Introducción:
Podríamos iniciar esta
conferencia realizando una prueba rápida en los motores de búsqueda de internet
que tienen nuestros teléfonos y computadoras, colocando únicamente la palabra:
África. Estos rápidamente implementan un algoritmo que reproduce paso a paso la
visión estereotipada que el occidentalismo ha creado sobre este continente.
Encontraremos además de mapas, una serie de imágenes que representan dos
aspectos de lo que se considera es África. Primeramente, los safaris en las
calurosas sabanas, y segundo las personas presentadas como tribus o salvajes, y
en peor de los casos padeciendo alguna de esas enfermedades o problemas que
creemos endémicos de dicho continente.
Si repetimos la
operación con la palabra Europa, los resultados nos presentan entonces imágenes
conocidas por muchos de nosotros, pertenecientes a lo que se llama “cultura
general”. Edificios o calles que representan civilización y si son personas,
posiblemente encontremos altos liderazgos, personajes de la literatura, entre
otros.
Si realizáramos una
consulta a las personas y compañías encargadas de diseñar estos motores de
búsqueda, sobre las razones por las cuales los resultados son tan disímiles y
principalmente se encuentran enfocados en la perspectiva negativa de África, es
posible que nunca acepten que mediante su trabajo están reproduciendo
estereotipos y sesgos que mantienen una visión racializada de África. Incluso
podríamos recibir un discurso bien articulado sobre la objetividad de las
ciencias computacionales y cómo estas se encuentran abstraídas de cualquier
problema social mundano.
La relevancia de la
presente discusión radica en la importancia de estas herramientas tecnológicas
en los procesos de enseñanza-aprendizaje y como les hemos otorgado una
condición de imparcialidad que no tienen. En Costa Rica, por ejemplo,
aproximadamente el 84% de las personas estudiantes poseen acceso a internet, es
posible que utilicen estas herramientas para realizar búsquedas para sus tareas
y asignaciones. De igual manera, cada
vez más docentes nos apoyamos en estas tecnologías para preparar sus clases y
buscar material complementario. La mayoría del tiempo navegamos sin siquiera
cuestionar que los resultados de nuestras búsquedas pueden estar condicionados
por prejuicios o informaciones erradas.
Todo lo anterior es
solamente una reflexión en torno a una prueba factual a la que tenemos acceso
inmediato, pero que demuestra una operación que se repite de diversas maneras
en producciones culturales, académicas y artísticas de todo tipo. Así el desconocimiento,
la generalización y los estereotipos se conjugan en un proceso histórico que ha
dotado a las palabras “raza”, “África”
y “Negro” de una significación resbaladiza como la llamaría el
sociólogo Stuart Hall[1].
La raza:
La raza nació como un
mecanismo de control social, una forma que utilizó la hegemonía europea para
explicar los mundos que desconocían, es una simplificación de la otredad, en la
que la cultura propia tiene un lugar de superioridad sobre la ajena. Es común
encontrarse en los relatos de conquista de América narraciones sobre personajes
fantásticos, salvajes o monstruosos, que habitaban esas tierras dispuestas a
ser conquistadas y “civilizadas”. En la deshumanización de estas personas se
encontró la justificación para dar paso al genocidio de los pueblos de todo el
continente.
Posteriormente, con el
auge de las ideas racionalistas e ilustradas en Europa a partir del siglo XVIII
ciertos sectores del ámbito científico enfocaron sus esfuerzos en darle
contenido científico a la idea de la raza, sosteniendo que existían jerarquías
raciales en la humanidad. Estudios que se enfocaron en estudiar detalles
fenotípicos que iban desde el color de la piel, hasta el tamaño de los cráneos
y otras partes del cuerpo. Como hemos
mencionado, ninguna de estas tuvo éxito.
No está de más decir,
que esta idea de la raza, tanto desde la perspectiva utilizada en el período
esclavista, como la fomentada por el racismo científico, han marcado la imagen
que hoy conservamos sobre el continente africano. De hecho en ella podemos
encontrar el orígen para muchos de los prejuicios y estereotipos que
reproducimos cotidianamente, en los que deshumanizamos a quienes habitan ese
continente.
La socióloga Barbara
Fields[2]
hace un esfuerzo por sintetizar la forma en que funciona la racialización a
partir de la contraposición entre la blanquicidad y la no-blanquicidad.
Señalando que la blanquicidad está conformada por dos componentes
fundamentales: identidad y agencia. Estos dos componentes le son negados a los
sujetos racializados. Nuestra mirada racializada de África reduce a las
personas que ahí viven a sujetos incapaces de definirse a sí mismos y sin
posibilidad de tomar las riendas de su historia. Cuando vemos las imágenes
tradicionales nos intentan comunicar que en ese lugar el tiempo se detuvo.
Esta perspectiva de
Fields crea una ruptura con una operación que históricamente ha generado el
racismo, que es colocar en el centro del problema racial al sujeto racializado,
no a la estructura que racializa y ejerce el racismo. Las voces de la historia
nos recuerdan tantas veces escuchar discursos sobre: “el problema negro”, “el
problema indio”. Esta misma operación es la que llevó a llamar minorías a los
doce millones de sudafricanos negros que se encontraban oprimidos por el
apartheid[3].
Negro y África:
Existieron dos elementos fundamentales que distinguieron la esclavitud transatlántica de las formas de esclavización que existieron anteriormente en la historia humana. Primero, de carácter económico, es que convirtió a estas personas en mercancías, es decir reducidas estrictamente a su valor de uso (su fuerza de trabajo) y su valor de cambio (el precio comercial al que eran vendidos). El segundo, uso del color de piel como marcador diferenciador de quien es esclavizado o no, creando un binomio de la palabra negro-esclavo.
A partir del marcador
por el color de la piel también se establecería un determinismo sobre la
población del continente africano. Como lo menciona el filósofo camerunés
Achille Mbembe: “no todos los negros son africanos ni todos los africanos son negros”[4].
Pareciera una obviedad, pero cuando vemos la forma en que mentalmente operan
estos dos conceptos, podemos apreciar que han estado asociados por mucho
tiempo. Por esto, aún vemos a personas hablar del “África negra”, “el continente
negro”, etc.
De igual forma la
palabra “negro”, la cual nos refiere en primera instancia a un color,
pero este mediante diversos medios se dotó de características negativas, al
punto de determinar a las personas por su color de piel, dotándolas de
características que van más alla de su particularidad social e individual. Como
si la experiencia de una persona negra fuese la misma que para alguien nacido
en San José, Lagos, París o Buenos Aires. Se homogeniza, se borra la
particularidad. Esta es la misma operación que condujo al régimen del apartheid
a agrupar en la categoría de negro o gente de color a personas
pertenecientes a muy diversas identidades, como: zulúes, xosa, suazi, ndebele,
tsonga, entre otros.
De igual manera sucede
cuando pensamos en África, obviamos la diversidad existente en los 54 países
que componen el continente, cada uno con su historia particular, con países
como Nigeria, por ejemplo, en el que solo dentro de su territorio se hablan
aproximadamente 500 lenguas. Pero ante la particularidad se imponen las visiones
estereotipadas del safari, del hambre y la pasividad.
Esta forma de organizar
la realidad es herencia del colonialismo europeo, pero que se renueva constantemente de
múltiples maneras, no es una cuestión del pasado. Convertir a África en una
oposición a la civilización y deshumanizar a las personas negras sirvieron como
justificación de la incivilidad de la
esclavitud y posteriormente en el siglo XIX la colonización del continente
africano.
De la tribu a la etnia:
Esta gesta, revestida
de un halo de racionalismo, muchas veces fue en contra de la propia evidencia
histórica. El caso más emblemático es el de la civilización egipcia, influencia
fundamental para el posterior desarrollo de las culturas griega y romana,
consideradas cuna de la civilización europea. Extrañamente Egipto ha sido
separado de África, o más precisamente del “África Negra”, se nos presenta como
una especie de excepcionalidad blanqueada dentro del continente, sin valorar el
aporte y conocimiento de las personas negras en las maravillas que aún
sorprenden a las generaciones humanas. Se ha borrado casi por completo del
relato oficial la vinculación de Egipto con la civilización Nubia al norte de
Sudán. El extremo de este pensamiento en nuestro tiempo, es que se prefiera dar
crédito de la construcción de las pirámides a seres alienígenas antes que
reconocer la capacidad intelectual de las personas negras de áfrica.
Haber reconocido la
intelectualidad africana hubiese significado un obstáculo para los objetivos el
colonialismo europeo en el continente, como señala el historiador senegalés
Cheick Anta Diop:
Estos han sido los lentes con los que hemos mirado a África por mucho tiempo. En los años setentas y ochentas diversos debates académicos sobre el multiculturalismo llevaron a cuestionar conceptos como el de tribu y raza, surgiendo como alternativa el de etnia. Definido por Dominique Perrot y Roy Preiswerk como
“la unión entre la
cultura y la sociedad. Recurriendo a este término, se designa al grupo social
que se diferencia de otros grupos por rasgos culturales específicos, y no solo
en algunos detalles (alimentación, vestimenta), sino también en un conjunto de
opciones fundamentales (cosmogonía, sistema de valores, organización política)”[8]
Desde este punto de vista, todos los seres humanos poseemos una composición étnica, sin embargo, se ha tendido a utilizar el concepto de etnia para definir a ciertos grupos racializados. Es común que hablemos de etnia para referirnos a personas negras e indígenas, pero: ¿nos hemos detenido a preguntar a qué etnia pertenecemos? -particularmente las personas que nos consideramos en Costa Rica dentro de ese grupo autodefinido mestizo o blanco. Es posible que nunca en nuestras vidas nos hayamos hecho ese cuestionamiento, el término etnia ha sido reservado en nuestras mentes para calificar a ciertas otredades racializadas. En muchos casos se ha utilizado el concepto etnia como sustituto mecánico de raza o tribu, sin que haya una reflexión profunda de su verdadero significado.
