lunes, 27 de agosto de 2012

El príncipe teje tapices...

Carlos Rubio

   Dell, me regaló este libro.
   Cosa que le agradezco porque esa es una mis grandes pasiones; pero claro ella en eso se parece mucho a pa: viven sus mundos tomándonos en cuenta a los demás, es decir que dan por un hecho que todo el mundo es igual.  Bueno. A veces. En el college donde estamos Ariel y yo, es una obligación diaria leer, pero además de eso casa dos semanas nos obligan a cadena tortuosa, dicen mis compañeros a hacer un análisis de texto para ver  si en verdad leemos. Como yo ya me había leído el texto mensual y ya canso con Fabián Porras, cuando ella me regaló este libro, vi la oportunidad de hacer algo nuevo. Entonces OJO, yo no soy especialista, solo es mi opinión y mi lady, miss, Teacher, profe, o lo que corresponda en este momento, ya que ven que siempre nos están confundiendo con eso, de español me puso 9. Básicamente porque no era un libro de clase; y con ello quiero decir que si me van tratar como han tratado a Dell otros por sus opiniones, yo como Pa: también soy fantasma, nada  me ha de afectar y me gustan los cacahuates dulces; aunque me llevó como tres meses averiguar que los conocía con otro nombre.  En fin…
   El príncipe teje tapices; es un cuento bello.  Pero por belleza podemos entender muchas cosas; una de ellas es que el amor de y por escribir es bello. Será que a mis años veo el mundo de acuerdo a los cuentos y las historias que me contaba mi abuela, y que es parecida a reconstruir cada día los recuerdos. Yo relaciono este cuento con los trabajos que a veces hacemos para sobrevivir; Pa, porque ese revisa todo lo que escribimos en esta casa, dice que en un sentido es parecido a los trabajos de Hércules: ¿Hércules? Pensé yo, ¿serán los cuentos de los argonautas y demás que le gustan tanto a Ariel? Moi, porque gracias a Dios, Ari esta bien lejos con una de esas sus manías insoportables de pre-adolescente que nos estaba volviendo locos a todos, me explicó el sentido de lo que yo pensaba, y era cierto: tenia relación con los trabajos de las personas. Bueno, un príncipe, me dijo, también es una persona normal; no tiene por qué  ser diferente a otros…

   Sip; en definitiva le esta haciendo bien eso de trabajar, pensé.
   Bueno. Entonces estábamos con el príncipe que teje tapices…

   Todos sabemos que antes de un cuento, existe un cuento sobre el que se basa el cuento, a veces, y que se llama una relación de hechos. 
  Este cuento se parece a otro cuento que me contaba mi abuelo Saúl:

  Había una vez, porque siempre empiezan así, ciertos cuentos, un niño como yo (10 años) que se sentó a leer los cuentos de un libro singular: se llama El Príncipe teje tapices; pero no solo lo hacia porque se lo regaló una persona especial para él, sino porque en él la lectura, es un don maravilloso, y los libros son cada uno, como islas del tesoro. La X marca el lugar y a mi me gusta leer: hadas; duendes, mundos fantásticos están reunidos aquí, aunque la obra en sí trata de un príncipe, que se enamoró de una muchacha pobre que no toda la vida lo fue y ahora trabajaba para ayudar a la familia a salir adelante.
    Creo que en todas las telenovelas que ve Lucia, no mi prima sino la empleada, el que un príncipe se enamore de su hija hubiese hecho feliz a cualquier padre, después de todo ¿Qué mejor manera de salir de la pobreza? Pero a este no.  Se enojó y se entristeció; porque aunque sabia que era amor de verdad, no quería que su hija sufriera: él había sido un hombre muy rico y poderoso, desde antes de nacer.  Ese fue el legado de sus padres. Pero un día hizo una mala inversión en la bolsa; no eso seria en estos tiempos, hubo una guerra o, mejor aún un desastre natural en la que su mejor amigo huía con su fortuna, chocaban las estrellas o cosa parecida, y como él no sabia hacer nada se sumió en la tristeza y la pobreza que no tiene que ser un estado físico sino del alma…

    Ahí es donde empieza la fantasía: sin amigos y sin dinero. Todos los hijos empiezan a trabajar en lo que podían y ayudar en casa porque papá estaba enfermo de tristeza. Con el tiempo las cosas les fueron mejor y algunos hijos hasta aventuraron irse de la casa en busca de aventuras y después solo quedó, Petra o Juana, o como quiera que se llamaba la muchacha del que estaba enamorado el príncipe. Claro que también hay que tomar en cuenta que también ella estaba enamorada; pero ella le hacia caso a lo que le decían sus padres; algo que se llama valor de la obediencia en educación.
    Las estrellas y todo el pueblo, se quedaron boquiabiertas cuando vieron al rey que había ido  en persona, a hablar con aquel humilde señor, para pedir la mano de la muchacha, cuando salió arrastrando capa y corona: ahora fue la muchacha la que pregunto:-¿Yo quisiera saber qué sabe hacer su hijo para mantener en caso de necesidad?...:-¡Él es un príncipe y nunca sabrá de pobrezas!...-Así, entonces no sabe contar historias ni hacer más nada que pelear con otros, entonces no me interesa… dijo haciéndose la desentendida porque bien que estaba fichada, como dice Ariel…-¡Qué es esa barbaridad!, dijo el príncipe haciéndose el resentido; y al día siguiente se fue a matricular en un curso para hacer tapices, porque eso era lo más parecido a las espadas y el príncipe era un buen espadachín así que resultó ser un buen tejedor de cuentos y de historias que es cuando, me imagino, lo conoció Carlos Rubio y completó las historias que hoy nos trae...

       
Lo demás se los dejo a ustedes…

Para La Coleccionista de Espejos:
                                      Aarón Aguilar C
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Art Poet:
Carlos Rubio Torres. San José, Costa Rica, en 1968.
Educador por la Universidad Nacional.
Estudios en el Programa Latinoamericano de Doctorado en Educación de la Universidad de Costa Rica. Trabaja como Profesor e investigador de la literatura infantil y la narración oral en la Escuela de Formación Docente de la Facultad de Educación en la Universidad de Costa Rica y la División de Educación Básica del Centro de Investigación y Docencia en Educación (CIDE) de la Universidad Nacional.
Publicaciones:

La vida entre los labios, Premio Jóven Creación, 1984, Editorial Costa Rica
Queremos jugar
Pedro y su teatrino maravilloso, Premio Carmen Lyra, Editorial Costa Rica
Escuela de hechicería, matrícula abierta
El libro de la Navidad
La mujer que se sabía todos los cuentos
Papá es un campeón
Las mazorcas prodigiosas de Candelaria Soledad y,
El príncipe teje tapices, esta última obra con el sello de la Editorial Costa Rica.

1 comentario:

la coleccionista dijo...

Vuelvo a insistir: ¿En dónde queda esa escuel?... LAC

Con palabra de Mujer...

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