La poesía escrita por mujeres, es la menos fácil, y ella diría en una
ocasión que es no es solo una opción de vida sino de conocimiento interior…
Claro que estamos hablando de una de las primeras mujeres en obtener el
NOBEL en Literatura que ha muerto, una más de mis favoritas, el primer día de
febrero, como tenía que ser. Yo no puedo decir nada sobre ella que no se sepa
ya, por eso reproduzco la entrevista que dio en el 2003, y que rebela la
sencillez de su autoría…
Si no me hubiese ganado el Nobel estaría más
tranquila, sin esas montañas de cartas y todos esos problemas financieros con
los bancos…
Hace frío. Hemos viajado al país
donde los poetas “escriben con los guantes puestos” con un poemario de Wislawa
Szymborska como única guía. En él leemos que los poetas, aquí, en el antiguo
reino de Polonia, “cantan la vida sencilla de los pastores de focas” con
“estrofas compuestas de alaridos estruendosos”. Si a alguien le invade la
tristeza, no lo tiene fácil: “Quien quiera ahogarse debe de tener un hacha para
horadar el suelo”. Nos han dicho que Cracovia, una de las ciudades más
literarias de Europa, está repleta de escritores. Pero solamente buscamos a
una. Características: mujer, 83 años y, desde 1996, premio Nobel de literatura.
Vive aquí, en Cracovia, desde el año 1931.
“La conozco -nos dice Abel Murcia,
director del Instituto Cervantes en Polonia, cuando le mostramos la foto-. He
traducido su obra al español. ¿Una entrevista, dicen? Lo tendrán difícil,
amigos: no le gusta nada hablar de ella”.
La pista Szymborska nos aleja del
centro de la ciudad. Ningún turista se acercaría jamás al anodino bloque de
pisos donde habita la poetisa. Este barrio humilde que ahora recorremos en taxi
-el mismo donde vivía antes de convertirse en millonaria gracias a la Academia
Sueca- se compone de altos edificios grises, comunicados entre sí por calles en
las que han desaparecido todos los reclamos que atraen a los turistas a
Cracovia, una de las ciudades más bonitas de Europa, patrimonio de la humanidad
desde 1978. Ni el castillo real, ni el mercado de paños, ni la catedral de
Wawel, ni la iglesia de Santa María -donde un señor toca la trompeta cada hora,
durante las 24 horas del día-… Alrededor de Szymborska, lo que hay es hormigón
y cemento. De los diez premios Nobel a los que he visitado, sin duda esta
simpática abuelita nacida en la actual Kórnik en 1923 es la que vive en un
lugar más austero.
A la mujer sencilla que nos abre la
puerta, da la impresión, los 1,2 millones de dólares del premio le cayeron encima
como una losa, cuando ya pasaba de los setenta años y tenía su vida organizada.
“Decidí que, al menos, iba a mantener mi intimidad”, nos contará un poco más
tarde, sentada en el sofá de su comedor. Se refiere siempre al Nobel como “la
hecatombe” y, modesta, afirma que “sin la labor de Anders Bodegard, mi
traductor al sueco, no me lo habrían dado… Ahora estaría más tranquila, sin
esas montañas de cartas que tengo que contestar y todos esos problemas
financieros y gestiones con los bancos que antes no tenía. Por eso hago
collages, para relajarme”.
Acceder a Szymborska no fue fácil. Y,
una vez ante ella, acomodados en el sofá de su comedor, nos quiso dejar claras
algunas condiciones:
-Primero, no me
gusta hablar de poesía. Segundo, no me gusta hablar de Wislawa Szymborska, es
decir, de mí. Tercero, no me gusta hablar de política. ¿Qué nos queda? Puedo
hablar con ustedes de animales, de plantas, un poco del amor y un poco de la
amistad. ¿Qué quieren tomar? ¿Coñac o martini? ¿Qué hace ahí ese señor? ¿Es fotógrafo?
