Estos
días se celebró el día mundial de una de las áreas de literatura más abundante
pero a la vez, menos amplio por cuanto es un proceso casi de índole personal
pues se desarrolla desde la adultez hacia la niñez, que la sociedad considera
aptos para los pequeños pero que en origen se escribe pensando en los lectores
adultos, por ejemplo tendríamos: Los viajes de Gulliver, La isla del tesoro,
El libro de la selva, Tarzan de los monos, o Platero y yo…
En
otro sentido del término, menos habitual, comprende también las piezas
literarias escritas por los propios niños. Por otro lado, a veces se considera
que el concepto incluye la literatura juvenil, escrita para o por los
adolescentes; pero lo más correcto es denominar al conjunto Literatura Infantil
y Juventud, abreviado: LIJ.
Definir,
o tratar de definirla como un continuum ´particular es difícil por las
características que deben estar en ellas inmersas porque estamos hablando del
público más difícil de todos, ya que en ella
se integran todas las manifestaciones y actividades que tienen como base la
palabra con finalidad artística o lúdica que interesen al niño…
La
línea que parece tener mayor aceptación es la de considerar que, siguiendo los
postulados del post-estructuralismo, la literatura se define sobre todo por su
uso y su consideración social. Es decir, la literatura es aquello que las
instituciones consideran literatura. Se debería añadir la importancia de las
obras que dan importancia al lector que establecen una síntesis de estas
aportaciones y una definición basada en un triángulo en cuyo principal vértice
estaría la literatura, en otro el lector modelo (el/la niño/a) y en otro la
función educativa, principalmente, la función que ejerce la LIJ en la educación
literaria de niños y jóvenes. Es decir que para entrar, o adentrarse en esta
materia es primeramente necesario descartar las definiciones formalistas, las
integradoras y, evidentemente, también la negación de su existencia; que más
restrictiva ya que no incluye la literatura ganada, es decir, la literatura no
dirigida inicialmente a los niños pero que tradicionalmente se ha considerado
como tal. Tampoco incluye la literatura de base oral ya que tampoco era escrita
necesariamente para un público
infantil.
Concebimos a la didáctica de la literatura
como un campo particular cuya finalidad prioritaria
es desarrollar los modos de
acercamiento al fenómeno literario y, por consiguiente, conlleva una práctica
de enseñanza específica en la que se relaciona a la literatura como actividad
comunicativa- relacional y la didáctica como práctica comunicacional. Cada una
integra modos de comunicación particular que se intersecan en el acto de
enseñar.
Además se la considera como una disciplina
teórico-práctica qué, en un contexto específico de enseñanza-aprendizaje,
orienta a partir de diversos procesos comunicativos, el aprendizaje de lo
literario y, en consecuencia la construcción del conocimiento centrándose
básicamente en el trabajo sobre el texto, contribuyendo así con el desarrollo
de la capacidad crítica y creadora en los alumnos.
El aprendizaje escolar, centro de toda
actividad didáctica, aparece como resultado de la interacción de tres
elementos: el alumno, quien construye significados, los contenidos de
aprendizaje, sobre los que el alumno construye los significados, y el docente,
quien actúa como mediador entre el contenido y el alumno. Pensamos que en la
manera planteada sobre el desarrollo de la enseñanza de la literatura se destacan
todas estas cuestiones
La literatura para niños ha tenido,
tradicionalmente, un foco muy marcado en la transmisión de una moral específica,
pues según Jean Piaget, el niño crea, como mecanismo natural para descubrir su entorno.
Con el pasar de los años, estas "morales" se han ido adaptando y es
por ello que en muchos cuentos tradicionales, se han alterado los finales o
incluso su núcleo argumental, es decir que dependiendo del tipo, pues puede ser
dividida en muchas maneras, funciona como un mecanismo formativo-rector de
adaptación del niño a su contexto social.
