sábado, 6 de mayo de 2023

La enseñanza de la historia de África: más allá de la etnización y el racismo...

      

                                                      Introducción:

Podríamos iniciar esta conferencia realizando una prueba rápida en los motores de búsqueda de internet que tienen nuestros teléfonos y computadoras, colocando únicamente la palabra: África. Estos rápidamente implementan un algoritmo que reproduce paso a paso la visión estereotipada que el occidentalismo ha creado sobre este continente. Encontraremos además de mapas, una serie de imágenes que representan dos aspectos de lo que se considera es África. Primeramente, los safaris en las calurosas sabanas, y segundo las personas presentadas como tribus o salvajes, y en peor de los casos padeciendo alguna de esas enfermedades o problemas que creemos endémicos de dicho continente.

Si repetimos la operación con la palabra Europa, los resultados nos presentan entonces imágenes conocidas por muchos de nosotros, pertenecientes a lo que se llama “cultura general”. Edificios o calles que representan civilización y si son personas, posiblemente encontremos altos liderazgos, personajes de la literatura, entre otros.

Si realizáramos una consulta a las personas y compañías encargadas de diseñar estos motores de búsqueda, sobre las razones por las cuales los resultados son tan disímiles y principalmente se encuentran enfocados en la perspectiva negativa de África, es posible que nunca acepten que mediante su trabajo están reproduciendo estereotipos y sesgos que mantienen una visión racializada de África. Incluso podríamos recibir un discurso bien articulado sobre la objetividad de las ciencias computacionales y cómo estas se encuentran abstraídas de cualquier problema social mundano.

La relevancia de la presente discusión radica en la importancia de estas herramientas tecnológicas en los procesos de enseñanza-aprendizaje y como les hemos otorgado una condición de imparcialidad que no tienen. En Costa Rica, por ejemplo, aproximadamente el 84% de las personas estudiantes poseen acceso a internet, es posible que utilicen estas herramientas para realizar búsquedas para sus tareas y asignaciones.  De igual manera, cada vez más docentes nos apoyamos en estas tecnologías para preparar sus clases y buscar material complementario. La mayoría del tiempo navegamos sin siquiera cuestionar que los resultados de nuestras búsquedas pueden estar condicionados por prejuicios o informaciones erradas. 

Todo lo anterior es solamente una reflexión en torno a una prueba factual a la que tenemos acceso inmediato, pero que demuestra una operación que se repite de diversas maneras en producciones culturales, académicas y artísticas de todo tipo. Así el desconocimiento, la generalización y los estereotipos se conjugan en un proceso histórico que ha dotado a las palabras “raza”, “África” y “Negro” de una significación resbaladiza como la llamaría el sociólogo Stuart Hall[1].

 


La raza:

 Iniciemos con la “raza”, esa extraña palabra que se resiste a salir de las mentes de la humanidad. Partimos aquí del hecho de que en la especie humana no existen razas, a pesar de los grandes esfuerzos de los científicos durante el siglo XIX y XX por demostrar lo contrario, no hay evidencia científica que certifique una clasificación de esta naturaleza. La humanidad es una única y diversa especie, así certificado desde 1964 aquella reunión en Moscú auspiciada por la UNESCO en la que el consenso científico determinó que todas las personas que habitamos esta tierra pertenecemos al mismo tronco genético del Homo Sapiens. 

La raza nació como un mecanismo de control social, una forma que utilizó la hegemonía europea para explicar los mundos que desconocían, es una simplificación de la otredad, en la que la cultura propia tiene un lugar de superioridad sobre la ajena. Es común encontrarse en los relatos de conquista de América narraciones sobre personajes fantásticos, salvajes o monstruosos, que habitaban esas tierras dispuestas a ser conquistadas y “civilizadas”. En la deshumanización de estas personas se encontró la justificación para dar paso al genocidio de los pueblos de todo el continente.

 Cuando la esclavización, las guerras y las enfermedades habían diezmado aceleradamente a los pueblos americanos, algunas voces empezaron a valorar que aquellas personas tal vez sí eran seres humanos. De ahí la gran polémica entre Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de las Casas, que concluiría en reconocer una especie de “media-humanidad”.

 Pero la necesidad de mano de obra no dejó de existir, entonces, la mirada se posó en el continente africano. Abriendo espacio a unos de los episodios más dramáticos de la historia humana, que fue la esclavización transatlántica. Así, durante casi cinco siglos, llegaron 12 millones de personas a nuestro continente a trabajar de manera forzada en las haciendas y plantaciones.

