domingo, 27 de julio de 2014

Fijaciones

Las “Fijaciones” como estrategia publicitaria y grado superlativo     
                       A propósito de la presentación del libro “Fijaciones” de Mainor González
                                                                                              (17/07/2014)
Hace dos años Ricardo Marín, Adriano Corrales y yo sacábamos a la luz pública el cuarto número de la revista Miércoles de Poesía. Una de las estrategias mercadotécnicas que ha distinguido a nuestra revista es la misma empleada por los drogadictos y criminales en recuperación que se montan en los buses con una bolsita de popis. Entonces un viernes llené una bolsa plástica con revistas y me las llevé para ofrecerlas a mis compañeros de clase. Ese día tuve que asistir a dos cursos, uno a las 5:00 p.m y otro a las 7:00 p.m.

Al terminar la primera clase me planté frente al aula, hablé brevemente sobre la revista y terminé diciendo que tenía un valor de mil colones ¡Poco me faltó para terminar el anuncio con un “Manos que dan nunca estarán vacías”! Solo me compraron una revista y, como era de esperar, había sido uno de mis amigos.

Me fui al segundo curso sin demasiadas esperanzas de vender más, pero, aún así, lo volví a intentar. Ejemplares vendidos: cero. Al salir de la clase se me acercó un grupo de compañeros del curso de las 5:00 p.m a preguntarme si me quedaban revistas. Eran unos cinco o seis y cada uno de ellos se compró un ejemplar.

Me extrañó bastante el repentino interés de mis compañeros. Caminé un poco y me topé al amigo que me había comprado la revista un par de horas atrás. Le comenté lo sucedido y me explicó que se había puesto a leer uno de los poemas que venía adentro; después se lo enseñó a otra gente y eso había bastado para que todos se interesaran por adquirir la revista. Se trataba de “Extravagancias” del poeta Mainor González.

No hablaré del poema, pues acá tenemos al autor y espero que lo lea dentro de poco. Lo cierto es que Mainor se convirtió aquella noche en un mito que rondó por los pasillos de la Escuela de Filosofía de la UCR. Platón ya había planeado echar a los poetas de su república, pero “Extravagancias” hizo que la mirada se volviera a poner sobre ellos. Filosofía: 0 – Poesía: 1, pero ¿por qué esto así?    
 
Están los libros cuyos poemas parecen sucederse uno perfectamente al otro, son más bien como una sola idea cortada en pedazos. Después están los que son todo lo opuesto: collages caóticos de textos que cuesta trabajo encontrarles un eje que los una. Entre esas dos especies hay puntos intermedios, sin embargo, “Fijaciones” no parece ubicarse en ninguna de esas estaciones.

El poemario que hoy nos presenta Mainor posee una gran peculiaridad: los textos se encuentran en una lucha a muerte por el primer lugar. No es que los poemas se peleen entre sí por ser el mejor del libro. No. Lo que ocurre es que cada uno de ellos habla de un placer distinto y en cada ocasión se dice que es el más intenso de todos.

Buena parte de los poemas empiezan con frases del tipo “No hay como…” o “No hay mayor placer que…”. Y es que, cuando se trata del sexo, es imposible no hablar en grado superlativo. Mientras se ejecuta, cada práctica sexual no es que parezca la más placentera de todas, sino que es la más placentera de todas.

El sexo posee la desventaja y la virtud de ser tremendamente inmediato, del instante. Es una desventaja porque lo convierte en algo fugaz, pero precisamente esa fugacidad le confiere a la experiencia sexual la magia de poder contener la inmensidad en algo que es en realidad pequeño (ya Debravo había intuido esto al decir “la noche pequeñita de tu sexo”). Y es aquí donde se justifica que Mainor nos hable de fijaciones. No se trata de placeres aislados, sino que más bien se nos muestra cómo cada placer es en realidad un resumen de todos los demás. Cuando se chupa una oreja, se está chupando en realidad todo el cuerpo; el placer se puntualiza, pero a la vez se hace que en ese punto esté contenida una especie de infinitud. El mejor ejemplo de esto es cómo Mainor nos dice que olfatear un calzón es la verdadera entrada al cielo.

“Fijaciones” lleva esto a sus últimas consecuencias, pues no se propone únicamente que una práctica sexual encierra a todas las demás, sino que también a lo que a veces pareciera estar fuera de ellas: el amor. La lectura de este poemario no debe ser tan reduccionista como simplemente hallar qué tan extravagantes son las extravagancias de las que hablan los poemas. El libro exige también un esfuerzo por encontrar el cariño, la entrega y demás afecciones hasta en la fijación más sadista y freudiana. Un beso negro no deja de ser beso, una agarrada de nalgas no deja de ser caricia. Una cosa no quita la otra.

Pero para darse cuenta de eso y más aquí está el libro a la espera de todos ustedes. Por mi parte, quisiera nada más terminar agradeciéndole a Mainor por dos cosas. Primero, por ser la mejor arma publicitaria que hemos tenido en la revista Miércoles de Poesía. Segundo, por recordarnos que estando en la cama con nuestras parejas el único lenguaje posible es en grado superlativo y, más aún, que se cumple aquello que decía Wittgenstein de que “vive eternamente quien vive en el presente”.

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