viernes, 22 de junio de 2012

Terminología Feminista 3.

 Voy aprovechar esta noche, y en ocasión de la presentación de este libro, quiero contarles un cuento, que incluye algunas confidencias y obviamente algunas pequeñísimas exageraciones.

Solo a ustedes se los diré, pues no espero censura ni divulgación de su parte.
Hace mucho, en un baño del Ministerio de Educación Pública, una mañana cualquiera, me sorprendí al enterarme que una escritora trabajaba en el mismo lugar donde yo laboraba, para ese entonces dando mis primeros pasos feministas.

Me asomé al gran salón, donde por aquel entonces nos amontonábamos como 20 personas. Era el Departamento de Investigación Educativa, en un sexto piso del centro de San José, adornado por enormes ventanales, cubiertos por una película de color verde añejo, toda una novedad para esos años.

En una esquina, en el ala izquierda, miré a una mujer pequeña, con unos anteojos de los que se usan para ver de cerca. Estaba frente a un escritorio con algunos papeles, por no decir muchos, ordenados según una invisible lógica.
Claro!!! Era Yadira Calvo Fajardo, la del libro Mujer, Victima y Cómplice, libro que me tenía dando vueltas.

¿Cómo decirles? Se los cuento a ustedes, pero no era para nada como yo me la había  imaginado, pues las palabras y frases incluidas en ese libro, hacía mucho tiempo me habían incendiado la mente y arropado el corazón.

No sé, me la imaginaba grande, alta, como con un pelo alborotado, gruesa y de voz profunda, tal y como se me dibujaba en su libro.  Pero no, era una pequeña figura fina, que estaba sentada casi tímida, frente a su escritorio.
La observé desde el mío y me lanzó una mirada por encima de sus  anteojos y volvió a su lectura silente.
Me senté e invertí el resto de mi tiempo laboral en mirarla de reojo. Toooodo el resto del día. Por dicha y por aquel entonces no estaba yo en la mira del jefe, recordado ahora como el “semental bolichista”. Ya les comentaré de él.

Tenía que hablarle, tenía que hacer algo. Resolví devolverle lo que ella me había entregado en ese primer libro. Le daría algo que pareciera imposible, y decidí regalarle una figurita pequeña de cerámica, que jamás iba a encontrar en este mundo, era una elefanta verde con flores en las orejas.
Claro… yo tenía 26 años y no estaba del todo consiente que las feministas como ella y sus movimientos, son capaces de crear cosas realmente inimaginables e imposibles de creer, como esa figura en la que había depositado mi esperanza de hablarle a la escritora.

O  como una terminología cuyas palabras son rescatadas para hacer justicia a nosotras las mujeres. O como hacer visible lo que otros no ven. Magia pura.
Y funcionó. Imagínense que le gustó la elefantita. Me habló y conversamos.

Para mí, había empezado una transgresión feminista, que no tendría ya vuelta atrás. Y estaría llena de alegrías, de gozo, de cartas, de tarjetas, de lecturas cuidadosas, de largos silencios, de tristezas, y de cafés aromatizados por la incertidumbre de lo recién descubierto.
También de carreras, casi competencias infantiles, que iniciábamos una en el ascensor y otra en las escaleras, y luego entre los carros de la avenida central, solo para llegar de primeras a un banco cualquiera. Y continuar la conversación.

Y de escapadas en horas laborales, solo para leer puro feminismo, al amparo de una iglesia católica, que nos ofrecía en sus jardines, lo que sus jerarcas han negado a las mujeres por milenios.
Y claro, sucedió lo que era de esperarse.

En las reuniones del Departamento de Investigación, no faltaron ya nuestras manos levantadas, ni las constantes preguntas: como visibilizar a las mujeres, a las niñas y las adolecentes en nuestras investigaciones, cómo incorporar la perspectiva género a nuestras tareas diarias.

   Y la investigación estrella que hicimos, llamada “el concepto de paz en el niño y la niña costarricense”, donde tuvimos que literalmente pelear por visibilizar a las niñas, ya que como la escritora le trataba de explicar al jefe, no es lo mismo niñas que niños.
    Siempre me quedé pensando por qué nuestro jefe no entendía esa simple razón. En fin, las mentes de algunos hombres son realmente insondables para mí.

  Pero ganamos, y lo que hoy llamamos lenguaje inclusivo fue usado y nuestro jefe no tuvo más remedio que aceptar el título y contenido de la investigación, incluyendo a las niñas, un hecho histórico memorable en ese departamento, pues las invisibles niñas habían llegado para quedarse.
   En fin,  inquietudes nacidas de un movimiento no conocido por el Semental Bolichista, y que tuvieron repercusiones inolvidables.

    Para que no pudiéramos hablar y reírnos a carcajadas, como era lo usual,  nos puso nuestros escritorios frente a la pared, de manera tal que no pudiéramos vernos.  
    Pobre hombre, ¿sería que no sabía quién era esa mujer sentada en el ala izquierda de su tan amado Departamento de Investi-negación?, bautizado así por el recién fundando TRIUVIRADO, cuyas integrantes Norma Solís  y yo, estábamos nada más y nada menos que dirigidas por la escritora.
    Como podrán imaginar, misteriosamente los escritorios daban la vuelta, como por arte de magia, una y otra vez hasta el cansancio.

