POR EL TÍTULO: Al entrar en este nuevo poemario de Roberto André Acuña, ¿en cuál tiempo estamos? El título, desde su juego fonológico, nos remite a la ecología política y nos ubica en una era geológica global, sustentada en relaciones sociales desiguales, jerárquicas, opresivas y destructivas, que afectan especialmente a las mujeres y a la naturaleza. El fa lo ce no es nuestro tiempo actual, en que el dominio y la violencia heteropatriarcales-capitalistas exterminan por igual a los sujetos femeninos y a los ecosistemas.
Pero el título de Acuña
es Fa los ce no. ¿Qué inscribe esta ese de más? ¿Subraya que entramos a
una era geológica alternativa, de solo hombres, donde no hay ninguna mujer, mas
sí lo femenino, sí la (com)unión con la naturaleza? ¿Pone simbólica y
materialmente el énfasis en el deseo primordial por el pene? ¿Nos presenta a esos
seres faloportantes que se viven, se gozan, se sufren y transforman en el
poemario? ¿Nos introduce a un discurso arqueológico de los cuerpos sexuados
como hombres, de lo masculino y del homoerotismo?
[Roberto
lee] Falosfera,
Sol
fálico,
insolación
planetaria:
un
calor hierve las aguas,
inseminadas
de partículas y centellas.
Luz
penetrante,
necrófila
de una atmósfera estéril,
desbordada en lava y piedra.
[…]
Coloso,
me
incineras,
me
violas,
me quemas.
Al principio era el “Sol
salaz”. El neologismo “Falosfera” traza desde el primer verso del primer poema
el habitus falocénico, donde las estructuras políticas, violentas y
consumistas han destruido la sociedad, el medio ambiente y, por tanto, han
promovido el calentamiento global, las sequías, la desertización, la extinción
de las mujeres, el fin del mundo y de la voz lírica.
Sin embargo, después del
falocaos, la “Falogénesis”. El neologismo con que se titula el segundo poema
connota el origen no solo del mundo, sino también de los actantes líricos. Las fuerzas telúricas y celestiales se funden
hierogámicamente y reorganizan el orbe. Se reactiva, entonces, el “Agua Vital,/
Océano Seminal,// Reguero incierto”, que permitirá el origen quimiosintético
del hablante lírico:
[Roberto
lee] Un pez
con
forma de hombre
se
arrastra:
hiede
a huevo y calostro.
Secreta
sudor,
placenta,
semen.
Su
forma
repta
y es perversa:
intenta
volar, no tiene alas;
intenta
nadar, no tiene branquias;
trepa
un árbol, desnudo,
siente
hojas y tallos
duros
rectos
firmes
como Él mismo.
¿Escucharon? La potente
y creadora monstruosidad del hablante lírico no solo da cuenta de su hibridez
y, por tanto, de las múltiples posibilidades de ser y estar en el mundo; sino
también de la fluidez de su cuerpo e identidad, que le dota su naturaleza
ictiológica para moverse especialmente a través de lo masculino y lo femenino, de
lo definido e indefinido, de lo racional e irracional, porque este hablante
está determinado por el deseo sexual, el autodescubrimiento y goce de su
cuerpo. Vive su pene; lo apetece y ensueña en todas partes…
[Roberto lee] signo,
vertical
y sólido,
incesante
en mi cuerpo,
vulnerable
a la carne,
al
verbo.
Cómo
olvidar tu erección
si fui su continente doliente, placentero.
Su deseo de ser receptá-culo, de guardar como marca violenta el semen del otro dentro de sí aunque lo devore, se torna necesidad: él requiere el sexo para garantizarse su supervivencia, no reproductiva, sino emotiva; su estar en el mundo, su ser en esa “Fábula prehistórica”. Es este, pues, el comienzo de la era faloscénica.
POR LA “FALOPATÍA”, sin embargo: por la dolencia pénica, es decir, la afección total, estos actantes líricos pierden su lugar topofílico, su época primigenia. La falta de contacto y desnudez, los escasos estímulos, la no respuesta al llamado enferman el cuerpo y el alma del hablante lírico, no solo sus genitales:
[Roberto
lee] Sufro
de
una neurosis
incurable:
la
marca de tu lengua
recorriendo
mucosas
y pieles
apenas
cubiertas de gozo.
Un
gozo prehistórico,
convertido en susurro y vergüenza.
POR LA “FALOXICACIÓN”,
porque el tiempo todo lo degenera y demejora, el cuerpo del tú lírico se vuelve
pútrido, insoportable, hiriente:
boca
fálica,
con
violencia:
beso
abrasivo
de
una salpicadura incierta,
ahora histórica, indeleble.
Ahora el tacto envenena. El sexo es nocivo. El sadismo del otro instaura en el cuerpo y el alma del hablante lírico su rol subordinado. Este llega a sentirse culpable, incluso, de que su amado finja su satisfacción, aunque todo se resuelva aparentemente bien en sexo: “Lloras seminalmente,/ lágrima de una molécula abstracta, doliente;/ lágrimas de una obsesión invocada.” Aun así, el tiempo también motiva una esperanza y, valido de esta, el hablante lírico ruega por recobrar su compenetración sexual, amorosa, vital.
