Soy un señor, que ha corrido mucha vida, porque nací poco antes de la guerra del 48, en el campo, lejos de una ciudad que me enseñara las cosas que hoy sé.
Fui criado con principios morales comunes, iguales a los de todo el mundo, cuando niña los seres humanos distintos a mí, a mi familia, tenían la apariencia que les correspondía, pero no eran como nosotros, y no actuaban como nosotros: mi padre, por su machismo, nos apartaba y violentaba con cada palabra, y nos decían cosas humillantes y lacerantes, al mismo tiempo que nos daba caricias que los niños, por la inversión de la televisión saben bien que son. En la escuela mi mayor miedo era ese mundo nuevo y caótico que yo no entendía porque me preguntaba porque existían diferencias entre seres humanos y porque mis compañeros tenían padres distintos, o personas que tomaban ventaja de mentiras para robar, engañar, para justificar su dogma, todo, no importaba cuán grave fuera terminaba en la banalidad de noticias policiales olvidadas, que tampoco eran porque eran lo suficientemente hipócritas como para ocultar lo que en verdad eran: racistas, y clasistas
¿Un árbol, una gallina, una estrella, o una flor?... Crecí en un mundo donde mis padres tenían miedo de los sapos, de la lluvia, la vida, del anochecer y muchas veces no me defendieron cuando lo necesité; y crecí con una tristeza infinita por todo lo que eso representaba, aprendiendo a enfrentar esos demonios de los demás; lo que significo poner barrotes y rejas en lo que yo sabía porque tenía los pelos de la mula en la mano y, por campesino sabía que no eran pardas solo de noche. Mi padre nos abandonó un diciembre y mi madre a los pocos meses, en manos de otro hombre.
A los cuarenta cuando me casé, poco después de que nacieron los hijos mayores de los siete que tuvimos esa buena mujer y yo, comencé a estudiar de nuevo hasta graduarme de abogado, pero seguí siendo aduanero, aforador que le llaman hoy día porque era lo mí; igual que lo otro. Decía que me crié en el campo, en una familia campesina con gustos y modismos no distintas a la de otras. Yo era el mayor y tuve que comenzar a trabajar durante muchos años, con solo el cuarto grado como estibador en la aduana central que es hoy FERCORI, y de joven tuve mis encuentros del tercer tipo, por lo que puedo decir que conozco el mundo del que habla don José Otilio; pero además tengo cuatro hijos que son gays, a mucha honra aunque a muchos no les guste reconocerse como tales.
Siendo una persona sin preparación, comencé a escribir mi historia de noche, cuando nadie me veía, del mismo modo que estas siete historias de José Otilio Umaña retrata, pero sin la violencia de Alexander Obando, aunque reconozco que el mundo que yo conozco es del que habla este muchacho es el mismo mío, puntualizo que me gusta más la propuesta de Umaña, y lo considero más visionario que Obando, ¿Por qué? Por los eventos que todos conocemos y de los que no deseamos hablar. Porque nos limitamos a creer que el homosexualismo es cosa de un solo tipo de gente, que eso lo hacen los jóvenes, o los que no tienen otra alternativa. Porque creemos que somos graciosos cuando atacamos a las personas, ya por homofobia, porque nos burlamos de sus condiciones, de género o, étnicos, y hasta decimos que hay que cambiar a una persona por ¿Mujer, negra, por lo que sea?, por otro ser humano en desgracia y hasta nos dan vuelto, porque estamos acostumbrados a demeritar el valor que tienen otros de hacer las cosas, y decimos que no son ataques las ofensas que externamos como diversión popular, porque nunca nos los han hecho sin dejar de sonreír; porque esa forma de menospreciar lo que otros no hacen a nuestro favor, y que sabemos muy bien cómo aplicar siempre está presente de una o de otra forma. A veces creo que en lo que en verdad ocurre es que muchos de ustedes ni siquiera saben lo que es tener dignidad, pensar en lo que sentirían en una situación parecida.
A mí me impactó tanto esta lectura, que hasta incluso llegué a creer que alguien más, fuera de mis hijos, mis amigos, los del Sanedrín sabía mi secreto, y en silencio recé porque no ganara ningún premio, para que nadie se enterara de las cosas que habían sucedido en la vida de este hombre que vivió sus más de 50 años aparentando ser una cosa que fue siempre ilusión…
El recuerdo de la que fue mi mujer y yo, nos sentimos orgullosos de nuestros hijos, sean quienes quieran ser, y de haber tenido el placer de leer este texto gracias a la generosidad de la amiga favorita de mis hijos que nos enseñó a entender lecturas con esa su forma sabia de hacerlo, y que nos deja colaborar con ella en todo
Don Pepe
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