lunes, 7 de diciembre de 2015

Sobre literatura japonesa

Ryunosuke Akutagawa
Pocos habrán oído hablar de él pero han seguido el desarrollo de su obra a través de los comics tan comunes en estos días.
Este escritor japonés de corta pero notable trayectoria, se suicidó a los 35 años, 1927, fue desde el principio hasta el fin obra de la locura, que fue su mejor y mayor musa: nació en  Tokio, 1892, pero no sólo es bien conocido en Japón, sino también en Occidente, en donde hace ya bastante tiempo que muchas de sus obras han sido traducidas y presentadas al público, pues es uno de los autores más problemáticos, inquietantes, versátiles y discutidos de nuestro siglo, porque lo mismo que Kafka, Praga, y Baudelaire, Paris, se preocupó por retratar el espíritu de su ciudad y el mundo en que vivía con excepcional cuidado y preocupación por la perfeccion técnica y estilística de en sus textos: escribió más de cien relatos, además de ensayos críticos, crónicas de viajes y páginas de diario, obras indispensables para reconstruir su compleja personalidad, tanto de hombre como de escritor.
Vivió atormentado toda su vida, pues su locura que decía un poco en broma y en serio, como escritor tiene un origen común: su madre enloqueció y se suicidó cuando aún no tenía un año y su padre lo puso bajo la tutela de un tío materno, perteneciente a una rama familiar de estrictos pero empobrecidos funcionarios, y desapareció, literal, por lo que a partir de los cinco años pasó a ser hijo de su tío.
  Desde pequeño mostró sus brillantes cualidades para la lectura y el estudio. Estudió Literatura en la Universidad imperial de Tokio, y ahí en la revista SHIN-SHICHO: Tendencias del Nuevo Pensamiento, publicó traducciones suyas de Anatole France y Keats, un cuento y una obra de teatro. En su último año de universidad publicó su cuento más célebre, Rashomon o Dersu Uzala (1915), que después Akiro Kurozagua, llevaría al cine.

Se doctoró en 1916 con una tesis sobre W. Morris, tras estudiar a fondo las literaturas inglesa, alemana, francesa y rusa, y en 1918 se casó y empezó a trabajar en un periódico, el Mainichi Shimbun, que en 1921 lo envió como corresponsal a China y Corea. Sin embargo, su frágil salud y sus nervios, a partir del descubrimiento de lo que había pasado con su madre, se resintieron y comenzó a atormentarse con el fantasma de la locura, envolviendo su  escritura en un tono más desesperanzado e irónico, aunque sin abandonar los imperativos de claridad y lucidez que se había impuesto desde el principio.

En 1926 sufrió otro colapso nervioso, esta vez más serio, pues su tío padre falleció y su mujer le abandonó imposibilitada de aceptar que durante su último año de vida, las alucinaciones lo obligasen a permanecer en su habitación en completa oscuridad, ya fuera de día o de noche: en 1927, tras liquidar las deudas heredadas de su tío y sostener un encendido debate con Jun'ichirō Tanizaki, considerado por muchos como la piedra angular de la novela contemporánea del Japón, junto a figuras decisivas como Ōgai Mori, Natsume Sōseki, Ryūnosuke Akutagawa, Yasunari Kawabata, Yukio Mishima y Kōbō Abe; se suicidó mediante una sobredosis de pastillas el 24 de julio. Había dejado, a modo de explicación, un texto titulado Carta a cierto viejo amigo.
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Obra y Palabra:
En el bosque, (1914)
Rashomon, (1915)
La Nariz, (1916)
Hana, (1916)
Hankechi, (1916),
Figuras infernales. (1918)
Mikan (1919)
Susanoo no mikoto (1920)
Rashômon y Shunkan (1922)
Torokko (1922)
Kappa, de 1927
Haguruma (1927) y 
El Cristo de Nankin, además casi diez volumens de ensayos literarios, cuentos cortos, y novelas que son una magistral interpretación de tradiciones y leyendas de Asia, marcadas por una profunda introducción de pensamiento occidental y literario.

Para La Coleccionista de Espejos

Gaby Sol

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