Rita Muñoz Álvarez/ Lésterh
Núñez López
Capítulo I: La subversión
en La Soledad de América Latina
¿Discurso o ensayo? Se
podría discutir por horas la respuesta a esta interrogante. Sin embargo,
proponemos como respuesta que La soledad
de América Latina es un discurso
nacido dentro del género ensayístico. De este modo, el discurso de aceptación
al Premio Nobel de Literatura pronunciado por Gabriel García Márquez en
diciembre de 1982 se reviste de todas las cualidades y características de la
ensayística y es, esta misma pertinencia, de donde deviene su carácter
subversivo.
A través de los años, La soledad de América Latina ha generado
múltiples posiciones, tanto a favor como en contra. Cabe destacar que los
partidarios de Gabriel García Márquez, en
su mayoría, son latinoamericanos. Esta particularidad no sorprende, dada la posibilidad empática que
se genera al compartir un mismo origen geográfico. Consecuentemente, los
detractores de García tendrán su terruño en los Estados Unidos, y
principalmente en Europa, regiones dispares a la realidad de nuestra América
Latina.
Un ejemplo europeo de los
críticos censuradores del discurso de Gabriel García Márquez es el sueco Inger
Enkvist, quien en su artículo titulado El discurso de García Márquez al recibir el
premio Nobel, no entiende cómo el escritor colombiano resulta ser tan
mal agradecido y se vuelve contra ellos, atacándolos por haberlos tratado,
visto y asumido de una manera errónea a través de la historia. Además, reduce
al escritor a una mera estrella mediática del mundo cultural latinoamericano,
el cual armó con su discurso un berrinche ideológico castrista. De esta manera,
Inger sentencia que García ridiculiza la razón, al mismo tiempo que Europa
celebra la irracionalidad del latinoamericano.
Empero, como americanos
latinos, el impacto suscitado por Gabriel García Márquez en su discurso de
aceptación va más allá del lenguaje
ofensivo, como lo supuso Inger. Enraizado en las profundidades del género
ensayístico, La soledad de América Latina
se convierte en una disertación crítica y autocrítica del mundo europeo y
latinoamericano y de las maneras de compresión devenidas de ambos mundos. Si
bien, Gabriel García Márquez, habla de la historia latinoamericana, con sus
fatalidades bélicas, tan bien conocidas por los europeos, también, recordará
varios de los pasajes históricos de tragedia y violencia humana por los que ha
pasado el viejo mundo para construir la gloriosa sociedad de la que se jactan:
Tal
vez la Europa venerable sería más compresiva si tratara de vernos en su propio
pasado. (…) en el siglo XVI los pacíficos suizos de hoy, que nos deleitan con
sus quesos mansos y sus relojes impávidos, ensangrentaron a Europa como
soldados de la fortuna. Aún en el apogeo del Renacimiento, doce mil
lansquenetes a sueldo de los ejércitos imperiales saquearon y devastaron a
Roma, y pasaron a cuchillo a ocho mil de sus habitantes. (García, 1994, 222-223)
Ciertamente, la crítica del escritor
colombiano golpea y corroe las románticas concepciones del mundo occidental,
pues su palabra no se detiene en los sutiles miramientos de agrado o
descontento que generará, sino en la concientización oportuna a la que ha
encontrado lugar en su premiación por su novela Cien años de soledad: Me
atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no solo su expresión
literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de las
Letras, (García, 1994, 222).
De esta manera, su reflexión abarca
temas medulares en la compresión de la realidad latinoamericana, que han sido
escamoteados, a través del tiempo, por visiones hegemónicas, como la europea y
la estadunidense.
Inicia su discurso recordando una crónica
rigurosa de Antonio Pigafetta en su paso por nuestra América meridional, la
cual parece una aventura de la
imaginación; lo mismo que las crónicas de indias que nos legaron otros
relatos maravillosos como El Dorado, la fuente de la Eterna Juventud, las
gallinas en cuyas mollejas se encontraban piedrecillas de oro, entre otras
narraciones que parecen salidos de mundos mágicos, irracionales e, incluso,
dementes. De ahí que el autor mencione
que la independencia del dominio español no nos haya librado de la demencia de
aquel país. Pero, claro está, para ellos todos esos relatos representan la
magnificencia de los gloriosos navegantes, descubridores
y explotadores de Indias.
Gabriel García Márquez, en este ensayo, recurre a la autocrítica de América Latina,
no solamente, con el objetivo de descarnizarla, sino para comparar, paralelamente,
la realidad latinoamericana presente con la realidad europea pasada. De este
modo, enfatizará en la condena europea de asumirnos como pueblos salvajes,
violentos, e incivilizados, a la vez que ellos se asumen como la contraparte
civilizada, racional, sin vicios sociales, es decir, la venerablemente Europa.
