Releyéndolo
y viéndolo, pienso que los dos se parecen y son una ausencia necesaria…
Si quieres saber de Raúl
Que habita estas prisiones
Lee estos duros versos
Nacidos de la desolación
Poemas amargos
Poemas simples y soñados
Crecidos como crece la hierba
Entre el pavimento de las calles.
Raúl Gómez
Jattin (Cartagena de Indias, 31 de mayo de
1945 - 22 de mayo de 1997), fue un poeta colombiano, al que todo el mundo creyó
cereteano, porque de Cereté, Córdoba, era su familia y allí pasó gran parte de
su infancia. Hijo de Joaquín Pablo Gómez Reynero y Lola Jattin, nacida en
Colombia de padre libanés y madre siria, en realidad fue educado en varias
poblaciones de la costa norte colombiana.
En este cuerpo
En el cual la vida ya anochece
Vivo yo
Vientre blando y cabeza calva
Pocos dientes
Y yo adentro
Como un condenado
Estoy adentro y estoy enamorado
Y estoy viejo
Descifro mi dolor con la poesía
Y el resultado es especialmente doloroso
Voces que anuncian: ahí vienen tus angustias
Voces quebradas: pasaron ya tus días.
La poesía es la única compañera
Acostúmbrate a tus cuchillos,
Que es la única.
Quienes
tuvieron oportunidad de verlo actuar lo recuerdan como un excelente actor,
muchos dicen que de los mejores que tenía el país. Un actor inmenso con
vozarrón grave y profundo y ademán aristocrático que vivía para el teatro y
parecía destinado a no hacer otra cosa.
Consolación
Cuánta congoja agazapada
Llevas, Eusebio
El paisaje moral de tus contemporáneos
Te afectó como una lepra blanca.
Eres demasiado sensible, muchacho
Recógete en los libros,
En tu alquimia,
En el calor de tu madre.
El resto no vale la pena, Eusebio
Son fantasmas
Muchedumbres de fantasmas ebrios.
Aunque
regresó todavía a Bogotá y siguió haciendo teatro, no volvió nunca a escribir
otra obra y se limitó a hacer adaptaciones. Muchos recuerdan aún su montaje de
Los Acarnienses, una selección de algunos pedazos del texto de Aristófanes. El
estudio a fondo de la pieza derivó en una obsesión por la cultura griega que le
duraría toda la vida y que, con el tiempo, marcará su poesía.
Fue en
Cereté, durante uno de esos continuos ires y venires a lo largo de los 70s,
cuando comenzó, o más bien, continuo su locura, con esos ataques que le daban
de tanto en vez y que lo fueron metiendo en una vorágine de hospitales, drogas
psiquiátricas e idas y vueltas de la normalidad a esa locura de enfermo. No se
volvió loco por las drogas ni por su vida excesiva. Era loco porque era loco,
por esas cosas de la vida que lo enferman a uno y contra las que no hay casi
qué hacer.
Y como Raúl era excesivo en todo, fue excesivo también en su locura. Los ataques que le daban eran tremebundos, asustadores, frenéticos. Cuentan los amigos que en esos momentos se volvía intratable, insoportable, inaguantable. Que no veían la hora de devolverlo para Cereté o de mandarlo para un psiquiátrico. Hospitales conoció muchos, aunque a menudo los directores se empeñaban en darle el alta, quién sabe si porque no terminaban de verle la locura o por quitárselo de encima. Él sabía también cómo manipular el mundo a su gusto con el cuento de que era loco.
ME DEFIENDO
Antes de devorarle su entraña pensativa
Antes de ofenderlo de gesto y palabra
Antes de derribarlo
Valorad al loco
Su indiscutible propensión a la poesía
Su árbol que le crece por la boca
con raíces enredadas en el cielo
Él nos representa ante el mundo
con su sensibilidad dolorosa como un parto
Fue ahí,
en esos años de vuelta en Cereté, cuando empezó también a escribir poesía.
Poema tras poema que guardaba o que enviaba a los amigos sin más pretensiones.
