La primera vez que lo vi, supe que estaba ante una persona de esas que nacen para desempeñar un papel único durante los años que les correspondió pasar por la vida y que la vida pasara por ellos, dejando imágenes, sonidos, fragancias, sensaciones de aceptación, sabores combinados de pasado y presente que aderezan el futuro de sus rebrotes. Así fue para mí, Don Chico.
Con algunas pequeñas historias a cuestas, e invitado por mi amigo Franklin Perry, subí las gradas de aquella edificación de madera un sábado por la tarde. El ambiente me recordó el de La Casa del Artista de los sesentas. Y es que, adentro, estaba el guía. Ocupaba la cabeza de la mesa. Yo con jeans y él con ropa un tanto formal y una bufanda. Luego, me enteraría que su salud estaba un poco quebrantada. Al escuchar la noticia, no pude más que pensar en la paz que de aquel hombre emanaba, aún en esa circunstancia que a cualquier ser humano doblegaría.
El grupo de escritores, mucho más avezados que yo, me recibió el calor humano que abre todas las puertas y que se quedó en la taza de café de aquella tarde.
Después de leer el cuento corto que llevaba, me sentí profundamente respetado. El que Don Chico le pusiera atención a lo que de todo mi ser había salido en forma de historia, ha sido un momento inolvidable. Esa es la primera y mejor imagen que de él se despliega en mi mente cuando alguien lo menciona. Es la imagen de la bondad, del examinar todo y con sabiduría señalar lo que se ajusta bien a una producción literaria y que él mismo autor sepa meterle la tijera a lo nada añade.
Estaba pues, este sembrador, dándole mantenimiento a un montón de plantas en crecimiento. Recuerdo estas caras disfrutando del vivir alrededor de la mesa de Don Chico. Son, ahora estos rostros árboles con muy buena cosecha.
Fue corta mi experiencia con Don Chico. Al poco tiempo cambió esta vida por la otra. No obstante se ha quedado en cada uno de quienes, por el tiempo que fuese, engranamos nuestras vidas con la de él.
El Taller, una de las más importantes semillas que dejó en crecimiento, ha significado para mí, la escuela donde se aprende haciendo. En ella, como reflejo de su fundador, la humildad lo puede todo.
A mí, se me fue muy pronto, sin poder decirle “Gracias” por valorar mis oraciones cortas y decirme, con la suavidad autorizada de quien sabe: “eso (uno de mis párrafos) hay que quitarlo”.
Si tuviera que resumir lo que el entrecruce con Don Chico significa, de mi interior saltaría una sucesión de palabras: respeto, humildad, valentía, sonrisas…
________________________
DON CHICO ZÚÑIGA
Minor Piedra Alfaro
Francisco Zúñiga, con puntualidad religiosa llegaba a la casona del Instituto de Seguros, dos veces por semana, esa seguridad que siempre tuve de encontrarlo allí, era el aliciente para no fallarle, y a la vez, no fallarme, perder su comentario acertado era algo que no podía permitirme.
Conocedor de lo que pasaba por mi mente de creador, nunca hirió mi susceptibilidad, ni deshecho alguna idea. Con un respeto probado, se dirigió a mis escritos, desmenuzando mis pretensiones, haciendo grueso el hilo donde flaqueaba, alabando, las partes acertadas.
Sus comentarios, no incomodaban, Don Chico, sabia del fervor, de la batería que nos movía, a cada uno de los que nos congregábamos alrededor de su experiencia de escritor, y sobre todo, de paciente escuchador de ideas atinadas, o descabelladas, por igual, las abordo con respeto y paciencia.
Con Don Chico, el acto de taller, iba mas allá de la literatura, tenia la medida exacta para cada integrante, nunca con una formula, nunca desde su visión personal del hecho escrito. Siempre a partir de lo escrito en la pizarra, que lo abordaba con parcimonia y un respeto tal, que poco a poco nos hizo entender, el valor de la creación. Cada poeta en su dimensión creativa, en su experiencia vital.
Más que dirigirnos por el buen escribir, con su ejemplo de respeto hacia nosotros mismos, en el taller me valore como poeta, el me ayudo a amar la poesía como un medio de comunicación privilegiado, sin poses, sin aires supra aéreos, con los pies en esta tierra de todos. Don Chico, en el abordaje de cada uno de mis poemas, me ayudo a entender el privilegio de ser poeta. No me refiero a calidad o categorías, el me enseño que ser poeta es un privilegio, y de la mano de el, definitivamente ha sido mi gran suerte.
_____________________________
Sonetos de Amor en Bicicleta, T. Joroba
y el Agrio Humor de un Dulce Poeta”
Germán Hernández
Chico Zúñiga tenía el más delicioso humor posible, el cual aun se refleja tanto en su obra narrativa – La Encerrona de la Chupeta - y su obra poética – Sonetos de Amor en Bicicleta – los cuales bastarán como ejemplos.