Lo étnico se ha vuelto hoy día una de las principales características que se le han otorgado al continente africano. Como señala Yarisse Zoctizoum, "Todo conflicto en África es reducido a su más simple expresión étnica."[9], en el plan de estudios del Ministerio de Educación para la asignatura de Estudios Sociales hay reservado un espacio para estudiar los conflictos étnicos en África. ¿Cuál es el problema preguntarán ustedes? Pues el hecho de que ningún problema social en el mundo se puede explicar sobre la base de una sola variable, muchos de esos “problemas étnicos” tienen trasfondos relacionados con la economía (clase social y acceso a la tierra) y las posiciones políticas e ideológicas.
A modo de comparación,
pocas veces hemos escuchado hablar en los diarios o noticieros sobre el
conflicto en Cataluña (España) como uno de carácter étnico, a pesar de que está
de por medio la cultura de quienes participan de esta discusión. Esto es porque
en la práctica, lo étnico parece estar reservado para los pueblos que son
racializados.
En la educación
secundaria de Costa Rica hasta el 2016 se logra incorporar transversalmente la
Historia de África en algunos de los contenidos del programa de Estudios
Sociales. Entre 2003 y 2016 existían
solamente cuatro menciones a temas relacionados con África en los cinco años de
la educación media. Posteriormente a esta reforma se incorporaron 16 menciones
al continente o alguno de sus países en temas generales del plan de estudio. Es
decir no se trata de temas específicos sobre África o su historia, sino que se
abordan de manera transversal en los contenidos. Aún así estamos hablando de
que hay un avance en la visibilización de este continente como un actor global,
anteriormente ignorado.
Considerando la
perspectiva que aquí hemos desarrollado, en la que se demuestra como una serie
de conceptos se han articulado para construir una visión racializada de África,
su gente y su historia, estamos frente a un reto enorme al atender estas
temáticas en las aulas. Hemos sido socializados en entornos donde el racismo
está normalizado y por eso nos hemos identificado con muchas de las operaciones
mentales que hemos colocado aquí como ejemplo de racialización. Reconocerlo es
el primer paso. El segundo es informarnos y estar abiertos a reconocer la
multiplicidad de relatos que conforman la historia de África.
Hoy en día, gracias al
desarrollo tecnológico, existe acceso inmediato a información que rompe con los
esquemas de racialización, tal vez no serán los primeros resultados en una
búsqueda, pero existen y de forma gratuita, solo requieren un pequeño esfuerzo
y el desarrollo de una mirada crítica. En nuestra Cátedra, hemos hecho un
esfuerzo, conducido por la doctora Rina Cáceres que ha culminado con la
elaboración de una biblioteca digital y una serie de materiales didácticos que
están al acceso de todas las personas, para abordar la Historia de África, así
como la historia de la diáspora afrodescendiente.
Muchas veces nuestro
trabajo en el aula consiste en simplificar cierta información para que sea
accesible a las personas estudiantes, esto indefectiblemente nos conduce a
cierto nivel de parcialidad. Sin embargo, esto no tiene porqué derivar en la
reproducción inmediata de prejuicios racializados sobre el continente africano.
Es urgente romper conscientemente con las imágenes fáciles que quieren
determinar a África como esa tierra de lo étnico, la expoliación, lo misterioso
y lo fantasmagórico. No es negar la realidad, es ver los contrastes y ver las
diversas historias de África, como ha mencionado la escritora nigeriana
Chimamanda Ngnozi Adichie[10]
cuando nos habla del peligro de que exista una única narración histórica.
