1. ARQUITECTURA
Cuando construimos debemos pensar
que construimos
para la eternidad…
John Ruskin
La gente tiene que convivir con las estructuras
que nosotros construimos y por lo tanto
deben ser agradables y atractivas para el ojo…
D.B. Steinman
David Barnard
Steinman (1886-1960) no fue un arquitecto, sino un reconocido ingeniero
estructural estadounidense. Saliéndose
de su propio campo profesional, riguroso y frío, e inspirado en sentimientos
artísticos que debieron surgirle del alma y no de aprendizajes obtenidos
durante su formación académica regular, escribió: Afirmo
que a nosotros, los ingenieros, no nos está permitido proyectar estructuras
feas: no tenemos derecho a arrancar la belleza del paisaje. La gente tiene que
convivir con las estructuras que nosotros construimos y por lo tanto deben ser
agradables y atractivas para el ojo...
Se dice de la
Arquitectura que es el “arte de proyectar y construir edificios” y, con un poco
de mayor especificidad, se le ha definido como “el conjunto de conocimientos
científicos, técnicos y artísticos aplicados a la construcción de modo que ésta
reúna condiciones de resistencia, utilidad práctica y belleza de forma”. Queda
dicho así conforme al criterio del arquitecto romano Marco Vitrubio quien, en
el siglo I a.C., escribió la obra De Architectura -el tratado más antiguo
que se conserva sobre la materia- y expresó en ella que la arquitectura
descansa en tres principios: la belleza (venustas),
la firmeza (firmitas) y la utilidad (utilitas). Lo escrito por Vitrubio sería
de importancia decisiva en los arquitectos del Renacimiento.
Se ha agregado,
con otras palabras, más enfáticas en cuanto a la expresividad artística de la
arquitectura, que “debe atender a principios estéticos ineludibles; pero
procura resolverlos con ideas estéticas que satisfagan el amor a la belleza”; así
se le distingue de otras disciplinas con mayor base científica y casi desprovistas
de sensibilidad artística, tales como la ingeniería.
A la arquitectura también se le denomina “el
arte del espacio”, caracterizada por su desarrollo en el espacio vacío, debiendo
las obras arquitectónicas satisfacer las necesidades de uso propias de la
actividad humana, además de constituirse en construcciones permanentes y
sólidas que así mismo puedan comunicar contenidos culturales a través de la
forma.
Una extensión al
campo de la arquitectura se presenta al vinculársele con el planeamiento de ciudades
y ocupase del paisaje, pues la arquitectura urbana es un campo de amplio
desarrollo e innegable valor social, especialmente cuando participa del
planeamiento de infraestructura y la construcción de edificaciones para resolver problemas
habitacionales y otras necesidades elementales de los pueblos. Además, el
riesgo asociado con ese progreso material,
que amenaza en alguna medida con la destrucción de la belleza natural, debe compensarse con la
creación de parques y jardines y con la
planificación y conservación del entorno natural. Por otra parte, la
evolución hacia la especialización y la segregación de campos profesionales se
ha producido también en la arquitectura, por lo que el diseño de plazas y
parques ha sido absorbido por una nueva carrera universitaria denominada paisajismo y, en adición, la especialización del arquitecto en la
creación de objetos empleados en los
edificios, tales como los muebles, ha dado lugar al nacimiento de otra
disciplina dentro de la arquitectura denominada diseño industrial. Así mismo, hoy día se distinguen los urbanistas como los profesionales
preparados con énfasis en proyectar y
planificar el desarrollo de los sistemas urbanos.
En su más amplio desempeño, el arquitecto también ha debido prestar atención a los aspectos de seguridad y protección del clima y peligros del entorno en los espacios ocupados por personas, pues la arquitectura influye necesariamente en nuestra manera de habitar y transformar el medio. De modo que el desarrollo sostenible también estará vinculando al quehacer arquitectónico, toda vez que esa sustentabilidad está vinculada con el equilibrio entre el medio ambiente y el uso de los recursos.
