domingo, 12 de junio de 2011

La Letra escarlata

Carmen Martín Gaite, una de las figuras más importantes y representativas de la narrativa femenina española, nació en Salamanca el 8 de diciembre de 1925 y allí se licenció en Filosofía y Letras, recibiendo el Premio Extraordinario de fin de carrera.

En 1950 se trasladó a Madrid, donde su amigo Ignacio Aldecoa, conocido durante su etapa universitaria en Salamanca, la introdujo en su círculo literario, en el que conoció a escritores de la talla de Alfonso Sastre, Josefina Rodríguez, Medardo Fraile, Juan Benet, Jesús Fernández Santos y Rafael Sánchez Ferlosio, que se convertirá en su marido por un breve período de tiempo y será el padre de su única hija, Marta, fallecida antes que la madre, marcando los últimos años de la vida y la obra de la escritora.

Junto con estos jóvenes y otros no mencionados, reunidos en torno a la “Revista Española” y admiradores del realismo italiano mediosecular, formará la conocida Generación del 55, Generación del medio siglo, o Generación de la Posguerra, caracterizada por la preferencia del género de novela realista en la que se mezclan el análisis introspectivo con la crítica social, comprometida con los desvalidos y con la fiel exposición de la problemática de la sociedad que les circundaba. En el caso de Carmen Martín Gaite, sus obras han destacado también por la especial atención que prestan a los problemas e inquietudes de la mujer, atención que será siempre muy admirada y analizada por numerosos estudiosos de todo el mundo, así como por la crítica feminista, que en un principio no la había acogido con buenos ojos por su “extraña” manera de defender a la mujer desde su diversidad con respecto al sexo masculino y no desde la igualdad, por la que tanto estaban luchando las pioneras feministas.

En 1972, tras una larga pausa universitaria, concluirá sus estudios de doctorado con la tesis Lenguaje y estilo amorosos en los textos del siglo XVIII español, dirigida por Alonso Zamora Vicente, y con la que obtendrá el Premio Extraordinario de Doctorado. Dicho trabajo será posteriormente publicado por la editorial Anagrama en forma de ensayo con el título Usos amorosos del XVIII en España.

Aunque, como ella misma afirma, inició la práctica de la escritura a muy temprana edad y ya durante su época universitaria había colaborado en varias revistas como “Trabajos y Días”, en Salamanca, donde publicará sus primeros poemas, y “Revista Española”, en Madrid, en la que, en 1953, aparecerá su primer cuento: Un día de libertad, su trayectoria literaria propiamente dicha comenzará en 1954 con su obra El Balneario, con la que obtuvo el Premio Café Gijón, a la que le seguirán otras de renombre como El cuarto de atrás, Entre visillos, Retahílas o Nubosidad variable, así como una larga serie de cuentos para todas las edades como Caperucita en Manhattan y La reina de las nieves.

Además de escribir novelas y cuentos, dará cierto espacio a las composiciones poéticas, que recitará, incluso, en actos públicos, y que serán recogidas, fundamentalmente, en los volúmenes A rachas, publicado en 1976, y Después de todo: poesía a rachas, publicado en 1993; asimismo escribe dos obras de teatro: el monólogo A palo seco, en 1957, y La hermana pequeña, en 1959, ambas puestas en escena en diferentes ocasiones y teatros de España; y preparará algunos guiones de cine y televisión, entre los que destacan los de las series televisivas Santa Teresa de Jesús, en 1982, y Celia, en 1989, basada en los cuentos de la escritora Elena Fortún.

Destaca por haber sido la primera mujer ganadora del Premio Nacional de Literatura con su obra El cuarto de atrás, en 1978, y por los innumerables galardones y reconocimientos que recibirá durante toda su carrera, tanto en España como en ámbito internacional, entre ellos el Premio Nadal, el Café Gijón, el Príncipe de Asturias y el Premio Nacional de las Letras por el conjunto de su obra.