Ese humor, también lo gozamos muchas veces los que tuvimos el privilegio de estar bajo su dirección en aquellos años del Café Cultural. Por aquel entonces en que sus “cuervos ” leíamos de todo y experimentábamos con todo… caímos poco a poco en la seducción de la poesía mayor y las formas… (vale recordar a Cristian Marcelo y su portentosa musicalidad, quien nos recetaba sendos romances, décimas y sonetos cada martes y cada jueves… ) los que caímos en la tentación aunque con menos fortuna y habilidad, emprendimos las jocosas polémicas, y ya no era solo de que si “me lees te leo” era también “si me escribís te escribo” y es que en son jocoso, y caricaturesco, en esos días mandábamos un soneto a Chico, satírico, burlón y al siguiente taller ya venía la respuesta, y luego a replicar hasta que al fin de tres o cuatro “va y viene”, nos rendíamos.
Y es que también en medio de aquella etapa del taller llena de comunión y aprendizaje, una de las grandes discusiones tenía que ver con la vigencia y el uso de las formas, en ese sentido el Soneto siempre fue protagonista. Chico, es bueno recordar, ya había editado una antología de Soneto Costarricense, y si existe algo así como la sonetología, pues Chico Zúñiga tiene que ser uno de sus doctores y autoridades en dicha materia.
Ahora platiquemos sobre T. Joroba, heterónimo de Chico, misterioso poeta que apareció en aquellos años de luchas, ideales y revoluciones, en el extinto periódico la Libertad, con ácidas sátiras poéticas de corte político…
Pero T. Joroba nunca dejó de jorobar… y años más tarde, recopilaba algunos de sus trabajos publicados en La Libertad y otros inéditos, recogidos en el breve y delicioso – Sonetos de Amor en Bicicleta - . Pero tenemos que confesar que no todo en él es sonetos, hay décimas, romances cuartetos, etc., eso sí, formalmente impecables, T. Joroba, igual que Chico Zúñiga, era rigurosísimo, en cuanto al ritmo, métrica y rima en sus trabajos; los que intentamos alguna vez sostener las polémicas con él, mientras leíamos en el Taller nuestros intentos de soneto, sufríamos su examen inmediato, y de oído, sin siquiera tener el texto impreso en sus manos, ya nos avisaba sobre que tal o cual verso le sobrara o le faltaban sílabas, etc. y en eso era infalible!
Otro aspecto a tener en cuenta sobre los Sonetos de Amor en Bicicleta, tiene que ver con las circunstancias, fue poesía escrita según la demanda de su tiempo, (la década de los setenta) según los eventos y los personajes de ese momento, y hoy quizás, para quienes no los vivieron, o bien para los que no recuerdan, como suele suceder en este país sin memoria, muchos de esos poemas sonarán un poco oscuros, por no conocer de los hechos que narra, y carecer de las claves para descifrarlos.
Y a pesar de ello, es un texto leíble y vigente en todo lugar y toda época por dos razones: la primera es el humor, el humor es intemporal, y la segunda es el amor, que también es intemporal, y si van juntos, pues la fórmula no podrá ser desconocida para nadie, en ningún lugar y en ninguna época.
Y es que el humor de T.Joroba es agrio, pero por ser de amor es dulce, un dulce amor sin mistificaciones ni artificios, el amor mundano, sin promesas y sin trascendencia, ese amor de los hombres.
Y el amor dulce de T. Joroba es un humor agrio y negro… en que las fórmulas eternas del símil y el doble sentido, nos hacen guiños como diciéndonos: - Ya sé que saben de que se trata, pero finjamos que no nos hemos dado cuenta… - .
Y este negro humor hace sonrojar a las señoras, reír a los irreverentes y obliga a los exégetas y filólogos al examen riguroso, y la disección…
Esa última tarea afortunadamente no nos corresponde… por lo que recomiendo yo, que leamos en vos alta a las muchachas pudorosas y a los viejillos recalcitrantes estos poemas de amor que no enamoran, pero que hacen sonreír a los enamorados, y los que recuerdan sus viejas andanzas de amor…
Pero como hemos dicho demasiado ya sobre ellos, pensamos que es hora que ellos digan lo demás, y por eso ponemos aquí una mínima muestra…
MUJER INN
Me subyuga tu aliento de cerveza
y el sabor a ginebra de tu boca.
Me sabes como a guaro de cabeza
a gin con gin o a vermouth y coca.
Una cantina de servida mesa
tu amor de vino mi pasión provoca:
¡Eres copa de ron y mi flaqueza,
mi embriaguez, mi mareo y mi soca!