Su lenguaje corrosivo ahonda en su pasado olvidado, adrede, para recordarles
que ellos han sufrido conflictos bélicos y sociales degradantes, quizás con
mayores daños nacionales, que los generados en nuestro continente. Además,
recalca que hemos ido transformando nuestra realidad en cinco siglos; lo que a
ellos les ha tomado milenios.
No somos una América Latina en soledad deseada, sino que
en soledad hemos deseado ser América Latina. La historia nos ha llevado,
después de la explotación española, ha asumirnos marginales, rechazados y
vistos como los otros desposeídos, retrógrados, bárbaros y, a lo sumo, como
pueblos mágico-maravillosos. Con todas nuestras limitaciones económicas,
conflictivas, política y socialmente dichas, con las injustas reparticiones de
bienes y de la riqueza (tema este último característico de planeta entero),
hemos tratado de asumirnos con todas las limitaciones y seguir adelante, claro
está, y lo recalca García en su discurso, vamos a nuestro propio paso.
De ahí la necesidad de recordarles a los
europeos que no es suficiente con que nos vean como los “pobrecitos”
latinoamericanos, que escriban artículos o los dirigentes políticos hablen de
nuestra “absurda” realidad de manera pseudo-empática, sino que realmente
muestren el apoyo pertinente como pueblo, potencialmente pudiente –obviamente,
este adjetivo, en la actualidad, se encuentra erosionado por la crisis que vive
el pueblo español y Europa, en general–.
Patentiza de esta manera, García, uno de sus
temas más recurrentes, y de los escritores latinoamericanos también, como es el
caso de Octavio Paz: la soledad. Ya incluida en Cien años de soledad, vuelve a retomar esta temática en La soledad de América Latina. Para el escritor
la soledad se puede manifestar de dos formas. Por una parte, por el aislamiento
físico y mental: soledad que se revela,
en cierto sentido, negativa en el aislamiento, la incomprensión del que lo mira
como otro, pero, a su vez, positiva cuando nos lleva al autoconocimiento y la reflexión y por tanto a la compresión y
aceptación de la realidad propia y ajena.
Por otra parte, nos encontramos con la
soledad causada por la enajenación social,
la injusticia, la frustración a la que son sometidos muchos seres
humanos en diferentes lugares del planeta, en diferentes épocas, como el caso
de nuestra América Latina, difícil de entender, comprender, aprehender y
aceptar desde un inicio para los colonizadores por su visión de mundo
eurocéntrica. De ahí el grillete, el “nudo” y el “tamaño de nuestra soledad”, como bien lo dice García Márquez en su
discurso, que nos cuesta soportar por la falta de solidaridad de aquellos que
se sienten poseedores del mundo y que no son capaces de mirarnos desde su
pedestal en nuestra hibridez, en nuestra complejidad.
Pero, ¿dónde está la riqueza de Europa y
dónde la pobreza y la soledad de América Latina? García, rompiendo con los
discursos oficialistas y destronando concepciones laxas, dirá que en su deseo
de muerte y aspiración a la vida, respectivamente. Pueblos supremos,
norteamericano y europeo, con “tanto” potencial económico y desarrollo
intelectual, prefieren invertir en armamentos nucleares que en la paz y en los
más necesitados, de manera patente. En cambio, los pueblos periféricos, al
borde de la desesperación de desigualdades, injusticias y agresiones sociales,
nos mantenemos asidos a la vida y luchamos mejorar estas calamidades sociales
para disfrutar más plenamente este tránsito por la tierra.
De más está señalar el carácter científico
del ensayo La soledad de América Latina
cuando Gabriel García Márquez apunta toda una datología de los alcances destructivos, en masa y
generacionalmente, que se podrían producir con los arsenales núcleo-militares,
igualmente, con las armas biológicas, poseídas en estas grandes potencias
mundiales: potencias, también, por su grado de destrucción. Tan avocados a la
vida estamos, que la tasa de natalidad cada año aumenta en nuestra región,
contraria a la tendencia de aquellas áreas, donde esas cifras son reducidas
gradualmente. Al respecto dirá García:
Sin embargo, frente a la
opresión, al saqueo y al abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los
diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las
guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la
ventaja tenaz de la vida sobre la muerte. (…) En cambio, los países más
prósperos han logrado acumular suficiente poder de destrucción como para
aniquilar cien veces no solo a todos los seres humanos que han existido hasta
hoy, sino la totalidad de los seres vivos que han pasado por este planeta de infortunio. (García, 1994, 224)
Para
él es una pesadilla que no seamos capaces, en la actualidad, de decidir ni
siquiera nuestra propia manera de morir, sino que estamos supeditados a la
destrucción masiva de quienes presionen con sus dedos el interruptor de la
muerte. Comentarios de esta naturaleza y de tan agudo carácter deconstructor no
se hacen a la ligera ni se dicen por decirlos, se respaldan con investigación y
números reales, con la conciencia repleta de denuncia y avidez de liberación
ideológica. Por eso, también García, levanta la voz y dirá que es hora de dejar
de someternos a sus medidas e implantaciones de justicia social con su propia
metodología, pues no son los dirigentes más congruentes para tal tarea. Además,
seguir creyendo que las soluciones que han encontrado para remediar sus
carencias y problemas sociales, políticos y económicos son aplicables en
nuestro hemisferio y resolverán nuestros atrasos
civiles, es nuevamente continuar sumergiéndonos en la soledad de la
incomprensión y el rechazo; un rechazo a aceptarnos en nuestras particularidades
y disimilitudes.