A la
arquitectura se le ha designado, con frecuencia, en términos de la clase de
materiales preferentes que ocupa en la construcción, así como por el lugar en
que se desarrolla, o bien por su identificación con reconocidos estilos o
formas. Por tanto, se habla de la arquitectura del ladrillo, de la arquitectura
naval o urbana, de las arquitecturas caldea,
egipcia, bizantina, japonesa, americana y de la arquitectura barroca, gótica, etc. Respecto de todos esos temas existe
literatura en abundancia, con
información en exceso para leer, escribir, hablar e ilustrar con extensas y
profusas palabras y múltiples ejemplos y figuras. Consideremos suficiente, por
tanto, mencionar que ha sido prolífero y
hermoso el recorrido de quienes con su talento, destrezas y sensibilidad creativa, han dado
un aporte perdurable a la rama de la
construcción; actividad humana que pareciera más bien rígida; denotándose el potencial humano para dar belleza a las
edificaciones y poder exhibir habilidad artística a partir del empleo de los
materiales más comunes y la aplicación
de las recursos más toscos y rudimentarios. Y bástenos sintetizar, a
continuación, algunos aspectos escogidos
para hablar sobre el tema.
La palabra arquitectura
deriva del griego archós que
significa jefe (guía), la persona que tiene el mando sobre algo, y tekton, que significa constructor. En la
Grecia antigua, quienes dirigían las construcciones fueron llamados arquitectos
y, como consecuencia, en la literatura histórica es normal la aplicación del término arquitecto al
constructor de las obras más antiguas, por más que primitivas y elementales de las diferentes culturas.
Tradicionalmente
la arquitectura ha sido considerada una de la siete Bellas Artes, por lo que se
diría de ella que es un arte en sentido propio; sin embargo, también cabe
aplicarle, o considerar en muchos casos,
el concepto de arte por extensión, es decir, como técnica u oficio; pues el
arte, sin especificación, designa la esencia de todas las artes, tanto las
creadoras y las simplemente operativas, lo que da sentido a llamar arquitecto
al constructor cualquiera fuera su destreza para llevar adelante la obra más
sencilla. Con este fundamento, el nacimiento de la arquitectura se remontaría a
la prehistoria, en las épocas del Neolítico y del Paleolítico, etapas en que
tribus nómadas migraron hasta acabar asentándose y formando poblados para
dedicarse a labores agrícolas. Las primeras chozas del paleolítico, las viviendas incipientes que
quedaron asentadas en cauces de ríos, en bosques y lagos, o los conglomerados
en poblados del neolítico, exhibieron una primitiva configuración del espacio que los
historiadores han aceptado denominar arquitectura por la misma raíz del término.
La construcción de viviendas que alcanzaron permanencia temporal en aquellas
épocas, se complementó más tarde con otras edificaciones para diferentes
actividades o ceremonias y una mayor evolución condujo a mejoras en cuanto a la
instalación y fijación de los elementos resistentes y de forro, a la aplicación
de nuevos materiales que se fueron incorporando a la construcción y a una
mejorada distribución de espacios y apariencias para darles seguridad y facilidades
de uso. El empleo de grandes bloques de piedra debió seguir a la preferencia u
obligación de ocupar tan solo de la madera y el barro y, con el transcurrir de los años, surgirían
paulatinamente mayores descubrimientos que habrán podido llegar a transformar, a partir de la construcción o
arquitectura, las costumbres en los diferentes pueblos. Al surgir los primeros
núcleos de población, conforme las sociedades se desarrollaban y estructuraban,
las viviendas fueron distribuyéndose en torno a lugares que se consideraron
sagrados; por lo que más tarde surgieron edificaciones que se han denominado
templos, cuyos inicios se acostumbra señalar a partir de las primeras
construcciones en el arte megalítico, consistentes en espacios cubiertos para
enterramientos, como los dólmenes o
espacios para uso en rituales, conocidos como cromlechs.
La arquitectura
sumero-acadia, impropiamente llamada por algunos caldeo y asiria, se desarrolló
en Mesopotamia mucho antes que se establecieran en ella los asirios, los
caldeos y los acadios No se debe desconocer que el origen de los sistemas de
construcción utilizados en Mesopotamia se remonta a los sumerios -primeros
pobladores de la región-, quienes establecieron los tipos de edificios cuya
evolución posterior caracterizó los estilos asirio, caldeo y persa, muy
difundidos por los árabes, quienes los adoptaron. Su arraigo fue tal que
mantuvo su prestigio y dominio en forma sostenida y fue notable su influencia
bien manifiesta en la arquitectura religiosa, como en la funeraria, en la
militar y en la civil.