No me ‘dispare’ a las manos, por favor, las tengo horrorosas, me las rompí hace
medio año. Ya no soy una persona para ser fotografiada. Hablando, todavía doy
el pego, pero en las fotos…”
Mientras Szymborska se ríe y va a la
cocina a servir los vasos, sentados en el sofá, miramos de reojo al director
del Cervantes, nuestro intérprete, que pone cara de “ya se lo decía yo…”. Pero
la dueña de la casa vuelve enseguida, con unos vasos bien cargados de
aperitivo, y algo nos hace intuir que, finalmente, Szymborska no cumplirá su
promesa y podremos entrevistarla como es debido. De momento, enciende un
cigarrillo y nos felicita: “¿Ustedes no fuman? ¡Qué bien, así van a vivir
mucho! Imagínense: yo ya tengo 83 años, fumando, así que ustedes… ¡Ja, ja, ja!”
La risa de Szymborska es contagiosa y
juvenil, como de chiquilla traviesa. “Tengo muchísimos defectos, pero una
virtud: la curiosidad por todo -revela-. Ese es mi motor. En mi discurso de
aceptación del Nobel ya repliqué al Eclesiastés, que afirma que ‘no hay nada
nuevo bajo el sol’. La vida es tan rica… todo está lleno de variedad”. De ahí
que, en su poema inédito “Falta de atención” se riña a sí misma: “Ayer me porté
mal en el cosmos. / Viví todo el día sin preguntar por nada, / sin sorprenderme
de nada. / Realicé acciones cotidianas / como si fuera lo único que tenía que
hacer”.
Su primer poema publicado fue Busco
la palabra, aparecido en el suplemento literario del diario Dziennik Polski en
marzo de 1945
Nos muestra sus collages: pequeñas
cartulinas hechas con recortes de diarios, de revistas, de folletos… Obras a
caballo entre la ingenuidad y la agudeza que, para ella, suponen “una forma de
descanso”. Se interesa por nuestro viaje desde España. Ella casi no viaja, nos
cuenta: Soy totalmente incapaz de aprender lenguas. Puedo leer, más o menos,
alemán y francés pero no hablo más que polaco. Así, para viajar, dependo
totalmente de la persona que me acompaña y no puedo entrar en contacto directo
con la vida de ningún sitio, lo que me resulta frustrante. Mi juventud
transcurrió en la época de la ocupación nazi, donde no se estudiaba nada, y mi
segunda juventud fue con el comunismo, que no estimulaba mucho el contacto con
el extranjero…
El cercano campo de Auschwitz -una de
las mayores atracciones turísticas de la zona- le recuerda a Szymborska
aquellos primeros años 40 en la Cracovia ocupada, cuando los alemanes
impedían a los polacos acudir a la escuela pública y ella tuvo que seguir clases clandestinas
mientras trabajaba en una compañía ferroviaria para evitar ser destinada a un
campo de trabajo. Aquí en Cracovia duele más que en otros lugares la
indiferencia europea ante la suerte de los polacos, porque -no hay más que
pasear por sus calles- es una ciudad de Europa central, como Praga o Viena,
mientras que Varsovia, la capital, resulta de algún modo más cercana a la
Europa del este.
El Nobel a Szymborska en 1996 fue
totalmente imprevisto. Todavía estaba vivo otro cracoviano ganador del premio,
Czeslaw Milosz (1980), y muy reciente el recuerdo de otro galardonado polaco,
Isaac Bashevis Singer (1978), que escribía en yiddish. Szymborska solamente
tenía publicados una decena de delgadísimos libros, muy poco en comparación con
otros aspirantes de su mismo país. En muchos lugares, como España, ni siquiera
había sido traducida. Y no era tampoco la escritora polaca internacionalmente
más popular, puesto en el que rivalizaban Stanislaw Lem, el autor de “Solaris”,
y Ryszard Kapuscinski.
La brevedad sigue siendo lo suyo.