POR
LA “ORACIÓN SEMINAL”: Este poema, que ya Roberto nos performó, es el ejemplo sintético y clave por
el que me atrevo a definir la de Falosceno como pornopoesía. El poeta guatemalteco
Manuel Gabriel Tzoc Bucup, moviéndose dentro de la dimensión del homoerotismo,
el erotismo extremo o la poesía marika, define su propia producción como
pornopoesía, ya que esta evidencia otros lenguajes poéticos escritos por
personas LGBTIQ+, cuyas expresiones ‒muchas veces más conceptuales que
metafóricas‒ buscan decir, de forma directa, visualizable, hipersexualizada y sin
censura, lo explícito y honesto del erotismo, la transgresión, el
exhibicionismo, lo obsceno, el placer violento, el culto a la muerte. En la
pornopoesía, lo pornográfico se (con)funde con lo erótico y viceversa, pues
ambas expresiones pueden ser fetichistas, usan un lenguaje estético, conjuntan
acoplamientos sexuales y la integración de las personas, el disfrute de los
cuerpos, de lo (im)puro y de lo (in)decente. En la pornopoesía, lo pornográfico
tiene un estatuto no vulgar, sino artístico tanto como lo erótico. Así las
cosas, se comprende que la pornopoesía sigue un rumbo estético, al tiempo que
se aúna a propósitos políticos como dinamitar los convencionalismos sociales
heteropatriarcales, visibilizar
la disidencia y diversidad sexual, criticar a los colectivos LGBTIQ+ y su
endodiscriminación, y desestructurar el canon de la poesía. ¿Van comprendiendo
mi propuesta de llamar pornopoesía la de este poemario de Acuña?
A fin de cuentas lo que
la estética de Falosceno critica, en el nivel endodiscriminatorio de los
mismos gays o de hombres que tienen relaciones sexoafectivas con otros hombres,
es justamente las implicaciones históricas de lo fálico: el hecho de que asuman
consciente o no-conscientemente relaciones jerárquicas, explotadoras y
violentas entre activos y pasivos, las mismas que operan en el faloceno y promueven
feminicidios y ecocidios.
POR EL CULO fue libre:
el hablante confía en su ano, porque si este fue el primer escenario
corporal que unió a los amantes en su prehistoria, ahora es capaz, como dijeran
Javier Sáez y Sejo Carrascosa, de desarticular el discurso falogocentrista, sus
efectos, su historia. En otras palabras, el hablante tiene esperanza en su
culo: ejecuta una política anal básica: dejar que todo entre, recibirlo todo,
para que de él únicamente salga enunciación poética, placer edificante, vida y convivencia sanas:
“Es el ano/ una victoria que quiero:/ la redención de lo oculto, tu miedo.”
Pero para conseguir esta política anal, no son válidas las leyes utilitarias, preexistentes del falo. Por eso, el hablante lírico anuncia la “Anomia”: los nuevos territorios sexuales, regido por otras normas, otro tipo de relaciones; de ahí que busque otras cualidades, formas y energías, y no es casual que lo haga en la naturaleza. El hablante, distante ahora de la lógica patriarcal-capitalista, se concibe y autoconstruye en alianza, hibridado e interconectado con varias especies del reino animal, pero especialmente del reino plantae. Vean la portada: su ano apetece, como las mismas plantas, la irrigación y la luz; posee su olor (¿han olido los ciclámenes y las grandifloras?), su perennidad, sus flores pentámeras dispuestas a recibir estímulos. Incluso deja que le crezcan hacia dentro, satisfactoriamente, el bulbo y los cormos:
[Roberto lee] Ano Mío:
Adoración
intestina,
Orificio
Universal,
Anudado
estoy
de
esfínteres y tensiones,
fragantes
de ciclámenes.
Flor
carnívora,
rostro
inverso
de mi
cuerpo:
Mamífero,
Molusco,
Marsupial
hirsuto.
Beso
contrario del cuerpo,
‒Plurianal.
Intestinalmente,
me
adoras
la grandiflora expuesta,
tu gladiolo profundo.
POR LA TRANSMUTACIÓN: me voy a callar, porque les toca a ustedes vivir la transmutación del hablante lírico. Solo quiero que se pregunten: ¿qué nos poetiza a fin de cuentas Falosceno? ¿Qué nos dice a cada uno de nosotros, nosotras, nosotres? Acaso que no hay diferencia entre las historias de vida, amor y erotismo de las personas LGBTIQ+ y las de personas heterosexuales, porque todas son humanas e indefectiblemente y, de alguna manera u otra, en algún momento, hemos reproducido y padecido la historia del falo; pero por lo mismo también hemos tenido la posibilidad de empoderamiento. Esta es la transmutación al falo debida. Y justamente gracias a ella, Falosceno es uno de los pocos textos costarricenses donde los sujetos homosexuales o las relaciones intermasculinas no terminan en soledad, dolor, huida o tragedia. En este sentido, Falosceno contribuye invitándonos a la voluntad de ensoñarnos poéticamente y de crecer vitalmente.
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Docente de español y literatura en secundaria y universidades. Máster en literatura latinoamericana por la Universidad de Costa Rica, actualmente realiza sus estudios doctorales en la Universidad de Valladolid. Colabora con diferentes revistas latinoamericanas y europeas. Es miembro, promotor y coeditor (desde 2002 hasta la actualidad) de la perspectiva trascendentalista del Círculo de Poetas Costarricenses (San José) y el Grupo de Aranjuez (Madrid). Ha publicado los poemarios: Deshabitado augurio (2004), Hormigas en el pecho (2007), Navaja de luciérnagas (2010), Varonaria (2012), Mendigo entre la tarde (2013), La invicta soledad (2014) y Quince claridades para mi padre (2015).
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