Forzados a utilizar el barro para sus construcciones, había aparecido entre los sumerios la técnica del ladrillo (endurecido al sol o cocido), por lo que se impuso desde muy antiguo el uso de formas a modo de arcos y bóvedas, ambos inventos capitales en la arquitectura que luego serían perfeccionados. En la vieja ciudad de Ur y hacia el año 2300 a.C., existió uno de los primitivos templos sumerios consagrado a la diosa Sin; estaba construido sobre una plataforma y afectaba el aspecto característico de la arquitectura religiosa de Mesopotamia: la de torre de varios pisos llamada zigurat. Sobresaliente fue la costumbre de vidriar los ladrillos dándoles un brillante colorido de sorprendentes efectos decorativos, que fue obra expresa de los arquitectos mesopotámicos
Las culturas mesopotámica, persa y egipcia,
entre otras del Medio Oriente, dejaron un legado de obras arquitectónicas
relevantes como templos y pirámides y otras de no menor importancia, tales como
sistemas de irrigación, que también se atribuyen a la arquitectura de su
tiempo. Se desarrollaron, en esos grandes imperios agrarios, dos tipos de
arquitectura: la que se suele denominar arquitectura popular o “vernácula”,
correspondiente a las construcciones generalmente de uso doméstico y producidas
por y para la unidad familiar, y la arquitectura monumental, a la que se debe
la producción de los templos, tumbas y mansiones reales o palacios.
Una mejor expresión de la arquitectura se alcanzó con la participación de griegos y romanos a quienes se atribuye la generación de las bases de la arquitectura clásica. A ellos se debió la construcción con siluetas arqueadas mejor elaborados y columnas con capiteles y otros adornos y fueron quienes aplicaron la elaboración de piezas caliza y mármol. Con el arte griego surgió una definición formal de amplias repercusiones: Los denominados órdenes arquitectónicos dórico, jónico y corintio, que codifican tres fórmulas que son variantes en torno a la solución constructiva básica de la arquitectura arquitrabada, la cual consiste en cubrir espacios amplios con techumbres planas sobre grandes vigas o arquitrabes. Por su parte, los constructores romanos superpusieron al sistema de órdenes griego el uso del arco y la bóveda que permitirían cubrir grandes espacios internos con un mínimo de elementos sustentantes. El Partenón de Atenas y el Coliseo Romano son ejemplos emblemáticos del legado de griegos y romanos, sin dejar de mencionar obras igualmente soberbias en el campo de la construcción como acueductos y puentes en arco, dando un excelente aprovechamiento al dominio de esta forma de estructuración.
En 1.100 a.C. los antiguos griegos emplearon,
como se mencionó antes, una forma de arco que ya se conocía, la cual,
estrictamente hablando, es un sistema de construcción en voladizo y no un arco del
todo; porque el verdadero sistema de arco surgió en fecha posterior y
respondió a una concepción más inteligente y a una mayor habilidad. Resulta
imposible a los historiadores precisar, por ejemplo, el lugar en que fuera
construido el primer puente de arco, pero sí se sabe que los romanos llevaron
el arte de la construcción del arco semicircular hasta un alto grado de perfección.
Con el declinar del
Imperio Romano se produjo un descenso de la actividad constructiva que solo ´permaneció
muy activa en Bizancio. El imperio islámico, por su origen árabe, no poseía su sistema
constructivo propio y, con la expansión del Islam, solo aparecería de modo
destacable un nuevo tipo de templo de
gran simplicidad: la mezquita, que se
construía de grandes dimensiones, con mayor anchura que altitud, como una
magnificación del tipo de casa árabe, de planta cuadrada y abierta a un patio
cerrado exterior, predominando los materiales ligeros y baratos.