Deja, mujer, que apure como un trago
de bendito licor, un dulce beso
que en tu copa de labios ya se asoma:
¡Te volveré a beber el otro pago!
Si fuiste cantinera de mi exceso,
hazme el favor, mujer, y sé mi goma.
En Mujer Inn, el juego es sencillo, desde la perspectiva del bebedor, o también, desde el punto de vista de la “cultura del guaro”, sin falsos moralismos, desde ese punto de vista, la mujer comparada con el licor… se ama a la mujer como se ama al licor, o el licor se ama como se ama a una mujer…, una mujer que finalmente, es la embriaguez, no puede renunciarse a ella, su demora, su ausencia, es la goma, la cruda, la resaca de unos besos que quizás no volverán…
CANIBALISMO
Tu forma me provoca las encías
hasta surtir mi boca de deseos,
el estómago brinca en aleteos
presintiendo jugosas ambrosías.
Mi cerebro se cierra a las teorías
de vegetarianos cotorreos;
sucumben en tenaces cosquilleos
penitencias, ayunos, naderías.
Morder tus carnes con furor deseo,
cual si un antropófago bullere
de pretéritos años abstinentes.
Mas no pongas, mujer, semblante feo,
morderte no podría aunque quisiere...
yo uso postizos y olvidé los dientes.
Y la cotidianidad y los lugares comunes en Canibalismo nos llevan a la vieja imagen del amado que en su furor y pasión grita a su amante: - te voy a comer – a besos, o lo que sea y la amante responde desde el lecho: - cómeme – y así, esta imagen relamida en toda tradición poética es llevada hasta la exageración, finalmente, el antropófago se dispone a literalmente realizar el acto devorador, ¿Pero qué le detiene?, esta vez, ha olvidado los postizos… volvamos la metáfora al revés, ¿Será que olvidó el profiláctico?, o para ponerlo en términos más contemporáneos, ¿Olvidó la viagra?
AMOR DE FUEGO
Tu mirada de llama me calcina
y el calor de tu cuerpo me achicharra.
Si te abrazo transfórmome en socarra
si te beso sale chamusquina.
Eres fuente de nitroglicerina
que mi cuerpo conviertes en chatarra?
¿Soy un hombre - mujer - o una jarra
que en tus brazos de fuego se cocina?
Mas yo vengo dispuesto al asadero.
Sepúltame en tus hornos abrazantes
y comienza, mujer la cocedera,
que si surge un incendio, soy bombero.
Puedo aplacar el fuego en un instante,
si dejas que conecte la manguera.
En Amor de Fuego nuevamente se repite el juego de voltear las metáforas como en Canibalismo, y de jugar con el fuego/amor para convertirlo en imágenes, pero este amante es bombero, lo sabemos en el primer verso del segundo terceto, y ya estamos casi seguros de lo que viene… ¡Hay, y lo era!. Parece sonreír T. Joroba como diciendo: -¿Vieron mal pensados? Era exactamente ese mal pensamiento…-.
Podrían surgir ahora objeciones, “estos sonetos no son de amor”, “y no son éticamente correctos”. Concedido, pero el autor de estos sonetos sí era éticamente correcto, y si decidió escarbar en nuestra basura, era para mostrarnos lo que nos gusta ocultar, y de qué manera: con bombos y platillos… con sonrisas y gracia.
Y es que quizás, a partir del humor empieza el proceso del autoconocimiento: riéndonos de nosotros mismos. Y mucho mejor: riéndonos de nosotros mismos comenzamos a examinarnos y criticarnos con más honestidad; este examen, puede llevarnos con sinceridad a la renovación y al autoconocimiento… Exactamente como decía el Ta - Hio de Confucio, de quien era ancestro Chico Zúñiga, y por supuesto T. Joroba - “ …que en la educación y renovación de los pueblos, y en la búsqueda del bien supremo o fin último al que debemos dirigir nuestras acciones para alcanzar la perfección” - .
Eso sí, sin dejar de sonreír.
_________________________
1. En aquellos años del Taller Literario en el Café Cultural, con el singular humor de Chico, fuimos bautizados como los Cuervos a los tres más jóvenes, en este caso, Gerardo Cerdas, Cristian Marcelo y yo, pero eso sí, éramos cuervos bien criados, como los de Monterroso, le sacábamos los ojos a los demás y no al criador.
2. Las Reuniones del Café Cultural eran en el Barrio Amón, en un viejo edificio anexo detrás del INS, todos los martes y jueves a partir de las 4 de la tarde y hasta las 8 de la noche, teníamos las gozos tertulias y el taller con Chico.
3.Editado por única vez en Ediciones Dromedario en 1977, e ilustrado deliciosamente por Hugo Díaz.
4. Chico, contaba sin mucha precisión que su antepasado, su abuelo materno, era un inmigrante chino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario