Dr. Guillermo Navarro, Coordinador de la Cátedra de África y el Caribe (CEAC)
Dra. Marva Spence, Ex Coodinadora de la CEAC y profesora
jubilada de la UCR
Dra. Vanessa Smith, Docente e investigadora del Instituto de
Investigaciones Psicológicas
Autoridades universitarias, estudiantado, personal docente y
administrativo de la UCR, Señor Representante del PNUD, distinguidas personas
de la comunidad afrocostarricense, público en general
Muy buenos
días.
Agradezco
a las personas organizadoras la invitación a este encuentro: “Experiencias de las mujeres afrodescendientes en la UCR y retos
para una Universidad inclusiva”, con el
fin de compartir con ustedes las palabras inaugurales.
De acuerdo
con Ibañez (2018), la experiencia humana, es resultado de un proceso complejo
en el que se dan cita dos polos intrínsecamente unidos: por un lado, existen
cambios en la relación corporal con el medio registrados por nuestro sistema
perceptivo, y por otro, valoraciones mentales, que condicionan, no solo la
percepción, sino también la respuesta ante ese entorno. (…) Ambos constituyen nuestra experiencia.
Lo que
recibimos por medio de impresiones, y que se van registrando en nuestras
memorias son lo que terminan decantándose en nuestras experiencias de vida.
Entre lo
bueno, lo malo y lo feo, quisiera manifestar sin profundizar ni entrar en
detalles, que lo feo como podrán imaginar, tiene que ver con prácticas racistas
estructurales a nivel social, donde lo malo sería precisamente su réplica
institucional, pero de manera subliminal; en antaño directa y abiertamente
dirigida contra personas afro por el simple hecho de serlo; y si bien muchos y
muchas no están hoy aquí para contar sus propias experiencias, quienes les
conocimos, las sabemos, por ahí dicen que perdón más no olvido.
De ahí que
lo bueno radique en cambios como cláusulas institucionales que a nivel de
normativa UCR regulan las prácticas contra el hostigamiento o la
discriminación, y en las cuales la condición étnica y de género son parte de
las consideradas. Sin embargo, tenemos tareas pendientes en la sensibilización
que debe acompañar este o cualquier tipo de reglamentación, para que su
espíritu no quede reducido a la prohibición, sin una educación que genere el
abandono de cualquier acción que ponga en situación de desventaja o que atente
contra la integridad de las personas.
A lo largo
de mi camino universitario, tuve el honor de coincidir con destacadas
académicas afrodescendientes, de las cuales, me permitiré mencionar a 3 de
ellas. Comienzo con la maestra, polifacética, amiga y mentora, Eulalia Bernard,
pionera en convocarnos desde las aulas, fuera de las aulas, a través de la
intelectualidad, la lucha y la poesía. Sigo, con doña Maud Curling, profesora
de un idioma “no tradicional”-el alemán-, representante ante el Consejo Universitario, y
quien me apoyó decididamente mientras realizaba mi tesis de maestría. Y cierro
con Marva Spence, amiga de infancia de mi papá y a quien reencontré en varios
momentos de mi vida, uno de ellos ya como colega en la Sede del Atlántico;
además de haber sido pionera en convocarnos a nosotras, mujeres afro en un
encuentro internacional, hace unos años mientras estuvo a cargo del Centro de
Estudios de África y el Caribe.
Actualmente,
yo dirijo la Oficina de Asuntos Internacionales y Cooperación Externa, y soy
hija de un catedrático, jubilado y profesor emérito de esta Casa de Estudios.
Y quiero
decir que hemos sido estudiantes, becarias, artistas, deportistas de alto
desempeño, investigadoras, docentes y catedráticas de reconocida trayectoria,
pero aún nos faltan espacios por conquistar a nivel de direcciones de unidades
académicas y centros de investigación, decanatos y vicerrectorías, por citar
tan solo algunos donde nuestra presencia con la sólida formación académica y
familiar que tenemos podría darle un giro a la misión institucional en acciones
concretas.
Estemos
vigilantes porque el miedo que se esconde detrás de las consideraciones
racistas paraliza, sesga e impide que avancemos como sociedad y como comunidad
universitaria.
