Pocos habrán oído hablar de él pero
han seguido el desarrollo de su obra a través de los comics tan comunes en
estos días.
Este
escritor japonés de corta pero notable trayectoria, se suicidó a los 35 años,
1927, fue desde el principio hasta el fin obra de la locura, que fue su mejor y
mayor musa: nació en Tokio, 1892, pero no
sólo es bien conocido en Japón, sino también en Occidente, en donde hace ya
bastante tiempo que muchas de sus obras han sido traducidas y presentadas al
público, pues es uno de los autores más problemáticos, inquietantes, versátiles
y discutidos de nuestro siglo, porque lo mismo que Kafka, Praga, y Baudelaire,
Paris, se preocupó por retratar el espíritu de su ciudad y el mundo en que vivía
con excepcional cuidado y preocupación por la perfeccion técnica y estilística de
en sus textos: escribió más de cien relatos, además de ensayos críticos,
crónicas de viajes y páginas de diario, obras indispensables para reconstruir
su compleja personalidad, tanto de hombre como de escritor.
Vivió
atormentado toda su vida, pues su locura que decía un poco en broma y en serio,
como escritor tiene un origen común: su madre enloqueció y se suicidó cuando
aún no tenía un año y su padre lo puso bajo la tutela de un tío materno,
perteneciente a una rama familiar de estrictos pero empobrecidos funcionarios,
y desapareció, literal, por lo que a partir de los cinco años pasó a ser hijo
de su tío.
Desde pequeño mostró sus brillantes
cualidades para la lectura y el estudio. Estudió Literatura en la Universidad
imperial de Tokio, y ahí en la revista SHIN-SHICHO: Tendencias del
Nuevo Pensamiento, publicó traducciones suyas de Anatole France y Keats, un
cuento y una obra de teatro. En su último año de universidad publicó su cuento
más célebre, Rashomon o Dersu Uzala (1915), que después Akiro
Kurozagua, llevaría al cine.
Se
doctoró en 1916 con una tesis sobre W. Morris, tras estudiar a fondo las
literaturas inglesa, alemana, francesa y rusa, y en 1918 se casó y empezó a
trabajar en un periódico, el Mainichi Shimbun,
que en 1921 lo envió como corresponsal a China y Corea. Sin embargo, su frágil
salud y sus nervios, a partir del descubrimiento de lo que había pasado con su
madre, se resintieron y comenzó a atormentarse con el fantasma de la locura, envolviendo
su escritura en un tono más
desesperanzado e irónico, aunque sin abandonar los imperativos de claridad y
lucidez que se había impuesto desde el principio.
En
1926 sufrió otro colapso nervioso, esta vez más serio, pues su tío padre
falleció y su mujer le abandonó imposibilitada de aceptar que durante su último
año de vida, las alucinaciones lo obligasen a permanecer en su habitación en
completa oscuridad, ya fuera de día o de noche: en 1927, tras liquidar las
deudas heredadas de su tío y sostener un encendido debate con Jun'ichirō
Tanizaki, considerado por muchos como la piedra angular de la novela
contemporánea del Japón, junto a figuras decisivas como Ōgai Mori, Natsume
Sōseki, Ryūnosuke Akutagawa, Yasunari Kawabata, Yukio Mishima y Kōbō Abe; se
suicidó mediante una sobredosis de pastillas el 24 de julio. Había dejado, a
modo de explicación, un texto titulado Carta a cierto viejo amigo.
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Obra y Palabra:
En el bosque, (1914)
Rashomon, (1915)
La Nariz, (1916)
Hana, (1916)
Hankechi, (1916),
Figuras infernales.
(1918)
Mikan (1919)
Susanoo no mikoto (1920)
Rashômon y Shunkan (1922)
Torokko (1922)
Kappa, de 1927
Haguruma (1927) y
El Cristo de Nankin,
además casi diez volumens de ensayos literarios, cuentos cortos, y novelas que
son una magistral interpretación de tradiciones y leyendas de Asia, marcadas
por una profunda introducción de pensamiento occidental y literario.
Para La Coleccionista de
Espejos
Gaby Sol
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