Rubén Darío
A pocos días de
cumplirse cien años de su muerte, hemos decidido hace una nota sobre uno de los
más importantes poetas centroamericanos, quien por su labor y difusión cultural
fue conocido como El príncipe de las letras castellanas, o padre del
Modernismo…
Se llamó Félix Rubén García Sarmiento,
conocido como Rubén Darío, nació en Metapa, Matagalpa, hoy Ciudad
Darío, antiguamente San Pedro de Metapa o simplemente Metapa,
ciudad y municipio del departamento de Matagalpa, Nicaragua, el 18 de enero de
1867; y su vida, y visión de mundo, forman una novela que por difícil que
parezca fue, real y supera en mucho las grandes producciones hollywoodenses, o
mejor aún de García Márquez.
de
Manuel García y Rosa Sarmiento, quienes tras lograr las dispensas eclesiásticas
necesarias, pues eran primos segundos, se casan en León, Nicaragua, en 1866. Un dato interesante es que su vida empieza, y
se desarrolla siempre en enero y en León, donde inclusive está enterrado, que aunque
según su fe de bautismo el primer apellido de Rubén era García, la familia
paterna era conocida desde generaciones por el mote-apellido Darío; según lo
explica él mismo en su autobiografía:
Según
lo que algunos ancianos de aquella ciudad de mi infancia me han referido, uno
de mis tatarabuelos tenía por nombre Darío. En la pequeña población conocíale
todo el mundo por don Darío; a sus hijos e hijas, por los Daríos, las Daríos.
Fue así desapareciendo el primer apellido, a punto de que mi bisabuela paterna
firmaba ya Rita Darío; y ello, convertido en patronímico, llegó a adquirir
valor legal; pues mi padre, que era comerciante, realizó todos sus negocios ya
con el nombre de Manuel Darío [...]
…
AKM
Y exactamente
igual al del personaje principal del amor en tiempos del cólera, Manuel García,
era comerciante, aficionado en exceso al alcohol y a las prostitutas, lo
que hizo que Rosa, ya embarazada, tomara la decisión de abandonar el hogar
conyugal y refugiarse en la ciudad de Metapa, en la que dio a luz a su hijo,
Félix Rubén. Claro que se reconciliaron,
e incluso tendrían otra hija, Cándida Rosa, ¿sería premonitorio el nombre?, quien
murió a los pocos días. La relación se volvió a deteriorar y Rosa abandonó a su
marido para volver con Bernarda
Sarmiento, la tía que la había acogido en primer lugar pero ahí no duraría mucho:
pocos meses después, conoció a otro hombre en su vida, y abandonando hijo y
todo estableció con él su residencia en San Marcos de Colón, Choluteca,
Honduras.
Criado
como hijo de sus tíos abuelos Félix y Bernarda Sarmiento de Ramírez, la niñez
de Rubén Darío transcurrió en la ciudad de León, (de hecho, durante sus
primeros años firmaba sus trabajos escolares como Félix Rubén Ramírez), porque
de su madre apenas supo que residía en Honduras, y a su padre, lo llamó tío
Manuel, hasta el día de su muerte.
A
la muerte del Coronel Félix Ramírez, en 1871, la familia pasó apuros
económicos, e incluso se pensó en colocar al joven Rubén como aprendiz de
sastre; pero entrar a estudiar con los Jesuitas, cambió su destino. Lector precoz, pues se dice que ya a los 3
años leía con perfección, el Quijote, las obras de Moratín, Las mil una
noches, los Oficios de Cicerón, y la Corina (Corinne)
de Madame de Staël, no extrañe que empezara a escribir sus primeros versos
siendo muy niño: a los nueve años, su tía madre, en eso fue muy cuidadosa y
guardó su primer soneto, escrito en 1879, poco después de cumplir los trece
años publicaría en el diario El Termómetro, Rivas, 26 de julio,
1880, Una lágrima, elegía con la que alcanzó fama de poeta niño, desde entonces, colaboraría
habitualmente en la Revista Literaria El Ensayo, León, Nicaragua. Gaby
Sol
Eminentemente, pese a ser educado por
jesuitas, era un pensador de corte liberal porque estaba influenciado
predominantemente por poetas españoles de la época Zorrilla, Campoamor, Núñez
de Arce y Ventura de la Vega; y al ir evolucionando Víctor Hugo, entraría a
tener una influencia determinante en su labor poética, por lo que desarrolló
una actitud política, cuya base más destacada fue la del ecuatoriano Juan
Montalvo, a quien imitó deliberadamente en sus primeros artículos periodísticos:
sus primeros ensayos muestran la impronta hostil a la excesiva influencia de
la Iglesia Católica, como queda claro en 1881, con El jesuita, contaba
entonces con solo 14 años; misma edad en que ya tenía listo para publicación
su primer libro, Poesías y
artículos en prosa, que no vería la luz hasta el cincuentenario de su
muerte.
