Frecuento a una mujer
que siempre me habla
de moros
y de la costa
siempre dice
no hay moros en la
costa
y yo le digo
no conozco a ningún
moro
mucho menos la costa
los únicos moros que
conozco
invadieron España
hace añales
qué va siglos
es lo que cuentan los
libros de historia
entonces me frunce el
seño
a ella no le interesa
la historia
vomita la historia
sólo le interesan los
moros
así es como replica
y yo no le creo
porque nunca he visto
uno
no sé si estuvieron
o estarán
no sé si han comido
con ella
alguna fruta bendita
del desierto
¡qué me importa!
no quiero hablar de
esos payasos
malditos
arreaban a las mujeres
como animales
predecían el desamor
en la oscuridad
y a todo esto le
llamaban poesía
entonces
como tampoco me cree
tira la puerta
me deja afuera
(lo de costumbre)
y como buena gitana
se enamora de otro.
No rías, madre. Mejor llora.
Paga el precio de parirme
en horas extra.
Empieza a llorar
entre las sábanas empobrecidas
por mi distancia.
Te lo repetí muchas veces.
Ningún fruto vuelve al tronco
ni gana más valor en el mercado.
Fuiste terca al extremo
de la genialidad.
Mentiste.
No tienes las entrañas rezagadas
ni ejerces presión tras la danza de los platos.
Es tiempo de que escuches y llores.
Me sacaste de un sombrero
para tener de qué reír con las vecinas:
fieras culinarias
que lo apuestan todo, hasta sus hijos.
Hoy me libro,
huyo de tu palabra sin corchetes.
Te dejo algunas pistas
para que llores con franqueza.
Me llevo mis fotos
erosionadas como desiertos.
Yo también supe
firmar las paredes con las uñas,
repartir el pánico sobre la mesa,
reírme de todo cuanto hice
por ser enjambre en tu regazo.
Lo siento, ma.
Es hora de escapar de la doctrina,
darle la espalda al espejo
quisquilloso de tus desmanes,
rodar, borrarme de mí mismo
a carcajadas.
LET THE MUSIC PLAY
Cuánto hubiera pagado
por ver a Barry White cantar en el City Hall.
Ese hombre no llevaba el estandarte
de la música del alma.
Era el Soul en carne viva.
Una voz mayúscula
disparando a quemarropa
en el torpe escenario de los setenta.
Cómo me hubieran complacido
las melodías de Love Unlimited,
sus compases de nota perfecta,
esos violines de clase alta
esculpiendo el final de una época.
Mr. White,
no se incomode.
Hay muertes
que no le sientan bien a nadie.
No pretendo ir a su tumba
a recordarlo como un intruso
que bañó mi alma de canciones modernistas.
Cada vez que lo escucho
me siento capaz
de entender mi destino
en el do mayor de la nostalgia.
Voy a perpetuarlo,
a subir el volumen
de su record transitorio.
Lo enalteceré
como aquel dios negro
que nunca escribió su nombre
en el templo blanco de la música.
Si llega la muerte
no estoy
no me han visto
no dejé surco ni nada
a lo mejor ando por
esos países onerosos
repletos de crucifijos
y sarmiento
me perdí en las
pirámides
algunos hombres
retornan a Marte
quién sabe si vuelva
vendí mis libros
lo que restaba por
reírme
clausuré la casa
y a todas mis mujeres
no fumo
no hablo
no me encierro en los
cafés
a dictarle soliloquios
al mundo
no predico
ni profano
me fui con el tiempo
sin juicio
y sin poemas.
ALPINISMO
Era un niño que escaló
el empinado celo de
una dama
terco
al acecho
como la eterna
ansiedad de los bosques
niño encubierto de
adonis
o apenas
un arlequín
pretendiendo
alcanzar
la cúspide enardecida
de sus ojos
conquistó
tantos reveses
resbaló por el
acantilado
de los ilusos
inquisidores de margaritas
y se armó de
elocuencia
superó los vértigos
que rasgaron la piel
de sus años
y en lo alto
en lo más alto
lanzó la cuerda
hasta la rosa enérgica
de su corazón
clavó el último arnés
sobre las ruinas de su
insolencia
y se hizo hombre
Roig Fernández, San José, 1965.
Asiduo lector de nivel nacional: Roberto Brenes
Mesén, y Julián Marchena; a nivel internacional: Bécquer, Neruda, Whitman, Poe,
Mistral, entre otros; por tanto, clásica; no obstante, en los últimos años ha
mostrado interés por los movimientos vanguardistas latinoamericanos.
No fue sino hasta el año 1998
que decidió integrarse al Café Cultural Francisco Zúñiga Díaz, dirigido por
Dlia Mc Donald. Actualmente forma parte del taller Tráfico de Influencias,
coordinado por el poeta Alfredo Trejos Recovecos y Escalones, inédito
aún, es su primer poemario.
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