martes, 28 de octubre de 2014

La subversión, la interttextualidad....

...y la intratextualidad en La Soledad de América Latina de Gabriel García Márquez

Rita Muñoz Álvarez/ Lésterh Núñez López

Capítulo I: La subversión en La Soledad de América Latina

¿Discurso o ensayo? Se podría discutir por horas la respuesta a esta interrogante. Sin embargo, proponemos como respuesta que La soledad de América Latina  es un discurso nacido dentro del género ensayístico. De este modo, el discurso de aceptación al Premio Nobel de Literatura pronunciado por Gabriel García Márquez en diciembre de 1982 se reviste de todas las cualidades y características de la ensayística y es, esta misma pertinencia, de donde deviene su carácter subversivo.

A través de los años, La soledad de América Latina ha generado múltiples posiciones, tanto a favor como en contra. Cabe destacar que los partidarios de Gabriel García Márquez, en su mayoría, son latinoamericanos. Esta particularidad  no sorprende, dada la posibilidad empática que se genera al compartir un mismo origen geográfico. Consecuentemente, los detractores de García tendrán su terruño en los Estados Unidos, y principalmente en Europa, regiones dispares a la realidad de nuestra América Latina.

Un ejemplo europeo de los críticos censuradores del discurso de Gabriel García Márquez es el sueco Inger Enkvist, quien en su artículo titulado El discurso de García Márquez al recibir el premio Nobel, no entiende cómo el escritor colombiano resulta ser tan mal agradecido y se vuelve contra ellos, atacándolos por haberlos tratado, visto y asumido de una manera errónea a través de la historia. Además, reduce al escritor a una mera estrella mediática del mundo cultural latinoamericano, el cual armó con su discurso un berrinche ideológico castrista. De esta manera, Inger sentencia que García ridiculiza la razón, al mismo tiempo que Europa celebra la irracionalidad del latinoamericano.

Empero, como americanos latinos, el impacto suscitado por Gabriel García Márquez en su discurso de aceptación va más  allá del lenguaje ofensivo, como lo supuso Inger. Enraizado en las profundidades del género ensayístico, La soledad de América Latina se convierte en una disertación crítica y autocrítica del mundo europeo y latinoamericano y de las maneras de compresión devenidas de ambos mundos. Si bien, Gabriel García Márquez, habla de la historia latinoamericana, con sus fatalidades bélicas, tan bien conocidas por los europeos, también, recordará varios de los pasajes históricos de tragedia y violencia humana por los que ha pasado el viejo mundo para construir la gloriosa sociedad de la que se jactan:

Tal vez la Europa venerable sería más compresiva si tratara de vernos en su propio pasado. (…) en el siglo XVI los pacíficos suizos de hoy, que nos deleitan con sus quesos mansos y sus relojes impávidos, ensangrentaron a Europa como soldados de la fortuna. Aún en el apogeo del Renacimiento, doce mil lansquenetes a sueldo de los ejércitos imperiales saquearon y devastaron a Roma, y pasaron a cuchillo a ocho mil de sus habitantes. (García, 1994, 222-223)

Ciertamente, la crítica del escritor colombiano golpea y corroe las románticas concepciones del mundo occidental, pues su palabra no se detiene en los sutiles miramientos de agrado o descontento que generará, sino en la concientización oportuna a la que ha encontrado lugar en su premiación por su novela Cien años de soledad: Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no solo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de las Letras,  (García, 1994, 222).


De esta manera, su reflexión abarca temas medulares en la compresión de la realidad latinoamericana, que han sido escamoteados, a través del tiempo, por visiones hegemónicas, como la europea y la estadunidense.


Inicia su discurso recordando una crónica rigurosa de Antonio Pigafetta en su paso por nuestra América meridional, la cual parece una aventura de la imaginación; lo mismo que las crónicas de indias que nos legaron otros relatos maravillosos como El Dorado, la fuente de la Eterna Juventud, las gallinas en cuyas mollejas se encontraban piedrecillas de oro, entre otras narraciones que parecen salidos de mundos mágicos, irracionales e, incluso, dementes.  De ahí que el autor mencione que la independencia del dominio español no nos haya librado de la demencia de aquel país. Pero, claro está, para ellos todos esos relatos representan la magnificencia de los gloriosos navegantes, descubridores y explotadores de Indias.


