viernes, 11 de agosto de 2017

Horas...

Edgar Varela.

Hoy nos convoca una llegada más para despedir a un amigo que se llamaba Edgar, don Edgar Varela, y era el que me decía que mientras no estirara la pata siempre seria como los rollos chayotes que sobre las paredes escriben poesía, porque la palabra le venía de adentro…

Sobre el libro

Es verde; el color de florecimiento, y en él existe una voz que me sirve como algo más que una guía a la conciencia del mundo y del significado que le damos día a las palabras, y que EXISTEN silencios que como espejos son como un largo camino por la noche de la vida; eso me vino cuando leí el primer libro de don Edgar, ahí comprendí que existen quienes están hechos de la palabra poesía y por más que se escondan siempre flotan como un amanecer después de la tormenta, y es el que el poeta no necesita de más clase, en ambos sentidos de la palabra, que el conocimiento interior de que se está de pequeñas ausencias que nos hacen ser cada día un sujeto distinto…

Como Versos Sueltos, su poemario inicial, Espejos del Silencio, o La noche es una costumbre, empezaba la despedida, nos decía que lentamente sabía que venía su tiempo y que la hora final quería, debería ser una despedida hecha de memorias escritas con la misma sencillez con que caen las hojas en otoño: sabemos que nunca vuelven a ser nada más las hojas muertas pero dejan una alfombra maravillosa que nunca es igual a otra ni puede ser replicado u, olvidada por los artesanos de la mirada, y es que desde Versos Sueltos, emerge la elegante premonición de la despedida de la vida, es decir que desde ahí dice adiós, es verdad, pero uno en que las cosas quedan impregnadas en las pequeñas ausencias que nunca nos dejan sobre todo porque finalmente es su decisión

He ido pasando en limpio, / y de uno en uno, /
cada día. /¡Es extraño!, /todos apuntan a ti...

Sencillo sin mayores palabras, fue construyendo su propio laberinto de recuerdos, para de una forma igual de sencilla decir aquí estoy, estaré y no me he ido hasta que el anuncia el presentimiento cada vez más claro de qué hablamos: una despedida tibia y cercana a todo lo que va fijando en su sitio que,

La noche es una costumbre/que todos
los días sube/ y se guinda
de los cristales/ en mis ojos…

Encadenados, un libro tras otro, teniendo presente que todo lo que tenemos son nuestras almas, y que el alma está hecho de recuerdos y cotidianidades de la mano, protegiéndonos del abandono del no dejarnos tentar por el sabor amargo de la poesía, ni el brillo engañoso del anochecer, nos lleva por todos los caminos andados desde la niñez hasta la adultez, entre memorias y recuerdos, y cuando finalmente llegan las HORAS, la ficción entre lo real, y los recuerdos ya no es poesía sino historias que van hablando de una cotidianidad siempre presente, en la que de paso, nos sumerge en que uno de los mayores atributos de este tipo de texto, es que no siente miedo de expresarse, y del mismo modo que designa palabra, y la palabra nos forma en seres de luz, nos muestra que se ira impregnando en cada cosa la esencia de su vida, mostrándonos que me iré, amor, sin nunca irme porque yo quería la noche de otro color, y que las HORAS son finalmente una despedida pero no la última, seguirá estando presente mientras nos dice:

Y yo en silencio medito/ ¾Tú no sabes muerte ¾/
lo que es estar siempre muriendo, por estar vivo…
…me quedé así, un poco como pensativo/
por mi pupila entraba la porosidad de la tarde…

ahora que es el fin, me hará siempre falta este señor de las manos grandes y la mirada perdida en memorias que siempre me dirán, que Edgar Varela nació siendo poesía, y se fue dejándonosla…

Sobre Edgar Varela Alfaro

Poeta costarricense; nació en Cartago el 04 de mayo de 1938. Durante su infancia y adolescencia colabora diariamente entre los afanes siempre apremiantes de una familia que se esfuerza en las variadas ocupaciones del ambiente rural para salir adelante dignamente. Conoció el aula escolar apenas durante un curso cuando tenía la edad de siete años y fue suficiente para que el por sí mismo desarrollase su afición por la lectura. Hasta después de casado no le fue posible volver a las clases y en la Escuela Eleonor Roosevelt obtuvo el título de primaria en 1970 y siguió los estudios de secundaria. En 1952 con tan solo catorce años de edad una frase marcó su vida como un talismán: “Tú serás lo que quieras ser: un vicioso, un haragán o corrupto; o un hombre de bien, de trabajo y honrado. Cada hombre busca su destino”. En el año de 1964 se casa con doña Sonia Marta Solís Murillo. Su trabajo era la ebanistería y la fabricación de mesas de ping-pong y cuando tenía tiempo se dedicaba a escribir sus versos y poesías. Falleció en la ciudad de San José, el 16 de julio del 2017, a los 79 años de edad. Entre sus obras están Versos Sueltos (2001), Espejos del silencio (2004), La noche es una costumbre (2010) y Horas: poesía (2016)


Para La Coleccionista de Espejos: Dlia McDonald Woolery
Fuente Biblioteca de Moravia y familia 

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