martes, 18 de octubre de 2011

La Juventud ya no está...


Por Franklyn Perry P.                                                                                               Para Alfredo, mi hermano



Juventud divino tesoro
te vas para nunca volver...

y me alegro que nunca has de volver,
pues pocas son las cosas
que añoro de tu partida.

No las miles de incertidumbres,
la eterna dependencia,
los adultos sabios,
los hermanos mayores,
los hermanos menores,
la nefasta adolescencia,
la iglesia vigilante,
las advertencias,
el sexo dulce juego
convertido en pecado,
la escuela formal: dama conflictiva,
colmada de bullies
y la secundaria: babel moderno,
y la escuela de la vida, por
desgracia dama tardía.


A veces lloro pero no
sin querer y no lloro tu partida
lloro porque duraste tanto en irte
y que te añoren tanto
y que te busquen tanto
que te conviertan en jabón de tocador,
y la pareja idónea que no llega
y la llegada de los hijos, y la crianza de los hijos,
y los años útiles.


Y Adán antes de la caída,
y Eva después de la serpiente,
y la incómoda posición intermedia.


Tesoro divino sí eres. No porque posees
 algo de Dios, ni porque traes riquezas,
 sino porque te llevaste el cuarteto precioso:
 salud, fuerza, amigos,  parientes.


Sin ellos la existencia es más dura
el mundo más solitario







2 comentarios:

Unknown dijo...

Muy cierto! siempre disfruto tus publicaciones!

la coleccionista dijo...

Una primera lectura bastó para dejar lágrimas de vida asomarse por las ventanas, ver la existencia tal como es y sentir y darse cuenta que el amor es lo único que le da sentido para convertirla en eso, en vida.
Amor de hermano, cantado muy poco por los poetas, amor de amigo -tan escondido por extraño-.
Me conmueve por la bondad de Alfredo y por ese amor tuyo por él, amores hoy también raros por escasos.
Lo recuerdo la última vez que juntos lo visitamos. Trabajaba en una funeraria (si la memoria no me engaña) y lo recuerdo hablando con vos sobre los días de la niñez, con una voz tan firme y sabrosa, llena de ternura por la vida de los niños, mencionando las Bedtime Stories.
Ese día, al escucharlo, me los imaginé a ustedes alrededor de una cama escuchando la lectura. En la sonrisa de ese Alfredo adulto vi lo que ahora siento era la sonrisa infantil que tal vez nunca perdió.
Casualidades. Hoy venía en el bus con los ojos cerrados, recordando a Guápiles, los días que pasaste ahí conmigo, el secuestrado, y el bar con ventana al río.
Gracias a Dios por los recuerdos que pueden hacernos llorar pero hacerlo sin amargura más bien con la emoción revivida entre el corazón y la mente para que podamos decir: Ha valido la pena.
Con mucho amor por vos, por tu bondad de años, por tu familia que me ha tratado tan bien siempre y por la oportunidad de aún poder conversar cuando falta un año para que se cumplan cuarenta de habernos conocido.

Hrld.
PD. Gracias por ese lindo poema.

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