sábado, 22 de enero de 2011

De los Nombres del Negro

(Con el perdón de Fray Luis de León)
A Rebbeca Waterhouse
Por haber aceptado el reto


Al iniciar mi primer año de la secundaria, Tomás Guido, uno de mis profesores, me dijo: “Póngase de pie, levante la cabeza y con hidalguía y aplomo diga su nombre otra vez...Sí, continuó, porque después de todo, es de las pocas dádivas que se le otorga al ser humano al nacer; todo lo demás se gana, se paga con dinero, lágrimas esfuerzo y hasta sangre....”

Me sorprendió tan impresionante despliegue filosófico en torno a un asunto tan sencillo y cotidiano como es el nombre. Claro está que entonces desconocía la situación tan compleja que había entorno al nombre del negro, especialmente en la diáspora. Situación que se encuentra íntimamente ligada a las ansías de identidad del negro porque como dice Eulalia Bernard
“No puede ser idéntico a sí mismo quien desconoce su propia identidad..."


¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Hacia dónde me dirijo?
¿Acaso soy? ¿Cómo sé que soy? ¿Realmente existo? ¿Quién es el otro?
¿Cómo me llamo? ¿Por qué me llamo así?
En fin todo una cadena de interrogantes que
quizá no se aclaren nunca para nadie,
pero cuya discusión se hace de vital importancia.

El negro en Occidente carece tanto de nombre de pila como de apellidos: los que carga le son totalmente ajenos. No es de extrañar entonces, que nos pongan tantos sobrenombres y apodos, unos cuantos ejemplos: Negrito, Bembón, Cocorí, Congorí, Mi Negro, René, Macho, Blackie, Noche, Tizón, Zopiloto, Chombo, Clorito, Clorito White, Pardo, Prieto, etc.

Cuenta Bocker T. Washington que después de la Emancipación
en EE.UU., que aunque muchos negros acogieron los nombres impuestos
escogieron los africanos por razones de integración.
Proceso que de nuevo se da durante la lucha por los derechos civiles; y decidieron cambiar tanto sus nombre como su religión; porque decían que la cristiandad había sido cómplice en el proceso de esclavitud. Trocaron los nombres europeos (la marca del amo y su clasificación de negro) por nombres árabes y el Cristianismo por el Islam. Lo irónico de esta acción es que ni lo occidental, ni lo arábigo es de origen africano y además, la esclavización del negro fue en muchos casos colaboración entre europeos y árabes.

Lillia Ramos, insigne educadora costarricense,
insistía en señalar la influencia, tanto social como sicológica,
que ejerce el nombre sobre la persona que lo carga.
Ella misma cambio su nombre de pila original: Jacoba por Lilia.
Al europeo le interesaba que su esclavo africano perdiera todo nexo con el continente. Todo resabio del Africa negra causaba nerviosismo, miedo, sospecha. Obviamente querían reducir al mínimo posible, cualquier confrontación. Como consecuencia de lo anterior todo nacimiento acaecido en hacienda, plantación, casa de un caucásico llevaba el apellido del amo del lugar, claro está, acompañado de un nombre de pila cristiano, de algún santo, apóstol, profeta o héroe bíblico. Lo anterior explica por qué los negros, especialmente en la diáspora, cargamos con nombres tan peregrinos, en fin, totalmente ajenos a nosotros. A manera de ejemplo: un Pietro de Etiopía un Peter de Trinidad-Tobago o de Jamaica, un Petrus de Togo o de Tanzania, un Pieter de Curacao o de Surinam, una Petra, Petronila o Pedro de cualquiera de las naciones iberoamericanas, un Pierre de Haití o Senegal, de EE.UU. como apellidos Peterson o Peterkin o Perkins. Todo esto en lugar de Abímbola, Lumumba, Kruma, Dibango, Soyinka, Chinua, Kenyata que sería lo pertinente.


El poeta panameño C. Cubena exclama con pesar:
¡Qué desgracia!
Ashati soy,
y me dicen Carlos



El cubano Nicolás Guillen, en uno de sus textos, hace conjeturas de cómo se llamaría si los hechos históricos hubieran sido otros:
¿Sería yofe?
¿Nicolás yelofe acaso?
¿O Nicolás Bocongo?
¿Tal vez Guillén Bonguila?
¿O Kumba?
¿Quizá Guillén?
¿O Kangué?


La costarricense E. Bernard insiste en la integración cuando dice, no sin cierto grado de ironíä:

"Si señó tiquitica soy
¡Qué jupón sos!
O cuando exclamo con nostalgia:
has hecho que los pellizcos
de antaño se hayan convertido
hoy en hermosa ronda de multicolores manos”


Y es que a diferencia de muchos otros pueblos cautivos, colonizados, sometidos, esclavizados el africano sufrió secuestro, sustracción y traslado a sitios para él exóticos, remotos, desconocidos. Quizá por eso es que necesita tener nombre y lugar de origen bien claros.

Delia Mc Donald, por ejemplo, busca con extremo cuidado el significado de cada uno de sus nombres: Delia Adassa Mc Donald Woolery y no satisfecha con eso, dedica un poema completo a fijar su punto de referencia exacto en la tierra y trae al universo entero a su casita en Barrio México de San José, Costa Rica a 25 varas de la pulpería de don Chalo, la casa de los negros de raza como dicen los vecinos.

Yo constantemente me pregunto por qué será que no poseo una ínfima parte de la fama y o fortuna del Comodoro Perry y también he buscado el significado de mi nombre complento: Franklin Alberto Perry Price; sin llegar a mayores diferencias de las de Mc Donald. Siempre que hablamos de ello, u
na amiga mía de apellido igual al nombre de un famoso sistema bancario de la Gran Bretaña amenaza con presentarse a alguna de las sucursales a exigir sus dividendos e intereses de los últimos cien años.

El argentino Arturo Capdevila tras la posibilidad de que Josephine Baker
visitara Buenos Aires, el anonadado poeta la llama mujer-demonio,
Venus de Ébano, Negro azahar, negra de fuego.
Mientras que el insigne Jorge Luis Borges dice que hoy
le canta a la gente de color marfil, negro y habla de un mercado
de esclavos, de una gente que como niños se olvidaron
de una tierra de leones...

Empero la confusión no es solamente de los negros en la vida real sino también en el mundo de la ficción, puesto que un personaje de uno de los cuentos de Summerset Mogham al revisar la lista de los pasajeros de un barco en que iba a viajar, descubrió el de una dama con nombres y apellidos franceses. Pensando en practicar su francés, se alegró pero, ¿Cuál va a ser su sorpresa cuando descubre que la dama era una negra hatiana, y para él, como dicen los jóvenes en Costa Rica, na-que ver . También los amantes de Verona enfrentan el notable “what´s in a name?” y Romeo en su famoso Parlamento anhela poder escribir su apellido en un papel para romperlo, liberandóse así de la marca de sus padres que se interpone entre él y su Julieta.

Es también como si Delia Mc Donald reclamara por su herencia a Mc Donald´s,
o Anne Kellerman asumiera el poder que le corresponde
por su ascendencia alemana, lo mismo mi buena amiga Doralia Veitch
de El Cairo de Limón, los Ferretti, o Casanova de Bluefields, y Limón.

Y es que a Delia la asiste la razón, porque lo ha dicho el haitiano Louis Duplessis-Louvertture, en Mestizaje:
” No ser ya...
Ya no saber lo que se es...
ya no saber lo que es tener una piel negra,
un cerebro francés, y el corazón africano
en el fondo del pecho...”



Para La Coleccionista de Espejos: Franklyn Perry P.




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