domingo, 24 de marzo de 2013

Todas las Voces que Canta el mar...


De Delia Mc Donald Woolery
Por: Mariamalia Sotela, marzo 2013

Tomar entre las manos “Todas las voces que canta el mar” es desprenderse de la ciudad, del tiempo, de cualquier atadura,  y vestirse de lino recién tejido para entrar en contacto con el olor de la arena y la sal, con los matices del mar, su espuma, sus secretos coralinos, y esa otra contraparte del mar que se esconde también en el cielo, en sus nubes de olas, sus celajes rojizos mandarina y sus lágrimas de un gris inmenso como el gris de la lluvia.

   Desde que conozco a Delia, hará poco más de 6 años, en una Feria del Libro que se afincó en La Sabana, y donde Delia, con otras compañeras, promovía entusiastamente la lectura y la venta de libros, siempre la he ubicado como una mujer-poesía; una mujer-proyecto; una mujer-crecimiento; una mujer promotora de su entorno y de sí misma; una mujer que convierte en posibilidades  las distancias y los límites.  Lectora incansable, siempre con un libro por compañero. Investigadora por naturaleza, y siempre buscando verdades tras las mamparas.

 Hoy estamos aquí para festejar su nuevo libro:

“Todas las voces que canta el mar”

 …y preguntarnos con ella:

“¿Podría volar con la mirada rota?...”

Hay una vivencia, una reflexión, que no podemos dejar de compartir después de habernos adentrado en ese mar y en esas voces: siendo el leitmotiv del poemario la espera, el desencuentro, la expectativa acerca de la presencia del amado, el laberinto, la ausencia… Y así,  aunque ella asevera…

   “…la cuenta de estos días me rompe las uñas…”
…la palabra de Delia está impregnada de un contentamiento lapidario que nos lleva de la mano por todo un recorrido con nostalgia de lejanías, con visiones vívidas, más allá de nuestro Caribe, visiones y remembranzas que hilan las ausencias de hoy con las ausencias ancestrales y míticas de otras latitudes.

“El susurro de las naves que parten

Es la mirada de los amantes estacionados bajo los

Fragmentos de sus caricias…”

Poema 9 del Canto 2, pag 67.- (leer)

Y manifestación de opuestos, en el Canto 14, pag.77

 Quiero y tengo que acercarme, abrir la puerta y entrar al Canto 13, para percibir en mi propia memoria la plenitud de una espera consciente, la completud que nace de una decisión en libertad, donde la ausencia no es carencia, sino motivo de pleamar, de sosiego, como nos cuenta Delia en este hermoso poema:
Canto 13, pág. 75.- (leer)

Y este círculo en el que nos adentramos, esta tramoya real, o más bien, este signo de infinito, nos deja intuir que, posiblemente, la amada se desliza buscando y entrecruzándose con la posibilidad del amado, en una danza sin fin, de encuentros y desencuentros, donde Ulises y Penélope cambian sus vestidos, su telar y sus barcos, para que la espera sea un develar placentero de los misterios del otro.

 Porque, de todas formas, ella la tejedora, la amada, la poeta, confiesa:

              “Debí haber sido marino en otra vida,

Me gusta demasiado el mar…

Se más,

Ulises, sé mas

Las lágrimas son un océano en los ojos”

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