lunes, 19 de septiembre de 2011

Sylvia Plath

Y aquí vienes tú, con una taza de té
en guirnaldas de vapor.
Pero la poesía es un jet de sangre,
no hay manera de pararla.
Me acercas dos niños, dos rosas.
Bondad  (fragmento)



Morir
es un arte, como todo.
Yo lo hago excepcionalmente bien.
Tan bien, que parece un infierno.
Tan bien, que parece de veras.
Supongo que cabría hablar de vocación.


Sylvia Plath

I’m inside of someone who hates me…
Amiri Baraka

Existen quienes son el signo de la desgracia y la desgracia es su sello… son aquellos que con  frecuencia desconocen que la vida se parece al suspiro del viento sobre el acantilado, y que aquello que nos impulsa a vivir bien puede ser un deseo angustiante por simplemente salir del paso…

A veces me pregunto si no será que cuando pensamos que vivimos en verdad lo hacemos, o simplemente es un sueño atrapado dentro de una mota de polvo, cuya partenogénesis nos hace vivir las cosas distintas cada vez que pensamos en ello…

Dentro de poco, una de las principales editoriales mundiales sacará al mercado una edición novelada sobre Las cartas, que Ted Hughes  escribió en referencia a  la vida y muerte de una de las grandes escritoras del mundo conocido quien también fuera su esposa, Sylvia Plath, una de las escritoras de mayor importancia para la literatura escrita por mujeres, y en especial de la poesía de tipo confesional…

  Para seres como ellas, Pizarnick, Storni, Mistral, Wolf, Emily Dickinson, todas morirían de blanco porque entran al sermón gris de la depresión, porque al final llega un momento en que solo tememos a la esperanza de la muerte hasta que ella nos abandona…

Aunque no se conocieran físicamente, esta autora probablemente fue decisiva para lo confesional de la obra de Naranjo, Odio, Urbano, y Oreamuno, aunque sepamos que murieron de enfermedad del cuerpo cuando su don, la poesía, finalmente  cerró los ojos ante ellas para ser uno más de los que no escucha su brillante y escandalosa soledad, soledad que como un nombre que entre otros conforma por su solo presencia gran parte del mosaico de lo que tuvieron por decir, pues es siempre mucho lo que quedó por fuera, sin decir… (Lo que sigue lo dejo al libre albedrio de quien lea), por ninguna otra cosa nos abandonaron, la diferencia es solo Naranjo, tan pronto sin seguir luchando para no seguir oyendo sus voces: siempre es mejor lo que uno conoce y acepta como propio y eso es lo que nos inquieta… este es parte de mi trabajo final de clases,  y no pretende ser en ningún momento más que una apreciación externa, soy un simple lector… Moisés Aguilar Costa


Sylvia Plath, Jamaica Plain, típico barrio de inmigrantes intelectuales y artísticos de Boston que aun hoy arrumban con menos éxito su mundo cultural, nació el 27 de octubre, 1932; siendo hija de Otto Plath (pese a ello también suicida), un brillante entomólogo y profesor universitario y de Aurelia Schobert… nunca se menciona el nombre de la madre que quizá no fue de gran relevancia más que para dejarle un principio de ausencia que a la edad de ocho años, publicaría poco antes de la muerte del padre su primer libro de poemas.  Desde entonces hasta que llegó a la universidad Smith College, y puso en práctica su primer intento de suicidio, siguió publicando con relativo éxito: después de su reclusión en el Mc Lean hospital, en 1955 se graduó con honores como filóloga y Crítica Literaria: más o menos ocho años después, a los treinta y un años, madre de dos, en medio de una crisis y en proceso de divorcio, la encontraron arrodillada frente al horno de su cocina con largo trago de gas entre los labios...

 Eso fue en Primrowe Hill, Londres, 11 de febrero, 1963, mientras los niños dormían…
Plath, referencia obligada de la poesía confesional, etiquetada, en lo personal como una de las ausentes siempre necesarias, porque siempre hará falta lo que dejaron por hacer es una  la primera fue Anne Sexton, cuya vida terminó como una campanada a la orilla del camino del mar;  esencialmente conocida como poeta, aunque también es autora de obras en prosa, como una novela semi-autobiográfica, La campana de cristal que por alguna extraña rebelión marital fue publicada bajo el pseudónimo de Victoria Lucas,  y de  relatos y ensayos de la que deberían hablar y leer las escritoras estudiosas de literatura de mujeres, por ser una de las principales cultivadoras del género de la poesía confesional (Sexton era la otra), iniciada por Robert Lowell y W.D. Snodgrass; ambos grandes poetas del pasado aunque sin el  genio de Sexton y mucho menos de Plath.

Ahora, tras el suicidio de Nicolas Hughes Plath ocurrida en el 2000, se sabe que probablemente ella, era bipolar, signo de su genio…

Poseedora de una de las primeras becas Fulbrigh entregadas a mujeres; trabajó en Cambridge, donde continúo escribiendo poesía y publicando ocasionalmente en el periódico universitario Varsity, aún después de que por descargo del destino, en aquella universidad conociera al poeta inglés Ted Hughes, con los años autor de literatura infantil de notable éxito, con quien se casa en 1956, yéndose a  vivir a Boston donde formó parte del grupo seminario de Robert Lowell, y de los seminarios impartidos por Anne Sexton. Tiempos maravillosos de la pareja, porque conocieron a W.S. Merwin, autor de Green Fields; uno de los poetas americanos más reconocidos y profundo admirador de la obra de Plath.   Un año después, con ocasión del nacimiento de su primogénito,  Nicolás, Plath y Hughes se trasladan a Inglaterra, lugar donde descansan sus restos.

