes tienen fe en él: ese amor es el que todos necesitamos porque nos da libertad; no se vende, no se compra, amor de carreta, de caravanas, de dos bailando una melodía que solo ellos escuchan, de dos que miran al sur,
bajo la lluvia
y nada más importa, nada…
Nosotros primero: Anne, Kat, Syl y Migue...
Nota: Como ya la conocemos le pusimos un inactivador para que no pueda borrar la entrada...
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