 Una vez más la justificación para esclavizar a personas africanas fue argumentar que estas no eran seres humanos, construyendo una serie de imágenes que los asociaban con la animalidad, con lo salvaje.

 En este período la idea de la raza estuvo fundamentada también en ideas religiosas, tomando como base la idea de los tres hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet. Siendo los pueblos de África descendientes del hijo maldecido por su padre: Cam, torciendo el texto bíblico para así justificar la esclavización de millones de personas.

 En los territorios dominados por el imperio español, la preocupación por raza como forma de mantener los límites sociales impuestos a las personas negras, indígenas y sus descendientes, llevaron a la imaginación a inventar una serie de nomenclaturas animalescas para definir todas las posibilidades de mezcla entre “razas”: de ahí términos como Mulato, Trigueño, Lobo, Castizo, entre otros.

Posteriormente, con el auge de las ideas racionalistas e ilustradas en Europa a partir del siglo XVIII ciertos sectores del ámbito científico enfocaron sus esfuerzos en darle contenido científico a la idea de la raza, sosteniendo que existían jerarquías raciales en la humanidad. Estudios que se enfocaron en estudiar detalles fenotípicos que iban desde el color de la piel, hasta el tamaño de los cráneos y otras partes del cuerpo.  Como hemos mencionado, ninguna de estas tuvo éxito.

No está de más decir, que esta idea de la raza, tanto desde la perspectiva utilizada en el período esclavista, como la fomentada por el racismo científico, han marcado la imagen que hoy conservamos sobre el continente africano. De hecho en ella podemos encontrar el orígen para muchos de los prejuicios y estereotipos que reproducimos cotidianamente, en los que deshumanizamos a quienes habitan ese continente.

La socióloga Barbara Fields[2] hace un esfuerzo por sintetizar la forma en que funciona la racialización a partir de la contraposición entre la blanquicidad y la no-blanquicidad. Señalando que la blanquicidad está conformada por dos componentes fundamentales: identidad y agencia. Estos dos componentes le son negados a los sujetos racializados. Nuestra mirada racializada de África reduce a las personas que ahí viven a sujetos incapaces de definirse a sí mismos y sin posibilidad de tomar las riendas de su historia. Cuando vemos las imágenes tradicionales nos intentan comunicar que en ese lugar el tiempo se detuvo.

Esta perspectiva de Fields crea una ruptura con una operación que históricamente ha generado el racismo, que es colocar en el centro del problema racial al sujeto racializado, no a la estructura que racializa y ejerce el racismo. Las voces de la historia nos recuerdan tantas veces escuchar discursos sobre: “el problema negro”, “el problema indio”. Esta misma operación es la que llevó a llamar minorías a los doce millones de sudafricanos negros que se encontraban oprimidos por el apartheid[3].

Negro y África:

 



Existieron dos elementos fundamentales que distinguieron la esclavitud transatlántica de las formas de esclavización que existieron anteriormente en la historia humana. Primero, de carácter económico, es que convirtió a estas personas en mercancías, es decir reducidas estrictamente a su valor de uso (su fuerza de trabajo) y su valor de cambio (el precio comercial al que eran vendidos). El segundo, uso del color de piel como marcador diferenciador de quien es esclavizado o no, creando un binomio de la palabra negro-esclavo.

A partir del marcador por el color de la piel también se establecería un determinismo sobre la población del continente africano. Como lo menciona el filósofo camerunés Achille Mbembe: “no todos los negros son africanos ni todos los africanos son negros”[4]. Pareciera una obviedad, pero cuando vemos la forma en que mentalmente operan estos dos conceptos, podemos apreciar que han estado asociados por mucho tiempo. Por esto, aún vemos a personas hablar del África negra”, “el continente negro”, etc.

De igual forma la palabra “negro”, la cual nos refiere en primera instancia a un color, pero este mediante diversos medios se dotó de características negativas, al punto de determinar a las personas por su color de piel, dotándolas de características que van más alla de su particularidad social e individual. Como si la experiencia de una persona negra fuese la misma que para alguien nacido en San José, Lagos, París o Buenos Aires. Se homogeniza, se borra la particularidad. Esta es la misma operación que condujo al régimen del apartheid a agrupar en la categoría de negro o gente de color a personas pertenecientes a muy diversas identidades, como: zulúes, xosa, suazi, ndebele, tsonga, entre otros.