No pueden seguir
interpretándonos desde su horizonte, pues acá ese límite no es una línea plana
por donde se oculta o nace el sol, nuestro horizonte es una vasta irregularidad
mórfica por donde muchas veces no sale el sol y tampoco, muchas otras, se
oculta. Si nosotros mismos hemos caído en la imposibilidad de encontrar un
método pertinente que nos explique, nosotros quienes vivimos y estamos imbuidos
en nuestra propia realidad, ¿cómo pretenden (y pretendemos) seguir
explicándonos desde otros parámetros tan abruptamente abismales a nuestra
esencia? Es imposible, sencillamente, y es necesario romper con esa cadena
maniquea que nos ha sumido en una enorme subordinación, creyendo que bajo el
dominio o dirección de los países primermundistas es la única manera de
superarnos y salir de nuestra pobreza y soledad. Dirá Gabriel García Márquez al
respecto:
Es comprensible que
insistan en medirnos con la misma vara con que se miden a sí mismos, sin
recordar que los estragos de la vida no son iguales para todos, y que la
búsqueda de la identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros como lo
fue para ellos. (García, 1994, 222)
Por
todas las razones anotadas arriba, comprendemos que el discurso de aceptación de
García Márquez, es un acto de amor, mediado por la subversión discursiva, más
que de cualquier otra manifestación revestida de negatividad y agresividad como
se ha mal comprendido por muchos críticos, pues sentó al mundo entero a su alrededor,
para que escucharan acerca de una realidad que habían engavetado algunos niños
traviesos y, el más perverso de los adultos se había encargado de echarle
llave. Decimos, con toda propiedad, que es un acto de amor –y no con la idea
romántica que se tiene de este–, porque apela a la conciencia humana, por el
bien, no solo de América Latina, sino del mundo entero. Pues al detonar varias
de las minas ideológicas que se nos habían implantado sin derecho de desactivarlas,
él se tomó el riesgoso derecho de hacerlo por medio de la palabra.
Capítulo
II: La inter e intratextualidad en La soledad de América Latina
En el discurso de
aceptación al Premio Nobel de Literatura pronunciado por Gabriel García Márquez
en 1982, La soledad de América Latina,
asistimos a una muestra paródica, a la carnavalización de la visión hegemónica
y eurocéntrica que nos ha construido y deformado, al mismo tiempo. El autor que
estaba siendo premiado por la Coronación de su magistral obra: Cien años de soledad, se tomó la
libertad de Destronarla ante la mirada y el oído de todo el mundo. Y, una vez
más, edificó un panorama complejo e invertido, llenando de sentido todo el
vacío y espacio disponibles que encontró acerca de nuestra realidad y la del
mundo entero.
Si bien demolió las concepciones idealistas de los pueblos
primermundistas y los desnudó, dejando sus inmoralidades e injusticias a la
intemperie, y autocriticó las vejaciones de muestra América, su mayor aporte,
ya no solo en su contenido sino en su forma, fue la implementación de los
recursos literarios de la intertextualidad y la intratextualidad, cuando, al
referirse a una nueva utopía de la vida, que fuera arrasadora contra la utopía
de la muerte, al mismo tiempo, y con la cual nadie tenga en su poder la
decisión hasta de la forma de morir de los demás, con la cual se patentice el
amor y la felicidad, agrega: y donde las
estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una
segunda oportunidad sobre la tierra...(García,
1994, 224).
La referencia
textual mencionada arriba, puede comprenderse de diversas maneras: si fuera un
intertexto, podría asumirse como una cita o reminiscencia y, si fuera
intratexto, podría leerse como un grama sémico, lo que genera una mayor riqueza
literaria en el ensayo, pues convoca a la ambigüedad en medio de su discurso.
Si tomamos la secuencia gráfica de “cien años de soledad” y la analizamos, se
crea la posibilidad de comprender en ella una cita directa a la novela Cien años de soledad, aunque no aparezca
la “c” en mayúscula y la «e», de «soledad», esté escrita sin modificación
alguna, contrario a las primeras ediciones de la novela, en las cuales apareció
invertida: «ɘ».