A
los quince años, y todo un hombre literariamente hablando, sale del puerto de
Corintio, rumbo a El Salvador, dónde fue acogido bajo el ala protectora de
Rafael Zaldívar, presidente de la república salvadoreña. Permanencia esta
decisiva, porque llegó a conocer a Francisco Gavidia, gran conocedor de la
poesía francesa; bajo cuyos auspicios, Darío dio forma por primera vez, a su
estilo que se convertiría después en un rasgo distintivo no sólo de su obra,
sino de toda la poesía modernista, al adaptar el verso alejandrino francés
a la métrica castellana.
El tiempo salvadoreño, fue breve pese a la celebridad
y a intensa vida social, dados por los festejos del centenario de Bolívar,
pero andando el tiempo, pasó penalidades económicas y enfermó de viruela,
y en octubre de 1883, convaleciente todavía, regresó a su país natal.
Tras
su regreso, residió brevemente en León y después en Granada, pero finalmente se
trasladó de nuevo a Managua, donde encontró trabajo en la Biblioteca
Nacional, y
reanudó sus amoríos con Rosario Murillo. No se sabe si por bibliotecario o por
sus amoríos, parece que su espíritu encontró algo de las andanzas del padre y en
mayo de 1884, fue condenado por vagancia a la pena de ocho días de
obra pública…
Su
segundo libro, producto de su continua experimentación con nuevas formas poéticas,
iba a titularse Epístolas y poemas, pero habría de esperar
hasta 1888, en que fue publicado bajo el título de Primeras notas. También ha de
decirse que escribió teatro con un acentuado gusto y que llegó a estrenar una
obra, titulada Cada oveja...,
que pese al éxito que tuvo hoy se ha perdido. JDR.
Insatisfecho
con la vida managüense, partió a Chile el 5 de junio de 1886. Allá viviría en
condiciones muy precarias, y tuvo además que soportar continuas humillaciones
por parte de la aristocracia del país, que lo despreciaba por su escaso
refinamiento, pues para ellos era poco más que un palurdo. No obstante, llegó a
hacer algunas amistades, como el hijo del entonces presidente de la República,
el poeta Pedro Balmaceda Toro. Gracias al apoyo de éste y de otro amigo,
Manuel Rodríguez Mendoza, a quien el libro está dedicado, logró publicar su
primer libro de poemas, Abrojos,
que apareció en marzo de 1887.
Entre febrero y abril
de 1888, trabajó para el Diario El Heraldo, y en julio de ese mismo año, publica AZUL,
gracias a la ayuda de sus amigos Eduardo Poirier y Eduardo de la Barra:
comenzaba así la revolución literaria modernista; pese a que en un inicio el libro
no tuvo un éxito inmediato, pero fue muy bien acogido por el influyente
novelista y crítico literario español Juan Varela, quien publicó en el
diario madrileño El Imparcial, en octubre de 1888, dos cartas
dirigidas a Rubén Darío, en las cuales, aunque reprochaba a Darío su galicismo
mental francés, reconocía en él a un prosista y un poeta de talento. Fueron
estas cartas de Valera, luego divulgadas en la prensa chilena y de otros
países, las que consagraron definitivamente la fama de Darío.
Esta
fama le permitió obtener el puesto de corresponsal del diario La Nación,
de Buenos Aires, en ese tiempo el periódico de mayor difusión de toda
Hispanoamérica. Poco después de enviar su primera crónica a La Nación, emprendió el viaje de
regreso a Nicaragua. Tras una breve escala en Lima, Perú para conocer a Ricardo
Palma, finalmente es agasajado en la ciudad de León, con un
recibimiento triunfal, era el 7 de marzo de 1889.