Gabriel García Márquez, en este ensayo,  recurre a la autocrítica de América Latina, no solamente, con el objetivo de descarnizarla, sino para comparar, paralelamente, la realidad latinoamericana presente con la realidad europea pasada. De este modo, enfatizará en la condena europea de asumirnos como pueblos salvajes, violentos, e incivilizados, a la vez que ellos se asumen como la contraparte civilizada, racional, sin vicios sociales, es decir, la venerablemente Europa. Su lenguaje corrosivo ahonda en su pasado olvidado, adrede, para recordarles que ellos han sufrido conflictos bélicos y sociales degradantes, quizás con mayores daños nacionales, que los generados en nuestro continente. Además, recalca que hemos ido transformando nuestra realidad en cinco siglos; lo que a ellos les ha tomado milenios.

No somos una América Latina en soledad deseada, sino que en soledad hemos deseado ser América Latina. La historia nos ha llevado, después de la explotación española, ha asumirnos marginales, rechazados y vistos como los otros desposeídos, retrógrados, bárbaros y, a lo sumo, como pueblos mágico-maravillosos. Con todas nuestras limitaciones económicas, conflictivas, política y socialmente dichas, con las injustas reparticiones de bienes y de la riqueza (tema este último característico de planeta entero), hemos tratado de asumirnos con todas las limitaciones y seguir adelante, claro está, y lo recalca García en su discurso, vamos a nuestro propio paso. 

De ahí la necesidad de recordarles a los europeos que no es suficiente con que nos vean como los “pobrecitos” latinoamericanos, que escriban artículos o los dirigentes políticos hablen de nuestra “absurda” realidad de manera pseudo-empática, sino que realmente muestren el apoyo pertinente como pueblo, potencialmente pudiente –obviamente, este adjetivo, en la actualidad, se encuentra erosionado por la crisis que vive el pueblo español y Europa, en general–.

Patentiza de esta manera, García, uno de sus temas más recurrentes, y de los escritores latinoamericanos también, como es el caso de Octavio Paz: la soledad. Ya incluida en Cien años de soledad, vuelve a retomar esta temática en La soledad de América Latina. Para el escritor la soledad se puede manifestar de dos formas. Por una parte, por el aislamiento físico y mental:  soledad que se revela, en cierto sentido, negativa en el aislamiento, la incomprensión del que lo mira como otro, pero, a su vez, positiva cuando nos lleva al autoconocimiento y  la reflexión y por tanto a la compresión y aceptación de la realidad propia y ajena.

Por otra parte, nos encontramos con la soledad causada por la enajenación social,  la injusticia, la frustración a la que son sometidos muchos seres humanos en diferentes lugares del planeta, en diferentes épocas, como el caso de nuestra América Latina, difícil de entender, comprender, aprehender y aceptar desde un inicio para los colonizadores por su visión de mundo eurocéntrica. De ahí el grillete, el “nudo” y el “tamaño de nuestra soledad”,  como bien lo dice García Márquez en su discurso, que nos cuesta soportar por la falta de solidaridad de aquellos que se sienten poseedores del mundo y que no son capaces de mirarnos desde su pedestal en nuestra hibridez, en nuestra complejidad.

Pero, ¿dónde está la riqueza de Europa y dónde la pobreza y la soledad de América Latina? García, rompiendo con los discursos oficialistas y destronando concepciones laxas, dirá que en su deseo de muerte y aspiración a la vida, respectivamente. Pueblos supremos, norteamericano y europeo, con “tanto” potencial económico y desarrollo intelectual, prefieren invertir en armamentos nucleares que en la paz y en los más necesitados, de manera patente. En cambio, los pueblos periféricos, al borde de la desesperación de desigualdades, injusticias y agresiones sociales, nos mantenemos asidos a la vida y luchamos mejorar estas calamidades sociales para disfrutar más plenamente este tránsito por la tierra.

De más está señalar el carácter científico del ensayo La soledad de América Latina cuando Gabriel García Márquez apunta toda una datología de los alcances destructivos, en masa y generacionalmente, que se podrían producir con los arsenales núcleo-militares, igualmente, con las armas biológicas, poseídas en estas grandes potencias mundiales: potencias, también, por su grado de destrucción. Tan avocados a la vida estamos, que la tasa de natalidad cada año aumenta en nuestra región, contraria a la tendencia de aquellas áreas, donde esas cifras son reducidas gradualmente. Al respecto dirá García:

Sin embargo, frente a la opresión, al saqueo y al abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte. (…) En cambio, los países más prósperos han logrado acumular suficiente poder de destrucción como para aniquilar cien veces no solo a todos los seres humanos que han existido hasta hoy, sino la totalidad de los seres vivos que han pasado por este planeta de infortunio. (García, 1994, 224)