Hablamos de cita intertextual, porque, a pesar de estos
nuevos rasgos tipográficos, la lectura nos remite directamente y sin pérdida a aquella
novela, en modo general, y al cierre que hace García en la misma, de modo
específico: porque las estirpes
condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la
tierra. (García, 2007, 471). Rescatamos, eso sí, que el factor de
familiaridad como latinoamericanos, hace más fácil la recepción de este
recurso, igualmente, comprender la introducción de una obra en otra, en este
caso, del mismo autor.
Otra posibilidad literaria de comprender esta intertextualidad se da al
asumir estos rasgos gráficos modificados como propios, pertinentes, en la
construcción del discurso de García y, así, adrede o inconscientemente, el
autor nos estaría entretejiendo, por medio de la reminiscencia, su novela en el
ensayo. Esta es la exquisitez de la genialidad del escritor de Cien años de soledad, y que reivindica
en La soledad de América Latina. Así,
el texto primero queda fundido, de manera indistinguiblemente, en el texto extranjero,
enmascarándose con sus propios rasgos y manteniendo los estratos más recónditos
del texto receptor. La obra inscrita no aflora a la superficie textual, pero se
mantiene latente. En este caso, los lectores lejanos a nuestra realidad, a la
realidad latinoamericana, podrían llegar a leer este intertexto, sin ni
siquiera notarlo.
De modo similar sucede con la
intratextualidad que ofrece el ensayo. García Márquez no solo retoma esas
palabras para referirse a una obra en particular, o a un pasaje de esa, sino
que recurrirá a la colocación de gramas sémicos que solo adquieren sentido bajo
la línea textual. Esta valoración genera una interrogante: ¿es cien años de soledad una referencia
inocente a la novela del propio escritor o, por el contrario, está diciendo
algo más? Evidentemente está interpelando a algo más. No en vano toda la
deconstrucción y la subversión que García ofreció a lo largo de su discurso.
Así, podemos caer en
cuenta que esos cien años de soledad
a los que se refiere intratextualmente el autor hacen referencia a todo el
tiempo que hemos vivido como latinoamericanos subordinados, marginados,
excluidos, sería toda la incomprensión, el irrespeto, la falta de aceptación y
violaciones a nuestra realidad y esencia: “cien años de soledad” son todas las
soledades que hemos sufrido por el despotismo de los que más tienen y más
agreden, llámense europeos o estadounidenses.
Por medio de esta
representación sémica, Gabriel García Márquez destrona la canonizada obra Cien años de soledad, por la cual se le
estaba premiando con el Nobel de Literatura, y da un giro completo a la
“suerte” latinoamericana desnudando la condena de nuestras estirpes a seguir
viviendo en la soledad. Como si fuera un espectáculo teatral, el colombiano,
pone a dialogar las obras, estableciendo su red
de conexiones, de sucesivas filigranas, cuya expresión gráfica no sería lineal,
bidimensional, plana, sino en volumen, espacial y dinámica (Sarduy, 1977, 175).
De este modo, García retoma para su final ensayístico,
el final novelístico, pero no solo para evocar este en aquel, sino para
deconstruir su discurso, destronar la novela, subvertir la sentencia, resultado
de la autocrítica y autoreflexión del escritor: él mismo parodia y carnavaliza Cien años de soledad, como vehículo para
liberar de la soledad a toda América Latina, y todos los pueblos alrededor del
mundo sumidos en el aislamiento ideológico y social, empoderado de la función
performativa del lenguaje, exhortando a que por fin y para siempre tengamos una
segunda oportunidad sobre la tierra en La
soledad de América Latina.
___________________
REFERENCIAS
-
Cubillo, R. La soledad de América Latina de García
Márquez. Mis Lecturas por la Radio, Radio
Universidad de Costa Rica, 2013.
Recuperado de:
http://www.ivoox.com/2-la-soledad-america-latina-gabriel-audios-mp3_rf_2052513_1.html, revisado el 25 de noviembre del 2013.
-
Enkvist, I. El discurso de García Márquez al recibir
el premio Nobel. Revista Espéculo,
Revista de estudios literarios, Universidad Complutense de Madrid. Recuperado
de:
http://pendientedemigracion.ucm.es/info/especInger
Enkvist 2009, revisado
el 22 de noviembre del 2013.
-
García Márquez, G.
(2007). Cien años de soledad. España: Editorial Alfaguara.
-
Molina Fernández, C. Y
Gabriel García Márquez descubrió Europa. 2007. Recuperado de:
-
Vidal, J. La
retórica de Perelman en una aproximación al discurso “La soledad de América
Latina”. Blog de la cátedra homónima de la Facultad de Humanidades de la
Universidad Nacional del Comahue – Patagonia – Argentina. Recuperado de:
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