No
obstante, se detuvo poco tiempo en Nicaragua, y enseguida se trasladó a San
Salvador, porque había sido nombrado director del diario La Unión, defensor de la unión
centroamericana. Poco después, contrajo matrimonio civil con Rafaela Contreras,
hija del famoso orador hondureño Álvaro Contreras, el 21 de junio 1890. Al día
siguiente de la boda, se produjo un golpe de estado promovido por uno de
los invitados principales a la boda de Darío, el General Ezeta, contra
Francisco Menéndez, entonces presidente salvadoreño, y aunque el nuevo timón
del gobierno salvadoreño le cargos de responsabilidad, Darío prefirió irse del
país; pese a la negativa de la recién casada: llegaron a un acuerdo y mientras
él se trasladó a Guatemala ella permaneció en El Salvador. En diciembre de ese
mismo año, 1890, asume la dirección de un periódico de nueva creación, El Correo de la Tarde, publica
en Guatemala la 2da edición corregida y ampliada sustancialmente y
llevando como prólogo las dos cartas de Juan Valera que habían supuesto su
consagración literaria, de Azul. En enero del año siguiente, su esposa,
Rafaela Contreras, se reunió con él en Guatemala, y el 11 de febrero
contrajeron matrimonio religioso en la Catedral de Guatemala. Seis meses
después, en junio, El Correo de la
Tarde, dejó de percibir la
subvención gubernamental, y tuvo que cerrar. Darío optó por probar suerte
en Costa Rica, y se instaló en agosto de ese año en la capital del
país, San José, donde apenas era capaz de sacar adelante a su familia,
agobiado por las deudas a pesar de algunos empleos eventuales, nació su primer
hijo, Rubén Darío Contreras, el 12 de noviembre de 1891; quien fue uno de los
primeros y más importantes médicos que diera Centroamérica a los Estados Unidos.
Al
año siguiente, dejando a su familia en Costa Rica, marchó a Guatemala, y luego
a Nicaragua, en busca de mejor suerte. Inesperadamente, el gobierno
nicaragüense lo nombró miembro de la delegación que ese país iba a enviar
a Madrid, con motivo del cuarto centenario del descubrimiento de América,
lo que para Darío suponía ver realizado su sueño de viajar a Europa. A su
regreso de Europa, regresó de nuevo a Nicaragua, donde recibió un telegrama
procedente de San Salvador en que se le notificaba la enfermedad de su esposa,
que falleció el 23 de enero de 1893: dicen que ocho días estuvo perdido en el
alcohol, y que al salir de ahí, cedió la custodia y guarda crianza a los padres
de su difunta esposa y a su madre, Rosa Sarmiento, y renovó sus amoríos con
Rosario Murillo, cuya familia le obligó a contraer matrimonio con la joven. Se casó, y en abril viajó a Panamá porque había
sido nombrado CONSUL honorifico en Buenos Aires, por su amigo, el presidente
Colombiano Miguel Antonio Caro. Dejó a
Rosario en Panamá, y emprendió el viaje hacia la capital argentina. Antes de
llegar, pasó brevemente por Nueva York, conoció al ya ilustre poeta cubano
José Martí; y realizó su sueño juvenil de viajar a Paris donde tuvo un
encuentro decepcionante con su héroe, Paul Verlaine, posiblemente el poeta
francés que más influyó en su obra.
El 13 de agosto de
1893 llegó a Buenos Aires, ciudad que le causó una honda impresión. Atrás
quedó su esposa Rosario, encinta del poeta, y que el 26 de diciembre da a luz
un niño, bautizado como Darío Darío, del cual diría su madre: "su
parecido con el padre era perfecto". Sin embargo, la criatura morirá a
consecuencia del tétano al mes y medio de nacido…PauPau…
En
Buenos Aires, Darío fue muy bien recibido por los medios intelectuales.