Dentro de unos meses, se publicará en España Dos
puntos (Igitur), otro pequeño poemario (80
páginas, a las que hay que descontar 26 de introducción), que ha tardado unos
años en ver la luz. ¿Siente que escribe poco? No trabajo todos los días -confiesa-, no soy nada disciplinada…
Que nadie piense que esta poetisa se
aísla del mundo. Todo es política, incluso los poemas no políticos
lo son, admite. La actualidad -“palabra que no me
gusta nada”- ha penetrado a menudo en las páginas de Szymborska. En Instante, su anterior libro, de
2002, escribió un poema sobre el atentado contra las Torres Gemelas
(“Fotografía del 11-S”), centrado en las víctimas que se arrojaron al vacío
desde lo alto de los rascacielos: Quería fijar ese instante, vi una foto en una
revista, con esas personas congeladas en su vuelo hacia la muerte, con las
llaves y otros objetos cayéndoles de los bolsillos, y quise hacer lo mismo en
un poema, congelar ese momento, para mantenerlos con vida. Cualquier poema es
eso: un instante. Pero ya décadas antes, se había
ocupado del terrorismo, con Un terrorista, él observa” (1976), centrado en qué
sucede durante los minutos previos a un atentado: “La bomba explotará en el bar
a las trece veinte./ Ahora apenas son las trece y dieciséis./ Algunos todavía
tendrán tiempo de salir. / Otros de entrar… Esa es mi forma de hablar de política -explica-. No me gusta la ‘actualidad’, pero sí
aquellos aspectos de la realidad que, a pesar de que hayan acabado de suceder,
ya sabemos que son historia pura, mucho más que una noticia del día, cuestiones
que nos persiguen desde Caín y Abel. Escribí críticamente sobre el terrorismo,
en una época en que en mi país los terroristas eran considerados como héroes,
personas honradas y dignas de elogio.
Pero, a la que uno se despista, la conversación
huye de los cánones periodísticos y se desvía a lo poético. ¿Cómo veo el mundo
de hoy? Lo mejor es mirarlo desde el espacio -afirma, gesticulando como si pudiéramos planear
por las galaxias-. Hasta el siglo XX, era un planeta azul que giraba
silenciosamente por el universo. Pero, en estos momentos, es una bola que hace
un montón de ruido, ¿no lo oyen?, está hablando todo el tiempo, es escandalosa,
¡una bola charlatana con un montón de palabras! Hay un montón de información,
que en dos minutos recorre todo el planeta pero, si se fijan, son tonterías
absolutas, informaciones que no tienen ninguna importancia…
Entre sus obras más destacadas se
encuentras: Llamada al Yeti (1957), La sal (1962), Cien alegrías (1967), Todo
caso (1972), Gran número (1976) y Gente en el puente (1986), hasta llegar a Fin
y principio (1993).
Y nos cita un ejemplo de mi propia experiencia. A menudo, cuando voy a
algún sitio, me ponen un micrófono en la boca, porque ha sucedido algo en
cualquier parte del mundo y me preguntan: ¿qué piensa usted sobre esto?.
Siempre respondo lo mismo: Tengo que pensarlo. No, no -me dicen-, lo
necesitamos ahora. Necesito tiempo para reflexionar sobre ello, tal vez mañana
pueda responderles. ¡Y nunca lo aceptan! Que alguien se tome un día para pensar
qué dice sobre algo importante está fuera de su lógica. Hay mucha gente que
acepta dar esa respuesta inmediata, y a menudo se trata de frases estúpidas.
Soy de esas personas que todavía creen que todo debe ser pensado un poquito, y
que la primera impresión no siempre es la más acertada, la más coherente y la
mejor. De hecho, escribo de la misma forma: tengo que andar, pensar, darle
vueltas, ir de un sitio a otro…
Aunque poco, se pronuncia de vez en
cuando sobre política. Se la sabe opuesta a la visión nacionalista y católica
de los hermanos gemelos Kaczynski (uno presidente, el otro primer ministro). La situación
política en la que vivimos no me entusiasma, ni mucho menos -confirma-. Jamás pude imaginar que los tiempos
actuales iban a ser como hoy. Hablamos de los condicionantes históricos que
alimentan los demonios de Polonia: es este un país que ha sido borrado del mapa
varias veces, y castigado por la Alemania nazi y la Rusia comunista, por lo que
en el ADN de todo polaco anida una legítima desconfianza tanto hacia Bruselas
como hacia sus vecinos.
Ella no abraza el nacionalismo, pero
es que ni siquiera el ecologismo. ¡Cero ismos! No deberíamos someternos jamás a las
ideas del grupo. No se puede ser ese insecto clavado en un corcho con una
agujita y una etiqueta debajo. Es mejor poder seguir volando. Al principio -continúa-, yo admiraba el sistema comunista y
escribía poemas de realismo social. Pensaba sinceramente que era una forma de
liberar a la gente, había vivido la ocupación nazi, el odio en todo su
esplendor, y sentía que era necesario todo lo contrario: amar mucho a la gente,
y el comunismo significaba eso, un gran amor hacia todos, sin distinciones de
ningún tipo. Después entendí que a la humanidad no había que amarla, en
absoluto, ¡no se lo merece! Hay que apreciar y sentir lo que le sucede a la
gente, experimentar empatía hacia ellos, y con eso basta. Por desgracia, de
esos grandes amores a la humanidad siempre surgen las peores cosas, auténticos
infiernos.
