viernes, 16 de octubre de 2015

Una Mirada a la Tica...

Paul Gauguin

Ahí donde lo ven, con su carita de abejón de mayo dormido, este es, sin duda hijo de las grandes europeas que dictan que es mejor la experimentación sobre la escuela, o lo que es lo mismo la practica hace al maestro; por eso le encontraremos dentro de la corriente de los pintores franceses post-modernistas junto con Van Gogh, Toulouse-Lautrec y Cézanne; pero pocos saben que, el ahora reclamado como legado francés fue en realidad suramericano por nacimiento aunque haya visto la luz en Paris en 1848, y no extrañe entonces el lugar de su muerte Atuona, Polinesia francesa, 1903, y realmente pocos sabrían que también fue escultor…

Hijo de un periodista y madre peruanos que, tras el golpe de Estado de Napoleón III (1851), huyeron a Lima pero durante el viaje de regreso su padre muere, y vivió hasta los siete años cuando su madre decide regresar. Por alguna razón extraña de ese tiempo no se sabe mucho pero cuando muere la madre, 1868, Gustave Arosa, un rico banquero, se convirtió en su protector legal, y su vida por así decirlo cambia pese a que los diecisiete años abandonó el colegio y se hizo marino mercante, pues el deseo de conocer otras tierras fue en él una constante. Sin embargo, gracias a Arosa, Gauguin fue un agente de bolsa exitoso que amasó una buena fortuna antes de casarse con una joven danesa de familia acomodada llamada Mette Sophie, con la que tuvo cinco hijos y llevaron una confortable vida burguesa, hasta que despertó el gen de la pintura, al que también lo había introducido Arosa. A escondidas, se hizo pintor aficionado hasta que conoció a Camille Pisarro, así como esta escrito y en 1879 expuso con los impresionistas, participando después en las cuatro últimas exposiciones del grupo. Fue entonces, diría su mujer y familiares, que dilapidó el dinero coleccionando cuadros de Manet, que no es lo mismo que Monet, Renoir y Degas, aunque sus favoritos eran Cézanne y Pisarro, de quienes sus primeras obras presentan claras influencias.

A Dios gracias, su carrera financiera quedó interrumpida en 1882 por la crisis bursátil y decide entregarse por completo a la pintura. Viéndose obligado a llevar una vida más modesta, se mudan a Copenhague, donde su esposa cuenta con el apoyo de su familia. Pero el fracaso es absoluto, ya que no encuentra clientes para sus cuadros. Al cabo de unos pocos meses, decide regresar a Francia en compañía de su hijo Clovis, mientras que su mujer se queda en Copenhague con los demás hijos. Este es el comienzo de una época llena de miserias y deudas. La penuria económica le hace abandonar París en 1886, refugiándose en Pont-Aven, un pueblecito de Bretaña, donde conoce al pintor Charles Laval.  Deseoso de romper con todas sus fatalidades, Gauguin envía a su hijo a Dinamarca y emprende viaje a Panamá junto con su amigo. Y en Panamá, con pico y pala se fue a trabajar en la construcción de El Canal, antes que pintar personas que no quieren salirse de los cuadros, y tras tres seis meses, humillado porque le obligaron a caminar en mangas de calzones por orinar en la vía publica, tras juntar unos pocos céntimos, vuelve a Paris, en 1887, aquejado de una enfermedad viral termina en el mismo hospital donde estaba recluido Van Gogh: juntos pasarán un tiempo en Arles, pero al no haber entendimiento entre ambos, Gauguin regresa a Bretaña, y empieza un alejamiento del IMPRESIONISMO hacia el SINTETISMO, de la mano de  Emile Bernard.

  Sin dinero, después de vender lo que quedaba de su colección de pinturas impresionistas y cada vez más forzado por la necesidad de ganarse la vida ya que apenas vende sus obras, decide en 1891 irse a Tahití: sólo quiero crear un arte sencillo. Para ello necesito empaparme de una naturaleza virgen, no ver nada más que salvajes…por eso se se alejó de la cultura de Occidente y procuró integrarse en la vida local. Se familiarizaría con los indígenas e incluso tomó como compañera a una de ellas, se habituó a sus costumbres y se esforzó por comprender su religión. En el plano artístico, se basó en los elementos del folclore de la isla, observando las cosas que veía e intentando ir más allá de ellas. Su paleta se enriqueció con colores puros y cálidos creando un vocabulario personal y un estilo lleno de simbolismo, cobrando gran fuerza expresiva. La luz pierde importancia a favor de la exaltación del color, principio en que se basa años después el fauvismo. La fascinación de sus cuadros radica en las amplias zonas de colores y en sus figuras grandes, contorneadas de manera nítida. Renuncia a la perspectiva, suprime el modelado y las sombras y la sensación de plano es igual que en las pinturas japonesas.
 
El resto de su vida lo pasó en Tahití y en las islas Marquesas, a excepción de una visita a Francia. Se evade de la sociedad de su época para encontrar en un entorno y entre gentes no corrompidas por el progreso, las condiciones de autenticidad e ingenuidad primitiva en las que puede florecer su pintura. Su exploración de la naturaleza y de las gentes de lejanos países no es más que una vuelta al exotismo romántico.

Pero incluso aquí, las cosas no le fueron fáciles y Gauguin acabó desesperado, enfermo, alcohólico y solo, hasta que en 1903 muere.

Para La Coleccionista de Espejos:
                                                          YKM

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