Su prolífera actividad también se extiende en el ámbito periodístico, pues colaboró en diversos periódicos de renombre como “Diario 16”, “ABC”, y “Blanco y Negro”, entre otros. Asimismo, escribió diversos libros de ensayo y de investigación histórica, que obtuvieron un gran éxito de crítica y de público, preparó un buen número de ediciones críticas de autores españoles y extranjeros, y tradujo a importantes autores italianos, como Natalia Ginzburg, Ignazio Silone, Italo Svevo y Primo Levi, franceses, como Flaubert, a las prestigiosas inglesas Virginia Woolf y Emily Brontë, y a otros como William Carlos Williams, Fernando Pesoa y Eça de Queiroz, contribuyendo a la difusión de éstos y de sus culturas en España.

Intervino, además, en diversos jurados literarios y realizó un gran número de conferencias, seminarios y cursos en diferentes instituciones de España y del extranjero.

Pese a las varias tentativas de la Real Academia para que entrara a formar parte de dicha institución, precisamente por su intensa actividad y los muchos reconocimientos por parte de la crítica con los que la escritora salmantina contaba, ésta siempre declinó tal ofrecimiento, a pesar de su gran pasión por las letras.

En cuanto a su proyección internacional, cabe señalar que ha sido una de las escritoras españolas contemporáneas más estudiadas y leídas en el mundo, especialmente en Estados Unidos, Alemania, Italia y Francia, lugares donde la obra y la figura de Martín Gaite han sido siempre acogidas con gran expectación. Muchas son las traducciones que de sus obras se han hecho, así como numerosos estudios críticos, reseñas, apariciones en revistas especializadas, e, incluso, tesis y trabajos de fin de carrera. Fruto de esta acogida internacional fueron sus frecuentes viajes por muchos países del mundo para presentar sus obras, dar conferencias o seminarios, conceder entrevistas..., y en todos ellos cultivó un gran número de amistades.

Por lo que se refiere a las temáticas recurrentes en sus obras destacan la soledad y la incomunicación en las que el ser humano está sumido y la consiguiente búsqueda de un interlocutor ideal que colme el individualismo; la incomprensión y la indiferencia como motores de la vida familiar y, a raíz de ella, del resto de las relaciones sociales; las desigualdades e injusticias sociales, sobre todo hacia la condición femenina; el reflejo de las más variadas pasiones humanas; la falta de valores; el debate entre la realidad y el sueño, entre el realismo y la fantasía, entre el espacio y el tiempo; la importancia de la memoria, del regreso espiritual a las vivencias pasadas en busca de la propia identidad; el recurso a la literatura, a la intertextualidad, para expresar las experiencias narradas; la capacidad para hacer trascender en múltiples interpretaciones una situación inicial aparentemente banal; la reconstrucción de la realidad a través de diferentes puntos de vista, y el recurso a la técnica de la fragmentariedad.

Relevante es, asimismo, su interés por mostrar realidades y vivencias en las que cualquier lector pudiera identificarse, lo cual se refleja de manera fehaciente en la expresión de sus obras. La habilidad de la escritora por lo que al lenguaje se refiere consiste en saber emplear todos los recursos lingüísticos y estilísticos necesarios para dar vida a sus novelas con plena naturalidad, como si nos estuviera hablando y como si sus personajes hablaran entre sí, a la vez que comunican con el lector. Y es, precisamente, esta habilidad inimitable, ese mundo lleno de vida plasmado a través de la palabra, junto con su temática realista, con los que el lector se siente identificado, la que ha hecho de Carmen Martín Gaite una de las escritoras españolas mejor acogidas por el público y por la crítica en España y en el extranjero.

Carmen Martín Gaite falleció en Madrid el 23 de julio de 2000, a la edad de 74 años, a causa de un cáncer diagnosticado pocos meses antes, concluyendo así su prolífera y, en muchos aspectos, inimitable trayectoria literaria, dejando un valioso legado que hace de ella una de las escritoras más importantes y representativas del siglo XX español.

Para La Colecccionista de espejos:  Gaby Sol

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