Hasta que uno de ellos, el más cercano toda su vida, se dio cuenta de que esos
poemas de Raúl eran buenos y merecían ser publicados. Él mismo se encargó de la
edición. Ese libro, el primero de Raúl Gómez Jattin, Poemas (1980), es hoy casi
inencontrable.
Años después vendrá Tríptico ceretano
(1988), la trilogía integrada por Retratos, Amanecer en el valle del Sinú y Del
Amor, la cumbre de su obra. Ahí están algunos de los temas más escabrosos, tal
vez los que más lo identifican entre quienes apenas lo conocen: drogas, amores
prohibidos, escarceos de niño con empleadas domésticas rebosantes de lujuria,
iniciaciones zoofílicas con terneras, con gallinas…Pero están también la
amistad, los recuerdos de infancia, el amor descrito en ocasiones con belleza
conmovedora:
Dibujo tu perfil del faro a las
murallas
Luz de alucinación son tus ojos de
hierro
El mar salta en las piedras y mi alma
se equivoca
El sol se hunde en el agua y el agua
es puro fuego
Eres casi de sueño. Eres casi de piedra
con el vaivén del tiempo
En 1989
publicará Hijos del tiempo, una obra madura, más serena que el Tríptico, donde
el protagonista ya no es él mismo sino otros: Micerino, Teseo, Medea, Homero,
Penélope y Odiseo, Scherezada, Li-Po, El rey moro, Moctezuma, El cacique Zenú,
Antínoo… Uno siente como si esos poemas sin Raúl no fueran suyos. Aunque ahí
está el estremecedor poema final a su madre, Lola Jattin, que recupera la
belleza y la fuerza de los mejores del Tríptico.
En 1994 se editó la antología Poesía 1980-1989, que recoge
buena parte de sus tres primeros libros, lo dio a conocer a un público amplio.
Es una antología de autor, que incluye sólo los poemas que Raúl quiso y que
hasta cambia algunos.
Su última
publicación, Esplendor de la mariposa (1995), ya no es, en cambio, un buen
libro: esos poemas de manicomio y encierro apenas merecen la pena.
Ya para qué seguir siendo árbol
Si el verano de dos años
Me arrancó las hojas y las flores
Ya para qué seguir siendo árbol
Si el viento no canta en mi follaje
Si mis pájaros migraron a otros lugares
Ya para qué seguir siendo árbol
Sin habitantes
A no ser esos ahorcados que penden
De mis ramas
Como frutas podridas en otoño.
A Raúl lo
recuerdan los amigos como un hombre elegante, de maneras aristocráticas, digno,
culto, siempre cantando a Serrat y hablando de los griegos, preocupado por ser
bien visto y porque se apreciara su poesía. Un hombre que sabía de su condición
de enfermo y de drogadicto y que quería curarse.
Murió el
22 de mayo de 1997 en Cartagena de Indias. Muchos dijeron que se había
suicidado, que se había “mandado” a una buseta. Pero no, Raúl no se habría
suicidado. Tirarse a una buseta no sería propio de sus maneras aristocráticas.
Y era, además, un hombre cobardón. Debió ser un accidente, un atropello a esas
horas de la mañana en que los buses bajan a toda velocidad por la cuesta de la
India Catalina. Nadie quiso decir nada y así quedaron las cosas. Pero no, los
amigos saben muy bien que Raúl no se habría suicidado, que Raúl no se suicidó.
Pocos años antes de morir Gómez Jattin aceptó abiertamente su homosexualidad…
Obras
publicadas:
- Poemas (1981)
- Retratos (1980-1989)
- Amanecer en el valle del Sinú (1983-1989)
- Del Amor (1982-1987)
- Hijos del tiempo
- Esplendor de la mariposa (1993).
- Los poetas, amor mío... (2000) -Libro póstumo-.
- Conjuro (1957-)
- Oh por mani granjas
Antologías y recopilaciones
- Raúl Gómez Jattin. Poesía 1980-1989. Norma. Santafé de
Bogotá. 19
- Raúl Gómez Jattin. Amanecer en el Valle del Sinú: Antología
Poética. Pre-Textos. Valencia. 2006.
Para La Coleccionista de Espejos: La Coleccionista de Espejos
Datos tomados de internet
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