Colaboró con varios periódicos además de La
Nación, del que ya era corresponsal, publicó artículos en La Prensa, La Tribuna y El Tiempo, por citar algunos. Su
trabajo como cónsul de Colombia le permitía llevar una vida de desenfreno,
siempre al borde de sus posibilidades económicas, y sus excesos con el alcohol
fueron causa de que tuviera que recibir cuidados médicos en varias ocasiones.
El
3 de mayo de 1895 murió su madre, Rosa Sarmiento, a quien el poeta apenas había
conocido, pero cuya muerte le afectó considerablemente. En octubre del mismo
año surgió un nuevo contratiempo, ya que el gobierno colombiano suprimió su
consulado en Buenos Aires, por lo cual Darío se quedó sin una importante fuente
de ingresos. Para remediarlo, obtuvo un empleo como secretario de Carlos Carlés,
director general de Correos y Telégrafos, y publicó, en 1896, dos libros
cruciales en su obra: Los raros, una colección de artículos sobre los escritores que, por una razón
u otra, más le interesaban; y, sobre todo, Prosas profanas y otros poemas,
el libro que supuso la consagración definitiva del Modernismo literario en
español…
Las
peticiones de Darío al gobierno nicaragüense para que le concediese un cargo
diplomático no fueron atendidas; sin embargo, el poeta vio una posibilidad de
viajar a Europa cuando supo que La
Nación necesitaba un corresponsal en España que informase de la
situación en el país con motivo de la intervención militar de los Estados
Unidos en Cuba: dos años antes que lo hiciera José Enrique Rodé, Rubén Darío
acuñó, la oposición metafórica entre ARIEL, personificación de
Latinoamérica, y CALIBÁN, el monstruo que representa metafóricamente los
Estados Unidos.
Darío
llegó a España el 3 de diciembre de 1898, con el compromiso, que cumplió
impecablemente, de enviar cuatro crónicas mensuales a La Nación acerca
del estado en que se encontraba la nación española tras su derrota frente
a los Estados Unidos en la Guerra Hispano-Estadounidense, y la pérdida de
sus posesiones coloniales de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y la isla de
Guam; crónicas que terminarían recopilándose en un libro, que apareció en 1901,
titulado España Contemporánea. Crónicas y retratos literarios. En
ellas, Rubén manifiesta su profunda simpatía por España, y su confianza en la
recuperación de la nación, a pesar del estado de abatimiento en que la
encontraba. La Darling
En
España, Darío despertó la admiración de un grupo de jóvenes poetas defensores
del Modernismo (movimiento que no era en absoluto aceptado por los autores
consagrados, especialmente los pertenecientes a la Real Academia Española.
Entre estos jóvenes modernistas estaban algunos autores que luego brillarían
con luz propia en la historia de la literatura española, como Juan Ramón Jiménez,
Ramón María del Valle Inclán, y Jacinto Benavente, entre otros; y pese a que
continuaba legalmente casado con Rosario Murillo, conoció, en la Casa del Campo
de Madrid, en 1899 a Francisca Sánchez del Pozo, campesina analfabeta, natural
de Navalsauz, provincia de Ávila, quien se convertiría en la compañera de
sus últimos años. Por encargo de La Nación en abril de 1900 Darío
visitó por segunda vez París, para cubrir la Exposición Universal que ese año
tuvo lugar en la capital francesa. Sus crónicas sobre este tema serían
recogidas posteriormente en el libro Peregrinaciones. En la Ciudad Luz conoció a quien sería su
amigo cercano hasta la muerte: Amado
Nervo.
En
los primeros años del siglo XX, Darío fijó su lugar de residencia en la capital
de Francia, y alcanzó una cierta estabilidad, no exenta de infortunios. En
1901 publicó en París la segunda edición de Prosas profanas. Ese mismo año Francisca dio a luz a una
hija del poeta, Carmen Darío Sánchez, y, tras el parto, viajó a París a
reunirse con él, dejando la niña al cuidado de sus abuelos. La niña fallecería
de viruela poco después, sin que su padre llegara a conocerla.
Poco
antes de ser nombrado cónsul de Nicaragua, conoció en la capital francesa a un
joven poeta español, Antonio Machado, declarado admirador de su obra. En 1903 nació su segundo hijo con Francisca,
Rubén Darío Sánchez, apodado por su padre "Phocás el campesino".