Después de asentarse en  North Tawton, Devon, publica EL COLOSO, 1960; comienza la caída... menos de dos años después del nacimiento de su segunda hija, Frieda, se separaron por la conjura al parecer creada por Olwyn Hughes, dicen algunos; pues es un hecho que en ciertas familias  el poder de algunas mujeres es francamente inmanejable, hermana del poeta quién no gustaba de “esa yanky” para formar parte de la familia…

   Lo cierto es que Assia Wewill;  una mujer con cierta sofisticación hija de judíos de herencia alemana, separó a Plath y Hudges, pero tampoco logró retenerlo mucho tiempo más: siete años después de lo de Plath, agobiada por la indiferencia de Hughes, después de una riña entre  ellos, al anochecer, Assia llevó a Shura, hija de ambos a una cama a la cocina, acostó en ella a la niña de cuatro años y después de tomar un combinado de alcohol y pastillas de dormir, encendió el gas del horno. Y se tumbó en el colchón junto a la pequeña. La au pair descubrió a la mañana siguiente sus cadáveres. En una mesa estaban dos cartas dirigidas al padre y a Ted Hughes, era el 26 de marzo de 1969. Otros dicen que todo fue un plan del laureado actor; sobre todo por su actitud…

    Tras retornar  a Londres con Frieda y Nicholas, después de una agria discusión con su todavía entonces esposo alquiló el piso en que paradójicamente vivió y murió W.B. Yatres, otro de los modernistas conocidos, en el invierno y año nuevo de 1962-p1963, enferma, sin recursos emocionales ni económicos se asomó una vez más al espejo de las voces y esta vez escuchó de cerca el consejo de la ausencia.  Hasta después del suicidio de Nicolás, su hijo, se supo que padecía de Bipolaridad, enfermedad de la que no se sabía mucho por aquel tiempo y no simplemente el hecho de no haber superado la muerte del padre a una edad tan temprana.

A su muerte, su viudo, Ted Hughes, del mismo parecer que lo hizo en vida rigió con absoluta tiranía sobre los derechos de autor: encargándose en cuerpo y alma de sus manuscritos y de paso destruyó el último volumen del diario de Plath, que trataba del tiempo que pasaron juntos. Cosa que no sirvió de mucho,  en 1982, Plath fue la primera poeta en ganar un  Premio Pulitzer póstumo Por Poemas Completos.

  Los primeros poemas de Plath recopilados en  El Coloso, han sido a menudo descritos como convencionales y carentes del drama de sus obras posteriores; porque siempre se vio influenciada por el trabajo de Hughes, como la propia poetisa admite, en sus diarios de vida.  Vivió siempre a la propia de su amado intentando siempre explorar la animalidad y salvajismo que distinguen la obra de Hughes.  De hecho, Panther,  poema que fue escrito poco tiempo después de conocer a Hughes, y está dedicado a él, revela mucho de ese paso por el altar personal de referencia al talento de Hughes, a pesar de esto sus obras son genuinas y las similitudes entre ambos poetas son mínimas. Debemos recordar también que toda creación artística cuenta con influencias visibles, en ocasiones incluso explícitas, y la presencia de éstas no determina o niega la originalidad de una obra de arte.

   Con Ariel, rompe con lo que hasta entonces escribía y pasa a una más confesional, hace de paso un gran impacto sobre algunos lectores: muestran un sus francas descripciones del descenso hacia la locura. A partir de ahí su obra ha sido asociado con Sexton, pues ambas sufrieron de enfermedades mentales y se suicidaron, tras relaciones convulsas que no pudieron manejar de ninguna otra forma.

    La publicación casi completa (excluyendo los ejemplares destruidos) de sus diarios de vida, tras la muerte de Hughes en 1998, sirven ahora para aclarar muchos puntos de especulación, y para dirigir el interés de los lectores hacia una comprensión más profunda del método y la sensibilidad en el genio creativo de Plath.


Bibliografía

Poesía:

  • El Coloso, 1960
  • Ariel, 1965
  • Cruzando el agua, sin fecha
Prosa

  • La campana de cristal. 1963
  • Cartas  a casa, 1975. Editadas por
  • Bajo el seudónimo de Victoria Lucas, La campana, 1963
  • Johnny Panic y la biblia de sueños, 1977
  • Los diarios de Sylvia Plath, varios desaparecidos o perdidos, al parecer Hughes
  • El espejo mágico, tesis para Smith College, 1989
  • Los diarios sin escribir de Sylvia Plath, 2000

Obras infantiles:
  • El libro rojo, 1976
  • Entonces no importa, 1996
  • Historias re-contadas para niños, 2001
  • La cocina del señor Cherry, 2005

 
Para La Coleccionista de Espejos:
Moíses Aguilar Costa con asistencia de Ariel Aguilar C

2 comentarios:

la coleccionista dijo...

Estos dos!!!

Fat

la coleccionista dijo...

Gaby P., necesito ayuda me sigue fallando la cosa esta!!!Llámame

Dell

Lo que trajo la marea...

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