Edgar Varela.
Hoy nos convoca una
llegada más para despedir a un amigo que se llamaba Edgar, don Edgar Varela, y
era el que me decía que mientras no estirara la pata siempre seria como los
rollos chayotes que sobre las paredes escriben poesía, porque la palabra le venía
de adentro…
Sobre el libro
Es verde; el color de
florecimiento, y en él existe una voz que me sirve como algo más que una guía a
la conciencia del mundo y del significado que le damos día a las palabras, y
que EXISTEN silencios que como espejos son como un largo camino por la noche de
la vida; eso me vino cuando leí el primer libro de don Edgar, ahí comprendí que
existen quienes están hechos de la palabra poesía y por más que se escondan
siempre flotan como un amanecer después de la tormenta, y es el que el poeta no
necesita de más clase, en ambos sentidos de la palabra, que el conocimiento
interior de que se está de pequeñas ausencias que nos hacen ser cada día un
sujeto distinto…
Como Versos Sueltos, su poemario
inicial, Espejos del
Silencio, o La noche es una costumbre, empezaba
la despedida, nos decía que lentamente sabía que venía su tiempo y que la hora
final quería, debería ser una despedida hecha de memorias escritas con la misma
sencillez con que caen las hojas en otoño: sabemos que nunca vuelven a ser nada
más las hojas muertas pero dejan una alfombra maravillosa que nunca es igual a
otra ni puede ser replicado u, olvidada por los artesanos de la mirada, y es
que desde Versos Sueltos, emerge la elegante premonición de la despedida de la
vida, es decir que desde ahí dice adiós, es verdad, pero uno en que las cosas quedan
impregnadas en las pequeñas ausencias que nunca nos dejan sobre todo porque
finalmente es su decisión
He ido pasando en limpio, / y de uno en uno, /
cada día. /¡Es extraño!, /todos apuntan a ti...
Sencillo sin mayores
palabras, fue construyendo su propio laberinto de recuerdos, para de una forma
igual de sencilla decir aquí estoy, estaré y no me he ido hasta que el anuncia el
presentimiento cada vez más claro de qué hablamos: una despedida tibia y
cercana a todo lo que va fijando en su sitio que,
La noche es una costumbre/que todos
los días sube/ y se guinda
de los cristales/ en mis ojos…
Encadenados, un libro tras
otro, teniendo presente que todo lo que tenemos son nuestras almas, y que el alma está hecho de recuerdos y cotidianidades de la mano,
protegiéndonos del abandono del no dejarnos tentar por el sabor amargo de la poesía,
ni el brillo engañoso del anochecer, nos lleva por todos los caminos andados desde
la niñez hasta la adultez, entre memorias y recuerdos, y cuando finalmente
llegan las HORAS, la ficción
entre lo real, y los recuerdos ya no es poesía sino historias que van hablando
de una cotidianidad siempre presente, en la que de paso, nos sumerge en que uno
de los mayores atributos de este tipo de texto, es que no siente miedo de
expresarse, y del mismo modo que designa palabra, y la palabra nos forma en
seres de luz, nos muestra que se ira impregnando en cada cosa la esencia de su
vida, mostrándonos que me iré, amor, sin nunca irme porque yo quería la noche
de otro color, y que las HORAS son finalmente una despedida pero no la última, seguirá
estando presente mientras nos dice:
Y yo en silencio medito/ ¾Tú no sabes
muerte ¾/
lo que es estar siempre muriendo, por estar
vivo…
…me quedé así, un poco como pensativo/
por mi pupila entraba la porosidad de la tarde…
ahora que es el fin, me hará siempre falta este señor de las manos
grandes y la mirada perdida en memorias que siempre me dirán, que Edgar Varela
nació siendo poesía, y se fue dejándonosla…
Sobre
Edgar Varela Alfaro
Poeta
costarricense; nació en Cartago el 04 de mayo de 1938. Durante su infancia y
adolescencia colabora diariamente entre los afanes siempre apremiantes de una
familia que se esfuerza en las variadas ocupaciones del ambiente rural para
salir adelante dignamente. Conoció el aula escolar apenas durante un curso
cuando tenía la edad de siete años y fue suficiente para que el por sí mismo
desarrollase su afición por la lectura. Hasta después de casado no le fue
posible volver a las clases y en la Escuela Eleonor Roosevelt obtuvo el título
de primaria en 1970 y siguió los estudios de secundaria. En 1952 con tan solo
catorce años de edad una frase marcó su vida como un talismán: “Tú
serás lo que quieras ser: un vicioso, un haragán o corrupto; o un hombre de
bien, de trabajo y honrado. Cada hombre busca su destino”. En el año de 1964 se casa con doña Sonia
Marta Solís Murillo. Su trabajo era la ebanistería y la fabricación de mesas de
ping-pong y cuando tenía tiempo se dedicaba a escribir sus versos y poesías.
Falleció en la ciudad de San José, el 16 de
julio del 2017, a los 79 años de edad. Entre sus obras están Versos Sueltos (2001), Espejos del silencio
(2004), La noche es una costumbre (2010) y Horas: poesía (2016)
Fuente Biblioteca de Moravia y familia
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