En 1905,
publica en Madrid el tercero de los libros capitales de su obra poética: Cantos
de vida y esperanza, los cisnes y otros poemas, editado por Juan Ramón
Jiménez. Ese mismo año, 1905, el hijo habido con Francisca Sánchez,
"Phocás el campesino", falleció víctima de una bronconeumonía. Para consolarse inició, una novela, La
Isla de Oro, que no llegó a terminar, aunque algunos de sus capítulos
aparecieron por entregas en La Nación. Por aquella época, Francisca
dio a luz a una niña que falleció al nacer.
En 1907, Rosario Murillo, que se negaba a aceptar el divorcio a menos
que se le garantizase una compensación económica que el poeta juzgó
desproporcionada, interrumpió su tranquilidad con su llegada a París: no pudo
llegar a un acuerdo con su esposa, por lo que decidió regresar a Nicaragua para
presentar su caso ante los tribunales. A fines de año nació el cuarto hijo del
poeta y Francisca, Rubén Darío Sánchez, apodado por su padre "Güicho",
y el único hijo sobreviviente de la pareja.
Después de dos breves escalas en Nueva York y en Panamá,
el poeta llegó a Nicaragua, donde se le tributó un recibimiento triunfal,
y se le colmó de honores, aunque no tuvo éxito en su demanda de divorcio.
Además no se le pagaron los honorarios que se le debían por su cargo de cónsul,
por lo que se vio imposibilitado de regresar a Paris. Después de meses de
gestiones, consiguió otro nombramiento, esta vez como ministro residente en
Madrid del gobierno nicaragüense de José Santos Zelaya. Tuvo problemas,
sin embargo, para hacer frente a los gastos de su legación ante lo reducido de
su presupuesto, y pasó dificultades económicas durante sus años como embajador,
que solo pudo solucionar en parte gracias al sueldo que recibía de La
Nación y en parte gracias a la ayuda de su amigo y director de la
revista Ateneo, Mariano Miguel de Val, que se ofreció como secretario gratuito
de la legación de Nicaragua cuando la situación económica era insostenible y en
cuya casa, instaló la sede. Cuando Zelaya fue derrocado, Darío tuvo que
renunciar a su puesto diplomático, pero permaneció fiel a Zelaya, a quien había
elogiado desmedidamente en su libro Viaje
a Nicaragua e Intermezzo tropical, y con el que colaboró en la
redacción del libro de este Estados Unidos y la revolución de Nicaragua,
en el que acusaba a Estados Unidos y al dictador guatemalteco, Manuel
Estrada Cabrera, de haber tramado el derrocamiento de su gobierno. Es al final
de este tiempo que se enemistó con su antiguo amigo Alejandro Sawa, quien le
había solicitado ayuda económica sin que sus peticiones fueran escuchadas por
Darío. La correspondencia entre ambos da a entender que Sawa fue el verdadero
autor de algunos de los artículos que Darío había publicado en La Nación. MC
Tras
abandonar su puesto al frente de la legación diplomática nicaragüense, Darío se
trasladó de nuevo a París, donde se dedicó a preparar Canto a la Argentina, encargado por La Nación.
Por entonces, su alcoholismo le causaba frecuentes problemas de salud, y crisis
psicológicas, caracterizadas por momentos de exaltación mística y por una
fijación obsesiva con la idea de la muerte.
Como miembro de una delegación nicaragüense para conmemorar el
centenario de la independencia del país. Sin embargo, el gobierno nicaragüense
cambió mientras se encontraba de viaje, y el dictador mexicano Porfirio Díaz, se
negó a recibir al escritor. Sin embargo, Darío fue recibido triunfalmente por
el pueblo mexicano, que se manifestó a favor del poeta y en contra de su
gobierno. Ante el desaire del gobierno mexicano, Darío zarpó hacia La
Habana, donde bajo los efectos del alcohol, intentó suicidarse, y en
noviembre de 1910, regresó de nuevo a París, donde continuó siendo
corresponsal del diario La
Nación y desempeñó un trabajo para el Ministerio de Instrucción
Pública mexicano que tal vez le había sido ofrecido a modo de compensación por
la humillación sufrida.