En tiempos de
mayor bonanza posteriores y dentro del ámbito cristiano hubo un notable
contraste, pues se levantaron obras extraordinarias y se desarrollaron sistemas
constructivos nuevos -el románico y
el gótico- que articularon la función
soportante de la columna con la del arco y la bóveda. Son estilos en los que se conjugan soluciones
estructurales, formas y una función expresiva simbólica. La catedral sería el
monumento por antonomasia del mundo medieval: Saint Sernin de Toulouse, Santiago de
Compostela, Notre Dame de Chartres o la catedral de Gloucester. Todos
ellos, aun siendo edificios muy
distintos, presentan estructuras y elementos de coordinación similares. La
arquitectura cristiana puede dividirse en dos etapas que abarcan un gran
período desde el siglo IV hasta el siglo
XV; el primero es el principal y verdaderamente característico del cristianismo
con dos direcciones divergentes: la oriental o bizantina y la occidental o
latina, alcanzándose un extraordinario
desarrollo que llena en el siglo XV uno de los más grandes períodos del arte
arquitectónico.
Como se advierte,
la historia de la arquitectura se remonta a las épocas más lejanas en que la
humanidad comenzó a construir obras para habitación u otros usos. Para ese
entonces los conocimientos científicos sobre la resistencia de materiales no
existían y los constructores lidiaban al
intentar garantizar la resistencia de
los materiales empleados. El progreso no se detuvo y la experiencia derivada
del ejercicio de las técnicas logradas contribuyó a subsanar la ausencia de
procedimientos adecuados para mejor interpretar el comportamiento de los
materiales. Con el transcurso de los años, la arquitectura ocupó un lugar
preponderante a pesar de que la ingeniería no se había revelado, debido,
precisamente, a la ausencia de maneras para determinar la capacidad de los elementos
para soportar cargas y las propiedades de ellos para adaptarlos al cumplimiento
de diferentes funciones con la certeza de su estabilidad. Prevalecieron las
formas y los constructores, artesanos, maestros de obra, arquitectos, o como se les llamara -porque
hubo sus diferenciaciones-, debieron proceder a base de prueba y error,
intuición, empirismo, es decir, con el buen criterio adquirido en la práctica.
La finalidad fue lograr la realización de viviendas de mayores dimensiones y otras edificaciones firmes, que sin duda las
hubo, y llegaron a erigirse en condiciones de relativa belleza y permanencia,
hasta alcanzarse aquellas que han perdurado por largo tiempo, cuyos registros o existencia
integral o parcial han permitido admirarlas aún en nuestros días.
Debido a la
existencia en épocas lejanas de caminos, puentes, acueductos y otras obras muy
bien realizadas, se ha dicho de ellas que son obras propias de arquitectos y,
así mismo, por esas concepciones inteligentes y las bellas estructuras
plasmadas, obras grandes, muchas de las cuales aún se elevan imponentes,
indiferentes al paso de los años, algunos historiadores también han señalado
progresos de la ingeniería estructural
en las épocas Antigua y Medieval. En consecuencia, conviene introducir la siguiente
aclaración: Numerosas obras antiguas de diferentes culturas, algunas de las
cuales fueron destruidas o no se conservan íntegras aunque otras han
permanecido en buen estado -tales como la Gran Muralla China y otras de la arquitectura china que han merecido la
admiración del mundo-, han sido calificadas erróneamente por algunos como hitos
de la ingeniería estructural de su época.
Deberá entenderse que esas fueron conquistas expresamente en el campo de
lo que hemos venido llamando arquitectura y no en el de la ingeniería, por lo que
se hace necesario marcar un punto distintivo, un rasgo claro de singularidad en
la línea de la historia, a partir de donde la ingeniería incursiona y se ´puede
establecer con claridad la
diferenciación pertinente. No es difícil hacerlo, porque la ingeniería tiene base científica y no
existe referencia histórica de consideraciones racionales sobre la resistencia
o el comportamiento de materiales sino hasta Galileo, en el año 1638 d. J.C. En consecuencia, la ingeniería se forja en la Época Moderna
y no antes, por lo que no cuenta con el recorrido
milenario desprovisto de respaldo científico como sucedió con la arquitectura.
Galileo Galilei (1564-1642), uno de los hombres de ciencia más notables de
todos los tiempos, fue el autor, aunque de modo incipiente, del primer libro
conocido de análisis estructural y posiblemente fue el primero en establecer la
resistencia de sólidos a la ruptura que diera origen a la mecánica de
materiales. Así se establece una
desigualdad radical entre la ingeniería civil y la arquitectura y un hito
histórico que las diferencia mejor. Por
tanto, la participación conjunta y bien coordinada de arquitectos e ingenieros
en la concepción, análisis, diseño y construcción de obras es tan necesaria
como común en nuestros días, pues se
trata de disciplinas complementarias.
