Benedicto Viquéz G.
Llamamos contextos a todo elemento, no importa su naturaleza (social, política, histórica, cultural, biográfica, etc.) que estructura el marco general en el cual se produce un texto literario: en nuestro caso, la novela.
Para comodidad de su estudio, los dividiremos en dos:
1. Contextos del autor (contextos de creación)
2. Contextos del lector (contextos de percepción)
El crítico alemán W. Hollerbach los sintetiza en el siguiente esquema:
ESCRITURA Y LECTURA DE UN TEXTO LITERARIO
I. Los contextos de la realidad ya sean los del autor o el lector pueden ser los siguientes (a veces coinciden)
1. Contexto situacional
2. Contexto biográfico
3. Contexto social
4. Contexto histórico
5. Contexto cultural
Como se puede apreciar se trata de establecer un orden en los contextos de cercanía al autor y de mayor particularidad, como lo es la situación en la cual el escritor produce la obra, hasta llegar a contextos de mayor generalidad y complejidad, como lo es el marco amplio de la cultura general en la cual se produce la obra literaria, en este caso llamada novela.
Otra observación que debe tomarse en cuenta es que los contextos establecen relaciones entre sí y se dan en constante dinámica, determinándose en sus numerosas interrelaciones.
Llamamos así a los contextos que perteneciendo también a la realidad, podemos sistematizarlos bajo el eje paradigmático y que está constituido por los diversos códigos:
2. Código Retóricos
3. Códigos Técnicos
4. Códigos Temáticos
A través de la historia el escritor ha ido conformando estos códigos que se han constituido en poéticas imprescindibles a la hora de producir un texto literario. Son un legado importante de los escritores a quienes desean realizar obras literarias. En nuestro caso los paradigmas monofónico y polifónico de la novela forman parte de ese legado. Claro está que los escritores (algunos) violentan esos códigos y crean los propios, son revolucionarios del ante.
III Los contextos del lector
Nos referimos aquí al gusto literario. El escritor incorpora o toma en cuenta (a veces) en su creación los comentarios de sus amigos, las críticas literarias de otras obras, los comentarios periodísticos que provienen de los lectores. Unos los acepta de buena gana y otros ni siquiera los retiene. El mismo escritor realiza una especie de lectura de su obra recién terminada y corrige, modifica, reafirma, quita y pone. A veces no se conforma con una, sino hasta tres o más lecturas.
Todos esos contextos son importantes. Son la materia prima para que el escritor crea su propia obra que una vez terminada pierde todo nexo con ellos y se erige como un ente de ficción tangible e independiente, con autonomía absoluta.
El proyecto
El texto antes de escribirse, existe en la mente del escritor, solo como proyecto, como imagen, como virtualidad. No es sino cuando comienza a escribir sus primeros bosquejos y apuntes, cuando empieza, poco a poco, a tomar figura el futuro texto literario y es aquí cuando el escritor, a veces por períodos muy largos, comienza su trabajo de selección, de escogencia, tanto entre los contextos reales, los códigos del sistema paradigmático y toma en cuenta, si lo necesita, los contextos del lector. A este proceso de selección y combinación es al que se le llama escritura y configura la perspectiva de la producción.
La perspectiva de la percepción
El lector, al igual que el autor posee contextos reales y a veces contextos literarios, solo que por lo general, son diferentes a los del autor. Pocas veces coinciden. El conocer los contextos del autor por parte del lector es solo una aspiración que difícilmente se logra. Esta es una dificultad que enfrenta el lector y que impide una interpretación genética y unívoca del texto literario, entre otras. Así, el lector tiene contextos reales, históricos, sociales, culturales etc. posee, por lo general algún conocimiento de los códigos del sistema paradigmático y está en capacidad (es lo ideal) de conocer (y desearlo) los contextos del autor.
El lector a partir del conocimiento de estos contextos, realiza un trabajo de asociación. Parte del texto en donde selecciona los elementos necesarios para establecer asociaciones con los contextos, los del autor y los propios y gracias a ello por combinación, realiza la lectura del texto literario, en este caso llamado novela. Después de realizada la lectura, asociar y combinar, pasar por un análisis tal y como lo propusimos está en condiciones de interpretarlo y evaluarlo objetivamente.
Una buena lectura sería así aquélla en donde el lector después de describir la novela, reconocer y distinguir todos los elementos implicados logra seleccionar los fundamentales y cotejarlos con los contextos del autor, realiza así la asociaciones permitidas sin caer en homologías mecánicas, sin violentar la autonomía de la obra y su verosímil y llega al final a una interpretación y valoración de la obra literaria.
No hay duda que el éxito de una lectura adecuada descansa en los conocimientos que posea el lector, su capacidad analítica y el grado de precisión con que logre establecer asociaciones pertinentes, sin caer en mecanicismos o subjetividades tales como las que mueven los prejuicios y las valoraciones emotivas.
Entre otras limitaciones, el lector puede proyectar elementos suyos en el texto. De ahí que se recomienda partir del texto hacia los contextos y no a la inversa y cada elemento seleccionado del texto (enunciación, enunciado, situación inicial, situación final, procesos, voces, perspectivismo, puntos de vista, etc.) someterlo a verificación muchas veces asociándolo con elementos de los contextos con claridad y objetividad.
Por último, a pesar de que el lector desconozca uno o más de los contextos, o todos con excepción de los lingüísticos, puede leer una novela y obtener de esa lectura una comprensión, aunque tal vez un tanto limitada, de ella. Pero cuanto más conocimiento tenga el lector de los contextos y del análisis racional de la obra literaria, mayor será la posibilidad de comprensión de esa novela.
Si agregamos que el texto literario es por naturaleza polifónico (su lenguaje), estamos ante la necesidad de que el lector, por lo menos tenga los conocimientos rudimentarios del lenguaje y las posibilidades de conversión en polisemántico, para obtener una lectura adecuada. No por ello el lector debe sentirse desanimado. Existe un principio que afirma categóricamente que la obra literaria se basta así misma para comprenderse, interpretarse y valorarse. Lo demás son herramientas útiles para realizar la lectura con mayor provecho y deleite.
La novela como género, ofrece al estudioso grandes oportunidades, tanto desde el punto de vista artístico, como del conocimiento social, histórico y cultural.
Su lectura es simple pero la comprensión de todos sus alcances exige esfuerzo y estudio. Lo recomendable es que el lector se acerque a ellas sin prejuicios, sin condicionamientos. La novela ofrecerá lo que posee y no más que ello. Habrá tantas, a veces, interpretaciones de una novela como lectores existan. Ignoro cuánto se habrá dicho acerca de la novela el Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Cervantes, pero estoy seguro que llenará, por lo menos una biblioteca pública.
Los esfuerzos del lector deben encaminarse sobre todo en la comprensión del lenguaje polisémico y en los aspectos más fundamentales que hemos expuesto. Con el conocimiento de ellos estoy seguro que la lectura de las novelas, no solo será más provechosa sino que quien lo haga disfrutará más de sus lecturas.
La propuesta de lectura hecha por nosotros ofrece una manera de acercase a la comprensión de la novela en forma integral. Exige, eso sí estudio y conocimiento de parte del lector. Cuanto más capacitado esté el lector mayor provecho obtendrá de la lectura de una novela y del arte literario en general.
Por último no se debe olvidar que los conocimientos crecen y las creaciones literarias también cambian. Esto hace cada vez más que el lector nunca pierda la costumbre de leer y estudiar.
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Para más información: El arte y su teoría literaria, La novela y sus contextos. 14 de Mayo 2010
Recopilación hecha por Ana Lu (la buena) Fernández E
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