En 1912,
dirigió las revistas uruguayas Mundial y Elegancias,
y fue también por esta época cuando el poeta redactó su autobiografía, que
apareció publicada en la revista Caras y caretas, con el título
de La vida de Rubén Darío
escrita por él mismo; y la obra Historia de mis libros, muy interesante para el conocimiento
de su evolución literaria. Un año después regresa a Paris, y viaja a Mallorca,
invitado por Joan Sureda alojándose en la Cartuja de Valldemosa, en esta isla,
comienza la novela El oro de Mallorca, que es, en realidad, una
autobiografía novelada. Se acentuó, sin embargo, el deterioro de su salud
mental, debido a su alcoholismo. En diciembre regresó a Barcelona, donde se
hospedó en casa del general Zelaya, que había sido su protector mientras fue
presidente de Nicaragua. En enero de 1914, instado en Barcelona, publica su
última obra poética de importancia, Canto
a la Argentina y otros poemas, que incluye el poema laudatorio del país
austral que había escrito años atrás por encargo de La Nación. Su salud estaba ya muy deteriorada: sufría de
alucinaciones, y estaba patológicamente obsesionado con la idea de la muerte.
Sin embargo, al estallar la Primera Guerra Mundial, se integra con la idea de
defender el pacifismo para las naciones americanas. Atrás quedó Francisca
con sus dos hijos, a quienes el abandono del poeta habría de arrojar poco
después a la miseria. Hace un alto en la Universidad de Columbia en Nueva York,
y lee su poema Pax, antes de seguir
hacia Guatemala, donde bajo la protección de su antiguo enemigo, el
dictador Estrada Cabrera, por fin llega a León, la ciudad de su infancia,
el 7 de enero de 1916, y falleció menos de un mes después: 6 de febrero de
1916. Las honras fúnebres duraron varios días presididas por el Obispo de
León Simeón Pereira y Castellón, y el presidente Adolfo Díaz Recinos. Se encuentra sepultado en LA Catedral de León
el trece de febrero del mismo año, al pie de la Estatua de San Pablo, debajo
del león de arena y cal hecho por el escultor granadino Jorge Navas Cordonero. Teacher
Ana Lu
Debe
quedar claro que muerto Darío, Francisca se casó con José Villacastin, un
hombre culto, que gastó toda su fortuna en recoger la obra de Rubén que se
encontraba dispersa por todo el mundo y que entregó para su publicación al
editor Aguilar, de quien era buen amigo y que el archivo personal de Rubén
Darío fue donado por Francisca Sánchez al gobierno de España en 1956 y ahora
está en la Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid.
Obra
y palabra:
No todos los poemas de Darío fueron recogidos en
libros en vida del poeta. Muchos de ellos, aparecidos únicamente en publicaciones
periódicas, fueron recopilados después de su muerte. Un ejemplo, representativo
de su etapa de madurez literaria, es la poesía titulada Los motivos del
lobo, publicada en Mundial Magazine en 1913, tres años antes de la
muerte de Darío.
El periodismo fue para Darío su principal fuente de sustento. Trabajó
para varios periódicos y revistas, en los que escribió un elevadísimo número de
artículos, algunos de los cuales fueron luego recopilados en libros, siguiendo
criterios cronológicos o temáticos.
Poesía
(primeras ediciones)
·
Abrojos.
Santiago de Chile: Imprenta Cervantes, 1887.
·
Rimas.
Santiago de Chile: Imprenta Cervantes, 1887.
·
Azul…, Valparaíso: Imprenta Litografía Excelsior, 1888.
Segunda edición, ampliada: Guatemala: Imprenta de La Unión, 1890.
Tercera edición: Buenos Aires, 1905.
·
Canto
épico a las glorias de Chile, Santiago de
Chile, 1887.
·
Primeras
notas, [Epístolas y poemas, 1885].
Managua: Tipografía Nacional, 1888.
·
Prosas profanas y otros
poemas. Buenos Aires, 1896. Segunda edición, ampliada:
París, 1901.
·
Cantos de vida y
esperanza. Los cisnes y otros poemas. Madrid,
Tipografía de Revistas de Archivos y Bibliotecas, 1905.
