Ninfa Santos Mora: Nació un 13 de octubre de 1916, y desapareció definitivamente del entorno del mundo en que eligió, al final, vivir el 26 de julio de 1990.
Esta fue una de las grandes voces
perdidas de la literatura escrita por mujeres costarricenses y, su presencia
dentro de las letras costarricenses, es una constante necesaria;
su obra empieza a despuntar a más de 20
años de su muerte, pero ¿Quién fue?...
Esto es solo una reseña pues, en alguna
parte habrá algún remanente de Amor quiere que muere, publicado
en México, a los 33 años, patrocinado por la REVISTA AMÉRICA, en 1949; un texto
profundamente reflexivo, por su uso y forma de utilizar palabras como apartar, cerrar,
destrozar, o quemar, probablemente, porque estaban unidas a su vida en general,
sin embargo, nos queda su palabra que no es nada en comparación con su obra…
En los últimos años se le incluyó en la
Poesía en Costa Rica, 1963, Poesía contemporánea de Costa
Rica, 1973, El amor en la poesía costarricense, 2000, y Pregoneros
de la memoria, 2004.
Más libros sobre, o de ella no existen.
Fotos mucho menos, pues sabido que mientras
el papalote de su infancia la elevaba del llano de San José hacia las nubes, como
un canto secreto de su voz, soledad y enfermedad, la mantuvieron alejada de los
reflectores literarios, cantaba la voz secreta de Ninfa…
En nuestro concepto personal, ni Isabel
Allende, o García Márquez, difícilmente hubiesen podido crear por lo increíble
de los eventos que la hicieron poesía…
Dicen que igual que Helena de Troya, e igualmente
bella, nació de un huevo desconocido, es decir, que nunca tuvo, o no se le
conoció madre y que, desde los tres años, su padre, miembro de una familia con
cierta alcurnia, delegó su crianza en manos de una hermana, quien curiosamente
también se llamaba Ninfa, porque ya tenia los primeros síntomas de artritis
degenerativa que la acompañó toda la vida, e hizo su vida aparte de ellas: encerrada
a fuego y sal en La Hacienda La América, en manos de esa tía-madre fue educada
en casa, sin compañía ni amistades de ningún, podía dejar la cama solo para sus
necesidades higiénicas personales…
Sin embargo, el día que probó la tierra bajo sus
pies, peregrinó por San José, Liberia, México, Estados Unidos, hasta se dice
que en Nueva York, conoció a Ernesto Che Guevara), e
Italia.
Como Chavela Vargas; Eunice Odio, Yolanda Oreamuno,
Sol Arguedas, y Victoria Urbano,
terminó en México, en casa de su tía Lupe, otra
hermana del padre, de donde se fue cuando empezaron los sometimientos
restrictivos.
La enfermedad nunca contuvo su vida, y menos la que
había decidido vivir: fue amiga de Trotsky, militante política tenaz, e incluso
se dice que hubo una confabulación astral de tiempos y revoluciones en que dos
costarricenses, una llamada Ninfa, otra Chavela, empujan la silla de ruedas de
Frida Kahlo durante la manifestación de apoyo a la causa
guatemalteca. Unos años después, Frida empuja simbólicamente la de
Ninfa, y tampoco detuvo nunca sus pasiones: tuvo amantes, y hasta protegió a un
aeropirata mexicano en su casa de la Roma, y tras el largo asedio de
Ermilio Abreu Gómez, escritor, historiador, periodista, dramaturgo, y ensayista,
del que hablaremos más adelante, accedió a casarse con él en la primavera de
1938: nueve días antes se había hecho afectiva de la expropiación
petrolera decretada por Lázaro Cárdenas, en la que ambos llevaban una marcha de
guerra. De este matrimonio, pese a los engaños, exigencias y menosprecios de
Abreu Gómez, quien la creía su secretaria y enlace social, nace Juana Inés,
1939, como prueba de la filiación Sor Juanista que profesaba Abreu, de quién se
divorcia cuando él la descalificó de sus responsabilidades maternas; porque la
hija se casó en secreto con Bernardo Díaz, bisnieto de Porfirio Díaz y ella,
convencida del poder del amor sobre su militancia política, guardó el secreto
de los jóvenes, lo que enojó a Abreu Gómez.
Antes de Abreu, no se le conocen estudios, durante
su matrimonio fue su secretaria y agente social, y después del divorcio, a
partir de 1953 trabaja como auxiliar en la Delegación de México ante la
Organización de los Estados Americanos, estos siendo la base se su carrera
diplomática y en 1958 ocupa el cargo funcionario de vicecónsul. En 1963 viaja a
Nueva York. Desde 1967 vivió trece años, en Italia, hasta que tragada por la
enfermedad, regresa a México, ya inválida, dónde entre biografías inconclusas,
gatos, periódicos, por las noches de insomnios producidos por la enfermedad, escribía
cartas, fallece el 26 de julio de 1990.
Para La Coleccionista de
Espejos: A. kellerman. Corrección y relectura D.McD
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