A pesar de
los obstáculos, siempre se debe agradecer a las personas que en distintas
administraciones han tenido la valiente posición de apartarse de ese nefasto
flagelo. Yo soy UCR y a mi ingreso a la Universidad, desde el Rector Gabriel
Macaya con quien interactué gracias a la espontaneidad de Eulalia Bernard,
pasando por la primera Rectora, la colega historiadora Yamileth González, tuve
la oportunidad de formarme a nivel de grado y posgrado sin mayores
contratiempos. Por otra parte, debo destacar el apoyo de don Henning Jensen al
término de mis estudios doctorales, no sin olvidar -en una breve digresión, si
me lo permiten-, los aportes del Rector Luis Garita, hermano de la socióloga,
profesora y a quien me precio llamar amiga, Nora Garita. Asimismo, destaco mi
feliz encuentro con don Fernando Durán Ayanegui quien, posterior a su rectoría
y en calidad de director del Sistema Editorial de Difusión Científica de la
Investigación (SIEDIN) a finales del año 2000, creyó en mi trabajo de maestría
y me apoyó decididamente en lo que fue la coedición de mi libro Ciudadanía
Afrocostarricense en el 2011.
Mención
aparte y mi gratitud para con nuestro actual Rector, Gustavo Gutiérrez
Espeleta, quien, sin conocerme, y en escasos meses, sopesó mi compromiso con la
institución y me ha confiado encabezar la internacionalización de la U, desde
una perspectiva inclusiva.
Aun así,
falta camino por recorrer. Estamos en agosto 2022, en medio de una
conmemoración internacional de las mujeres afrolatinas, afrocaribeñas y de la
diáspora gestada hace 30 años, en la cual se observa la situación de las más de
200 millones de mujeres en América Latina y el Caribe, y para Costa Rica, habrá
que esperar la actualización de la cifra, así como algunos otros datos de
acuerdo con el reciente censo de 2022. Estamos a días del 31 de agosto: día del
negro, del negro y la cultura afrocostarricense, o más recientemente, de la
persona negra y la cultura afrocostarricense, que cumple más de 40 años,
enmarcado en esa primera y legendaria Convención Internacional de los Pueblos
Negros del Mundo, convocada por Marcus Garvey en el Madison Square Garden hace
102 años; lo que nos trae a la actualidad a la celebración de un mes histórico
de la afrodescendencia en CR con 4 años de existencia, luego de una declaratoria
de naciones unidas para el día internacional de los afrodescendientes el 16 de
diciembre de 2020; y todo lo anterior, como parte de un Decenio Internacional
para las Personas Afrodescendientes al que le quedan menos de dos años y medio.
Nuestro
accionar y ámbito de injerencia como mujeres académicas afrodescendientes no se
reduce a las aulas o termina en nuestras investigaciones, se nutre de ambas
para llegar no solo a la afrodescendencia y sus diásporas, sino a las distintas
generaciones que abrazan la interculturalidad que nos atraviesa, que cada vez
es más evidente, y que a su vez abogan por relacionamientos que transiten de la
ignorancia circunscrita a un foco limitado por la superficialidad
etno-centrada, para ampliar el espectro hacia una convivencia social mediada por intercambios que se funden
cada vez más en la condición humana que nos hermana en calidad de personas.
Dentro de esa cartografía de experiencias, los relatos no necesariamente pasan por la propia experiencia, sino que se nutren de las vivencias afines de personas que han seguido trayectorias que nos interpelan y en la que nos vemos reflejadas en tanto humanas. Eso somos las mujeres afrodescendientes en la UCR: una variedad de saberes, que como raíces se unen a través del tronco común de nuestra ancestría africana, que no deja de ser intrínsecamente diversa y que se ramifica para dar paso a formas de pensar y de sentir que poco a poco florecen con mayor fuerza para multiplicar sus frutos: frutos en la excelencia de quienes nos dedicamos a la academia, frutos en la conciencia y formación de calidad del estudiantado en esos procesos de enseñanza-aprendizaje, incluyendo a colegas y personas funcionarias con quienes laboramos, así como frutos en la diversidad de públicos a los cuales nos dirigimos dentro de nuestro ejercicio académico de modelaje de mentes, pensamiento crítico, humanista y solidario, tendientes al mejoramiento de la convivencia humana.
Debido a
compromisos previos lamentablemente no podré acompañarles durante la jornada y debo
retirarme, por lo que finalizo con el profundo y sincero deseo que seamos más
ramas fructíferas en el árbol tanto de los saberes ancestrales como de los
conocimientos formativoprofesionales.
¡Muchas gracias!
No hay comentarios:
Publicar un comentario