lunes, 19 de julio de 2010

De nada sirve hablar cuando lo que deseamos es encender una vela...



A propósito del Antonio Obando Chan...





Más allá de la piel
Más allá de la piel de una mujer que nunca es igual a la del hombre
Más abajo de la piel
Más abajo de la piel de cualquiera
Más abajo de la piel... ¡Duele!



Duelen los ojos por no poder llorar, y duelen porque llora una, en silencio, donde nadie sepa que volver a ver atrás, recordar los daños del genero y la piel, los comentarios, el gesto que dice que esto no es un juego de video en que se ven las consecuencias con graficas claras, o que podés apagar el aparato ese en cualquier momento sin que pase nada; no duele simplemente por doler, sino que ¡Duele!, porque hoy siento una tristeza infinita por el miedo en la mirada de ella…

Duele. Porque quiero volver a ser feliz, y como ella,
no estar cansada de seguir adelante aunque
la vida sea áspera, y nos obligue a preguntarnos
¿Qué pasó con nosotros?, ¿Qué?
Cuando la ira se hace mezquina, los derechos humanos son para criminales, los deberes ilimitados para los ciudadanos honrados, no tomar ventaja es de pendejos, profesores maltratados en las aulas, amenazados por rejas y ventanas ajenas, cuando siempre hay alguien diciendo las cosas como no son, causando desconsuelo entre las relaciones humanas, luchas territoriales cuando ni siquiera se han preocupado por cambiar las cosas, oír ambas versiones antes de tomar decisiones con respecto a la vida, el espacio, lo que hacen los demás, comencé a preguntarme ¿Cuándo fue que cambió todo?, ¿Cuándo fue que lo que creía bueno y verdadero desapareció, o se hizo ridículo, ¿Cuándo?

Tal vez, cuando comencé a olvidar los momentos felices,
el nombre de mi muñeca favorita, el de mis vecinos,
dejé afuera mi dignidad y mi paz... me dolió mucho más la mirada y el entendimiento;
mucho más que el dolor mismo porque el sentido de aquello
que llamamos dolor, es otro tipo de aflicción... pero ahora quiero
de vuelta la ley y el orden. Libertad con seguridad.
Sentarme en la sala de mi casa, donde sea con la puerta abierta,
aminar en las noches de invierno o verano,
sin tener miedo del desconocido que se acerque
Quiero el retorno a una vida simple,
común, ser una mujer común que ve caer la lluvia como
gota fresca de mañanas brisientas; en lugar de saber que
el dolor es igual al miedo, y sus cuchillos son una costumbre
que nos obliga a ser indiferentes a lo que pasa a nuestro alrededor…

Entonces, la conocí. No en persona, sino por la tediosa redacción amarillista de la prensa. Es una mujer común, como yo solo que ella es una indígena con escasa escolaridad en el idioma oficial, en aquel momento, condenada a 13 años de prisión por estar en el lugar y momento equivocados: ser testigo de un crimen, al parecer hecho por su esposo y su primo, contra otro familiar...

Dolió tanto escuchar la noticia, y ver que seguíamos preocupados porque
los marines invaden nuestro país, en lugar de hacerlo porque
en nuestro país un adolescente mató a la directora de su colegio
probablemente para marcar territorio, o dejar en claro que por ser mujer
no debía decirle como actuar, después de todo, ¿Qué sabe ella de su vida,
o de lo que nos da la gana hacer?…

Cuando niña mi único miedo era a la oscuridad de las calles, siempre hubo cercano para protegernos, y nunca pensé que llegaría el momento en que los autos se valorarían más que las personas, o que existieran jóvenes ausentes de padres ausentes…

¿Qué es aquello?, ¿un árbol, una flor, una gallina,
una estrella que nos avisa, ya tarde y con miedo
porque en este país muchos hacemos lo que nos da
la gana sin que nos preocupen las consecuencias?
Por eso ¡duela!, el simple hecho de no poder creer
que seguirá pasando, que ha pasado muchas veces antes,
porque la indiferencia es nuestro paño de lágrimas, y nos gusta...

Duele. Aquí. En la piel. En las yemas. En los sentidos. Aquí. Duele. Donde empieza la memoria. Donde se es parte de un lugar. Algo. Duele. Aquí. Aquí en este, mi país. El país de ella también. El país de todos. El país del que. Que no existen diferencias. Que no hay discriminación. Que no existe el racismo. Que no existe la violencia de género. Que sin conocerte, los demás no te juzgan. Que no existe la intolerancia. Que no existe diferencia entre pobre y rico. Que no existe diferencia entre blanco, negro, chino, indígena. Que nos respetamos y nos amamos, aunque sea de la pared para adentro, donde nadie nos vea, por temor a las consecuencias

El país del que pasó… El país donde TODO es,
(somos) iguales. ¿Iguales?
Duele. El simple hecho de que pasen
los años y ver que sigue pasando...

Duele, saber que Ella es parte de una etnia indígena que, como todas las demás tiene pertinencia cultural, y una cultura inclusiva pero no incluyente, cuando conviene que así sea, que nadie conoce, y que ninguneamos conforme nos da la gana, porque también es el país del que todo ¿lo sabe?...

