viernes, 16 de mayo de 2014

1. Apropósito del arte e escribir


Como reconocer a un escritor genial…

A lo largo de mi trabajo profesional como promotor y difusor cultural, escritora, investigadora y poeta, descubrí que existe una relación inversamente proporcional entre deseo y actitud.

Hay quien piensa que un genio se hace y no nace: sencillamente, tiene el talento para una actividad concreta y le basta con desarrollarla para alcanzar la excelencia. Pero esto es una visión muy simplista de la realidad y, además, como han comprobado numerosos estudios, falsa. No cabe duda de que un genio es talentoso por naturaleza, pero el talento no es ni de lejos la característica más importante del mismo.

Estas son algunas cosas (durante el desarrollo de los talleres veremos más) que, sin excepción, cumplen todos los escritores. Y no todas son agradables para el común de los mortales y menos para ellos.

1. Son curiosos e impulsivos

Para elaborar su libro Creatividad (Paidós, 2008), el profesor Mihaly Csikszentmihalyi entrevistó a 91 genios, de todas las disciplinas, incluyendo a 14 premios Nobel. Una de sus principales conclusiones es que las personas con mentes privilegiadas, que logran creaciones excepcionales, tienen dos cosas en abundancia: curiosidad y determinación: están absolutamente fascinadas por su trabajo y, aunque haya otras personas más brillantes, su enorme deseo de lograr lo que se proponen supone el factor decisivo…

2. Lo importante no es la educación, son las horas que dedican a su especialidad.

 Algunas veces solemos asociar el expediente académico con la excelencia, pero son cosas que no siempre están relacionadas.

   Según Dean Keith Simonton, profesor de la Universidad de California en Davis, quien hizo un estudio analítico de los expedientes académicos de más de 300 genios nacidos entre 1450 y 1850, entre ellos, Leonardo da Vinci, Galileo, Beethoven o Rembrandt. Determinó cuánta educación formal había recibido cada uno y midió sus niveles de eminencia a través de sus obras de referencia. Sus resultados fueron sorprendentes. La relación entre educación y excelencia, al trasladarse a un gráfico tenía forma de campana: los creadores más destacados no eran aquellos que había recibido una educación media y menor educación. Lo sorprendente es que aquellos con algo así como una diplomatura, o habían recibido una mayor y mejor educación son menos que creativos, o limitados por su estudio profesional, y demostró sin lugar a dudas que de existir los genios son siempre aquellos que pese a ser autodidactas y, sobre todo, unos adictos al trabajo, han trabajado en su especialidad y han dedicado su vida a ella; pues como diría el crítico literario V.S. Pritchett: Los genios son todos iguales nunca dejan de trabajar, no pierden un minuto. Es deprimente...

La realidad es que, sin esfuerzo, el talento importa poco. Aprenda todo lo que se pueda aprender de aquello que le guste escribir, no se guie por creencias personales y lleve siempre su pasión al limite…

3. Son muy críticos con su trabajo

Según el psicólogo Howard Gardner, Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 2011, los grandes genios como Picasso, Freud o Stravinsky tenían un patrón similar de trabajo, que se basaba en el ensayo y error: analizaban un problema, creaban una solución, la probaban y generaban una retroalimentación constante.

   Los individuos creativos, asegura Gardner, emplean una considerable cantidad de tiempo en reflexionar acerca de lo que quieren alcanzar, si han tenido éxito o no y, si no lo han logrado, qué deben hacer diferente, pese a que las mentes creativas son también las más metódicas.

4. Son sacrificados, solitarios y, en ocasiones, neuróticos

Los genios están todo el rato pensando en su obra y esto tiene múltiples desventajas. Dedicar todo tu tiempo al trabajo implica un sacrificio inmenso y una merma en las relaciones sociales. Según Csikszentmihalyi, la mayoría de genios son marginados durante la adolescencia, en parte porque “su intensa curiosidad e intereses muy focalizados resultan extraños a sus compañeros”, en parte porque los adolescentes demasiado gregarios no están dispuestos a gastar tiempo, en soledad, para cultivar su talento. “Practicar música o estudiar matemáticas requiere una soledad temible”, asegura el profesor.

En ocasiones, el sacrificio necesario para ser un genio puede rozar lo patológico. La entrega puede tornarse en obsesión: las personas excelentes no son necesariamente felices. Basta ver el ascetismo que alcanzaron Freud, T. S. Eliot o Gandhi, o la soledad autoimpuesta que desarrolló Einstein. Muchos genios desarrollan, además, una personalidad neurótica: su trabajo les volvió maniáticos y egoístas.

5. Trabajan siempre por pasión, nunca por dinero

Los verdaderos genios se desviven por su trabajo. Además, son aquellos a los que motivaba menos las recompensas extrínsecas los y, en ningún caso se entregan a éste por dinero, sino por pasión y vocación. Los artistas que han desarrollado su pintura y escultura por el placer de la actividad en sí más que por las recompensas extrínsecas, han producido un arte que ha sido reconocido socialmente como superior”
, asegura el pensador y escritor Dan Pink en su libro La sorprendente verdad sobre qué nos motiva (Gestión 2000).

Para La Coleccionista de Espejos,
                  La Coleccionista de Espejos…

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