    Yadira fue ascendida a Profesional 1, y el triunvirato la condecoró con el título de Condesa de Tucurrique, título que llevó en adelante. Iniciamos la escritura de un libro, que esperábamos publicar por nuestra cuenta o por alguien buena gente. Ahí escribíamos todo cuanto podíamos, con las palabras que se nos venían a la mente cuando el aburrimiento nos sorprendía o la injusticia nos atropellaba.  O solo por diversión.
Fotografias tomadas por Marlenne Ramírez B
    El manuscrito pasaba sigilosamente por los tres escritorios, toda una hazaña si recuerdan que estamos de espaldas, las unas con las otras. Lo hacíamos de manera cuidadosa, para que el jefe no lo interceptara, pues teníamos razones de sobra para prever esas intenciones.

   Agregábamos lo que queríamos, seguras de que la posterior edición de Yadira, nos salvaría de un entuerto literario o algo parecido.
   Sin embargo no lo terminamos, de seguro decepcionadas porque nadie nos ofreció publicarlo.

   Claro, ahora tengo serias dudas si de verdad podría ser publicable lo que ahí plasmamos. Digo, por razones estrictamente de redacción y el uso de ciertas terminologías. ¡No vayan a pensar otra cosa!
   Lecturas, más lecturas de mujeres, de feministas, argumentos armados en un café del centro de San José,  para luego al día siguiente participar en las reuniones departamentales, y sorprender a nuestro jefe, un hombre que todas las noches jugaba boliche, mientras  nosotras preparábamos nuestras célebres intervenciones.

    Algunas de nuestras actuaciones terminaban cuando una de nosotras era llamada al cubículo, que hacía las veces de oficina del jefe. Para ese entonces la palabra patriarcado estaba dramatizándose frente a mí. Eso también me lo dijo la escritora.
    Las paredes de su cubículo no daban hasta el techo, ya que su mirada de control debería estar libre de obstáculos para observar todos nuestros movimientos.

   Y parar mirar a Norma, a Angelita, Aurora, Ana Cecilia, a María Martha, Sulay, Mayra, y a Maritza, todas compañeras recién llegadas a las enseñanzas de Yadira, todas aprendiendo en los almuerzos, ahora condimentados por el conocimiento y delicada pluma de esta feminista sin igual.
      O para tratar de detener a Mery Lilyan, que le tenía miedo, si no pavor, a los temblores y una vez sentidos, tomaba su cartera y no la volvíamos a ver hasta varios días después.

      Las recuerdo ahora, todas mujeres educadas, maestras, administradoras educativas e investigadoras, iniciando, como en un primer grado, la lectura lenta pero prometedora de sus  escritos. No sé qué habrá sido de ellas, pero tengo la intuición de que sus vidas cambiaron para siempre, como nos ha pasado a todas, las que hemos tenido el regalo de leer a esta Condesa de Tucurrique. Sin duda alguna, ella nos ha ofrecido siempre y como ahora, el consuelo de sus libros.

    Ella sabía que las mujeres tenemos la fuerza, tenemos la historia que aunque no siempre está escrita con justicia hacia nosotras, nos hemos filtrado por las rendijas que ha dejado la llamada historia oficial.
     Ella sabía y lo ha demostrado, que las palabras puestas con sentido, una detrás de la otra, forman frases y libros, que han cambiado y seguirán cambiando al mundo.   

   Todavía guardo sus lecciones, escritas a mano y también en máquina de escribir, de esta mujer, ávida consumidora de teorías, de libros y de literatura, como algún día ella misma se describió.
     El tiempo pasó, el jefe no renovó mi contrato acusándome de un sinfín de falsas pequeñeces… bueno a decir verdad, algunas eran ciertas, pero por principio, por aprendizaje o porque no me dio la gana, no las acepté.

Las guardé solo para mí, y hoy les regalo a ustedes solo algunas de ellas, como un íntimo homenaje que hago para acompañar en esta noche de junio, el nacimiento de este nuevo libro de mi amiga.
     Por cierto, no preciso el nombre del jefe, pues la vez que hozo firmar en una tarjeta de despedida que me entregaron mis compañeras y compañeros, Yadira recortó el espacio de su firma, dejando hasta la fecha un enorme hueco en la tarjeta.  Y tengo la prueba de ello.

   Yadi: Te contesto lo que me preguntaste hace muchos años.  SI querida amiga, conservo el mismo archivo de recuerdos comunes, nuevamente florecidos con el regalo que me diste de estar aquí, contando este cuento a tus amigas y amigos.
    Solo espero no haber faltado a tu confianza, porque en verdad debo decirte que me has espantado la soledad, me disipaste el berrinche y me cancelaste la desesperación. Como me lo dijiste alguna vez. Y ahora muchos años después, lo he comprobado al leerte y saberte.

   Hoy a mis 50 años, con algunos sueños cumplidos y otros todavía en mi mente, con palabras dichas, otras apenas susurradas y otras en lista de espera,  te comparto  con amor los tres deseos que me entregaste aquella tarde lluviosa de junio de 1988:
    Te comparto entonces el recuerdo, la locura y la razón.

     Feliz libro amada Yadira!
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    Ester Serrano. Licenciada en Psicología. Universidad de Costa Rica. Entrenadora y Terapeuta canina. Se dedica a entrenar perros y perras e imparte terapia para problemas de comportamiento. Forma parte del equipo de trabajo del Centro de Adiestramiento y Psicología canina FOGAUS, donde imparte clases y cursos relacionados con comportamiento animal, específicamente perros y perras desde un enfoque de reforzamiento en positivo. Forma parte del equipo de trabajo del Ï.Na.Mu
 




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