lunes, 29 de agosto de 2022

Encuentro de Mujeres Afrodescendientes de la UCR 2022

Dra. Diana Senior Angulo

 Dr. Guillermo Navarro, Coordinador de la Cátedra de África y el Caribe (CEAC)

Dra. Marva Spence, Ex Coodinadora de la CEAC y profesora jubilada de la UCR

Dra. Vanessa Smith, Docente e investigadora del Instituto de Investigaciones Psicológicas

Autoridades universitarias, estudiantado, personal docente y administrativo de la UCR, Señor Representante del PNUD, distinguidas personas de la comunidad afrocostarricense, público en general

 

Muy buenos días.

Agradezco a las personas organizadoras la invitación a este encuentro: Experiencias de las mujeres afrodescendientes en la UCR y retos para una Universidad inclusiva, con el fin de compartir con ustedes las palabras inaugurales.

De acuerdo con Ibañez (2018), la experiencia humana, es resultado de un proceso complejo en el que se dan cita dos polos intrínsecamente unidos: por un lado, existen cambios en la relación corporal con el medio registrados por nuestro sistema perceptivo, y por otro, valoraciones mentales, que condicionan, no solo la percepción, sino también la respuesta ante ese entorno. (…) Ambos constituyen nuestra experiencia.

Lo que recibimos por medio de impresiones, y que se van registrando en nuestras memorias son lo que terminan decantándose en nuestras experiencias de vida.

Entre lo bueno, lo malo y lo feo, quisiera manifestar sin profundizar ni entrar en detalles, que lo feo como podrán imaginar, tiene que ver con prácticas racistas estructurales a nivel social, donde lo malo sería precisamente su réplica institucional, pero de manera subliminal; en antaño directa y abiertamente dirigida contra personas afro por el simple hecho de serlo; y si bien muchos y muchas no están hoy aquí para contar sus propias experiencias, quienes les conocimos, las sabemos, por ahí dicen que perdón más no olvido.

De ahí que lo bueno radique en cambios como cláusulas institucionales que a nivel de normativa UCR regulan las prácticas contra el hostigamiento o la discriminación, y en las cuales la condición étnica y de género son parte de las consideradas. Sin embargo, tenemos tareas pendientes en la sensibilización que debe acompañar este o cualquier tipo de reglamentación, para que su espíritu no quede reducido a la prohibición, sin una educación que genere el abandono de cualquier acción que ponga en situación de desventaja o que atente contra la integridad de las personas.

A lo largo de mi camino universitario, tuve el honor de coincidir con destacadas académicas afrodescendientes, de las cuales, me permitiré mencionar a 3 de ellas. Comienzo con la maestra, polifacética, amiga y mentora, Eulalia Bernard, pionera en convocarnos desde las aulas, fuera de las aulas, a través de la intelectualidad, la lucha y la poesía. Sigo, con doña Maud Curling, profesora de un idioma no tradicional-el alemán-, representante ante el Consejo Universitario, y quien me apoyó decididamente mientras realizaba mi tesis de maestría. Y cierro con Marva Spence, amiga de infancia de mi papá y a quien reencontré en varios momentos de mi vida, uno de ellos ya como colega en la Sede del Atlántico; además de haber sido pionera en convocarnos a nosotras, mujeres afro en un encuentro internacional, hace unos años mientras estuvo a cargo del Centro de Estudios de África y el Caribe.


Actualmente, yo dirijo la Oficina de Asuntos Internacionales y Cooperación Externa, y soy hija de un catedrático, jubilado y profesor emérito de esta Casa de Estudios.

Y quiero decir que hemos sido estudiantes, becarias, artistas, deportistas de alto desempeño, investigadoras, docentes y catedráticas de reconocida trayectoria, pero aún nos faltan espacios por conquistar a nivel de direcciones de unidades académicas y centros de investigación, decanatos y vicerrectorías, por citar tan solo algunos donde nuestra presencia con la sólida formación académica y familiar que tenemos podría darle un giro a la misión institucional en acciones concretas.

Estemos vigilantes porque el miedo que se esconde detrás de las consideraciones racistas paraliza, sesga e impide que avancemos como sociedad y como comunidad universitaria.

