A propósito de la presentación del libro “Fijaciones” de Mainor González
(17/07/2014)
Hace dos años Ricardo Marín,
Adriano Corrales y yo sacábamos a la luz pública el cuarto número de la revista
Miércoles de Poesía. Una de las estrategias mercadotécnicas que ha distinguido
a nuestra revista es la misma empleada por los drogadictos y criminales en
recuperación que se montan en los buses con una bolsita de popis. Entonces un
viernes llené una bolsa plástica con revistas y me las llevé para ofrecerlas a
mis compañeros de clase. Ese día tuve que asistir a dos cursos, uno a las 5:00
p.m y otro a las 7:00 p.m.
Al terminar la primera clase
me planté frente al aula, hablé brevemente sobre la revista y terminé diciendo
que tenía un valor de mil colones ¡Poco me faltó para terminar el anuncio con
un “Manos que dan nunca estarán vacías”! Solo me compraron una revista y, como
era de esperar, había sido uno de mis amigos.
Me fui al segundo curso sin
demasiadas esperanzas de vender más, pero, aún así, lo volví a intentar. Ejemplares
vendidos: cero. Al salir de la clase se me acercó un grupo de compañeros del
curso de las 5:00 p.m a preguntarme si me quedaban revistas. Eran unos cinco o
seis y cada uno de ellos se compró un ejemplar.
Me extrañó bastante el
repentino interés de mis compañeros. Caminé un poco y me topé al amigo que me
había comprado la revista un par de horas atrás. Le comenté lo sucedido y me
explicó que se había puesto a leer uno de los poemas que venía adentro; después
se lo enseñó a otra gente y eso había bastado para que todos se interesaran por
adquirir la revista. Se trataba de “Extravagancias” del poeta Mainor González.
No hablaré del poema, pues
acá tenemos al autor y espero que lo lea dentro de poco. Lo cierto es que
Mainor se convirtió aquella noche en un mito que rondó por los pasillos de la
Escuela de Filosofía de la UCR. Platón ya había planeado echar a los poetas de
su república, pero “Extravagancias” hizo que la mirada se volviera a poner
sobre ellos. Filosofía: 0 – Poesía: 1, pero ¿por qué esto así?
Están los libros cuyos
poemas parecen sucederse uno perfectamente al otro, son más bien como una sola
idea cortada en pedazos. Después están los que son todo lo opuesto: collages caóticos de textos que cuesta
trabajo encontrarles un eje que los una. Entre esas dos especies hay puntos
intermedios, sin embargo, “Fijaciones” no parece ubicarse en ninguna de esas
estaciones.
El poemario que hoy nos
presenta Mainor posee una gran peculiaridad: los textos se encuentran en una
lucha a muerte por el primer lugar. No es que los poemas se peleen entre sí por
ser el mejor del libro. No. Lo que ocurre es que cada uno de ellos habla de un
placer distinto y en cada ocasión se dice que es el más intenso de todos.
Buena parte de los poemas
empiezan con frases del tipo “No hay como…” o “No hay mayor placer que…”. Y es
que, cuando se trata del sexo, es imposible no hablar en grado superlativo. Mientras
se ejecuta, cada práctica sexual no es que parezca
la más placentera de todas, sino que es la
más placentera de todas.
El sexo posee la desventaja
y la virtud de ser tremendamente inmediato, del instante. Es una desventaja
porque lo convierte en algo fugaz, pero precisamente esa fugacidad le confiere
a la experiencia sexual la magia de poder contener la inmensidad en algo que es
en realidad pequeño (ya Debravo había intuido esto al decir “la noche pequeñita
de tu sexo”). Y es aquí donde se justifica que Mainor nos hable de fijaciones.
No se trata de placeres aislados, sino que más bien se nos muestra cómo cada
placer es en realidad un resumen de todos los demás. Cuando se chupa una oreja,
se está chupando en realidad todo el cuerpo; el placer se puntualiza, pero a la
vez se hace que en ese punto esté contenida una especie de infinitud. El mejor
ejemplo de esto es cómo Mainor nos dice que olfatear un calzón es la verdadera
entrada al cielo.
“Fijaciones” lleva esto a
sus últimas consecuencias, pues no se propone únicamente que una práctica
sexual encierra a todas las demás, sino que también a lo que a veces pareciera
estar fuera de ellas: el amor. La lectura de este poemario no debe ser tan
reduccionista como simplemente hallar qué tan extravagantes son las
extravagancias de las que hablan los poemas. El libro exige también un esfuerzo
por encontrar el cariño, la entrega y demás afecciones hasta en la fijación más
sadista y freudiana. Un beso negro no deja de ser beso, una agarrada de nalgas
no deja de ser caricia. Una cosa no quita la otra.
Pero para darse cuenta de
eso y más aquí está el libro a la espera de todos ustedes. Por mi parte,
quisiera nada más terminar agradeciéndole a Mainor por dos cosas. Primero, por
ser la mejor arma publicitaria que hemos tenido en la revista Miércoles de
Poesía. Segundo, por recordarnos que estando en la cama con nuestras parejas el
único lenguaje posible es en grado superlativo y, más aún, que se cumple
aquello que decía Wittgenstein de que “vive eternamente quien vive en el
presente”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario