martes, 9 de septiembre de 2014

Con Piel y Zapatos de mujer...

Sobre la depresión y la muerte...

Lo sé, probablemente esto o tenga mucho que ver con lo de siempre... pero él era uno de mis actores, mi marido ideal, alguien con quién podía reír y llorar sin problemas y con ternuras, que dentro de poco, el horroroso tiempo que nos alcanza a todos, lo hará cumplir un mes menos de vida sin el uno ni el otro. me pasa siempre. por eso considere conveniente compartir esta reflexión que encontré en internet, para variar no me acuerdo donde, pero la comparto...

La Darling

  La muerte del actor Robín Williams y su triste sonrisa disparó reflexiones sobre la depresión, el suicidio y las adicciones.
 
¿Son las adicciones la manera de escapar a la angustia existencial?  ¿Es el alcohol un sedante, los alucinógenos e hipnóticos los que ayudan a sobrellevar una vida que no estamos destinados a comprender? ¿Es la asfixia, el nudo, el círculo de baba de una selva autista que nos lleva a caminar por laberintos entre bosques de oscuro follaje, en un paisaje de siniestros fantasmas demudados, en un eterno monologo de soledad inabarcable? O existen condicionamientos biológicos, genéticos que nos ponen en las situaciones de las más compleja trampa donde parece imposible ganar la lucha que siempre es contra nosotros mismos?
 
Los muros crecen, no logramos hacer otra cosa que atraparnos en agudas telarañas, no conseguimos romper los paredones de un mausoleo voraz, y caemos, en el aljibe inmisericorde, sin otra cosa que la palabra desauxilio con la pequeñez que todos tenemos ante el destino o los dioses magistrales sobre los que se ha escrito desde el principio de los tiempos. Nada nos va a salvar de la trampa parece, según los variados oráculos a los que ya ni consultamos, aturdidos por los variados desiertos en donde caemos de rodillas con el corazón fuera del cuerpo. ¿El arte, será un camino en el cual convertir las lágrimas en sonrisas casi máscaras de una imposible catacresis en un teatro en el que siempre sucumbimos?
 
Robin Williams se ahorcó después de sus carcajadas sin alquimia posible para si mismo. En el Uruguay el índice de suicidios es muy elevado, las estadísticas frias y sus posibilidades de que no suceda muchas veces nos arrastran al mutismo más infernal.
 
Las personas deprimidas consultan poco a los médicos, tampoco son fácilmente visualizadas, la estigmatización social de “los acuosarios de la melancolía”-como suelo llamarlos- no es más que una infracción a la cadena nunca lineal que es la vida del hombre, la rayuela infinita de la que no todos salen victoriosos.
 
Las personas jóvenes, los niños incluso, padecen depresión que en muchos casos lleva al suicidio. Si son atendidos, logran superar el prejuicio y la discriminación que van de la mano(decir lo contrario sería caer en hipocresía para una persona que ha visto de cerca  la nunca majestuosidad de las sombras, en un escenario fatal de indiferencia que arrastra sin duda ninguna a los rincones fatales de la desesperanza).
 
Muchos insomnes están en las mesas de los bares, otros rodeados de sustancias tóxicas, los excluidos de siempre, los autoexiliados.
 
Pero hay una cantidad de personas, que no hacen del alcohol el ansiolítico socialmente aceptado, o de la droga el anestésico por excelencia, la ayuda que necesitan, aunque es bastante extraño que lo hagan por si solos.
 
Cuando reciben atención no siempre es la adecuada, la continuidad de los tratamientos es fundamental y se descuida, la familia se siente perturbada y solo en algunos casos los acompaña con un dejo de cansancio muy visible. La mayoría abandona los tratamientos y no los hace de forma correcta.  No estamos viviendo en una sociedad que se caracterice por el trato humanitario, sí por la burocracia y las filas de personas interminables “andamios para subir y caer”.
 
La depresión es una pandemia y la sociedad cruel, en muchos aspectos se ocupa de otras cosas. Por ejemplo pierde mucho tiempo buscando la piedra filosofal de la existencia agotándose en largos diálogos-como si hubiera intercambio-que llevan a ninguna parte.

Esa profunda manera de no decir nada.

Como en “El ensayo de la ceguera” de Saramago mientras el desamor enceguece a casi todos, es reiterativo el pasaje de los pensadores en la plaza de los relojes de arena agotadores diciendo nada, haciendo varias traducciones para un único idioma posible que sale de ciudad gótica en busca de abrazos y no tanto del diagnóstico interminable sin antídotos viables.

La depresión como la violencia existe en todos los ámbitos sociales, no conoce edades, y aunque es más frecuente en los jóvenes tiene como presas a personas de todas las extracciones sociales, el mal va creciendo al mismo ritmo que la sociedad se deshumaniza y vende espejitos de colores, maneras de endeudarse para comprar la alegría que todo lo traduce en tormento esperable, como el mecanismo de una publicidad atormentadora que favorece el consumo y cosifica a los seres humanos con un dejo certero de crueldad.

El 45 % de los suicidios se debe al desamor, la soledad y el espanto. Después están las condicionantes genéticas, la predisposición a…y el resultado de un cerebro bombardeado por tóxicos más o menos permitidos.
 

La pregunta está, se abre, ¿es la depresión que lleva a la persona a ser adicta a sustancias psicoactivas o son estas sustancias las que llevan a la depresión?


Ante el caso del actor Robin Williams está vigorosamente impuesta esa interrogante. Tal vez si hubiera sido una persona desconocida no hubiera pasado de ser “el drogadicto o el borracho molesto de todas las esquinas” pero su fama lo puso en el tapete,la falta de amor, inclusive las pocas fotos familiares que se veían en internet, la familia que no lo cuidó, la sociedad que no lo comprendió y mucha “opinología” de preguntas sin respuesta con argumentos más o menos sólidos. En fin, basta ser famoso para que la cárcel de la angustia sea otra, no el destino de los doloridos de todos los tiempos a quienes no se los mira y si se puede se los recluye en instituciones psiquiátricas o cárceles sin un dejo de pena o con muecas de desprecio en la mayoría de los casos..

La depresión puede combatirse en un alto porcentaje con un tratamiento farmacológico adecuado y con grandes dosis de afecto.

Pero los datos no son esperanzadores, según la OMS la pandemia no hará más que crecer y para el 2020 será la primera causa de discapacidad en el mundo.
 
La tristeza es una condición del carácter que no debe de confundirse con una patología.
Leon Bloy decía “he nacido triste, como muchos nacen bajos, altos, rubios o negros, yo he nacido triste”

La patología que puede pasar desapercibida para el entorno se encuentra en un encuadre más complejo y como hay muy poca atención en “el otro” se despeña por todas las ventanas imaginables el día en el cual nadie piensa en otra cosa que en la dimensión de su ombligo.

Una persona deprimida tiene una visión desvirtuada de sí misma, baja autoestima, excesiva melancolía, cansancio, desasosiego, se encuentra atrapado en un callejón sin salida pidiendo a gritos ser ayudado pero inmerso en un silencio mortal.

Puede verse como se aleja de todos los motivos de vida, pierde la capacidad de alegrarse, las cosas que antes lo llevaban a caminar desaparecen, se encuentra permanentemente insatisfecha, la situación se prolonga en exceso.

Existen causas y detonantes como puede ser un duelo mal resuelto, la pérdida de un trabajo, haber sufrido agresiones que no se han sabido manejar por tiempo prolongado, inclusive en los estudiantes bajas calificaciones, haber sido víctimas de robos, ultrajes, abandono o una enfermedad complicada que nos hace sentir derrotados.

Existe una predisposición subyacente que se encuentra generalmente en la infancia.

Un suicidio existente en la familia debe ponernos en alerta, puede repetirse hasta una generación posterior.

Este puede prevenirse, la persona llega en general a esta decisión cuando no ve otra salida, a veces es un instante y en ese momento se resume todo, en algunos casos la prevención es imposible y es bueno saberlo, lo que bajo ningún concepto nos debe volver personas indiferentes o derrotadas frente a situaciones complejas que experimentan los que nos rodean en el mundo que si bien es ancho nunca debe ser ajeno.

Es en la infancia-ese patio al que todos volvemos- donde se encuentra la tarea más importante a realizar. Llegada la vida adulta y el pedido de ayuda nos queda ser serios con los tratamientos.

La sensación de soledad y angustia no puede curarse con dinero, fama, o la confusa palabra éxito, como en el caso del actor de la sonrisa triste, la depresión lo llevó a las drogas y otras modalidades del opio, alcohol, ausencia, mecanismos de huida, formas de lenta autoeliminación que terminó con la asfixia completa y la muerte.

No es el único caso, la historia está llena de ellos pero poner atención sobre los seres humanos aunque ahora sea por el triste fin de Robin Williams tiene por lo menos la importancia de sacarnos por un rato del recurso fatídico y altamente contagioso de la ceguera afectiva, que a todos condena a vivir en islas inhóspitas no logrando ver que el mundo es un lugar habitado por personas y no caer de forma calladamente aguda en esa manera de no involucrarnos con el dolor de los otros.

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