Re-publcamos esta pagina, porque ademas de tener un numero alto de entradas, 25,145 también como homenaje a una bellla persona que como muchos otros estos meses nos dejan su recuerdo: Nury Gallego de Jaramillo: una adicción hecha cultura...
Yo la conozco desde la San José de hace un siglo, cuando por esas cosas de la vida, en las postrimerías de la decada de 1960, mientras estudiaba de noche para sacar el bachillerato, cuando por intermedio de Axel Cabrera llegué a trabajar en lo que fuera en ACRÓPOLIS CENTROAMERICANA, una de las primeras distribuidoras de libros a crédito de aquella época, ubicada a media cuadra en lo que actualmente es el Aurola Holllyday Inn; cuyo corazón era doña Nury; Nury Gallego de Jaramillo, periodista originaria de Medellín, exquisita dama de gran sencillez y humildad; quién además de madre de Alejandro, Patricia y, Mónica, era experta en equitación; cuya disciplina y solidaridad la llevaron a ser “Embajadora” voluntaria de Colombia.
Tras haber sido escogida como cabeza de la delegación de su país ante la OEA; recibió de manos del presidente Eisenhower las llaves de la ciudad de Washington D.C., después recibiría la bandera estadounidense en Nueva York.
Sin mediar más, sin saber qué fue lo que vio en mí; casi sin preguntar inició mi inmersión en el mundo cultural que ella tan bien conocía. Encargado general de todo lo que representaba limpiar, acomodar enciclopedias, libros, distribuir cursos de idiomas en discos y libros, bajo la atenta sabiduría de doña Nury aprendí cada día más una visión particular de mundo que iba desde ir a dejar libros de sánscrito a Hilda Chen Apuy, que llevar a su casa de los Hatillos una colección de libros, poco después de la publicación de Juegos Furtivos, a Alfonso Chase, o ir a la biblioteca del Seminario Mayor, en Paso Ancho, en busca de Arnoldo Mora, a dejar un libro sobre La Enciclíca Ecuménica, lo que fue la antesala de una buena amistad que aún hoy mantenemos.
Poco después, en la década de 1970 nos pasaríamos a un edificio esquinero, confluencia de calle y avenida primera, a una cuadra al sur de la Antigua Embajada Americana. Allí seríamos la LIBRERIA ACRÓPOLIS CENTROMERICANA, que abrió sus puertas un lunes de gloria; a la que llegaban distintos miembros de la cultura nacional que, bajo la atenta mirada de un mural elaborado por Enrique Ojeda, uno de los máximos pintores colombianos, del Valle del Cauca, del que muchas veces me pregunté que fue de él. Recuerdo que eran unos amantes de colores muy vistosos, atentos al eterno decir de doña Nury: “Donde hay señoritas no hay mugre…”, “ Silencio, por eso es que aquí no tenemos intercomunicadores…”
Tarde a tarde recibíamos charlas, recitales, conversatorios de café, a las que asistían Delfina Collado, Luisa Gonzáles, Francisco Zúñiga Díaz, Mario Picado, Mía Gallegos, Xenia Gordienko, Victoria Garrón de Doriam, Estrellita Cartin de Guier; que entre el “No ofrezca té, que no hay suficiente, ofrézcales café, Franklin, que si hay suficiente para todos, porque es muy feo que unos si y otros no...”
No era raro encontrar a Sherman Thomas, Maria Eugenia Dengo, Adela Ferreto, Alicia Vargas de Fournier, José León Sánchez, Cristian Rodríguez, Virginia Grüter, Esmeralda Gónzalez de Britton, Julieta Pinto, entre otros, cerrando la Estación que le Sigue al Verano.
Muchas tarde de cultura que nunca olvido; como tampoco el hecho de que mucho de mi mundo profesional lo aprendí de doña Nury; porque por su pasión, por sus conversatorios sobre Jorge Isaacs, autor de Maria, recibí una felicitación pública de mi profesora de español debido a que en los exámenes finales de ese año, agregué las observaciones de doña Nury, aquello me valió una nota extra “por mi espíritu investigador” aunque nunca dije la fuente.
Memorable recuerdo el de la vez en que Lilia Ramos, como preámbulo del discurso sobre la increíble Anaís Nin y el enigmático Henry Miller, nos habló sobre la importancia de que nos gustara el nombre de pila que llevamos por la vida. Claro, que ese seria tan solo la primera parte de muchas otras conferencias sobre Alice B. Toklas y Gertrude Stein, Picasso, Hemingway, Cuba y España y sus matadores por excelencia, Dominguín, Ordóñez, y Manolete, que no terminaban sin ejercer una critica jocosa del oficio del sicólogo.
En otras tertulias me contó sobre el Tapón del Darien, la independencia de Panamá, la Isla de San Andrés, la Carretera Panamericana; Cali, Cartagena de Indias, y la Antigua frontera colombiana con Costa Rica, conocimiento que abrió muchas puertas. Años más tarde, mi agradecimiento con ella, fue mayor porque al invitarla a un taller de ubicación para mis alumnos de quinto año, nos volvería a hechizar con sus conocimientos de protocolo, etiqueta y periodismo, carrera a la que muchos abrazaron con un amor renovado...
Muchos años después, se instalaría en las Arcadas, frente al Teatro Nacional, donde por un tiempo, en el lugar donde hoy está el restaurant del Gran Hotel Costa Rica, desarrolló la misma labor cultural, aunque sin la comodidad de antes, al igual que hoy tiene una Ventana Abierta, donde con ayuda de Gloria Lucia Henao, y otros colabores, recibe grandes porciones de esa adicción a la cultura que es ella misma…
Para La Coleccionista de Espejos: Franklyn A. Perry P.
San Pedro - 25 de diciembre 2009-4 de agosto 2017
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