  Para él es una pesadilla que no seamos capaces, en la actualidad, de decidir ni siquiera nuestra propia manera de morir, sino que estamos supeditados a la destrucción masiva de quienes presionen con sus dedos el interruptor de la muerte. Comentarios de esta naturaleza y de tan agudo carácter deconstructor no se hacen a la ligera ni se dicen por decirlos, se respaldan con investigación y números reales, con la conciencia repleta de denuncia y avidez de liberación ideológica. Por eso, también García, levanta la voz y dirá que es hora de dejar de someternos a sus medidas e implantaciones de justicia social con su propia metodología, pues no son los dirigentes más congruentes para tal tarea. Además, seguir creyendo que las soluciones que han encontrado para remediar sus carencias y problemas sociales, políticos y económicos son aplicables en nuestro hemisferio y resolverán nuestros atrasos civiles, es nuevamente continuar sumergiéndonos en la soledad de la incomprensión y el rechazo; un rechazo a aceptarnos en nuestras particularidades y disimilitudes.

No pueden seguir interpretándonos desde su horizonte, pues acá ese límite no es una línea plana por donde se oculta o nace el sol, nuestro horizonte es una vasta irregularidad mórfica por donde muchas veces no sale el sol y tampoco, muchas otras, se oculta. Si nosotros mismos hemos caído en la imposibilidad de encontrar un método pertinente que nos explique, nosotros quienes vivimos y estamos imbuidos en nuestra propia realidad, ¿cómo pretenden (y pretendemos) seguir explicándonos desde otros parámetros tan abruptamente abismales a nuestra esencia? Es imposible, sencillamente, y es necesario romper con esa cadena maniquea que nos ha sumido en una enorme subordinación, creyendo que bajo el dominio o dirección de los países primermundistas es la única manera de superarnos y salir de nuestra pobreza y soledad. Dirá Gabriel García Márquez al respecto:

Es comprensible que insistan en medirnos con la misma vara con que se miden a sí mismos, sin recordar que los estragos de la vida no son iguales para todos, y que la búsqueda de la identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros como lo fue para ellos. (García, 1994, 222)

Por todas las razones anotadas arriba, comprendemos que el discurso de aceptación de García Márquez, es un acto de amor, mediado por la subversión discursiva, más que de cualquier otra manifestación revestida de negatividad y agresividad como se ha mal comprendido por muchos críticos, pues sentó al mundo entero a su alrededor, para que escucharan acerca de una realidad que habían engavetado algunos niños traviesos y, el más perverso de los adultos se había encargado de echarle llave. Decimos, con toda propiedad, que es un acto de amor –y no con la idea romántica que se tiene de este–, porque apela a la conciencia humana, por el bien, no solo de América Latina, sino del mundo entero. Pues al detonar varias de las minas ideológicas que se nos habían implantado sin derecho de desactivarlas, él se tomó el riesgoso derecho de hacerlo por medio de la palabra.

Capítulo II: La inter e intratextualidad en La soledad de América Latina

En el discurso de aceptación al Premio Nobel de Literatura pronunciado por Gabriel García Márquez en 1982, La soledad de América Latina, asistimos a una muestra paródica, a la carnavalización de la visión hegemónica y eurocéntrica que nos ha construido y deformado, al mismo tiempo. El autor que estaba siendo premiado por la Coronación de su magistral obra: Cien años de soledad, se tomó la libertad de Destronarla ante la mirada y el oído de todo el mundo. Y, una vez más, edificó un panorama complejo e invertido, llenando de sentido todo el vacío y espacio disponibles que encontró acerca de nuestra realidad y la del mundo entero.

   Si bien demolió las concepciones idealistas de los pueblos primermundistas y los desnudó, dejando sus inmoralidades e injusticias a la intemperie, y autocriticó las vejaciones de muestra América, su mayor aporte, ya no solo en su contenido sino en su forma, fue la implementación de los recursos literarios de la intertextualidad y la intratextualidad, cuando, al referirse a una nueva utopía de la vida, que fuera arrasadora contra la utopía de la muerte, al mismo tiempo, y con la cual nadie tenga en su poder la decisión hasta de la forma de morir de los demás, con la cual se patentice el amor y la felicidad, agrega: y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra...(García, 1994, 224).

La referencia textual mencionada arriba, puede comprenderse de diversas maneras: si fuera un intertexto, podría asumirse como una cita o reminiscencia y, si fuera intratexto, podría leerse como un grama sémico, lo que genera una mayor riqueza literaria en el ensayo, pues convoca a la ambigüedad en medio de su discurso. Si tomamos la secuencia gráfica de “cien años de soledad” y la analizamos, se crea la posibilidad de comprender en ella una cita directa a la novela Cien años de soledad, aunque no aparezca la “c” en mayúscula y la «e», de «soledad», esté escrita sin modificación alguna, contrario a las primeras ediciones de la novela, en las cuales apareció invertida: «ɘ».