Objetivos
- Incentiva la creatividad (estimula la imaginación).
- Reconocimiento gráfico-verbal (relaciona grafemas con fonemas).
- Ampliación del léxico (adopción de nuevas palabras).
- Fomenta el gusto por la lectura.
Funciones
- Transmisión de valores.
- Transmisión de la cultura.
- Incentivar la creación.
Los
géneros, en la Literatura infantil, pueden ser determinados por la técnica, el
tono, el contenido, o la longitud. Nancy Anderson, profesora asociada en el
Colegio de Educación en la Universidad del Sur Florida en Tampa, ha delineado
seis categorías principales de literatura de niños, con algunos subgéneros
significativos:
- Los libros ilustrados, incluyendo libros de consejo (tabla), libros de concepto (la enseñanza de un alfabeto o el conteo), modelan libros, y libros mudos.
- Literatura tradicional, cuya mayoría consiste en cuentos tradicionales, que transportan las leyendas, la aduana, supersticiones, y las creencias de personas en veces pasadas. Género que por su grandeza puede ser descompuesto en subgéneros: mitos, fábulas, baladas, música folklórica, leyendas, cuentos de hadas, fantasía, ciencia ficción y sus subgéneros ficción realista, que es contemporánea a nuestro tiempo y la histórica.
- Biografías, incluyendo autobiografías.
- Poesía y verso y,
- Teatro infantil
La Crítica Literaria moderna considera
esencial el carácter de "literatura" dentro de este tipo de escritos,
por lo que hoy se excluye, de la producción actual los textos básicamente
morales o educativos, aunque todavía siguen primando estos conceptos en toda la
LIJ dado el contexto educativo en el que se desarrolla su lectura. Esta es una
concepción muy reciente y casi inédita en la Historia de la Literatura.
La literatura para niños ha pasado de ser una
gran desconocida en el mundo editorial a acaparar la atención del mundo del
libro, donde es enorme su producción, el aumento del número de premios
literarios de LIJ y el volumen de beneficios que genera. Esto se debe en gran
parte al asentamiento de la concepción de la infancia como una etapa del
desarrollo humano propia y específica, es decir, la idea de que los niños no
son, ni adultos en pequeño, ni adultos con minusvalía, se ha hecho extensiva en
la mayoría de las sociedades, por lo que la necesidad de desarrollar una
literatura dirigida y legible hacia y por dicho público se hace cada vez mayor.
La concepción de infancia o niñez, no emerge
en las sociedades hasta la llegada de la Edad
Moderna, y no se generaliza hasta
finales del Siglo XIX. En la Edad Media no existía una noción de la infancia
como periodo diferenciado y necesitado de obras específicas, por lo que no
existe tampoco, propiamente, una literatura infantil. Eso no significa que los
menores no tuvieran experiencia literaria, sino que esta no se definía en
términos diferenciados de la experiencia adulta. Dado el acaparamiento del
saber y la cultura por parte del clero y otros estamentos, las escasas obras
leídas por el pueblo pretendían inculcar valores e impartir dogma, por lo que
la figura del libro como vehículo didáctico está presente durante toda la Edad
Media y parte del Renacimiento. Dentro de los libros leídos por los niños de
dicha época podemos encontrar los bestiarios, abecedarios, o silabarios,
incluyamos los de corte clásico como las Fábulas de Esopo, en las que, al
existir animales personificados, eran orientadas hacia este público. No dejemos atrás el folclore que es algo que el niño/a ha vivido y sentido
desde su nacimiento, por lo tanto es algo muy cercano a él. Servirá como
instrumento de trabajo y al ser textos pertenecientes a la colectividad, al
surgir de su propio contexto cultural, el niño/a verá en él algo suyo, no
ajeno, por lo que no le inducirá a rechazarlo.
Aunque el folclore es ante todo oral, no
impide que se trasvase al escrito. Si se tratase aparte, estaríamos
fragmentando arbitrariamente la relación existente entre lengua oral y escrita.
