A veces creo que esta niña es demasiado analítica, pero lo cierto es que tiene buen ojo para los artículos, los libros y temas de discusión interna del grupo de los críticos fantasmas como nos llamó este mismo señor, y en todo caso es su página y hace lo que le dé la gana (y lo digo entre dientes porque ella sabe bien como zarandearla a una, cho); así que con autorización Dlia Mc Donald W., A.KM
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Quien haya cursado educación primaria con la oportuna orientación pedagógica de maestras o maestros creativos y de alguna forma con inclinaciones artístico-literarias, será una persona a la que en algún momento, los aportes recibidos, se convertirán en los insumos necesarios para abrirse paso en alguna carrera artística..
No es necesario que el educador sea un experto en artes, literatura, música u otros. Sí es necesario que sea una persona sensible y de gusto por las artes y las letras. Que sea un lector consciente de que los favores que se reciben de la lectura son armas en su ayuda y que le beneficiarán en su trabajo.
El educador lector, podría convertirse en un subversivo necesario contra un sistema tradicional, conservador, desgastante y caduco. En buena hora que lo sea y dé ejemplo de revolucionario indispensable.
La lectura es la base en la que toda persona encuentra impulsos para su realización satisfactoria. Leer nos hace aprender y re-aprender, incluso nos lleva al acto del desaprendizaje, principalmente nos involucra con la duda, que es el momento más importante para aprender porque quien duda aprende. En esto de aprender muy bien lo dijo Paulo Freire: “El enseñar no existe sin aprender, y con esto quiero decir más de lo que diría si dijese que el acto de enseñar exige la existencia de quien enseña y de quien aprende”
Cierto que para enseñar se parte de lo aprendido y nadie enseña si no sofoca la curiosidad, la creatividad, el talento y los deseos. La lectura literaria nos induce a fogonear las neuronas necesarias, nos lleva por el reto y la cuestión. El educador que se cuestiona por razones del arte, es más que quien se cuestiona por actos políticos, o de otra índole que no signifiquen más que el mínimo esfuerzo.
Al niño o niña formada con la ayuda de docentes lectores y sensibles con la literatura u otras artes, queda a un chispazo del acelerador que le daría las direcciones necesarias para entrar en las etapas del disfrute y la producción artística de textos, música, y otras. Este chispazo, es muy personal porque se originará en el propio yo artístico cultivado en esas etapas de la formación.
El hogar y la escuela son imprescindibles. El hogar, como un enorme vientre acelerador hacia la metáfora de la vida; la escuela como el generoso catalizador que organiza, promueve, abre espacios de comunicación, rompe hielos y ofrece caminos.
Con qué dulzura se abriría el alma de María Isabel Carvajal en el momento de narrar cuentos a sus alumnos. Con qué entusiasmo se moverían las palabras en su boca. Con qué gestos acogedores, recibirían los infantes aquellas narraciones. Carmen Lyra (María Isabel Carvajal) que nos enseña desde siempre, nació para hacer feliz a sus semejantes, y hacernos conscientes de realidades socio-políticas.
Ella fue Maestra que disfrutó ser docente y escritora y que por disposición natural dio sus energías para construirse y construir vida, entusiasmo carisma, y demás en sus alumnos. También fue mujer de luchas sociales, de participación abierta con ideas fuertes, al extremo que fue exilada dado que al gobierno de turno no le convenía una Maestra como ella que hiciera sentir en sus conciudadanos la rebeldía social necesaria.
Qué decir de don Isaac Felipe Azofeifa, el Maestro por antonomasia, que en las aulas y con la poesía nos enseñó espacios incorruptibles. Suave y santa su voz legaba hondos sentimientos. En Áncora (setiembre 2009) Carlos Francisco Monge dice de él:
“ (…) Su labor docente en el campo de la enseñanza de la lengua y la literatura, le permitió clarificar y desarrollar en su prosa el análisis de las relaciones entre el lenguaje del poema y el lenguaje de la crítica; entre el universo de la creación y los territorios de la reflexión...”
Más adelante en este mismo texto Monge dice que: “Lejos de considerarlas excluyentes, su condición de profesor de castellano y su vocación de poeta, fueron complementarias para Azofeifa”
El siglo XX en Costa Rica fue un siglo de maestros y maestras escritores, que desde las aulas convirtieron la docencia en un apostolado y un espacio para la realización humana: Persona alma. Persona arte. Persona poesía. Persona saber.