De igual manera sucede cuando pensamos en África, obviamos la diversidad existente en los 54 países que componen el continente, cada uno con su historia particular, con países como Nigeria, por ejemplo, en el que solo dentro de su territorio se hablan aproximadamente 500 lenguas. Pero ante la particularidad se imponen las visiones estereotipadas del safari, del hambre y la pasividad.

Esta forma de organizar la realidad es herencia del colonialismo europeo,  pero que se renueva constantemente de múltiples maneras, no es una cuestión del pasado. Convertir a África en una oposición a la civilización y deshumanizar a las personas negras sirvieron como justificación de la incivilidad  de la esclavitud y posteriormente en el siglo XIX la colonización del continente africano.

De la tribu a la etnia:

 Samir Amín define al eurocentrismo como un falso universalismo, pues “propone a todos la imitación del modelo occidental como única solución a los desafíos de nuestro tiempo”[5], desechando así todos los conocimientos provenientes de otras culturas y civilizaciones. El eurocentrismo no fue producto de la ignorancia o el desconocimiento, sino que fue producto de un esfuerzo consciente por mantener bien definidos los límites de esa otredad reflejada en Oriente, África y América.

Esta gesta, revestida de un halo de racionalismo, muchas veces fue en contra de la propia evidencia histórica. El caso más emblemático es el de la civilización egipcia, influencia fundamental para el posterior desarrollo de las culturas griega y romana, consideradas cuna de la civilización europea. Extrañamente Egipto ha sido separado de África, o más precisamente del “África Negra”, se nos presenta como una especie de excepcionalidad blanqueada dentro del continente, sin valorar el aporte y conocimiento de las personas negras en las maravillas que aún sorprenden a las generaciones humanas. Se ha borrado casi por completo del relato oficial la vinculación de Egipto con la civilización Nubia al norte de Sudán. El extremo de este pensamiento en nuestro tiempo, es que se prefiera dar crédito de la construcción de las pirámides a seres alienígenas antes que reconocer la capacidad intelectual de las personas negras de áfrica.

Haber reconocido la intelectualidad africana hubiese significado un obstáculo para los objetivos el colonialismo europeo en el continente, como señala el historiador senegalés Cheick Anta Diop:

 "La negación de la historia y los logros intelectuales de los negros africanos fue un asesinato cultural, mental, que precedió y preparó el camino para su genocidio aquí y allá en el mundo"[6].

 Una pieza fundamental en el proceso de borramiento histórico de la agencia africana en la historia humana, fue el concepto de tribu.  Este fue el concepto utilizado para denominar a las primeras comunidades de homínidos en la prehistoria, claramente es un concepto que posee una carga peyorativa, que refuerza aquella máxima del filósofo alemán Friedrich Hegel, cuando afirmó que África era un continentesin historia”. Lo tribal se refiere a lo que Pamela Leach y Gilberto Conde denominan un estado pre-político[7], por lo tanto cuando hablamos de sociedades contemporáneas y las denominamos tribales estamos sacándolas de su contexto histórico temporal, claramente racializándolas y colocándolas en el plano de la barbarie.


Estos han sido los lentes con los que hemos mirado a África por mucho tiempo. En los años setentas y ochentas diversos debates académicos sobre el multiculturalismo llevaron a cuestionar conceptos como el de tribu y raza, surgiendo como alternativa el de etnia. Definido por Dominique Perrot y Roy Preiswerk como

“la unión entre la cultura y la sociedad. Recurriendo a este término, se designa al grupo social que se diferencia de otros grupos por rasgos culturales específicos, y no solo en algunos detalles (alimentación, vestimenta), sino también en un conjunto de opciones fundamentales (cosmogonía, sistema de valores, organización política)”[8]

Desde este punto de vista, todos los seres humanos poseemos una composición étnica, sin embargo, se ha tendido a utilizar el concepto de etnia para definir a ciertos grupos racializados. Es común que hablemos de etnia para referirnos a personas negras e indígenas, pero: ¿nos hemos detenido a preguntar a qué etnia pertenecemos? -particularmente las personas que nos consideramos en Costa Rica dentro de ese grupo autodefinido mestizo o blanco. Es posible que nunca en nuestras vidas nos hayamos hecho ese cuestionamiento, el término etnia ha sido reservado en nuestras mentes para calificar a ciertas otredades racializadas. En muchos casos se ha utilizado el concepto etnia como sustituto mecánico de raza o tribu, sin que haya una reflexión profunda de su verdadero significado. 