Sabemos que nuestra
disciplina surgió con la necesidad de contar una única historia etnocentrada,
basada en las características imaginarias que definen la nación, el mejor
ejemplo de esto lo encontramos la famosa Cartilla de Histórica de Costa Rica,
con la que se enseñó la historia de nuestro país durante varias décadas del
siglo XX. En ella se nos dijo que la población de Costa Rica era blanca,
negando el aporte material e identitario de personas indígenas,
afrodescendientes y de muchos otros grupos. Hoy conocemos otras voces de la
historia, somos conscientes de los notables SILENCIOS en esa narración. Como
señala Eduard Said:
“la geografía y la
historia imaginarias ayudan a que la mente intensifique el sentimiento
íntimo que tiene de sí misma,
dramatizando la distancia y la diferencia entre lo que está cerca de ella y lo
que está lejos.”[11]
Tenemos hoy
herramientas para cuestionar estos relatos imaginarios, herramientas para
pensar en una historia que tenga como punto de partida la complejidad de
cualquier sociedad del mundo, sin maniqueísmo, ni prejuicios, siempre abiertos
a aprender. Enseñar la historia de África nos invita a fortalecer aquella
máxima que ve la educación como un proceso de enseñanza-aprendizaje, en la que
las personas docentes también estamos susceptibles a nuevos conocimientos, en
la que también nos nutrimos cotidianamente, hoy y siempre en un mundo que no
deja de cambiar.
Es cierto también que
estamos aquí hablando desde el plano del
voluntarismo, el conocimiento que tengamos y que transmitimos sobre África
depende únicamente de nuestra voluntad y afinidades, es por esto que el
panorama no resulta alentador. Es urgente generar política pública, ya no
solamente desde el Ministerio de Educación, sino desde nuestra Universidad para
que los pensamientos africanos se encuentren transversalmente incorporados en
todos los cursos de nuestras carreras. Saberes africanos que no sólo son
culturales, hay profesionales en todo el continente en todas las áreas de la
ciencia. Hacer un esfuerzo por incorporar a África, la diversa, la humana, la
contradictoria dentro de lo que se ha llamado la “cultura general”.
Es necesario dar este
salto como Universidad y como sociedad, el día que se concrete ya no estaremos
a merced de la arbitraria voluntad de ningún funcionario, ese día seremos
partícipes de una verdadera cultura universal. Porque es en la apertura y
comprensión a la particularidad que descansa el verdadero conocimiento
Universal; es en las pequeñas y diversas historias de los pueblos de África, América, Asia y Oceanía, silenciadas
a través de los siglos, que podremos encontrar la fuente que nos conecte con
todo ese conocimiento, que como un río indefectiblemente nos encuentra como
humanidad que somos. Y cierro, citando a gran escritor keniata Ngũgĩ wa Thiong'o:
El problema surge
de la tendencia de ver lo local y lo universal como opuestos irreconciliables y
el relativismo cultural como un fundamento temporal de igualdad, casi como si
las culturas que surgen dentro de una nación y las culturas que surgen por las
relaciones entre naciones se desarrollaran de forma paralela, como dos líneas
que avanzan hacia el infinito sin nunca encontrarse. Pero lo universal se
encuentra en lo particular tanto como lo particular en lo universal. Somos
seres humanos, pero nuestra humanidad no se manifiesta en abstracciones, sino
en las particularidades de nuestras vidas reales, en ambientes diferentes…[12]
[1]Hall, Stuart. El triángulo
funesto: Raza, etnia, nación. Madrid: Traficantes de sueños, 2019.
[2] Fields, Barbara J. “Whiteness, Racism, and Identity.” International Labor and Working-Class
History, no. 60 (2001): 48–56. http://www.jstor.org/stable/27672735.
[3] Van
den Berghe, Pierre L. Problemas raciales.
Fondo de Cultura económica. 1971.
[4]Mbembe, Achille. Crítica de la
razón negra: ensayo sobre el racismo contemporáneo. Ned ediciones, 2016.
[5]Amin, Samir. El eurocentrismo:
crítica de una ideología. Siglo XXI, 1989.
[6] Diop, Cheikh Anta. Civilization or barbarism. Chicago
Review Press, 1991.
[7] Leach, Pamela, and Gilberto Conde Zambada.
"Rwanda: para deconstruir un genocidio" evitable"." Estudios de Asia y África (2003):
321-344.
[8] Preiswerk, Roy, Dominique Perrot, and Eva Grossertr
Lerner. Etnocentrismo e historiaAmérica
indígena, Africa y Asia en la visión distorsionada de la cultura occidental.
No. 306 P7. 1979.
[9] Zoctizoum, Yarisse. "El Estado y la
reproducción étnica en África." Estudios
Sociológicos (1987): 169-182.
[10] Adichie, Chimamanda Ngozi. "The danger of a
single story." (2009).
[11] Said, Edward W. Orientalismo.
2002. p88
[12] wa Thiong'o, Ngugi. Desplazar el centro: la lucha por las libertades culturales. Vol. 4. Rayo Verde Editorial, 2018. p67
____________________
1. 3. Oleo de la poeta y Artista Plástica Afro Nicaragüense, June Beer 1985, aproximadamente...
2. Litografia del Artista Plástico Afro Costarricense, Oscar Thomas
2.
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