El Folklore constituye la base primordial de lo que debe ser la Literatura en
estas edades.
De ahí, caemos en el Limmerick, textos en
verso que tienen ventajas por su fijeza y por su mayor capacidad para el juego
y la memorización. Los textos en prosa fundamentalmente cuentos, tienen su
mayor oportunidad para la audición, aunque revisten menor fijeza lingüística
que los versos, y gozan de más facilidad para la adaptación por parte del narrador.
En estas edades lo visual juega un papel muy
importante en lo que se refiere a los cuentos. El niño observa las
ilustraciones y re-crea el texto que acompaña a esa ilustración.
Llegado el Siglo XVII, el panorama comienza a
cambiar y son cada vez más las obras que versan sobre fantasía, siendo un fiel
reflejo de los mitos, leyendas y cuentos, propios de la trasmisión oral, que ha
ido recopilando el saber de la cultura popular mediante la narración de estas,
por parte de las viejas generaciones a las generaciones infantiles. Además de
escribir estas obras o cuentos destacados por autores como Charles Perraullt,
Madame Leprince de Beaumont, la figura fabulista de Felix Maria de Samaniego, o
Tomás de Iriarte, eslabones finales de una cadena, dentro de la que dos
acontecimientos son importantes para lo que hoy se conoce como Literatura Infantil, como lo son la
publicación, de Los viajes de Gulliver, de Jonatan Swif y la obra de Daniel
Doe, Robinson
Crusoe, claros ejemplos de lo que todavía hoy, muestran la vigencia de dos
temas que reúne la LIJ: los relatos de aventuras y el adentrarse en mundos
imaginados, inexplorados y diferentes.
Con la llegada del Siglo de Oro de la
literatura infantil, el Siglo XIX, y el movimiento Romantico, son muchos los
autores que editan sus obras con una extraordinaria aceptación entre el público
más joven. Es cuando los cuentos de Hans Christian Andersen, la Condesa de
Ségur, Wilhem y Jacobo Grimm y Oscar Wilde, y Saturnino Calleja, Fernán
Caballero, Alicia en el país de las maravjllas, de Lewis Carroll, La isla del
tesoro, de Robert L. Stevenson, El libro de la selva de Rudyard Kipling,
Pinoccio, de Carlo Collodi, lo escrito por Julio Verne, o las Aventuras de Tom
Sawyer, entre otras, propiciaron un contexto novedoso para la instauración de
un nuevo género literario destinado al lector más joven que, en el Siglo XX,
coexiste con la ingente producción de LIJ del género adulto, donde obras de renombre
por citar algunas, Peter Pan, El Principito, En viento en los sauces, Pipi
Calzaslargas, o colección de relatos sobre la familia Mumin; destacan una nueva visión que
ofrecer al pequeño lector, donde, además de abordar los temas clásicos como las
aventuras o el descubrimiento de nuevos mundos, se tratan la superación de los
miedos, la libertad, las aspiraciones, el mundo de los sueños y los deseos,
como actos de rebeldía frente al mundo adulto. Esta producción aumenta
considerablemente en las décadas de los 70, 80 y 90, con autores como Roald
Dahl, Gianni Rodari, Michael Ende, Laura Gallego, en el norte y Europa, Lara Ríos,
Carlos Rubio, Floria Herrero, Floria Jiménez, Minor Arias y, Ani Brenes, por
nuestro lado, que además dan nuevos formatos de la LIJ, que muestran que gracias a las técnicas
pictóricas y la ilustración de las historias, donde las palabras son
acompañadas de imágenes que contextualizan la narración y aportando nexos de
unión a la historia que, junto a la aparición del libro-álbum o álbum
ilustrado, consolidan el mundo creativo de la literatura infantil.
Para La Coleccionista de Espejos:
M.L.
Calebth Aguilar F.
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