Hablamos de cita intertextual, porque, a pesar de estos nuevos rasgos tipográficos, la lectura nos remite directamente y sin pérdida a aquella novela, en modo general, y al cierre que hace García en la misma, de modo específico: porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra. (García, 2007, 471).  Rescatamos, eso sí, que el factor de familiaridad como latinoamericanos, hace más fácil la recepción de este recurso, igualmente, comprender la introducción de una obra en otra, en este caso, del mismo autor.

   Otra posibilidad literaria de comprender esta intertextualidad se da al asumir estos rasgos gráficos modificados como propios, pertinentes, en la construcción del discurso de García y, así, adrede o inconscientemente, el autor nos estaría entretejiendo, por medio de la reminiscencia, su novela en el ensayo. Esta es la exquisitez de la genialidad del escritor de Cien años de soledad, y que reivindica en La soledad de América Latina. Así, el texto primero queda fundido, de manera indistinguiblemente, en el texto extranjero, enmascarándose con sus propios rasgos y manteniendo los estratos más recónditos del texto receptor. La obra inscrita no aflora a la superficie textual, pero se mantiene latente. En este caso, los lectores lejanos a nuestra realidad, a la realidad latinoamericana, podrían llegar a leer este intertexto, sin ni siquiera notarlo.

    De modo similar sucede con la intratextualidad que ofrece el ensayo. García Márquez no solo retoma esas palabras para referirse a una obra en particular, o a un pasaje de esa, sino que recurrirá a la colocación de gramas sémicos que solo adquieren sentido bajo la línea textual. Esta valoración genera una interrogante: ¿es cien años de soledad una referencia inocente a la novela del propio escritor o, por el contrario, está diciendo algo más? Evidentemente está interpelando a algo más. No en vano toda la deconstrucción y la subversión que García ofreció a lo largo de su discurso.

Así, podemos caer en cuenta que esos cien años de soledad a los que se refiere intratextualmente el autor hacen referencia a todo el tiempo que hemos vivido como latinoamericanos subordinados, marginados, excluidos, sería toda la incomprensión, el irrespeto, la falta de aceptación y violaciones a nuestra realidad y esencia: “cien años de soledad” son todas las soledades que hemos sufrido por el despotismo de los que más tienen y más agreden, llámense europeos o estadounidenses.

Por medio de esta representación sémica, Gabriel García Márquez destrona la canonizada obra Cien años de soledad, por la cual se le estaba premiando con el Nobel de Literatura, y da un giro completo a la “suerte” latinoamericana desnudando la condena de nuestras estirpes a seguir viviendo en la soledad. Como si fuera un espectáculo teatral, el colombiano, pone a dialogar las obras, estableciendo su red de conexiones, de sucesivas filigranas, cuya expresión gráfica no sería lineal, bidimensional, plana, sino en volumen, espacial y dinámica (Sarduy, 1977, 175).

De este modo, García retoma para su final ensayístico, el final novelístico, pero no solo para evocar este en aquel, sino para deconstruir su discurso, destronar la novela, subvertir la sentencia, resultado de la autocrítica y autoreflexión del escritor: él mismo parodia y carnavaliza Cien años de soledad, como vehículo para liberar de la soledad a toda América Latina, y todos los pueblos alrededor del mundo sumidos en el aislamiento ideológico y social, empoderado de la función performativa del lenguaje, exhortando a que por fin y para siempre tengamos una segunda oportunidad sobre la tierra en La soledad de América Latina.

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REFERENCIAS

-        Cubillo, R. La soledad de América Latina de García Márquez. Mis Lecturas por la Radio, Radio Universidad de Costa Rica, 2013.  Recuperado de:


 

-        Enkvist, I.  El discurso de García Márquez al recibir el premio Nobel. Revista Espéculo, Revista de estudios literarios, Universidad Complutense de Madrid. Recuperado de:

 

 http://pendientedemigracion.ucm.es/info/especInger Enkvist 2009, revisado el 22 de noviembre del 2013.

 

-        García Márquez, G. (2007).  Cien años de soledad. España: Editorial Alfaguara.

 

-        Molina Fernández, C. Y Gabriel García Márquez descubrió Europa. 2007. Recuperado de:

http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2355202, revisado el 24 de noviembre del 2013.

 

-        Vidal, J. La retórica de Perelman en una aproximación al discurso “La soledad de América Latina”. Blog de la cátedra homónima de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Comahue – Patagonia – Argentina. Recuperado de:


 

1 comentario:

la coleccionista dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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