En uno de los estantes de su
biblioteca, reposa el “Quijote”. ¿Qué les parece a ustedes? -nos pregunta-, creo que
es una obra maestra, pero que ha cambiado mucho con el tiempo. Cuando se
publicó, hace más de 500 años, era un libro enormemente divertido. En estos
momentos, al menos para mí, es un libro triste. Cuando lo cierras, lo que queda
en el alma del lector es un poso de amargura. Es como si el humor hubiera
envejecido, ¿verdad?
Precisamente, muchos de los poemas de
Szymborska son relecturas de la tradición: pinturas, libros, paisajes conocidos
que ella mira desde un nuevo ángulo. Le digo al lector: Fíjate en este detalle. Intento mostrar que la vida es infinitamente rica, incluso en las
cosas que parecen más evidentes. Todas las cosas tienen como mínimo seis puntos
de vista: desde los cuatro lados y desde arriba y desde abajo. Se
ríe de las interpretaciones que hacen de sus poemas: Por ejemplo, cuando
en mi poema sobre el yeti dicen que se trata de Stalin, o cuando intentan
analizar qué simboliza una piedra. ¡Nada! El yeti es el yeti y la piedra es una
piedra. Hay una costumbre excesiva de leer entre líneas, de buscar mensajes
secretos. Mi poesía no esconde nada. El día que quiera criticar a los gemelos
Kaczynski, los llamaré por su nombre, no los compararé con Rómulo y Remo...
A pesar de la omnipresencia de lo católico, ella no
es creyente y define a la religión como la ilusión más elevada de todas las
que tiene la gente. No soy una atea militante. Me gusta más plantear preguntas
que dar respuestas. Mi divisa es: ‘No sé’. Y ya veremos… Todos veremos. Ninguno
de nosotros tiene mecanismos para poder saber qué sucede después de la muerte.
Las cosas que no se saben son las que convierten la vida en algo fascinante. .
Los animales son a menudo
protagonistas de sus versos. Ella, no tiene porque esto es un pequeño piso en la
ciudad, opina que no hay poesía sin animales,
plantas o piedras, porque estamos todos juntos en la Tierra. Me interesa el
trabajo de la naturalista Jane Goodall, que ha estudiado a los monos como
individuos y ha descubierto en ellos singularidades como las que nos distinguen
a los seres humanos. Todos somos siempre diferentes”. Los niños polacos recitan
en las escuelas su poema Un gato en un
piso vacío”, y ella nos descubre ahora que “ese gato -que debe acostumbrarse a
vivir en un piso donde ya no está su amo, muerto- es una herida grande en mi
corazón. Ahí hablo del dolor por la pérdida de mi compañero, mi gran amor, el
poeta Kornel Filipowicz, fallecido en 1990; no es sólo el gato el que está
triste sino también yo. Pero, bueno… estoy hablando muchísimo de mí misma, y
eso es muy raro. En mi vida hubo varios amores, los de juventud, mi primer
marido, Adam Wlodek… Cada amor fue distinto. Sigo siendo amiga de aquellos que
todavía viven, porque siempre ha habido algo en cada caso que vale la pena
recordar”.
Le gusta definirse, coquetamente,
como antigua, pero tiene muchísimos seguidores jóvenes. Podríamos decir que,
hace 35 años, ya era moderna, cuando, por ejemplo, dedicaba un poema Prospecto a la piedad química, antes de la irrupción masiva
de las drogas de diseño en las discotecas: No tienes más que ingerirme, / ponme
debajo de la lengua, / no tienes más que tragarme, / con un sorbo de agua
basta. (…) ¿Quién dice / que vivir requiere valor? / Dame tu abismo, / lo
acolcharé de sueño… ¿Son esos poemas los que le ponen en contacto con la
juventud? Tengo contacto con los jóvenes -admite-, hablo con ellos de muchas
cosas. Pero los jóvenes que yo recibo son buenos chicos: estudian un montón y
reflexionan sobre el mundo. Los más folloneros no me resultan tan cercanos. A
mí me interesan más aquellos que hacen ‘lo que hace todo el mundo’ y parecen
invisibles. ¡Me resultan fascinantes!...