Lo étnico se ha vuelto hoy día una de las principales características que se le han otorgado al continente africano. Como señala Yarisse Zoctizoum, "Todo conflicto en África es reducido a su más simple expresión étnica."[9], en el plan de estudios del Ministerio de Educación para la asignatura de Estudios Sociales hay reservado un espacio para estudiar los conflictos étnicos en África. ¿Cuál es el problema preguntarán ustedes? Pues el hecho de que ningún problema social en el mundo se puede explicar sobre la base de una sola variable, muchos de esos “problemas étnicos” tienen trasfondos relacionados con la economía (clase social y acceso a la tierra) y las posiciones políticas e ideológicas.

A modo de comparación, pocas veces hemos escuchado hablar en los diarios o noticieros sobre el conflicto en Cataluña (España) como uno de carácter étnico, a pesar de que está de por medio la cultura de quienes participan de esta discusión. Esto es porque en la práctica, lo étnico parece estar reservado para los pueblos que son racializados.  

             Conclusión: Enseñar la historia de África:

 En las últimas décadas han existido políticas a nivel latinoamericano que han promovido el estudio de la Historia de África en los programas de la educación primaria y básica. Pensadores como Kabengele Munanga, consideran que el reconocimiento de la historia de este continente y de sus pueblos es un ejercicio fundamental para la construcción de ciudadanías respetuosas de las diversidades, en las que las diferencias sean espacios de encuentro y no de confrontación.

En la educación secundaria de Costa Rica hasta el 2016 se logra incorporar transversalmente la Historia de África en algunos de los contenidos del programa de Estudios Sociales.  Entre 2003 y 2016 existían solamente cuatro menciones a temas relacionados con África en los cinco años de la educación media. Posteriormente a esta reforma se incorporaron 16 menciones al continente o alguno de sus países en temas generales del plan de estudio. Es decir no se trata de temas específicos sobre África o su historia, sino que se abordan de manera transversal en los contenidos. Aún así estamos hablando de que hay un avance en la visibilización de este continente como un actor global, anteriormente ignorado.

Considerando la perspectiva que aquí hemos desarrollado, en la que se demuestra como una serie de conceptos se han articulado para construir una visión racializada de África, su gente y su historia, estamos frente a un reto enorme al atender estas temáticas en las aulas. Hemos sido socializados en entornos donde el racismo está normalizado y por eso nos hemos identificado con muchas de las operaciones mentales que hemos colocado aquí como ejemplo de racialización. Reconocerlo es el primer paso. El segundo es informarnos y estar abiertos a reconocer la multiplicidad de relatos que conforman la historia de África.

Hoy en día, gracias al desarrollo tecnológico, existe acceso inmediato a información que rompe con los esquemas de racialización, tal vez no serán los primeros resultados en una búsqueda, pero existen y de forma gratuita, solo requieren un pequeño esfuerzo y el desarrollo de una mirada crítica. En nuestra Cátedra, hemos hecho un esfuerzo, conducido por la doctora Rina Cáceres que ha culminado con la elaboración de una biblioteca digital y una serie de materiales didácticos que están al acceso de todas las personas, para abordar la Historia de África, así como la historia de la diáspora afrodescendiente.

Muchas veces nuestro trabajo en el aula consiste en simplificar cierta información para que sea accesible a las personas estudiantes, esto indefectiblemente nos conduce a cierto nivel de parcialidad. Sin embargo, esto no tiene porqué derivar en la reproducción inmediata de prejuicios racializados sobre el continente africano. Es urgente romper conscientemente con las imágenes fáciles que quieren determinar a África como esa tierra de lo étnico, la expoliación, lo misterioso y lo fantasmagórico. No es negar la realidad, es ver los contrastes y ver las diversas historias de África, como ha mencionado la escritora nigeriana Chimamanda Ngnozi Adichie[10] cuando nos habla del peligro de que exista una única narración histórica.  

Sabemos que nuestra disciplina surgió con la necesidad de contar una única historia etnocentrada, basada en las características imaginarias que definen la nación, el mejor ejemplo de esto lo encontramos la famosa Cartilla de Histórica de Costa Rica, con la que se enseñó la historia de nuestro país durante varias décadas del siglo XX. En ella se nos dijo que la población de Costa Rica era blanca, negando el aporte material e identitario de personas indígenas, afrodescendientes y de muchos otros grupos. Hoy conocemos otras voces de la historia, somos conscientes de los notables SILENCIOS en esa narración. Como señala Eduard Said:

“la geografía y la historia imaginarias ayudan a que la mente intensifique el sentimiento íntimo  que tiene de sí misma, dramatizando la distancia y la diferencia entre lo que está cerca de ella y lo que está lejos.”[11]

Tenemos hoy herramientas para cuestionar estos relatos imaginarios, herramientas para pensar en una historia que tenga como punto de partida la complejidad de cualquier sociedad del mundo, sin maniqueísmo, ni prejuicios, siempre abiertos a aprender. Enseñar la historia de África nos invita a fortalecer aquella máxima que ve la educación como un proceso de enseñanza-aprendizaje, en la que las personas docentes también estamos susceptibles a nuevos conocimientos, en la que también nos nutrimos cotidianamente, hoy y siempre en un mundo que no deja de cambiar.

Es cierto también que estamos aquí hablando desde el  plano del voluntarismo, el conocimiento que tengamos y que transmitimos sobre África depende únicamente de nuestra voluntad y afinidades, es por esto que el panorama no resulta alentador. Es urgente generar política pública, ya no solamente desde el Ministerio de Educación, sino desde nuestra Universidad para que los pensamientos africanos se encuentren transversalmente incorporados en todos los cursos de nuestras carreras. Saberes africanos que no sólo son culturales, hay profesionales en todo el continente en todas las áreas de la ciencia. Hacer un esfuerzo por incorporar a África, la diversa, la humana, la contradictoria dentro de lo que se ha llamado la “cultura general”.       

Es necesario dar este salto como Universidad y como sociedad, el día que se concrete ya no estaremos a merced de la arbitraria voluntad de ningún funcionario, ese día seremos partícipes de una verdadera cultura universal. Porque es en la apertura y comprensión a la particularidad que descansa el verdadero conocimiento Universal; es en las pequeñas y diversas historias de los pueblos de  África, América, Asia y Oceanía, silenciadas a través de los siglos, que podremos encontrar la fuente que nos conecte con todo ese conocimiento, que como un río indefectiblemente nos encuentra como humanidad que somos. Y cierro, citando a gran escritor keniata Ngũgĩ wa Thiong'o:

El problema surge de la tendencia de ver lo local y lo universal como opuestos irreconciliables y el relativismo cultural como un fundamento temporal de igualdad, casi como si las culturas que surgen dentro de una nación y las culturas que surgen por las relaciones entre naciones se desarrollaran de forma paralela, como dos líneas que avanzan hacia el infinito sin nunca encontrarse. Pero lo universal se encuentra en lo particular tanto como lo particular en lo universal. Somos seres humanos, pero nuestra humanidad no se manifiesta en abstracciones, sino en las particularidades de nuestras vidas reales, en ambientes diferentes…[12]



[1]Hall, Stuart. El triángulo funesto: Raza, etnia, nación. Madrid: Traficantes de sueños, 2019.

[2] Fields, Barbara J. “Whiteness, Racism, and Identity.” International Labor and Working-Class History, no. 60 (2001): 48–56. http://www.jstor.org/stable/27672735.

[3] Van den Berghe, Pierre L. Problemas raciales. Fondo de Cultura económica. 1971.

[4]Mbembe, Achille. Crítica de la razón negra: ensayo sobre el racismo contemporáneo. Ned ediciones, 2016.

[5]Amin, Samir. El eurocentrismo: crítica de una ideología. Siglo XXI, 1989.

[6] Diop, Cheikh Anta. Civilization or barbarism. Chicago Review Press, 1991.

[7] Leach, Pamela, and Gilberto Conde Zambada. "Rwanda: para deconstruir un genocidio" evitable"." Estudios de Asia y África (2003): 321-344.

[8] Preiswerk, Roy, Dominique Perrot, and Eva Grossertr Lerner. Etnocentrismo e historiaAmérica indígena, Africa y Asia en la visión distorsionada de la cultura occidental. No. 306 P7. 1979.

[9] Zoctizoum, Yarisse. "El Estado y la reproducción étnica en África." Estudios Sociológicos (1987): 169-182.

[10] Adichie, Chimamanda Ngozi. "The danger of a single story." (2009).

[11] Said, Edward W. Orientalismo. 2002. p88

[12] wa Thiong'o, Ngugi. Desplazar el centro: la lucha por las libertades culturales. Vol. 4. Rayo Verde Editorial, 2018. p67

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1. 3. Oleo de la poeta y Artista Plástica Afro Nicaragüense, June Beer 1985, aproximadamente...

2.  Litografia del Artista Plástico Afro Costarricense, Oscar Thomas

2. 

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