Entre los siglos
XV y XVI debió producirse una variante en la historia de la arquitectura en un
intento por deslindar mejor los campos: Una nueva actitud de los arquitectos
hizo pasar del anonimato al artesano con una nueva concepción de la
profesionalidad, marcando en cada obra su estilo personal; se consideraban y
respetaban a sí mismos y acabaron por conseguir esa consideración social y
respeto como artistas interdisciplinarios y humanistas, en correspondencia con la
concepción integral del humanismo renacentista. Además, por aquellos años el dibujo pasó a ser el principal medio
de diseño, lo que contribuyó al
surgimiento con mejor definición del arquitecto
singular; diferente de la concepción colectiva de los maestros de obra medievales, a quienes se dio otra connotación. Con mucha proximidad a estos acontecimientos, se descubrió la
perspectiva en el dibujo; otra gran hazaña porque se hizo posible la proyección de imágenes con características
más realistas. Fueron, desde luego, los arquitectos quienes mejor derivaron todo el beneficio de esta nueva
herramienta.
Cabe señalar que
cuando renacía la cultura clásica grecorroma, en el siglo XV, emergió un
movimiento en Italia tendiente a recuperar los sistemas constructivos antiguos
y ese proceso se extendió por toda Europa. Los fundamentos del nuevo sistema de
construcción, muy diferente del gótico, los pusieron Filipo Brunnelleschi y Leon Battista Alberti. El propósito fue
adaptar las fórmulas de la Antigüedad a las nuevas necesidades que se hacían
presentes en la Europa posterior al Medioevo.
En el siglo XVI
Miguel Angel Buonarroti anunció el
barroco de una forma colosal y masiva en la cúpula de la Basílica de San
Pedro. De esta manera, Miguel Ángel se redescubrió como el padre del barroco y el nuevo estilo se
desarrolló en Roma, alcanzó su momento álgido entre 1650 y 1670 y luego se
extendería por toda Italia y el resto de
Europa.
Los arquitectos
italianos Donato Bramante y Andrea Palladio en el siglo XVI y Francesco
Borromini en el siglo XVII desarrollaron al máximo las posibilidades
constructivas y expresivas del estilo renacentista en sus distintas
modalidades. La Basílica de San Pedro en el Vaticano, el Palacio de Versalles
en las afueras de París, la iglesia de San Carlo Quattro Fontane en Roma, la
catedral de San Pablo en Londres, el palacio de Belvedere en Viena, la Puerta
de Brandemburgo en Berlín o la Casa Blanca de Washington; son monumentos
emblemáticos de la arquitectura basada en los órdenes clásicos. Fue en los
siglos XV y XVI cuando los arquitectos dieron a sus construcciones un carácter
más sobrio y un sentido nuevo de la proporción y la armonía. Hermosos son los ejemplares que contamos con el Louvre y la ópera de París.
La influencia del barroco no se limitó al siglo XVII pues a principios del siglo XVIII se desarrolló el estilo denominado rococó que se puede considerar como la fase final del barroco y, dentro de otra temática, necesario es señalar que los arquitectos del s. XVIII se fueron disponiendo a rechazar la religiosidad intensa de la estética anterior y la exageración lujuriante del barroco y se vieron envueltos, a finales del siglo XVIII e inicios del XIX, en un notable avance tecnológico que influiría en Europa como resultado directo de las primeras manifestaciones de la Revolución Industrial.
En el s. XIX, en
1824, Joseph Aspdín descubrió el cemento más importante llamado cemento
Portland, actualmente elemento básico en la industria de la construcción
como componente básico del hormigón o concreto. La integración de varillas o
barras de acero deformado al hormigón o concreto, produjo el hormigón armado o concreto reforzado, que
constituye un material muy resistente y competitivo con el acero en perfiles, en la construcción de edificios, puentes y
otras obras corrientes en nuestro tiempo.
Durante la primera mitad del siglo XIX se produjo un revival del estilo gótico (ojival), asociado al movimiento romántico. La sede del Parlamento de Londres es uno de los edificios más representativos de esta tendencia, basada en la recuperación de formas estilísticas del pasado, denominada historicismo...
(Continuará)
Para La Coleccionista de espejos: Sergio Francisco Rojas Solano....
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