·
Oda
a Mitre.
París: Imprimerie A. Eymeoud, 1906.
·
El
canto errante.
Madrid, Tipografía de Archivos, 1907.
·
Poema
del otoño y otros poemas, Madrid: Biblioteca
"Ateneo", 1910.
·
Canto
a la Argentina y otros poemas. Madrid, Imprenta
Clásica Española, 1914.
·
Lira
póstuma.
Madrid, 1919.
Prosa (primeras ediciones)
·
Los raros. Buenos
Aires: Talleres de "La Vasconia", 1896. Segunda edición, aumentada:
Madrid: Maucci, 1905.
·
España comtemporanea.
París: Librería de la Vda. de Ch. Bouret, 1901.
·
Peregrinaciones.
París. Librería de la Vda. de Ch. Bouret, 1901.
·
La
caravana pasa. París: Hermanos Garnier, 1902.
·
Tierras
solares.
Madrid: Tipografía de la Revista de Archivos, 1904.
·
Opiniones.
Madrid: Librería de Fernando Fe, 1906.
·
El
viaje a Nicaragua e Intermezzo tropical. Madrid:
Biblioteca "Ateneo", 1909.
·
Letras (1911).
·
Todo
al vuelo.
Madrid: Juan Pueyo, 1912.
·
La
vida de Rubén Darío escrita por él mismo. Barcelona:
Maucci, 1913.
·
La
isla de oro (1915) (inconclusa).
·
Historia
de mis libros.
Madrid, Librería de G. Pueyo, 1916.
·
Prosa
dispersa.
Madrid, Mundo Latino, 1919.
Obras completas
·
Obras
completas. Prólogo de Alberto Ghiraldo. Madrid: Mundo Latino, 1917-1919 (22
volúmenes).
·
Obras
completas. Edición de Alberto Ghiraldo y Andrés González Blanco. Madrid:
Biblioteca Rubén Darío, 1923-1929 (22 volúmenes).
·
Obras
poéticas completas. Madrid: Aguilar, 1932.
·
Obras
completas. Edición de M. Sanmiguel Raimúndez y Emilio Gascó Contell. Madrid:
Afrodisio Aguado, 1950-1953 (5 volúmenes).
·
Poesías.
Edición de Ernesto Mejía Sánchez. Estudio preliminar de Enrique Ardenson
Imbert. México: Fondo de Cultura Económica, 1952.
·
Poesías
completas. Edición de Alfonso Méndez Plancarte. Madrid: Aguilar, 1952. Edición
revisada, por Antonio Oliver Belmás, en 1957.
·
Obras
completas. Madrid: Aguilar, 1971 (2 volúmenes).
·
Poesía.
Edición de Ernesto Mejía Sánchez. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1977.
·
Obras
completas. Madrid: Aguilar, 2003. (A pesar del título, solo contiene sus obras
en verso. Reproduce la edición de Poesías completas de 1957).
·
Obras
completas. Edición de Julio Ortega con la colaboración de Nicanor Vélez.
Barcelona. Está prevista la publicación de tres volúmenes (I Poesía; II Crónicas;
III Cuentos, crítica literaria y prosa varia), de los que solo el primero
ha aparecido hasta el momento.
Algunas ediciones
actuales
·
Autobiografía.
Oro de Mallorca. Introducción de Antonio Piedra. Madrid, Mondadori, 1990.
·
Azul.../ Cantos de vida y esperanza. Edición
crítica de José María Martínez. Madrid, Cátedra, 2000.
·
Páginas escogidas. Edición de Ricardo Gullón.
Madrid: Cátedra, 1988.
·
Prosas
profanas. Edición de José Olivio Jiménez. Madrid, Alianza Editorial,
1992.
·
Prosas profanas y otros poemas. Edición de
Ignacio M. Zulueta. Madrid, Castalia (col. "Clásicos Castalia" nº
132), 1992.
Crónicas
España
contemporánea (1901), que recoge sus
impresiones de la España inmediatamente posterior al desastre de 1898
Peregrinaciones (1901),
y las crónicas de viajes a Francia e Italia
En El viaje a
Nicaragua e Intermezzo tropical, 1907.
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