A pesar de los obstáculos, siempre se debe agradecer a las personas que en distintas administraciones han tenido la valiente posición de apartarse de ese nefasto flagelo. Yo soy UCR y a mi ingreso a la Universidad, desde el Rector Gabriel Macaya con quien interactué gracias a la espontaneidad de Eulalia Bernard, pasando por la primera Rectora, la colega historiadora Yamileth González, tuve la oportunidad de formarme a nivel de grado y posgrado sin mayores contratiempos. Por otra parte, debo destacar el apoyo de don Henning Jensen al término de mis estudios doctorales, no sin olvidar -en una breve digresión, si me lo permiten-, los aportes del Rector Luis Garita, hermano de la socióloga, profesora y a quien me precio llamar amiga, Nora Garita. Asimismo, destaco mi feliz encuentro con don Fernando Durán Ayanegui quien, posterior a su rectoría y en calidad de director del Sistema Editorial de Difusión Científica de la Investigación (SIEDIN) a finales del año 2000, creyó en mi trabajo de maestría y me apoyó decididamente en lo que fue la coedición de mi libro Ciudadanía Afrocostarricense en el 2011.

Mención aparte y mi gratitud para con nuestro actual Rector, Gustavo Gutiérrez Espeleta, quien, sin conocerme, y en escasos meses, sopesó mi compromiso con la institución y me ha confiado encabezar la internacionalización de la U, desde una perspectiva inclusiva.


Aun así, falta camino por recorrer. Estamos en agosto 2022, en medio de una conmemoración internacional de las mujeres afrolatinas, afrocaribeñas y de la diáspora gestada hace 30 años, en la cual se observa la situación de las más de 200 millones de mujeres en América Latina y el Caribe, y para Costa Rica, habrá que esperar la actualización de la cifra, así como algunos otros datos de acuerdo con el reciente censo de 2022. Estamos a días del 31 de agosto: día del negro, del negro y la cultura afrocostarricense, o más recientemente, de la persona negra y la cultura afrocostarricense, que cumple más de 40 años, enmarcado en esa primera y legendaria Convención Internacional de los Pueblos Negros del Mundo, convocada por Marcus Garvey en el Madison Square Garden hace 102 años; lo que nos trae a la actualidad a la celebración de un mes histórico de la afrodescendencia en CR con 4 años de existencia, luego de una declaratoria de naciones unidas para el día internacional de los afrodescendientes el 16 de diciembre de 2020; y todo lo anterior, como parte de un Decenio Internacional para las Personas Afrodescendientes al que le quedan menos de dos años y medio.

Nuestro accionar y ámbito de injerencia como mujeres académicas afrodescendientes no se reduce a las aulas o termina en nuestras investigaciones, se nutre de ambas para llegar no solo a la afrodescendencia y sus diásporas, sino a las distintas generaciones que abrazan la interculturalidad que nos atraviesa, que cada vez es más evidente, y que a su vez abogan por relacionamientos que transiten de la ignorancia circunscrita a un foco limitado por la superficialidad etno-centrada, para ampliar el espectro hacia una convivencia  social mediada por intercambios que se funden cada vez más en la condición humana que nos hermana en calidad de personas.

Dentro de esa cartografía de experiencias, los relatos no necesariamente pasan por la propia experiencia, sino que se nutren de las vivencias afines de personas que han seguido trayectorias que nos interpelan y en la que nos vemos reflejadas en tanto humanas. Eso somos las mujeres afrodescendientes en la UCR: una variedad de saberes, que como raíces se unen a través del tronco común de nuestra ancestría africana, que no deja de ser intrínsecamente diversa y que se ramifica para dar paso a formas de pensar y de sentir que poco a poco florecen con mayor fuerza para multiplicar sus frutos: frutos en la excelencia de quienes nos dedicamos a la academia, frutos en la conciencia y formación de calidad del estudiantado en esos procesos de enseñanza-aprendizaje, incluyendo a colegas y personas funcionarias con quienes laboramos, así como frutos en la diversidad de públicos a los cuales nos dirigimos dentro de nuestro ejercicio académico de modelaje de mentes, pensamiento crítico, humanista y solidario, tendientes al mejoramiento de la convivencia humana.

Debido a compromisos previos lamentablemente no podré acompañarles durante la jornada y debo retirarme, por lo que finalizo con el profundo y sincero deseo que seamos más ramas fructíferas en el árbol tanto de los saberes ancestrales como de los conocimientos formativoprofesionales.

¡Muchas gracias!

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