Eugenio
Íbamos los sábados a Metrocentro. Siempre era el mismo rito: almorzar y luego sentarnos en un par de butacas que estaban para nosotros frente a una puerta por donde entraba un gran río de luz.
Conversábamos sobre todo de poesía. De que íbamos a conversar? Volvíamos
a los mismos temas cada vez con mayor claridad. Creo que cada uno admiraba al
otro, sin decirlo, y ese era el fundamento de nuestra amistad.
Eugenio era un hombre bueno, en el sentido que le da Antonio Machado a
la palabra. Y un poeta que vivía y escribía en ese límite en el que realidad e
imaginación se confunden y alimentan mutuamente.
Era un poeta, digo, lúcido y potente. Su poesía se desgranaba en
visiones e imágenes de gran poder de evocación. Percepciones trascendentes.
Juegos de universos superpuestos. Realidades que solo pueden advertirse desde
la poesía como forma de videncia.
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