Sobre ella:
Escritora y poeta polaca nacida en Prowent,
localidad que fue absorbida por Bnin, la que a su vez hoy forma parte de
Kórnik, cerca de la ciudad de Poznán. Cuando ella cumplió los ocho años, en
1931, su familia se trasladó a Cracovia, ciudad que siempre seria su principio y fin, a
partir de entonces. Al terminar la
secundaria, trabajó en los ferrocarriles y, más tarde, ingresó a la Universidad
Jagellónica, a la carrera de Lengua y Literatura Polaca y Sociología, que
no concluyó por problemas económicos. Fue en ese tiempo, sus años
universitarios que comenzó a publicar poesía en periódicos y revistas: Busco la palabra, su primer poema
fue publicado en el suplemento literario del diario Dziennik
Polski en marzo de 1945, para la que también trabajó como secretaria e
ilustradora. En 53, tuvo una columna de crítica (1968-1981), en la revista
Vida Literaria: un año antes su primer poemario, creado desde 1949 fue
publicado pese a que no pasó la censura de ser considerado, de realismo
socialista, razón por la que repudiaría los libros siguientes.
Por
un tiempo fue miembro del PARTIDO OBRERO UNIFICADO POLACO, del que con el
tiempo se iría distanciando hasta adoptar una postura crítica: para el 57, comienza
a tener contacto con disidentes, empezando por ser amiga de también politólogo
y ensayista Jerzy Giedroyc (27 de julio de 1906- 14 de septiembre del 2000), y colaboradora
en su revista Kultura, que se publicaba en París.
Además de traductora de obras literarias del
francés, perteneció a la Unión de Escritores y a la Asociación de Escritores, obtuvo
numerosos honores y premios, entre los que destaca el Premio Nobel de
Literatura de 1996, cuando contaba 73 años.
Por
su estilo y transcendencia su obra se empareja geográfica, y generacionalmente con
escritores como Zbigniew Herbert o Czeslaw Milosz…
Premios y
reconocimientos
·
1954,
Premio Ciudad de Cracovia.
·
1963,
Premio del Ministerio de Cultura de Polonia.
·
1991,
Premio Goethe.
·
1995,
Premio Herder.
·
1995,
Doctor Honorífico de la Universidad Adam Mickiewcz, Poznan, Polonia
·
1996,
Premio del PENCLUB, Polonia.
·
1996, Premio
NOBEL de Literatura
Obra
·
Por
eso vivimos (Dlatego
żyjemy, 1952)
·
Preguntas
mí misma (Pytania
zadawane sobie, 1954)
·
Llamando
al Yeti (Wołanie
do Yeti, 1957)
·
Sal (Sól,
1962)
·
Mil
alegrías, un encanto (Sto
pociech, 1967)
·
Si
acaso (Wszelki
wypadek, 1975)
·
Gente
en el puente (Ludzie
na moście, 1986)
·
Fin
y principio (Koniec
i początek, 1993)
·
De
la muerte sin exagerar (1996)
·
No
sé qué gente (1997)
Discurso ante la Academia Nobel.
·
Instante (2002).
·
Dos
puntos (2004).
·
Hasta
aquí (2009).
Obra traducida al
castellano
·
Paisaje
con grano de arena,
antología, Lumen, Barcelona, 1997
·
El
gran número. Fin y principio y otros poemasHiperión,
Madrid, 1997
·
Instante Igitur,
Tarragona, 2004
·
Poesía
no completa,
Fondo de Cultura Económica, México, 2002 (2ed. 2008, con actualización
bibliográfica)
·
Dos
puntos;
Igitur, Tarragona, 2007
·
El
gran número, Hiperión, Madrid, 2008
·
Amor
feliz y otros poemas; Bid & co.
editor, 2010
·
Aquí (Tutaj,
2009), Bartleby, Madrid, 2009
·
Antología
poética (1945-2006).
Visor Libros, Madrid, 2015.
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