Pues así fue: Docentes escritores que tanto disfrutaban de la literatura, como de la docencia. Ellos y ellas que nos heredan su ejemplo, tan desacatado en estos tiempos de cruda realidad neoliberal.
Si a la educación la administraran docentes y Maestros y no los políticos, los resultados serían diferentes. Quizás como los que se obtuvieron en los primeros cincuenta años del siglo pasado. Decimos nombres de Carlos Gagine, Roberto Brenes Mesén, Adela Ferrero, Joaquín García Monge, Carmen Lyra, Omar Dengo, Luisa González, Carlos Luis Sáenz, Emma Gamboa, Jorge Charpentier, Carlos Luis Altamirano, y qué decir de don Fernando Centeno Guell, que nos deja todo un legado de amor por la educación especial.
La lista de Maestros del siglo XX es larga. En en ese entonces con ser docente se pertenecía a una clase diferenciada, y si al lado se era escritor, poeta o novelista, pues ni qué decir porque ellos y ellas (Maestros y Maestras escritores/as) establecieron escuela y credibilidad nacional. Crearon espacios de la inspiración al trabajo, a la poesía, al cuento, la novela, textos que en los temarios de estudios fueron baluartes para formar y modelar conductas.
Otro singular Maestro, escritor y docente lo fue Arturo Agüero Chaves (1907-2001), poeta y lexicógrafo, autor del Romancero Tico. Don Arturo contribuye con sus estudios minuciosos. De él, Carlos Francisco Monge en Áncora de fecha antes citada, opina: “Empezó con la poesía, vivió con la docencia y culminó su obra con su gran pasión: la lingüística. No fue un crítico de literatura, sino un meticuloso observador de la variedad costarricense de su idioma.”
Como vemos, la literatura es una ayuda asombrosa a la docencia, un complemento que levanta el entusiasmo por el aprendizaje. ¿Quién no entiende a las plantas, y aprende de pétalos, de flores, de tallos, de amor y hermandad: cultivando una rosa blanca en junio como enero, para el amigo sincero que nos da su mano franca?
Posiblemente la guerra recibiría mayor rechazo humano, si de la boca de todos los maestros y maestras del mundo, al unísono cantaran este fragmento de uno de los poemas de Jorge Debravo:
Yo no quiero un cuchillo en manos de la patria.
Ni un cuchillo ni un rifle para nadie:
la tierra es para todos, como el aire.
La literatura le permite al educador contextualizar animadamente temas de una y otra asignatura, y así llevarlos al currículo como una alternativa para el aprendizaje duradero. ¿Quién iba a creer que los alumnos de Frank MacCourt, (autor del libro “El Profesor”) convertirían recetarios de comidas en partituras, canciones, cuentos y poemas? Él lo hizo porque la literatura le permitió ser un profesor decidido a los cambios y a las novedades y así dar el combate al aburrimiento en el aula, al bostezo como consideran algunos estudiantes costarricenses a sus centros educativos.
Los estudiantes tienen derecho a disfrutar del contenido de las lecciones. Tomemos en cuenta de nuevo a Paulo Freire que ya hemos citado que dice: “O nos adherimos al estudio como un deleite y lo asumimos como una necesidad o el estudio es una pura carga, y como tal, la abandonamos en la primera esquina.” (P.45)
En la simbiosis: educando educador, educador educándose conviene estar bien, porque en el aula y demás espacios formativos está el “combate.” Educar nunca ha de ser un vacío o un abstracto, sino realidades. La escuela, sitio donde pueden crecer las debilidades o se empinan las fortalezas. Es lugar para abrir puertas a las satisfacciones y negarse a las frustraciones.
La docencia, por definición, será siempre enemiga de la ignorancia. Para que se dé como tal, tiene que producir inspiración, dejar rayos de luz imperecedera, alistar vidas para la vida, donde el espíritu creativo decida los mejores resultados.
Préstamo Literario: Luis Enrique Arce N., autor
— Freire, Paulo. CARTAS A QUIEN PRETENDA ENSEÑAR. Siglo XXI, editores Argentina. 2003. P.28
—Monge, Carlos Fco. MUSAS Y MUSEOS LITERARIOS. Áncora, La Nación. Setiembre 2009.
— Froebel, Federico. LA EDUCACIÓN DEL HOMBRE. Ediciones de la Universidad de Chile, 1968. P.95.
—Neruda. Confieso que he vivido. Editorial Randon House. Barelona, 2008. P. 78
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