Yo pertenezco a la etnia afro-nativa que,
como todas las demás tiene pertinencia cultural,
cuando conviene que así sea, salvo por su “música, su comida,
su color y comportamiento, tiene pertinencia cultural,
y una cultura inclusiva pero no incluyente,
cuando conviene que así sea, que nadie conoce,
y que ninguneamos conforme nos da la gana,
porque también es el país del que todo ¿lo sabe?...
Ella y yo, estamos en el mismo juego, diría Michael Jackson. Las dos sabemos que las lágrimas como la sangre caen en gotas, boca abajo, pero no solo la sangre mancha el piso para siempre…

Ella nació en una de esas zonas identificadas como
reservas indígenas, de las que tenemos muchas y sabemos poco

Tiene poco más de 20 años vividos en un Mundo que es el mismo de las primeras mujeres vistas
por Colón y que, como todas ellas se limitó a seguir siendo como las de entonces; se nace para ser un propósito especifico, un factor menos numerario que no se educa más de lo debido porque la mente (en especial el de las mujeres) abierta a nuevos conocimientos, nunca vuelve a ser la misma, según los principios machistas...

Un mundo donde se es un poco más que un objeto,
que no toma decisiones, se hace lo que los hombres le ordenan a una,
y a menos que la obliguen NUNCA se va más allá...
Y cuando se es una más y el conquistar es “el blanco”
que se impone sin motivo aparente, nos enseñan que no
es necesario aprender su lengua, su saber, su cosmogonía,
porque TODO esta en manos de uno igual a ese con quienes
las mujeres no tratan, por tanto, solo queda obedecer aquello
que nos dice hacer, nada nos compete hasta
que es demasiado tarde; entonces no es de extrañar que
terminara en un lugar y momentos indebidos…
Somos parte del juego. La cercanía entre nosotras es esa, seguir por sendas paralelas, pero no iguales. La diferencia es que yo, o cualquiera de las de la nueva generación, las que tuvimos un proceso educativo, y que ya no fuimos moldeadas al sistema en que lo fueron las que pinta Negrin, jamás hubiésemos permitido dos veces semejante injusticia: 1..- Ser obligada a presenciar un crimen, b) y después recibir castigo sin derecho a defensa, es lo mismo que se acusada, condenada y sentenciada desde el inicio, desde el punto de vista del observador, o de quién no conoce que los hechos dependen de aquello que no hemos visto pero que puede ser alterado por nuestra propia de pensar. ¿Qué importancia tiene lo que se diga si sabemos que no nos van a creer de todos modos?
Conozco ese lugar. He estado ahí muchas veces.
Se llama incomprensión. Intolerancia. Racismo.
Hablar y criticar en lugar de hacer lo correcto.
Creer que se merece uno todo porque nos dicen
los amigos que así, porque simplemente
nos los merecemos

Matar. A los padres. A los abuelos. Violar niños. Secuestrar. Robar. Engañar. Poner trampas. ToDo. Cualquier cosa, no importa cuán ruin sea, para nosotros, los de afuera siempre termina en la banalidad de noticias amarillistas, a veces, olvidadas después del primer comercial

No disculpo el crimen de quien sea en cual participó.
La muerte es la muerte, hay muchos tipos, y no necesariamente
significa dejar de vivir sino que su cuchillo tiene una doble
canaleta que de algún modo nos afecta. Vivo o muerto,
podría ser igual que siempre; simplemente duele,
tener que guardar silencio porque no se entiende que nuestro
mundo no es igual al mundo que nos rodea, y en que vivimos por asignación
cultural, por inclusión obligada para tapar nuestra ignorancia histórica...

Duele. Saber después de dos años de cárcel, como si realmente hubiese hecho algo malo dentro de su estructura de vida ahora espera un perdón presidencial, porque alguien pensó que probablemente hubo error idiomático en alguna parte... esa es la peor escalada de dolor

Saber que a la fuerza tuvo que aprender a hablar,
para poder expresar la humillación del ocultamiento,
de no poderse defender contra el (des)
conocimiento de otros. Duele

Me pregunto, ¿Podrá volver a disentir de lo absurdo, a ser gente, a tener amor, solidaridad, y fraternidad?, ¿Será posible volver a mirar a los ojos sin miedos o retos? Alejar la indignación ante la falta de ética, moral, de respeto, un mundo siempre mejor, más justo, más humano. Donde las personas respeten a las personas, sería lo ideal...

Tanto ella, como la directora siniestrada
a manos de la indiferencia merecen el Antonio Obando Chan,
al merito civil, porque sin ser más que mujeres comunes;
por motivos distintos, sin derecho a defensa,
nos mostraron la cara de un mal social que seguimos
ocultando tras, “ En mi país... ¡esas cosas no ocurren!..”
Mostraron la diferencia y que, sin importar su color de piel los milagros ocurren...

Sin ser una creyente, estoy (estamos) convencid@s
de que es hora de que digamos las cosas por su nombre y,
demos un paso al frente para cambiar las
cosas, y hagamos el cambio...
¿Utopía? Es posible si usted y yo,
hiciéramos nuestra parte enfermando
de este conocimiento a más personas,
para que ellas también propaguen el virus...

Comience pasando este mensaje…

_______________________________________
Dlia Mc Donald Woolery

Chair Master
Fundación Ce.Cet
Ced: 9-085-102

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